Cuando se supo de la existencia de una
banda delictiva denominada “La Mano con Ojos”, que se atribuía ejecuciones en
el Valle de México, algunos pensamos que expresaba la combinación de ojos que
miran y mano que ejecuta (o bien, una mano que ejecuta mientras mira). Otros se
fueron más lejos y pensaron en asociaciones masónicas, recordando el ojo en la
cima de la pirámide. Y no faltó quien lo asociara con el monstruo come-niños de
El Laberinto del Fauno. Todos
estábamos equivocados, por finolis.
“La Mano con Ojos”, nos enteramos poco
antes de la detención de su líder, deriva del apodo del capo criminal: El Compayito, inspirado en un personaje
supuestamente cómico que utiliza Televisa Deportes para capturar audiencia en
eventos importantes cuyos derechos comparte con Televisión Azteca.
El
Compayito, lo sabemos todos los mexicanos, es una
mano con ojos.
Parece algo más que coincidental que un
sicópata que confiesa sin remordimiento sus asesinatos y torturas haya
escogido, no sólo como apodo personal, sino como nombre-símbolo de su
organización, al personaje televisivo.
El
Compayito de Televisa, al igual que el Compayito narco, tiene los valores
trastocados. Los intereses del de la tele son, en orden descendente, el
alcohol, las mujeres (mejor, si están buenas y son putas), la agresión (mejor
si son albures), el cotorreo, ganar lana sin trabajar y los deportes, en los
que cambia de equipo favorito según lo demanden las circunstancias. Al parecer,
los del delincuente son los mismos, sólo que en otro orden.
Por poco que hayamos visto al Compayito televisivo, habremos presenciado
que se embriaga a la menor provocación, que cubre de insultos a panelistas e
invitados (salvo a su jefe, Javier Alarcón, que recibe pocos), que solicita “damas
de compañía”, que es homófobo y racista, y que su vulgaridad es simple y procaz:
“Ahora si te hicieron como doña Nacha, te dieron por delante y por detrás al
mismo tiempo”. Cada uno de sus actos es obligatoriamente celebrado por los
comentaristas (aunque algunos, se ve, lo hacen de manera forzada) y el monigote
no deja de ser invitado a los programas especiales.
En su papel de descanso humorístico, El Compayito no analiza, todo lo
simplifica al máximo: chingones contra pendejos, ganadores contra perdedores,
albureros contra albureados, y las reinitas para besarlas e intentar tentarlas.
Se dedica a echar relajo, pero en el sentido de Jorge Portilla y su
fenomenología, en la que el hombre se libera de todo valor en su interior y,
con ello, de toda tensión interna, un relajo que es la negación pura y simple
de los valores, sin salidas, sin movilidad, sin perspectivas al futuro.
Ese es el mensaje real de la mano con ojos,
la de la TV. La banda criminal y su líder lo captaron muy bien.
Supongo que El Compayito narco haya mandado, por un rato, a su homónimo televisivo
a la congeladora. Supongo también que el rato será breve.
Lo dicho: no tienen el valor. Les vale.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario