Los
miembros del Comité Nacional del MAP solíamos reunirnos formalmente cada dos
sábados. En una de las primeras, nos asignamos tareas y comisiones. Hortensia
Santiago y yo éramos la Comisión de Capacitación. También participé activamente
en la redacción del librote en el que se convirtieron las Tesis y el Programa
de Acción, y seguía en la redacción de la revista Solidaridad.
La
principal actividad de la Comisión de Capacitación fue un curso sindical que
organizamos –y yo di en parte- en el recién fundado Instituto de Estudios
Obreros Rafael Galván, en la casona de la calle Zacatecas en la colonia Roma.
Asistieron cuadros sindicales de distintas partes del país, sobre todo –pero no
solamente- electricistas de la Tendencia Democrática y miembros del FAT (Frente
Auténtico del Trabajo). La idea central del curso era la de pasaje de
explotados a productores; de la idea economicista del sindicato a la de la
agrupación que conoce a fondo la empresa para la que trabaja, no se deja
engañar, propone y, si puede, también dispone. Y jamás ahoga a su fuente de
trabajo.
Pocos
meses habían pasado, sería septiembre de 1981, cuando surgió, a instancias del
Partido Comunista Mexicano, la iniciativa de unir a las distintas agrupaciones
de la izquierda socialista en un solo partido. Se trataba de una idea
largamente acariciada en muchos lados y daba la impresión de que no había
cristalizado simplemente por la inercia de las organizaciones. Heberto Castillo
al principio mostró gran interés por la fusión. Igual lo hicieron los grupos
que habían coincidido en la Coalición de Izquierda en las elecciones de 1989.
Para
los comunistas del partido aquello iba más allá. Significaba de entrada un
distanciamiento de la tradición soviética, tantas veces sectaria y era parte de
un largo proceso de revisión y autocrítica que se había desarrollado dentro de
ese partido. Lo paradójico es que al menos dos de las agrupaciones fusionantes,
el Partido del Pueblo Mexicano y el Partido Socialista Revolucionario, eran
prosoviéticas y con resabios estalinistas. También se fusionaría el Movimiento
de Acción Unitaria Socialista.
Las
coincidencias del Movimiento de Acción Popular con el PCM eran varias. La
primera, en la lucha sindical universitaria. La otra, el acercamiento
ideológico a partir de la reflexión reformista que había tomado carta de
ciudadanía en ese partido, que lo alejaba paulatinamente de la ortodoxia y lo
acercaba a posiciones socialdemócratas de izquierda.
Por lo
tanto, era lógico que cuando en una reunión del Comité Nacional se propuso que
el MAP se fusionara en el nuevo partido unitario, la respuesta fuera afirmativa
e incluso entusiasta. No hubo un solo voto en contra y solamente una
abstención, la de Hortensia Santiago.
Varios
preguntamos abiertamente si el MAP seguiría como corriente política organizada
dentro del nuevo partido. La respuesta de los dirigentes fue que no, que si
aceptábamos la fusión, eso significaba de plano nuestra disolución como
organización política. Ante las continuas y genuinas dudas, Rolando Cordera zanjó
la discusión con una frase inolvidable:
-El MAP
es un estado de ánimo.
Eso es
lo que efectivamente terminamos siendo.
Los
compañeros del PCM recibieron gustosos al quinto elemento de la fusión, pero de
manera sorpresiva, el anuncio de nuestra llegada al futuro partido provocó la
furia de Heberto Castillo, quien no nos bajaba de “membrete” (no tardaríamos
mucho en demostrar que estaba equivocado) y puso un ultimátum: si entraba el
MAP, el PMT se salía del acuerdo de unidad.
Tengo
una hipótesis fuerte respecto a esta rabiosa negativa. En el Movimiento de
Acción Popular abundaban los intelectuales y los socialdemócratas. Los primeros
amenazaban la pretensión hebertista de monopolizar, o de perdida oligopolizar,
la opinión del partido en los medios, de llevar él la guía intelectual. Los
segundos constituían un peligro todavía mayor: a la larga le podrían quitar el carácter
revolucionario-socialista al partido. Hizo tremendo berrinche, que sería
todavía más grande cuando compañeros sinaloenses del Partido Mexicano de los Trabajadores
decidieron, ante la postura de Heberto, renunciar al PMT y afiliarse al MAP.
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