Los
preparativos para el establecimiento de la nueva organización política
avanzaban, y en enero de 1981 aproximadamente tres centenares de personas nos
reunimos en el edificio anexo de la Facultad de Economía para terminar de darle
forma.
Allí
había militantes provenientes de cuatro fuentes principales: los académicos
–entre quienes destacaban los que se habían acuerpado alrededor del Consejo
Sindical en la UNAM-, los miembros del
Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN), que se habían
forjado en las luchas de la Tendencia Democrática, el Movimiento Revolucionario
de los Trabajadores (es decir, la tendencia gordillista que cerca de un año
antes había abandonado el PMT) y Política Popular, aquel grupo maoísta con
trabajo de masas en el norte del país, del que nos había platicado Gordillo a
los sinaloenses en la época de la Tendencia dentro del PMT, y del que tanto
habíamos desconfiado, pero que no eran tan diferentes a nosotros.
Buena
parte de las sesiones estuvieron destinadas a la discusión del diagnóstico
sobre la realidad nacional (las Tesis) y sobre el programa de acción. El
primero era un documento casi completo, después de sesiones como la que
realizada en la Maestría en Docencia Económica (que reseñé aquí), y era
cuestión nada más de afinar detalles y hacer algunos agregados. El segundo
partía de que la identificación de los distintos grupos que confluían ese día
había surgido en el terreno de las organizaciones sociales, pero estaba
notablemente menos desarrollado.
Varias
cosas nos unían. Una era la idea de que toda acción política debería responder
a un programa de transformación nacional sustentado en las organizaciones
sociales. Otra, el concepto de soberanía nacional, que sentíamos amenazada ante
el imperialismo y el carácter dependiente de la burguesía local. Una más, que
el camino para avanzar hacia una sociedad menos desigual es la organización
social democrática, en la profundización de las prácticas democráticas en todos
los ámbitos de la vida (alcanzar la democracia política era sólo una parte;
democratizar la vida social, consolidar el poder de las organizaciones de la
sociedad civil, era el complemento necesario). Finalmente, y creo que es lo más
importante, nos unía la conciencia de no teníamos la verdad absoluta y que los
cambios que ansiábamos para el país vendrían a través de reformas sociales
profundas, con participación popular mayoritaria, y no de un movimiento
revolucionario vanguardista. En el sentido de esta participación, pretendíamos
ligarnos con los movimientos de masas y avanzar en la convergencia de las
fuerzas progresistas de México. Además, admitíamos explícitamente que nuestras
posiciones podían ser rectificadas por el rumbo de los acontecimientos.
A
diferencia de la mayoría de mis colegas, no participé en la discusión del
programa económico, que abogaba “por una economía nacional, independiente y
popular” y que proponía, además de una serie de reformas de política económica
–en particular, de la política de ingresos- una “reorientación, restructuración,
planificación y ampliación del sector estatal de la economía”, que implicaba
varias nacionalizaciones (tal vez porque varios creían que, como dijo Arnaldo
Córdova, el nacionalismo en México no viene del sustantivo nación, sino del
verbo nacionalizar).
En
cambio, estuve presente y activo en la discusión del programa político, “por
una sociedad democrática y popular”, que deseábamos plural, en la que tienen
cabida todos los puntos de vista, participativa, con presencia de
organizaciones civiles de todo tipo y educada, dentro de una visión laica y
soberana. El énfasis del programa, claro está, porque esos eran los tiempos, se
centró en la democracia sindical y en la autogestión de las organizaciones
campesinas.
Al
segundo día fue la plenaria, en la que se aprobaron versiones resumidas de las
Tesis y el programa. Hubo dos discusiones interesantes, que terminaron en
votación dividida. Una fue el nombre de la organización. Había dos propuestas.
Uno de los nombres, impulsado por Rolando Cordera, era Convergencia Popular y
recogía –a mi entender- los objetivos plasmados en el programa. La otra era
Movimiento de Acción Popular, y enfatizaba más el carácter de levantamiento
social. El argumento ganador fue de Pablo Pascual. Dijo que si éramos
Convergencia Popular, seríamos CP, es decir, el PC al revés. Pablo tenía la
capacidad de convencer a la gente entre risas. Perdimos la votación y el recién
nacido fue bautizado como MAP. “Ahora nos van a decir los mapaches”, profetizó Arturo Whaley.
