martes, diciembre 28, 2021
Los diez deportistas mexicanos de 2021
jueves, diciembre 09, 2021
Biopics: La ruptura
viernes, diciembre 03, 2021
La inflación y la ruptura del pacto social
El dato: la tasa de inflación anualizada superó el 7%. Con
ello, se soltaron alarmas de todo tipo. Y no faltaron entre las alarmas voces
estridentes que, juntando todos los indicadores negativos posibles, ya ven la
catástrofe venir. De ahí que valga la pena separar la paja del trigo, para
darnos una idea de lo que está pasando y de lo que puede ocurrir.
De entrada, una inflación de 7% se considera todavía “reptante”; es decir
estamos ante un incremento de precios significativo, pero que se considera
todavía manejable. El chiste es cómo manejarlo.
El problema no es tanto la inflación actual, como la esperada. Para ello hay
dos elementos que, en el caso de México, sí llaman a preocupación: uno es la
evolución en el tiempo de los índices; otro es el análisis de la inflación
subyacente (es decir, la que no toma en cuenta los bienes cuyos precios tienen
grandes fluctuaciones transitorias, y que por lo tanto evita que nos vayamos
con la finta de alguna distorsión en los precios). En ambos casos vemos una
aceleración.
En otras palabras, si bien las alzas en energéticos y productos agropecuarios
son las que explican mayormente el tamaño actual de la inflación, los aumentos
en otros bienes y servicios son los que pronostican problemas para el futuro, y
nos dicen que la cosa no se va a arreglar tan fácilmente.
El problema no es el de los libros de texto tradicionales, de exceso de
demanda. La dinámica de la economía es baja: de hecho volvemos a la ruta del
decrecimiento. No son los salarios, tampoco es el pleno empleo de los factores
lo que empuja los precios al alza.
Por lo mismo, las medidas de política monetaria serán siempre insuficientes.
Pueden ser lo restrictivas que se quiera: su efecto será mayor, y más
inmediato, sobre los niveles de producción y empleo que sobre los precios. Para
mal de todos.
La inflación actual está ligada a otros factores: las interrupciones en las
cadenas de valor causadas por la lógica del pare-siga derivada de la pandemia,
el intento de recuperar pérdidas (reales o potenciales) de parte de los
operadores económicos que pueden hacerlo, y las expectativas, que generan una
suerte de profecía autocumplida.
El primer elemento es un asunto de oferta que depende, sobre todo, de factores
externos. Y en la medida en que las naciones sobrerreacionen a cada nueva
noticia sobre la pandemia, las intermitencias en las cadenas de valor
continuarán, sin que se pueda hacer mucho.
Pero los relevantes son los otros dos.
La estructura de precios relativos y la distribución del ingreso van de la
mano. Se determinan simultáneamente. Si lo que ofrezco -y puedo vender- cuesta
más en relación a lo que consumo, gano en términos distributivos. Pero si todo
mundo hace lo mismo, el resultado será una carrera y, con ella, el incremento
generalizado de precios.
En ese incremento, quienes suelen perder son los asalariados, porque es más
difícil mover el precio de la fuerza de trabajo. De ahí que la inflación
causada por una disputa en la distribución del ingreso suele tener efectos
regresivos generalizados (a menos que, como en tiempos de Echeverría, entre los
ganadores estén los productores primarios del campo, que no parece ser el caso
ahora).
Una inflación de este tipo significa la ruptura de un pacto tácito entre los
distintos agentes económicos sobre la distribución del ingreso. Controlarla, al
final, implicará hacer política: restaurar el pacto, tal vez con otras
proporciones asignadas para cada quien.
Esa política de concertación, hay que decirlo, es muy distinta de la política
electoral o de guerra de posiciones entre grupos ideológicos, partidistas o de
poder. Y obliga a una actitud proactiva de parte del Estado.
Ahora bien, sí se quiere recuperar el control de la inflación, antes de que
deje de ser reptante, hay que actuar sobre las expectativas. Y esto conlleva
también hacer política. Hay que calmar las voces, a veces histéricas, que
imaginan, y a veces parece que desean, una depreciación grande del peso, un
desplome de la inversión y escasez creciente de diferentes bienes y servicios.
Pero eso no se hace con más gritos estentóreos, con admoniciones o amenazas. Se
hace generando espacios para el diálogo, en el que cada parte tiene sus
razones... y también sus instrumentos de poder para hacerlas valer.
Hay tiempo y espacio para arreglar las cosas. El problema
es que, si el gobierno insiste en su política de fuga hacia adelante, donde
abre frentes de combate en todos lados y lo importante es la propaganda (los
malvados empresarios hambreando y haciéndole difícil la existencia al pueblo),
el resultado será una agudización de la disputa por la distribución del
ingreso. Es decir, más inflación, menos inversión, devaluación y cumplimiento
de las profecías apocalípticas.
En esas condiciones, a ver cómo se rehace el pacto social.
¿O de lo que se trata es de estirar la cuerda hasta que se rompa?
miércoles, octubre 13, 2021
La ola antiintelectual
Aquí, dos textos publicados en Crónica. Uno en octubre de 2021 y, el otro -que puede estar detrás de lo que está pasando recientemente- en febrero de 2019.
La ola antiintelectual
Hasta hace algunos años una de las
certidumbres que había era que las discusiones y las diferencias políticas se
dirimían por la razón -al menos aparentemente- y que todo mundo apostaba, así
fuera de dientes para afuera, por el pensamiento racional y la ciencia.
Ahora parece que no.
Llevamos ya dos años de una andanada
constante en contra del conocimiento, la ciencia y los distintos saberes. Esos
ataques a menudo se han disfrazado de combate a las élites y su corrupción,
pero lo que está detrás es un claro desprecio al trabajo intelectual de todo
tipo, al que se le quiere contraponer una sabiduría “ancestral” que tiene mucho
de usos y costumbres y otro tanto de superchería.
El reciente ataque judicial que han sufrido
los miembros del Foro Consultivo Científico y Tecnológico es sólo la muestra
más reciente de una política y un discurso que no sólo son ajenos a la ciencia,
sino contrarios a ella: la ven como enemiga de los intereses populares.
Hemos pasado por la estampita del Detente,
por la aseveración presidencial de que el coronavirus no pegó tan duro en África
por las costumbres de sus pueblos, por la infravaloración del trabajo de los
profesionistas, sean estos médicos o ingenieros, por el desprecio a la labor de
la prensa profesional, por la negación voluntarista de los datos de medición económica
y social, por la sugerencia de que hay una élite corrupta que engaña al pueblo
dándose la gran vida con el pretexto de la academia.
Esta visión de las cosas también se ha
expresado en el presupuesto, como lo indican la desaparición de los
fideicomisos destinados a la ciencia y las artes, los recortes a las becas y la
desaparición de las Cátedras Conacyt, el estrangulamiento financiero de
distintas instituciones públicas de educación superior y un largo etcétera.
