martes, julio 19, 2016
Partidos olímpicos de leyenda: Perú vs. Austria (y Hitler)
El partido más polémico en la historia del futbol olímpico se disputó en el Hertha Platz de Berlín en 1936. Era un encuentro de cuartos de final entre las selecciones de Perú y Austria. Ambas selecciones se habían mostrado poderosas en su primer juego, cuando eliminaron a Finlandia y Egipto respectivamente.
Los austriacos empezaron dominando y marcaron diferencias en el primer tiempo, Werginz y Steinmetz horadaron la cabaña resguardada por el Mago Valdivieso. En el segundo tiempo las cosas cambiaron, hubo una feroz reacción peruana y los andinos empataron a dos, con goles de Manguera Villanueva y Jorge Alcalde. El partido se fue a tiempos extras…
…Y aquí es donde la historia se difumina y penetra los terrenos de la leyenda. Hay quienes dicen que el árbitro italiano le anuló tres goles a Perú en el primer tiempo extra. Hay quienes afirman que le regaló un penal a Austria, que fue magistralmente atajado por Valdivieso. Hay quienes niegan ambas cosas. El caso es que en el segundo tiempo extra, los peruanos anotaron dos goles: uno por obra de Villanueva y otro de Lolo Fernández, y se enfilaron al triunfo.
A poco de terminar el juego, hubo una invasión al campo de juego. La mayor parte de las versiones coincide en que eran mayoritariamente aficionados peruanos entusiasmados (hay otra que afirma que se trataba de una provocación). Donde se disparan es en la actitud de los fanáticos. Para unos, se trataba simplemente de gente que quería ver de cerca a sus nuevos héroes, que pasaban a la semifinal. Para otros, era una horda violenta que agredió a los austriacos. Un periódico inglés, incluso escribió que “cerca de mil aficionados peruanos” entraron a la cancha con “barras de hierro, cuchillos y hasta una pistola”. Un jugador de Austria habría resultado lesionado y el árbitro marcó el final del partido.
Jules Rimet, presidente de la FIFA, bajó esa tarde al vestuario a felicitar al equipo peruano, pero ese mismo día la delegación de Austria puso una queja por la invasión al terreno de juego. La FIFA, no sabemos si presionada por el Comité Organizador, decidió que el partido se volviera a jugar, con las gradas vacías.
Para los peruanos, esto era una conspiración nazi. Habían ganado el juego y les estaban escamoteando la victoria para ayudar a una nación “aria” (la tierra natal de Hitler, ni más ni menos). Los delegados peruanos, a la hora de presentar su caso, llegaron con una hora y media de retraso a la sesión, que ya había terminado a favor de Austria. Hay dos versiones al respecto (ya ven cómo todo está difuminado-bifurcado en esta historia): según una de ellas, les dieron mal la hora para sabotearlos; según otra, en el camino se les cruzó un desfile nazi, hubo cortes a la circulación vehicular y un largo etcétera.
La indignación era tal, que la delegación del Perú, en protesta, abandonó los Juegos Olímpicos de Berlín. Pidió la solidaridad continental. Todos los países latinoamericanos dijeron que sí, pero solamente Colombia retiró también a sus deportistas.
A la llegada a su país, los futbolistas peruanos fueron recibidos como héroes. Ya había habido motines frente a la embajada alemana en Lima, y los estibadores del Callao se habían rehusado a subir mercancía a los buques alemanes (y a uno noruego, total son rubios europeos). La prensa decía que el mismísimo Hitler había ordenado cancelar el juego para que no se viera que un equipo con tres negros y dos mestizos había derrotado a sus paisanos. Todo el alboroto nacionalista fue aprovechado por el presidente peruano, Óscar R. Benavides, para afianzarse en el poder (ese mismo año anularía las elecciones y gobernaría por decreto hasta 1939). Durante años se manejó en Perú la idea de que el juego se había suspendido porque el árbitro se percató, en el minuto 119, que la cancha no tenía las medidas reglamentarias. Y no falta el escritor latinoamericano ardiente que ubique al propio Hitler ordenando la suspensión desde su palco.
¿Quién invadió la cancha? Bien a bien no se sabe, pero de seguro no había en el Berlín de entreguerras un millar de hinchas peruanos. ¿Hubo agresiones? Si las hubo ¿de quién? ¿Por qué Jules Rimet cambió de opinión con tanta rapidez? ¿Estaba harta la FIFA de tantas victorias sudamericanas? Como en todas las leyendas, hay una capa de niebla que sólo quienes estuvieron en el estadio Hertha aquel 8 de agosto, y quienes conocieron los intríngulis de aquellos Juegos Olímpicos, pueden responder. Lamentablemente, casi todos son fantasmas: están muertos.
Los austriacos, por cierto, llegaron hasta la final, que perdieron 2-1 con Italia.
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