El 15
de febrero de 1981, el torero hidalguense Jorge Gutiérrez debutó en la Plaza
México. ¿Que por qué me sé este dato trivial? Porque el torero era pariente del
doctor Santos, el ginecólogo que atendía a Patricia y al mediodía de ese
domingo ella notó que las contracciones se hacían cada vez más frecuentes.
Llamé al doctor (desde la cabina telefónica de la esquina) y, a partir de la
información que le dí, me dijo que no nos preocupáramos, que todavía había
tiempo, que él iba a ir a los toros y que le dejara mensajes por radio.
Patricia
había llevado, con mucha disciplina, un curso para tener un parto
psicoprofiláctico. Es decir, según entiendo, tener el niño sin anestesia alguna
y con el dolor controlado a partir de la respiración.
El 15
de febrero de 1981, mi cuate Jorge Carreto cumplía 28 años, y habíamos quedado
de ir a casa de su mamá, que preparaba en esa fecha especial un buen pozole
guerrerense. No pudimos ir. Nos quedamos viendo tele (ella, haciendo sus
respiraciones y yo, saliendo a cada rato a dejarle recados al radio al doctor).
Ya
entrada la tarde, llegaron a la casa Carreto y Susana Duprat. Traían una
cazuela abundante de pozole, que Patricia devoró como pelona de hospicio. Nos
quedamos cotorreando. Las contracciones se hacían cada vez más frecuentes, y la
corrida no tenía para cuando terminar. Cuando por fin pude comunicarme con el
doctor, me dijo que nos fuéramos ya al hospital, que él llegaría en un par de
horas.
Jorge y
Susana nos dieron aventón. Llegamos como a las ocho y media de la noche al
hospital Dalinde, y Patricia pasó de inmediato a la sala de labor. Tras los
trámites, me puse a leer un libro de Mandel sobre la crisis económica de los
setenta (quería llevarme El Tambor de
Hojalata, la magnífica novela de Günther Grass que estaba leyendo, pero
Patricia, en uno de sus arranques de pensamiento mágico, me dijo que no, porque
qué tal si el niño nacía enano). Llegó la instructora del psicoprofiláctico,
con lo que pasé a la sala de labor y, poco tiempo después, el doctor Santos.
La
labor de parto duró más de lo esperado, así que cerca de la medianoche salí a
la tortería Biarritz a echarme una de bacalao y a meditar –es un decir- acerca
de que ya muy pronto sería padre. De regreso, un par de problemas: el primero,
que habían descubierto que el bebé traía el cordón umbilical enredado al
cuello, que solucionó el doctor con una maniobra; el segundo, la propuesta de
usar fórceps, que rechacé de inmediato y de manera tajante (hay un trauma en la
familia, por el tío Frank, al que los fórceps hicieron hemipléjico aunque eso,
claro, fue en 1919).
Finalmente,
hubo un momento en el que pudo vislumbrar la cabecita del bebé, que ya salía.
Cerca de las dos de la mañana, pasamos a la sala de parto (yo, por supuesto,
nomás de mirón “psicoprofiláctico”). A las 2 y 20 de la mañana del lunes 16 de
febrero nació Raymundo (en ese instante descubrimos que era niño). Lo primero
que hizo fue orinar al doctor. Y mis primeras palabras al verlo fueron: “Doctor
¿son normales esos güevotes?”. Salió muy sano, le pusieron nueves y dieces. Yo
sentía una emoción profunda e indescriptible.
-Sí
tiene cara de Raymundo –dijo Patricia, aliviada tras tantas horas, mientras le
contaba sus deditos (veinte).
Han de
haber sido las cuatro de la mañana cuando –el niño en el cunero y Patricia en
el cuarto- salí al balcón en la noche helada. Lancé un grito enorme de
felicidad y alcé el puño derecho al cielo. Raymundo. Rayito. El Rayo.
Mi mamá, en el hospital, con el nieto recién nacido |
2 comentarios:
Francisco , que sorpresa, encontrarte! el verano pasado estuve en México DF, pensaba en ustedes, y me preguntaba precisamente que edad tendría Raymundo, sabes que no recordaba para nada esta historía del pozole, gracias por refrescar mi memoria! me encantaría verlos, aunque no se cuando vuelva al DF, cada verano voy a Tijuana a ver a mi familia, no se donde podríamos coincidir, vivo en Aniés, en España. Un abrazo muy fuerte a ti a Partricia y tus hijos
Por el contexto, deduzco que quien escribe es Susana Duprat (quien aparece en varios capítulos de esta larga autobiografía).
Susana, me encantaría volverte a ver.
Patricia y yo nos divorciamos hace más de dos décadas (y yo estoy felizmente vuelto a casar).
El Rayo es científico, vive en Inglaterra y -si haces bien las cuentas- tiene 31 años. Camilo es actuario y tiene 27. Tengo una hija de 18, Taide, que está terminando la prepa.
Te mando un beso.
FBR
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