Durante generaciones se ha manejado, sobre
todo en países desiguales como el nuestro, que tienen una correlación positiva
entre nivel de escolaridad e ingresos, que estudiar y hacerse de una profesión,
o utilizar productivamente los propios talentos, son caminos válidos para mejorar
personalmente y para la movilidad social.
Si bien esos caminos se han vuelto más
estrechos en las últimas décadas, siguen siendo parte del imaginario colectivo.
Son parte de los sueños y deseos, de los valores inculcados. Y las rutas, con
baches y todo, siguen existiendo.
Pero lo que ahora se dice, desde el
púlpito mañanero, es que eso no debería contar. Que son caminos errados,
alejados del alma del pueblo. Quien los transite es un “aspiracionista”, que está
pensando sólo en sí mismo y en su familia… aunque su trabajo genere bienestar
para el resto de la población.
Considero que hay dos elementos detrás de
esta idea. Uno es el desconocimiento de las contribuciones de los creadores y
científicos al bienestar y la grandeza del país. El Presidente dice que “no
hacen nada”.
En contra de la idea de vividores que se
la pasan de coloquio en coloquio, hay una lista enorme de contribuciones de
científicos mexicanos, para la que no alcanzarían las páginas.
Antimio Cruz recordó algunas en Crónica:
“la ciencia mexicana ha generado
las variedades de trigo más sembradas en el mundo; la molécula base de la
pastilla anticonceptiva; la primera explicación para frenar el agujero en la
capa de ozono, así como antídotos contra venenos, vacunas contra la enfermedad
de Chagas”. También cita que es gracias a un mexicano que la insulina que usan
los pacientes con diabetes ya no se extrae del páncreas de cerdos, sino de
bacterias, y recuerda los avances de ingeniería ligados a la construcción del
Gran Telescopio Milimétrico, en Puebla.
Podríamos
agregar las investigaciones arqueológicas sobre el Templo Mayor y sobre Teotihuacan,
la contribución mexicana en el colisionador de hadrones o en la misión del Curiosity
a Marte, el estudio y la defensa de la biodiversidad en el país o los avances
para curar el pie diabético (pienso sólo en la labor de algunos galardonados
con el Premio Crónica).
El otro elemento se disfraza de
ideológico, pero es más bien de resentimiento. Y ahí también confluyen algunos
de los (cada vez menos) académicos que han justificado los ataques a la comunidad
científica.
Es un resentimiento hacia lo que es
percibido como un éxito inmerecido del que goza una parte de la población. Ese
éxito y ese prestigio son vistos como una injusticia de parte de quienes, por
distintas razones, se han sentido ninguneados en sus carreras profesionales.
Más aún si se trata de carreras académicas o artísticas que por muchos años
parecían no llegar a ningún lado. De quienes no alcanzaron a llegar al SNI, y
son huérfanos de estímulos.
De repente, por gracia de la política, el
resentimiento es virtuoso. Y permite suponer -con la superioridad moral
incluida- que el ataque contra el Foro Consultivo es sólo contra unos cuantos
burócratas de la ciencia que habrían hecho mal uso presupuestal de los
recursos. Eso es hacerle al tío Lolo.
Hubo quien entendió mejor el sentido del ataque: ese hombre del pueblo (y empresario del carbón y senador) Armando Guadiana, quien pidió a la UIF investigar a la UNAM y a todas las universidades por el “despilfarro” de dinero de sus investigadores en “turismo internacional”. De lo que se trata es de apretarlos para que agachen la cabeza, se pongan a la defensiva y ya no se sientan tan cucos. Y lo de menos es que Guadiana tenga un pasado aspiracionista, con una maestría en Ciencias por el Tecnológico de Monterrey, lo importante es que está con el Señor Presidente.
El bodrio de la Ley de Ciencia
Se está gestando un peligroso divorcio
entre el gobierno federal y la comunidad científica del país. No es –como dicta
la frivolidad en boga– por nombramientos en el Conacyt, sino por la pretensión
de regular ideológicamente la manera en la que hace investigación científica y
de humanidades en el país. La presentación de la iniciativa de Ley de Humanidades,
Ciencia y Tecnología ha sido mal vista por los investigadores del país, y con
razón.
Esta ley refuerza de manera muy abierta la
centralización en la toma de decisiones. En vez de hacerlo de manera colegiada,
pretende la instalación de un Consejo Nacional, que en realidad es estrictamente
gubernamental, para regir ciencia, tecnología y también las humanidades.
Esto significa desaparecer el Foro
Consultivo Científico y Tecnológico, el Consejo Consultivo de Ciencias y la
Coordinación de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Presidencia, y
sustituirlos por foros a modo o, de plano, por una estructura vertical.
Al eliminar la participación de actores no
gubernamentales que son parte del Consejo General del Conacyt, se elimina, en
los hechos, su carácter colegiado y, con él, la participación plural de la
comunidad científica.
Esto también puede resumirse en una frase:
Todo el poder para la dirección del Cona(h)cyt. Ésta define el presupuesto para
ciencia y tecnología, la política de Estado, la asesoría a los poderes de la
Unión, la creación o desaparición de centros públicos de investigación, las políticas
de bioseguridad y lo que usted pueda seguir sumando.
Junto con ello, la ley plantea una suerte
de supervisión metodológica y de prioridades, lo que en la práctica significa
dar línea política a la investigación académica.
La idea es orientar la ciencia para
“resolver los problemas prioritarios de la Nación”. Parte de una concepción de
las ciencias, no como generadoras de conocimiento, sino como meros instrumentos
del desarrollo, predefinido éste por las prioridades del gobierno. Esto deriva,
casi automáticamente, en una distinción entre ciencias útiles para resolver los
problemas y las que no lo son (en principio, toda investigación teórica y de
frontera).
También pone por delante las disciplinas
con más posibilidades de aplicación inmediata de las que tienen efectos más de
largo plazo. Las ingenierías por delante de la física, las matemáticas o la
astronomía. Las ciencias sociales aplicadas por encima de la filosofía o las
disciplinas artísticas.
Explícitamente, el proyecto de ley señala
que el desarrollo científico y tecnológico debe quedar subordinado al proyecto
de nación: es decir, a la visión nacionalista y supuestamente justiciera del
lopezobradorismo. Esto significa que habrá algunas áreas de investigación o
proyectos específicos que se consideren redundantes, bajo el criterio (¿de
quién?) de que no corresponden al Proyecto, a la justicia social o a los
intereses nacionales.
El proyecto de ley tiene conceptos
peculiares, que lo hacen a uno regresar a las discusiones bizantinas
universitarias de los años setenta.
