Dice el senador Manlio Fabio Beltrones que los críticos a la iniciativa de reforma fiscal que presentó son unos “cuentachiles”.
Esta iniciativa incluía la reducción gradual del ISR hasta el 25% en el 2015; la eliminación del IETU, y un régimen simplificado que permitiría a las empresas y personas físicas con actividad empresarial tributar con una tasa fija sobre ingresos sin deducciones. Pero su parte más llamativa era el cobro de IVA para alimentos procesados, a cambio de una devolución de 3 puntos porcentuales a los contribuyentes inscritos (que presentaran facturas o recibos, supongo). Este último elemento se vendía, falsamente, como una disminución del IVA del 16 al 13 %.
A Manlio le llovió en su milpita. Y con toda justicia, porque aunque la iniciativa tiene elementos interesantes, en su parte sustancial es una vacilada.
Según los analistas de Banamex, la iniciativa no hace un balance preciso del impacto recaudatorio, y estima una disminución de cerca del 0.4 por ciento del PIB por el ISR, y que –si no aumenta la actual base gravable- también los cambios en el IVA implicarían una menor recaudación, cercana a un punto porcentual del Producto.
Para el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, la iniciativa de devolver parte del IVA puede resultar costosa y compleja en relación al beneficio. Se quedaron cortos o fueron muy diplomáticos, porque sería necesario un ejército de burócratas para validar y hacer efectivas, mensualmente, millones y millones de devoluciones. Por no hablar del probable mercado negro de facturas que se generaría.
Para el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, además de la pérdida “evidente” de ingresos por unos 70 mil millones de pesos, la iniciativa “puede tener el efecto perverso de convertirse en un mecanismo regresivo”. Está claro, por dos razones: la mayor parte de la población de menores ingresos gasta en alimentos procesados una proporción mayor de su ingreso que los deciles más altos y, sobre todo, esta población no está bancarizada ni tiene acceso sencillo al Sistema de Administración Tributaria. Ya me imagino a millones de obreros, campesinos y subempleados tramitando su Registro Federal de Contribuyentes, la Clave de Identificación Electrónica y la Firma Electrónica Avanzada.
El propio CEESP señala que tampoco queda claro en la iniciativa cuál es el incentivo para que los informales se regularicen. A ver, si yo estoy en la economía subterránea y no pago impuestos, ¿me voy a inscribir como contribuyente y pagar al fisco 10 o 15% de mis ingresos con tal de obtener un descuento del 3% en el IVA? El asunto carece de toda lógica.
Cuando el CEESP rebasa por la izquierda al PRI es que la cosa está que arde y la virgen se llama Juana.
Según la SHCP, el costo de aprobar la iniciativa sería equivalente a 1.6 por ciento del PIB: la Federación dejaría de percibir 154 mil millones de pesos y los estados, 66 mil millones. Replicó Beltrones que a Cordero nunca le salen las cuentas. Bueno, las cuentas no son el fuerte del secretario de Hacienda, aunque deberían serlo: entonces a lo mejor no son 220 mil millones de pesos, sino 150 mil millones o 300 mil millones. Lo cierto es, como la iniciativa de Manlio no contiene absolutamente ninguna estimación o cálculo que den sustento a la afirmación que se hace en la exposición de motivos, y se basa solamente en consideraciones políticas, es cuestión de (mucha) fe (y en la economía vudú) suponer que significaría un incremento en las percepciones del Estado.
En fin, la vacilada presentada en el Senado no toca el régimen de exenciones, no elimina regímenes especiales, por lo que los privilegiados del sistema seguirían gozando de la inequidad. Aniquila el único impuesto de control que hay en la tributación indirecta. No va al fondo del asunto. Es puro populismo de derecha. Es también, como dijo un analista, un pase automático a la degradación crediticia por parte de las calificadoras, al aumento de la deuda pública y a continuos recortes del gasto público.
Al senador le enojó mucho que, al pasar la iniciativa a la cámara de origen para las reformas fiscales –la Cámara de Diputados-, el PAN la haya bateado, el PRD le haya pegado y el PRI, hegemonizado en San Lázaro por la gente de Peña Nieto, la haya mandado, con toda tranquilidad, a la congeladora. Cómo no se iba a enojar, si era su boleto más preciado para luchar por la candidatura presidencial. Por eso, califica a quienes se tomaron la molestia de calcular sus costos de “cuentachiles” (total, unos cientos de miles de millones más o menos, qué más dan frente a la posibilidad de luchar por la grande).
Con ese berrinche sin argumentos, Manlio mostró una intolerancia comparable con la de los ultras de la Facultad de Economía de la UNAM, que impidieron, al grito de “¡Rata!” al senador Francisco Labastida presentar las supuestas bondades de la iniciativa en la institución académica. A lo mejor los ultras no lo saben, pero le hicieron un favor a Enrique Peña Nieto.
1 comentario:
Si los demás son cuentachiles el señor del bigotito pintado de negro es un cuentasueños 2012.
Publicar un comentario