Los hijos de Tyr cruzaron el prado
de gaviotas
para la gran tormenta deportiva
de espadas.
Taparon sus oídos ante lo que
salía de la espada de la boca de Ratatorsk:
que habría lluvia de balones
sobre la prole vikinga.
Ante los marineros del fado
pusieron muralla,
rechazaron mundos con la piedra
de brío en el asiento del halcón.
Al silbatazo del caudillo de
negro,
siete rocíos de la pena rodaron
de las joyas de la cara
del famoso Cristiano.
Fueron contra los jinetes de la
llanura del este.
De nuevo una montaña ante la
puerta.
Luna de piratas, pero también
varas de ira.
Y es terremoto cuando cae
Gunnarson. Once pasos.
Sygurdsson clava la espada
vikinga en la telaraña magyar.
¡Gloria a los hijos de Thor!
Mas Loki jugaría en ese campo,
convocó a las nornas,
se llevó a Saevarsson de paseo
y una daga se posó por un momento
en el asiento de nuestras carcajadas.
¡Tormenta de balones contra los
hermanos de Heidi!
Ser pasto de cuervos o compañeros
de los Dioses, el dilema.
Cruza el sol de pentágonos el
área y Bódvarsson,
con el asiento del corazón ante
la luna, lo pone en el fondo.
Tormenta de balones alpinos, una
pena máxima que Thor desvía,
pero un aguijonazo de halcón devuelve
el alma al enemigo.
En el último suspiro de la
tormenta deportiva,
a los vikingos los lleva el lobo
de los cordajes:
el objeto del deseo llega a los
pies de Traustasson,
(el rapsoda rompe su garganta y
hasta su templo del casco)
que lo pone donde las arañas
tejen su nido.
Un río azul de dientes y cantos
tiñe el templo del juego.
¡La tierra del hielo se funde con
el fuego del corazón de sus guerreros!
Lluvia de espadas sobre el mar
verde
entre vikingos y guerreros del
Imperio de la Perfidia.
La odiosa Albión recibe
tempranero premio,
desde los once fatídicos el
millonario clava su estilete,
pero la reacción es tempestad
inmediata
y Sigurdsson hace al balón besar
la cuerda del arpa del empate.
¡Se ensancha el tesoro del pecho!
Aluvión de vikingos, árboles de
la espada
en pos del rocío enemigo.
Sigthorsson se revuelve en el
terreno de los predestinados
y el cancerbero inglés es presa
del juguetón Loki.
Humillan los hijos de Thor a los orgullosos
hijos de la Rosa,
resisten sus débiles martillazos,
destrozan sus tibias esperanzas.
¡El globo entero se les rinde
tras esta batalla!
¡Loor a la prole del aniquilador
de gigantes!
La incursión vikinga ha llegado
al corazón de la grama verde.
Bajo el manto de Frey
se enfrentan a la estirpe de Asterix
cuyo suelo han hollado.
Las gargantas son truenos en el
templo de la guerra.
Pronto dos serpientes ponzoñosas
caen en nuestra red,
mas los guerreros siguen
dispuestos a ofrendar la cerveza de la batalla.
Una paloma blanca pasa por encima
del madero
y dos cuervos graznantes se
acomodan en nuestra cueva.
No llegaremos a Asgard.
El reino anhelado se disuelve,
pero no la furia o el honor:
un estruendo sale de los pies de
Sigthorsson para demostrarlo.
Pero del negro castillo sale otro
tizón directo a nuestra piedra de brío.
Thor dará un martillazo final para
mostrar la nobleza
pero la incursión ha encontrado
el tejido de la espada.
Las velas del potro de las olas
llevan al bosque de picas vikingo
a la tierra del hielo y el fuego.
No tienen la copa de la miel en el
puesto del halcón,
pero se han plantado en la dura
bellota del pensamiento de la humanidad.
(Hemos reseñado, partido por partido, mal imitando las kenningar islandesas, la actuación de la selección de Islandia en la Eurocopa 2016)
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