Uno de estos conceptos es el de “conocimiento
socialmente necesario”, que no está definido. ¿Cuál conocimiento es socialmente
necesario y cuál es socialmente innecesario o, incluso, dañino? ¿Cómo se define
la necesidad social de determinado conocimiento? ¿Quién es el representante de
la sociedad en esa definición?
Otro es la creación de “auténticas fuerzas
productivas nacionales”, tampoco definidas. Se sabe que el desarrollo de las
fuerzas productivas es condición para el cambio histórico. Lo que no se sabe es
cuáles son “auténticas” y cuáles no. Se sobreentiende que las hay falsas, pero
no sabemos quién lo define o por qué. Y también habría que preguntarse acerca
de la nacionalidad de las fuerzas productivas. Sé que no estamos pensando en la
autarquía, pero hay una suerte de rechazo visceral a lo extranjero, y eso se
trasmina en la propuesta de ley: pasar este rechazo a las ciencias, que se
nutren del intercambio libre de conocimientos, y al desarrollo económico y
social, que también se nutre de la interacción internacional, linda entre lo
ridículo y lo trágico.
Hablando de cosas no definidas, el
proyecto establece que “los principios de previsión, prevención y precaución
regirán las actividades de investigación, aplicación y desarrollo tecnológico
del país”, pero no dice de qué tratan estos principios. Tal vez tenga que ver
con el deseo explícito de “minimizar o erradicar los riesgos derivados… de las
actividades relativas a organismos genéticamente modificados”, en donde es
claro que se trata, por razones ideológicas por aquello de “sin maíz no hay
país”, de limitar la investigación y aplicación, pero no se entiende por qué se
generaliza.
La cereza del pastel es que, de acuerdo
con la propuesta, para ser miembro del Sistema Nacional de Investigadores, será
necesario que el trabajo del académico “redunde en el desarrollo del
conocimiento humano y la solución de problemas sociales de diversa índole”. Lo
primero se da por descontado, pero ¿y si el trabajo es teórico o de temas
ajenos a lo social? ¿O si alguien considera que un trabajo de ciencias sociales
no resuelve problemas, sino que los magnifica, porque la metodología o el marco
teórico no corresponden a la norma o contiene una crítica devastadora al
Proyecto de Nación? ¿Qué pasa, entonces?
En el fondo, tal y como han señalado
varios analistas especializados en ciencia, el proyecto de ley lo que hace es
consolidar un grupo compacto en la cima de la toma de decisiones en materia
científica, darle a dicho grupo la capacidad de cancelar proyectos de
investigación y de premiar o castigar a los académicos, abrir las puertas a la
censura en materia científica y, por lo tanto, acabar con la libertad de
investigación, que es el pilar de esa comunidad, siempre comprometida con
México y que no se merece ese trato.
En resumen, bien harían los legisladores
de Morena en analizar a fondo el proyecto, y rechazarlo. Es un bodrio.
martes, octubre 05, 2021
Los 20 triunfos de Julio Urías
Mexicanos en Grandes Ligas 2021
Terminó la temporada regular en Grandes Ligas y la noticia para los peloteros mexicanos es, por supuesto, que Julio Urías llegó a las 20 victorias. Es el más joven en alcanzarlos desde Clayton Kershaw, en 2011. Es el primer mexicano que lo hace desde 2003, cuando Esteban Loaiza se hizo de 21 triunfos. Es el primer mexicano ganador máximo de la Liga Nacional desde 1986, cuando lo fue Fernando Valenzuela. Y es el primer mexicano en todos los tiempos en liderar todas las Ligas Mayores en ese departamento. En resumen, hizo historia.
Las otras noticias relevantes del mes fueron el
cierre espectacular de temporada de Giovanny Gallegos, muy a tono con su enrachado
equipo y el inesperado regreso de última hora de Andrés Muñoz.
Aquí el balance del contingente nacional,
ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre,
incluimos a los paisanos que han jugado representando a México
en el Clásico Mundial o en otro torneo de primer nivel)
Julio Urías tuvo una campaña para el recuerdo, y la terminó a
tambor batiente, y no sólo por la marca final de 20 juegos ganados contra 3
perdidos. Tuvo 6 aperturas entre septiembre y octubre, ganó 5 de ellas y tuvo
una efectividad de 2.05. De hecho, tras el Juego de Estrellas, el PCL de Urías fue
de 2.04, el segundo mejor de todas Grandes Ligas. Además de ser el máximo ganador,
el culichi fue el cuarto pitcher más controlado (BB/9) de las Mayores, el
segundo más económico (15.01 pitcheos por entrada), el octavo en efectividad
(un bonito 2.96) y el decimonoveno en ponches, con 195. Tuvo 13 aperturas de calidad (no muchas, pero
no tanto porque le pegaran, sino porque solía dejar el montículo antes de
terminar la sexta entrada) y, para ponerle la cereza al pastel, fue uno de los
pitchers a los que les resultaba más difícil robar base. Un año redondo.
Giovanny Gallegos se apuntó la friolera de 11 salvamentos en el último
mes de temporada regular, fundamentales para explicar la racha de 17 victorias
seguidas que mandó a postemporada a los Cardenales de San Luis, y además se
hizo de una victoria en el juego que no salvó. Quién sabe qué números hubiera
tenido si le hubieran dado la responsabilidad del inning final desde el
principio de la temporada. Sus números de 2021: 6-5 en ganados y perdidos, 14
juegos salvados, PCL de 3.02 y 95 rivales pasados por los strikes.
Alex Verdugo dio un hit fundamental para mantener vivas las
aspiraciones de los Medias Rojas de Boston, pero tuvo un slump
importante durante septiembre, que incluso lo mandó a la banca un par de
juegos. El eficiente jardinero bateó en el año para .289, con 13 jonrones y 63
carreras impulsadas. Se robó 6 bases y anotó en 88 ocasiones. Su OPS
(porcentaje de embasamiento más slugging) fue de .778. Un año decente, apenas
por debajo de las grandes expectativas que se tienen de él.
José Urquidy finalmente pudo regresar, luego de un largo rato en
la lista de lesionados por inflamación en el hombro. Lo hizo bien, en términos
generales, pero lejos de ser espectacular. Sigue siendo muy controlado -de
hecho, se le embasó en promedio menos de un jugador por entrada-, pero mostró
cierta propensión a recibir cuadrangulares. Le alcanzó para ganar dos juegos
más (y hubo otro par que se los tiró el relevo). La marca del mazatleco al
final de la temporada regular: 8-3. 3.62 de limpias y 90 ponches,
Luis Urías tuvo finalmente la campaña de titular que llevábamos
rato esperando. Con un gran rango defensivo en distintas posiciones del infield
(porque Milwaukee parecía jugar a contratarle el sustituto) y bastante poder al
bate. Su principal problema es que se sigue ponchando mucho, y eso afecta su
porcentaje de bateo, que de todos modos es ligeramente superior a la media de
MLB. Sus números a final del año: .249 de porcentaje, 23 cuadrangulares, 75
carreras producidas y 77 anotadas, 5 robos de base y un OPS de .789.