La otra
discusión votada fue el lema. Rolando proponía “Por la liberación nacional y el
socialismo democrático”; la otra propuesta era “Por la liberación nacional, la
democracia y el socialismo”. Entre quienes votamos por la segunda había, al
menos, dos matices: unos lo hicimos porque consideramos que la lucha por la
democracia era, en sí, uno de los objetivos torales de la agrupación; otros, porque
no querían acotar el sustantivo socialismo con el adjetivo democrático. El caso
es que también allí Rolando perdió, con todo y que era, de manera tácita pero
evidente, el dirigente principal del grupo.
A
diferencia de estas votaciones, tanto el Comité Nacional como su Comisión
Política fueron elegidos por aclamación. La Comisión Política estaba
constituida por Rolando Cordera, Arturo Whaley, Pablo Pascual, Antonio
Gershenson, Hugo Andrés Araujo, Adolfo Sánchez Rebolledo, Eliezer Morales,
Arnaldo Córdova y Carlos Juárez (que fungía en esa comisión como alter ego de
Gustavo Gordillo, quien vivía en Esperanza, Sonora). Para mi sorpresa, yo estaba
en la lista de 46 miembros del Comité Nacional (más tarde, en alguna reunión
del propio comité, llegué a la conclusión de que estaba formado por cuotas:
aproximadamente la mitad eran del Consejo Sindical y anexas; la cuarta parte,
del SUTIN, y la otra cuarta parte, en partes iguales del MRT y Política
Popular). Signo de los tiempos, con todo y que en las tesis había un apartado
dedicado al movimiento feminista, entre los 46, sólo había tres mujeres: Julia
Carabias, Hortensia Santiago y Milagros Camarena.
La ex
guerrillera Paquita Calvo tomó la protesta a los integrantes del Comité
Nacional. A continuación, entonamos el himno nacional y –algo que todos los
presentes recuerdan- Roberto Cabral ondeó la bandera mientras le escurrían
ostensiblemente las lágrimas de emoción.
La
pertenencia al MAP –o mejor dicho, la coincidencia con unos puntos de vista
colectivos sobre la realidad nacional- es uno de los sellos distintivos de mi
vida. Con los años, muchos de nosotros recorrimos diferentes rutas políticas y
personales, pero en lo esencial, más allá de matices, llevamos la marca de la
casa. Somos mapaches.
5 comentarios:
En efecto, Pancho, somos y seremos mapaches.
Estimado Pancho. Y luego, ya en el PSUM y en la campaña presidencial de Arnoldo, aparecimos algunos para-mapaches. Y vaya que las Tesis fueron aprovechadas en esa campaña.
Pancho: Que entretenido leer tu recoleccion. Se te agradece. Con tu ayuda se entienden cosas o por lo menos se reinterpetan desde la comodidad del hogar. Mapaches fuimos y somos, como dice Toño Avila. Pero además, a lo largo de los años, rivales y contendientes contribuyeron con frecuencia a recordárnoslo.
Siempre me ha atraido la idea de contar con un relato de cómo llegó cada quién a la formación del MAP. Tu pluma sería magnífica. Un abrazo afectuoso, como siempre.
Gracias, compañeros, por sus comentarios.
Luis Emilio, creo que la historia del MAP, por definición, tiene que ser colectiva (en el sentido de que cada quien tiene la suya). También creo que no se acaba de escribir, precisamente porque es un grupo que trascendió su vida formal.
En lo referente a cómo llegué yo al MAP, creo que la historia está contada a detalle a lo largo de en este blog (la etiqueta "Biopics"): la amistad y afinidad con Raúl Trejo, las experiencias de estudiante en Economía, mi paso por Italia y la identificación con el PCI eurocomunista, mi estancia en Sinaloa y militancia en el PMT, con el trabajo de masas y todos los problemas con Heberto y afinidades con el Consejo Sindical y con Gordillo, el regreso a la Facultad de Economía y crecientes afinidades político-ideológico-existenciales, en fin...
Seguiré contando la historia del MAP, a como yo la viví. Y esto, sin duda, necesariamente incluye a los compañeros que, por las mismas afinidades, se identificaron con nosotros ya dentro del PSUM, como Enrique.
Un saludo a todos.
Hola, me gustaría hacerte una entrevista sobre el MAP.
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