Luis Cessa resultó beneficiado de su paso de los Yanquis de
Nueva York a los Rojos de Cincinnati. Estuvo casi impecable en septiembre y
sólo tuvo un mal relevo el penúltimo día de campaña. Demostró que es confiable
y pasó a lanzar en situaciones de mayor presión. Los numeritos
básicos del cordobés: 5-2, 2.51 de ERA y
54 sopas de pichón.
Víctor González, afectado por una fascitis plantar, pasó septiembre
en AAA. El zurdo nayarita tuvo un año aceptable, en el que aceptó relativamente
pocas carreras, pero en el que no fue tan dominante como en 2020. Sus números
del año: 3.-1, 3.57 en carreras limpias, 33 ponches, 17 holds… pero un
preocupante WHIP (hits y bases por bolas por inning) de 1.44. Esperemos que
regrese en 2022 por sus fueros.
Ramón Urías tuvo una buena temporada con un mal equipo. El
destino lo sacó de las puertas giratorias entre MLB y las menores y le dio la
titularidad de las paradas cortas de los Orioles por un buen rato, aunque al
final de la temporada pasó a la lista de lesionados. El sonorense bateó para un
saludable .279, con 7 palos de vuelta entera, 38 producidas y un robo. Su OPS
no fue nada malo: .774. Su fildeo, aceptable.
Sergio Romo tuvo un año por debajo de la media. El Mechón
estuvo entre el relevo intermedio de los Atléticos de Oakland y labores de
preparación de cierre. Empezó horrible, tuvo tres meses magníficos y terminó
como empezó: del nabo. El saldo del año es 1-1, un mediocre 4.67 de carreras
limpias, 2 salvamentos, 12 holds y 60 chocolates recetados.
Alejandro Kirk tuvo año de montaña rusa. Empezó con un slump
largo, su bat se calentó a niveles incendiarios, se lesionó y estuvo dos meses
fuera, regresó tumbando caña y terminó con otro slump, que lo sacó del line-up.
El joven receptor tijuanense dio muestras de que puede ser muy bueno, pero
también dio muestras de inconsistencia. En el año, .242 de porcentaje, 8
vuelacercas y 24 carreras anotadas. OPS de .764, ayudado por su buena vista y
capacidad de obtener bases por bolas.
Humberto Castellanos se convirtió, al final de la temporada, en abridor
regular de los terribles Diamantes de Arizona (ellos dicen que son Serpientes
de Arizona), luego de haber trabajado en relevo largo. Analizando sus game-logs
resulta un dato interesante: o le pegan muy pronto en el juego, o lo hacen
luego de que ha lanzado cuatro o cinco entrada de manera efectivísima. Es un
lanzador que requiere de un manager con buen ojo para meterlo y sacarlo. En su
último partido se dio el gusto de pegar un cuadrangular. Sus números: 2-2, 4.93
de efectividad, 29 ponches.
Joakim Soria tuvo una temporada difícil, sólo aliviada por el
rato en que los Diamondbacks de repente ganaban y le daban oportunidad de
salvar el juego. Pasó a Toronto, pero primero se lesionó, luego tuvo una
aparición desastrosa, después un problema familiar y terminó en la lista de
COVID-19. Sus números de 2021: 1-4, 6 salvamentos, un desagradable 5.06 de PCL,
3 holds y 31 ponches.
Oliver Pérez se tomó una tacita de café nomás para mejorar su
récord de temporadas ligamayoristas. El veterano sinaloense dejó marca de 0-1,
0.00 de carreras limpias y 4 ponches.
Andrés Muñoz regresó a Ligas Mayores, el último día de la
temporada, tras más de un año de ausencia, debido a que tuvo que repararse el
codo mediante la cirugía Tommy John. El prometedor tirafuegos, ahora con
Seattle, sacó dos outs (uno por la vía del ponche) y dio un par de pasaportes.
Manuel Rodríguez tuvo un septiembre desastroso, tras su buen inicio
con los Cubs. Baste decir que el mes su PCL fue de 18.00 y eso que le metieron
tres carreras sucias. Primero fue bajado a menores y luego pasó a lista de lesionados.
En el año, 3-3, un salvamento, 6.16 de carreras limpias y 16 ponches (pero 12
bases por bolas).
Isaac Paredes regresó a final de año a los Tigres de Detroit,
pero el tercera base sigue sin responder: bateó bien debajo de .200 en esta
oportunidad. Sus números de la temporada: .208, un jonrón y 7 impulsadas. El
hermosillense es joven y regresará.
Alejo López fue llamado un ratito por los Rojos, a ver si
volvía la maquinita de hits. Pero no. No hubo uno en septiembre. A los pocos
días lo regresaron a AAA. Su marca de 2021: .261 con 3 carreras anotadas.
Miguel Aguilar es otro lanzador mexicano al que probaron los
Diamondbacks. En septiembre no estuvo tan mal como en agosto, pero igual lo
regresaron a ligas menores. 1-1, 6.43 de PCL y 3 ponchecitos.
Manny Barreda fue una de las figuras clave en la consecución del
boleto olímpico de parte de México. También fue uno de los que fallaron feo en
Tokio. Y luego de una década en las menores, finalmente logró debutar en Grandes
Ligas, a los 32 años. Lo hizo con los Orioles. Le alcanzó para ganar un juego y
para ser apaleado brutalmente en dos ocasiones. Fue un viaje corto y regresó a
ligas menores. 1-0, 13.50 de limpias, 2 ponches.
miércoles, septiembre 29, 2021
Clasificación histórica de arqueros mexicanos
Los recientes podios mexicanos en el Mundial de Tiro con Arco me hicieron pensar en la posibilidad de hacer una clasificación histórica de arqueros mexicanos, al estilo de las muy visitadas clasificaciones de marchistas y de clavadistas.
Utilizaré un método similar, tomando como base los podios olímpicos, de mundiales abiertos y bajo techo, de las finales de la Copa del Mundo y panamericanos. La clasificación está dividida en arco recurvo y arco compuesto porque sólo el primero es olímpico y el arco compuesto apenas debutó en Juegos Panamericanos en 2019.
(Actualizado al 20 de octubre de 2024)
Arco Recurvo
Aída Román 546.7 puntos
Alejandra Valencia 463.3
Mariana Avitia 150
Luis Abuelo Álvarez 110
Juan René Serrano 96.7
Ana Paula Vázquez 66.7
Ángela Ruiz 56.7
Luis Eduardo Vélez 46.7
Matías Grande 26.7
Andrea Bretón 20
Marisol Bretón 20
Rodrigo Lastra 20
Karla Hinojosa 13.3
Ernesto Boardmann 10
Ricardo Rojas 10
Erica Reyes 10
Jaime Chapoy 10
Belle Amador 6.7
Pedro Vivas 6.7
Carlos Rojas 6.7
Caleb Urbina 6.7
Zelma Novelo 3.3
Arco Compuesto
Andrea Becerra 206.7
Linda Ochoa 130
Dafne Quintero 111.7
Arminda Bastos 100
Lucía Chavarría 90
Julio Fierro 50
Uriel Olvera 33.3
Antonio Hidalgo 33.3
Miguel Becerra 33.3
Ana Hernández 33.3
Rosalba Domínguez 30
Brenda Merino 30
Hafid Jaime 20
Jaime Cardoso 20
Sebastián García 5
Un par de comentarios acerca de los parámetros utilizados: uno es que el valor de los podios se divide entre dos en caso de equipo mixto (m) y entre tres en caso de equipo por sexo (e); el otro, que para las primeras ediciones de Juegos Panamericanos sólo tomé en cuenta las medallas obtenidas en la distancia de 70 metros (porque había varias distancias).
El método se basa en los siguientes parámetros:
Juegos Olímpicos
Oro 300, plata 200, bronce 100
Campeonato Mundial abierto
Oro 150, plata, 100, bronce 50
Campeonato Mundial bajo techo
Oro 90, plata 60, bronce 30
Final de Copa del Mundo
Oro 60, plata 40, bronce 20
Juegos Panamericanos
Oro 30, plata 20, bronce 10
(Nada más acoto que sí estoy consciente de que la competencia de tiro con arco en Panamericanos es, comparativamente, de una dificultad mayor que en los otros deportes donde he hecho "clasificación histórica", pero es lo que hay)
Y los atletas obtuvieron los puntos de la siguiente manera
Juegos Olímpicos
Luis Abuelo Álvarez, 2 oros (1e)
miércoles, septiembre 01, 2021
Lesionadero, regresadero, cambiadero y debutadero
Manuel Rodríguez, primer yucateco en Grandes Ligas |
Mexicanos en GL
Julio-agosto 2021
Se acerca el final de la temporada regular en Grandes Ligas.
Como suele suceder en el penúltimo mes, esto ha sido un lesionadero, un
regresadero, un cambiadero y, en el caso de los peloteros mexicanos, también
-en cierto modo- un debutadero. Lo más relevante del reciente bimestre ha sido la
mejoría, dentro de la consistencia, de Julio Urías, quien abre septiembre como
el lanzador más ganador en las Mayores y la inopinada democión del nayarita
Víctor González a ligas menores.
Aquí el seguimiento del
contingente nacional, de acuerdo con el desempeño acumulado en la temporada (como
siempre, incluimos a los paisanos que
han jugado con México en el Clásico Mundial)
Julio Urías. Repasemos nada más
las estadísticas mensuales del zurdo de Culiacán para darnos cuenta de cómo ha
brillado. En julio tuvo marca de 3 ganados y 0 perdidos, con 2.30 de
efectividad (carreras limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas). En agosto,
aunque estuvo un rato en la lista de lesionados por un problema en la corva,
sus números fueron aún mejores: 3-0, con PCL de 1.38. No todas sus salidas han
sido de calidad porque no siempre completa la sexta entrada. Pero siempre deja
el partido ganado. En el año, su marca es de 15-3, 3.17 de efectividad, 160
ponches y sólo 32 bases por bolas otorgadas. Es el primer mexicano que supera
el umbral de las 15 victorias desde 2013, cuando lo hizo el regiomontano Jorge
de la Rosa. Se barajará el nombre de Urías para el Cy Young… pero no lo ganará:
Walker Buehler parece tenerlo en la buchaca.
Alex Verdugo. El jardinero de los
Red Sox tuvo un julio bastante desangelado, pero un agosto candente, tal vez
derivado de que pasó de segundo a quinto o sexto en el orden de los patirrojos.
En el primer mes bateó para .250; en el segundo, para .341. En la temporada
tiene porcentaje de .284, con 76 carreras anotadas, 49 producidas, 12
cuadrangulares y 6 robos de base. Su OPS
(promedio de embasamiento más slugging) es de .778, más que decente.
Giovanny Gallegos es, a partir de
fines de agosto, el cerrador de los Cardenales de San Luis. La verdad es que se
tardaron: era, de lejos, el hombre más consistente en el bullpen del Birdos,
y el único que domina a zurdos y derechos por igual. En el bimestre tuvo una
aparición muy desafortunada, pero las otras fueron buenas, como norma. En el
año tiene marca de 5-5, un saludable 2.97 de ERA, 23 holds (ventajas
sostenidas en situación de salvamento), 5 partidos salvados y 75 rivales
pasados por los strikes (frente a sólo 15 pasaportes)
Luis Urías. A pesar de que
pareciera que la gerencia de los Cerveceros quiere mandarlo a la banca (se
reforzaron con ootro infielder para la recta final), el de Magdalena de Kino es
uno de los titulares más regulares en Milwaukee. Y lo demostró con guante y bat,
sobre todo en agosto. En el año tiene .244 de porcentaje de bateo, con 18
cuadrangulares, 59 producidas y 5 colchonetas estafadas. Su OPS es de .772.
También tiene la mejor actuación ofensiva de la MLB en un juego esta temporada:
se fue de 6-5 con tres dobletes y dos vuelacercas.
José Urquidy se pasó los dos meses
en la lista de lesionados, pero fue reactivado al iniciar septiembre. El derecho
de Mazatlán tiene marca de 6-3, 3.38 de efectividad y 66 ponches.
Luis Cessa dejó a los Yanquis de
Nueva York (y por lo tanto, las calladas labores de trapeo de innings) para
pasar a los Rojos de Cincinnati, también contendientes, en tareas de más
presión. Lo ha hecho igual de bien. El veracruzano tiene marca combinada de 4-2,
un muy buen 2.72 de carreras limpias y 38 ponches. En el camino también tiene 3
holds.
Manuel Rodríguez. El Bolón debutó el último día de junio en Grandes Ligas, convirtiéndose así en
el primer pelotero yucateco en llegar a la Gran Carpa. Lo hizo con los Cachorros
de Chicago, y su labor ha sido muy buena. Salvo una ocasión en la que no traía
nada en la pelota y lo apalearon, en las otras 13 ha cumplido bien. Eso se ve
en sus números: 3-2, con 2.63 de PCL, un juego salvado y 13 sopitas de pichón.
Sergio Romo, como buen veterano,
se ha ido calentando con la temporada. Calladamente, se ha convertido en una de
las anclas del bullpen de Oakland. En el par de meses reseñados estuvo tan
bien, que bajó su PCL De 5.06 a finales de junio a un decente 3.18 al final de
agosto. En la temporada, 1-0, un juego salvado, 52 ponches y 11 holds.
Joakim Soria era el cerrador de Arizona,
cuando los tristes Diamantes lo cambiaron por prospectos en su venta de garage.
Pasó a los Azulejos de Toronto, donde estuvo un rato en la lista de lesionados,
para regresar como preparador de cierre (y todavía no acepta carrera). En julio
acumuló, por fin, algunos juegos salvados. Sus numeritos: 1-4, 6 salvamentos,
3.82 de efectividad, 3 holds y 36 ponchados.
Ramón Urías finalmente es titular
en el infield de los débiles Orioles. Su mayor contribución ha sido con la
majagua. Tiene marca de .272, con 7 jonrones, 36 producidas y un robo de base.
Alejandro Kirk regresó a finales
de julio al roster de Toronto, tras haber estado en la lista de lesionados
desde el 2 de mayo. Ahora enfrenta la titularidad con otro cátcher, y de nuevo
la está ganando, a pesar de sus limitaciones defensivas. Ha jugado varios partidos
también como bateador designado. Sus números en el año: .264 con 4 jonrones y
16 producidas.
Humberto Castellanos ha lanzado bien
este año, por lo que no se entiende la razón por la que los Diamondbacks
insisten en tenerlo dando vueltas en la puerta giratoria entre Grandes Ligas y
menores. El de Tepatitlán abrió dos juegos, de los cuales ganó uno y el otro se
fue sin decisión, y cumplió en el relevo. Tiene 1-1, un notable 2.14 de limpias
y 13 ponches recetados… pero inició septiembre en las menores.
Víctor González tuvo en el
bimestre dos visitas a la lista de lesionados, con fascitis plantar. Las
microfracturas de estrés han de haber cobrado su cuota, porque no fue usado con
mucha regularidad. Su problema, más que las carreras recibidas, ha sido que se
le embasan bastantes corredores (1.44 por entrada, en promedio). El caso es que
a finales de agosto lo mandaron a Oklahoma. A rehabilitarse, esencialmente,
quiere uno suponer. Su marca en 2021: 3-1, 3.57 de PCL, 33 ponches y 16 holds.
Isaac Paredes jugó un ratito,
estuvo lesionado otro rato y ahora está en Ligas Menores. El tercera base de
los Tigres tiene .256 con un jonrón y 6 producidas.
Oliver Pérez hace rato que está en la Liga Mexicana. Se dio un paseo por Tokio2020,
en el que le fue muy mal y dejó marca de 0-1, con 0.00 de PCL en su breve paso
con los Indios de Cleveland.
Alejo López tuvo un partido
excepcional, en donde se fue de 5-4 al otro día de su debut. A este novato infielder
chilango se le conoce como una “maquinita de hits sencillos”. Los rojos
enviaron a las Ligas Menores a esta maquinita por buena parte del bimestre,
para volverlo a llamar en la recta final de la campaña. Batea para .316, con 3
carreras anotadas.
Miguel Aguilar ya se tomó su
primera tacita de café en las mayores. El sonorense lanzó en seis ocasiones
para los Diamondbacks, se llevó una victoria, una derrota y un feo 9.00 de
carreras limpias de regreso a las sucursales.
Luis González no ha sido vuelto a
llamar a Grandes Ligas. Eso sí, los Medias Blancas lo cambiaron a San Francisco,
donde lo primero que hicieron fue colocarlo en la lista de lesionados. Batea
para .250, con dos carreras anotadas.
viernes, agosto 27, 2021
Estado de Simibienestar
A veces se cree que las palabras tienen,
por sí solas, capacidad para crear realidades, o para exorcizarlas. En otras ocasiones, se usan las palabras
adrede, para dar a entender que algo es, cuando en realidad no lo es. Como
cuando alguien te dice que eso que está vendiendo es queso, pero se trata de
grasas vegetales con colorante..
La palabra favorita en el gobierno de
Andrés Manuel López Obrador es “bienestar”. Tenemos la Secretaría del Bienestar,
el Banco del Bienestar, las Universidades del Bienestar Benito Juárez, el
Instituto de Salud del Bienestar, la Pensión del Bienestar, los Tianguis del
Bienestar y hasta esa contradicción de términos que son las Tandas para el
Bienestar. No tarda en llegar el Gas Bienestar.
La idea, obviamente, es que el gobierno
busca el bienestar de la población. Bienestar para tu familia (ah, no, perdón, esa
era la consigna electoral de Zedillo, hace más de un cuarto de siglo).
Bienestar para los mexicanos (ahora sí).
Se habla a menudo de que López Obrador
tiene fijación por el pasado. Por algunos pasados específicos. También la tiene
por algunos conceptos, más por lo que resuenan que por lo que significan. Uno
de esos conceptos es el Estado de Bienestar, que corresponde a un pasado
específico: el periodo posterior a la II Guerra Mundial.
Durante los años que corrieron de 1948 a
1971 en muchos países del mundo hubo un crecimiento económico acelerado que
estuvo acompañado por tres cosas: aumento en el empleo, mejoras en la
distribución del ingreso y una actitud proactiva del Estado, que garantizó
derechos básicos: a la salud, a la educación, a una vivienda digna.
Los ejemplos más conocidos de Estado del
Bienestar fueron los que desarrollaron en los países de Europa del Norte y
Escandinavia, en donde triunfaron gobiernos socialdemócratas (tal vez por eso
AMLO alguna vez se refirió a los sistemas de salud de Dinamarca y Noruega como
metas que alcanzaríamos). Pero no se limitaron a esas naciones. Hubo Estado del
Bienestar con los laboristas en el Reino Unido. Lo hizo con los democristianos
en Italia e Alemania; lo hubo con los liberales en Francia y Japón, y también en
Estados Unidos, con partidos que están lejos de ser de izquierda.
Varios elementos se conjuntaron para crear
ese círculo virtuoso que duraría un cuarto de siglo. Señalo los más elementales:
un sistema monetario que permitió a Estados Unidos exportar cantidades ingentes
de capital, y todo su sistema de producción, la apertura de las economías
europeas, un aumento sustancial a los impuestos de las empresas y las clases
acomodadas, la existencia de sindicatos fuertes que presionaron para aumentos salariales
relevantes y, por último, la amenaza ideológica del bloque soviético, que en la
inmediata posguerra parecía una opción atractiva para muchos trabajadores de
las naciones ricas.
En otras palabras, el Estado de Bienestar no
nació como Minerva, que lo hizo de la cabeza de Júpiter. Nació en un contexto
histórico específico, y como resultado -más que del triunfo de uno u otro partido
político- de la conjunción de la fuerza de organizaciones populares de la
sociedad civil (en primer lugar, reitero, los sindicatos) y del temor de las
clases dominantes ante una ola socialista.
Ese ciclo terminó por dos razones: la
principal es la crisis fiscal del Estado, que se vio en la necesidad de
incurrir en déficits cada vez más grandes para costear el gasto social. La otra
es que se acabó la disposición de parte de los empresarios para financiarlo, y
una situación en donde no hay pleno empleo de los factores de la producción les
resultaba beneficiosa.
Si a eso le sumamos que algunos excesos
sindicales habían enajenado las simpatías de las clases medias y la decadencia
de los países de la órbita soviética (que ya no representaban atractivo alguno),
encontraremos algunas de las claves que explican, en lo político, el regreso a
lo que entonces se llamó “el capitalismo salvaje” y que ahora se da por llamar “neoliberalismo”.
En México, las condiciones son totalmente
otras a las que existían en aquellos países hace 70 años. El país está inserto
en una economía global, en la que hay un exceso de capital que no siempre encuentra
ocupación productiva y en la que manda el capital financiero. Una economía mundial
que crece muy despacio, pero de la cual ningún país puede desasirse.
Adicionalmente, no existe un esquema
tributario que ayude a generar los cambios en la distribución del ingreso y,
sobre todo, la calidad de servicios públicos que se requerirían para un Estado
de Bienestar. Tampoco existe la voluntad política para hacer una reforma fiscal
de gran calado.
Eso sí, tenemos un Estado en eterna crisis
fiscal, por lo poco que recibe en relación a lo que gasta, que invierte menos
que en los años 40… y dentro de lo que gasta figuran las obras de relumbrón y el
rescate de lo imposible de rescatar.
Finalmente, los pocos movimientos sociales
autónomos capaces de generar presión auténtica sobre las condiciones materiales
de vida de los trabajadores, o son débiles o son avorazados y tienen los
defectos que suelen enajenar apoyos. Encima de ello, a menudo son atacados
desde el poder político.
En resumen, en vez de acercarnos al Estado
de Bienestar, en México cada vez nos estamos alejando más.
Pero eso, a la hora de la retórica, no
importa. La palabra crea realidades bellas y exorciza los males. Secretaría,
banco, tandas, tianguis, pensiones, universidades, instituto de salud y hasta
gasera son del Bienestar. Aunque no lo produzcan. Un simibienestar. Un
simulacro más falso que el Teocalli de cartón-piedra.
Sartre, en el famoso prefacio a Los Condenados de la Tierra, de Frantz Fanon, se refería a las élites coloniales como “mentiras vivientes” que no tenían qué decir más que un eco. Si en Occidente se lanzaban palabras como “¡Partenón! ¡Fraternidad!, ellos repetían: “¡…tenón! ¡…nidad!.
Ahora vivimos algo parecido, sólo que el grito es “¡…nestar!”
viernes, agosto 20, 2021
Más pobres ¿menos desiguales?
Con los datos de la ENIGH y del Coneval, van dos textos sobre pobreza en México
Más pobres, ¿menos desiguales?
En primer lugar, cabe señalar que la ENIGH
no es una encuesta con una muestra pequeña. Abarca más de 100 mil familias, a
las que el INEGI da un seguimiento detallado sobre las distintas formas con las
que obtienen recursos y cómo gastan su dinero. Durante años ha sido el
principal indicador de la situación real de las personas, más allá de los datos
macroeconómicos.
En segundo lugar, cabe aclarar que las
mediciones correspondientes a 2020 están signadas por la pandemia, y los
efectos que tuvo el confinamiento sobre empleo, ingresos y formas de gasto. Hay
que entender que se trata de un momento excepcional. Sin embargo, no por su excepcionalidad
deja de ser real y no dejó de tener efecto sobre ingresos y gastos de los
siguientes meses, hasta estas fechas.
La principal conclusión de la ENIGH es que
las familias mexicanas tenían, en promedio, un ingreso 5.8% inferior al de dos
años atrás. En otras palabras, eran -y son- más pobres que entonces.
La disminución del ingreso se da en casi
todos los deciles. Los ingresos caen tanto entre el diez por ciento más rico de
las familias (el decil X) como entre quienes están en la media nacional
(deciles V y VI, con ingresos entre 9 y 13 mil pesos al mes), como en aquellas
familias pobres, que tienen ingresos mensuales de 5 mil pesos (decil II). En
otras palabras, en la pirinola de la pandemia y su manejo de política
económica, todos esos perdieron.
En el único sector de la población en donde
hay un aumento marginal es en el diez por ciento más pobre de las familias, que
en 2018 ingresaron, a precios constantes, 3 mil 250 pesos al mes, cifra que
subió a 3 mil 313 en 2020. Esta subida se dio casi exclusivamente en el sector
rural, ya que el campo resultó menos afectado por la pandemia que las ciudades.
Como el diez por ciento más rico fue el
que más vio afectados sus ingresos y, en la medida en que baja el ingreso, disminuye
la pérdida neta, también tenemos que hay una mejora en el coeficiente de Gini,
que mida la desigualdad en la distribución. Esta mejora es de menos de un
punto.
En resumen, México entero empobreció y al
mismo tiempo se hizo menos desigual. Una igualación a la baja. Está por verse
si ese empobrecimiento y esa menor desigualdad son efectos permanentes o
temporales, resultado de una coyuntura extraordinaria.
Cuando vemos por dónde cayeron los
ingresos, no debe sorprender que las caídas más grandes son en los salarios y
en la renta de la propiedad. Es lógico, al caer la producción y el empleo,
derivados de la pandemia. El único rubro donde hay un aumento es en las transferencias:
los pagos directos del gobierno o el envío de remesas desde el extranjero.
La disminución de salarios, rentas y ganancias
está estrechamente ligada a la baja de la producción de bienes y servicios y a
una menor demanda de los mismos. Todos esos ingresos están ligados a los
factores tradicionales de la producción: trabajo, tierra, capital. Los únicos
que crecen, y poco, son subsidios directos, privados o públicos. Recordemos que
el tamaño de los subsidios, al final de cuentas, depende de cuánto pueda recogerse
de los factores de la producción. Si estos bajan, será difícil mantener la
tendencia.
Al ver la evolución de los ingresos por
entidad, encontramos que las dos en donde más bajaron son, no casualmente, de
las más golpeadas por la pandemia y su efecto en las distintas ramas del sector
servicios: Ciudad de México y Quintana Roo. Algunas entidades, sobre todo en el
norte y sur del país, lograron quedar parejas, pero la mayoría resintió una
baja, más pronunciada mientras más urbana la entidad.
Esta evolución diferenciada provocó un
cambio en el orden de estados con mayores ingresos promedio por familia, en el
estrato urbano: en 2020 fue Nuevo León, seguido por Baja California y la Ciudad
de México cayó hasta el tercer lugar.
A la hora del gasto, también hay cambios
de todo tipo. En primer lugar, la disminución del gasto familiar fue todavía
superior a la de los ingresos: 12.9 por ciento. En otras palabras, hubo ahorro,
pero no porque el dinero sobrara, sino como previsión ante el futuro incierto.
El gasto para esparcimiento, transporte, comidas
afuera de casa y para vestido y calzado se vino abajo estrepitosamente, en
tanto que aumentó el de alimentos consumidos dentro del hogar y sobre todo el
destinado a cuidados de la salud, que creció 40.5% (lo que no habla bien del
sistema de salud pública).
Así como con el ingreso, quienes más
disminuyeron su gasto fueron los integrantes del decil más rico, y la
proporción fue bajando según se desciende en el nivel de ingresos. El único
decil que aumentó su gasto (y lo hizo más que sus ingresos) fue el I,
correspondiente a las familias más pobres.
Todo esto se traduce, en términos generales,
en una baja dinámica de la demanda, que hace difícil que el mercado interno sea
capaz de jalar a la economía en el futuro próximo. No es casual que las
familias que viven en las entidades ligadas a la exportación hayan resentido
menos el golpe.
Hay varias preguntas a hacerse: ¿estamos
ante un proceso de lenta equidad por empobrecimiento o se trata de un efecto de
una sola vez y volveremos a lo mismo cuando la economía se recupera?
¿Sirven de algo las transferencias
directas, si las transferencias en especie de las instituciones públicas
(educación, salud, vivienda) están disminuyendo al mismo tiempo? ¿Si no
compensan la caída en salarios y en ingresos no monetarios?
¿De qué sirven esas transferencias, si
contemporáneamente baja la calidad de los servicios ofrecidos por el Estado y
se dificulta su acceso?
¿Es esto un modelo económico o sólo el calamitoso
resultado social de una catástrofe sanitaria?
Más le valdría a todos los actores
políticos y sociales responderlas.
Pobreza de nuevo cuño
Después de los datos contundentes de la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares, llega el informe de medición de la pobreza, realizado por el Coneval, a confirmarlo y a abonar con nuevos datos: los mexicanos en 2020 eran más pobres que dos años atrás.
Al presidente López Obrador no le gustó
que aparecieran y se difundieran estos datos. Él tiene otros, que salen de su
corazón y de su fuerza moral. Y no le gusta que los resultados de su gobierno
se vean con lentes diferentes a los de color rosa.
Es una lástima, por al menos dos razones.
Una es que las mediciones de la pobreza deben servir para algo más que
solamente medirla y darse golpes de pecho. Deberían ser utilizados para
reforzar las medidas que sí funcionan y desechar las que no.
La otra razón es que, si López Obrador se
hubiera tomado la molestia de leer el resumen del informe de Coneval, pudiera haber
argumentado algunas cosas a su favor. Pocas, pero documentadas en los datos.
Como se sabe, el Coneval mide la pobreza
desde distintos ángulos. Uno es el de ingresos, pero los otros son tanto o más
importantes, porque son los relacionados con el acceso a distintos derechos
sociales y a una vida digna. Acceso a la educación, a los servicios de salud, a
calidad, espacios y servicios básicos en la vivienda, a una alimentación
nutritiva.
En el informe de 2020 se puede ver que la
población en situación de pobreza aumentó en 3.8 millones de personas. Ahora
son 55.7 millones de mexicanos, equivalentes al 43.9% de la población. Considerando
los efectos económicos de la pandemia, la explosión del desempleo y subempleo,
y la ausencia casi total de políticas de apoyo durante la misma, el número
resulta menor a lo temido.
La gente en situación de pobreza extrema llegó
a 10.8 millones de personas, casi dos millones más que en 2018, y representa el
8.5% de la población.
Si nos atenemos únicamente a los ingresos,
poco más de un millón de personas se volvieron vulnerables en el bienio. Eso
significa, por un lado, que la política de transferencias directas evitó que la
caída fuera aún mayor, pero por el otro, que más de la mitad de los nuevos
pobres lo son porque antes tenían acceso a servicios sociales y ahora no.
Y si atendemos a la evolución en el ejercicio
de los derechos sociales básicos, encontraremos que la variación es marginal
respecto a educación y alimentación, que en el acceso a seguridad social, la
baja en el empleo se compensa con el aumento de personas pensionadas, que hay una
mejoría sensible en lo relativo a vivienda y que donde está el desastre es en
el acceso a los servicios de salud.
Para darnos una idea de la magnitud: 15
millones de mexicanos perdieron el acceso a los servicios de salud. Uno de cada
ocho. Y lo hicieron en medio de la pandemia por Covid-19, una de las crisis
sanitarias más grandes que ha vivido la nación.
En otras palabras, el grueso del aumento
de la pobreza, medida multifactorialmente, resulta de la desaparición del Seguro
Popular y su sustitución apresurada por el Insabi, en el peor momento posible.
Mientras que las políticas de equipamiento
en viviendas, de educación e incluso de alimentación medio alcanzan a
justificarse por los efectos de la pandemia, la de salud no tiene defensa.
Sería obligatorio revisarla. Lamentablemente no será así. Al menos hasta 2024.
Otro tema de gran interés del informe es
la evolución de la pobreza por estados, que es muy desigual. En 13 de las 32
entidades, Coneval identifica una reducción de la pobreza, mientras que aumenta
en las otras 19.
¿En dónde es que baja la pobreza? En algunos
estados industriales del norte, con la economía muy ligada a la de Estados
Unidos, como Baja California y Chihuahua. También en algunos del sur, que han
sido atendidos por este gobierno, y que de todos modos siguen con tasas muy
altas de pobreza: Chiapas, Guerrero, Oaxaca, son los ejemplos más notables.
¿Y en dónde es que ha aumentado más? En
las zonas más golpeadas económicamente por la pandemia. Por una parte, Jalisco,
Puebla, la Ciudad de México y el Edomex; por la otra, y de manera radical, en
las que dependen ampliamente del turismo: Quintana Roo y Baja California Sur.
El caso de estas dos últimas entidades es
tremendo: en ambas, el número de personas en situación de pobreza extrema casi
se triplicó. En tanto, entidades que casi no tenían pobres extremos, como CDMX
y Nuevo León, los vieron igualmente multiplicarse.
Estamos ante una pobreza de nuevo cuño,
que se generó en zonas que tenían una economía muy dinámica y se cayeron. Una
nueva pobreza predominantemente urbana, que requiere políticas específicas de atención,
diferentes a las de la pobreza rural tradicional en los estados del sur.
Estamos, también, ante una pobreza
altamente relacionada con las carencias en el acceso a la salud, por lo que el
sector requiere un cambio total en el eje de su política.
Si bien para lo primero es pensable que, ante la evidencia acumulada, se desarrolle una estrategia de paliación (que no de resolución, porque no se les da más que el corto plazo), para lo segundo predominará el dogma presidencial. Y para la próxima medición Coneval recibirá, de nuevo, una ola de descalificaciones gratuitas.
lunes, agosto 16, 2021
Delegación olímpica mexicana Tokio 2020. Evaluación atleta por atleta (IV)
Relevo mixto