Si hubo un país dominante en la halterofilia en la segunda mitad del siglo XX, fue la Unión Soviética. Si hubo una categoría en la que ese dominio se expresó más claramente, fue en el peso máximo. Y si hubo dos atletas que, por su carisma, su popularidad mundial y el grado de su dominio marcaron la prueba, fueron Leonid Zhabotinsky y Vasili Alekseyev.
Leonid Zhabotinsky, ucraniano de nacimiento, hijo de cosacos, fue llamado “el hombre más fuerte del mundo”, vivió de niño la ocupación nazi de Kharkov, dejó la escuela para trabajar en una fábrica de tractores, pero regresó a la escuela, animado por el entrenador de halterofilia de la fábrica, que también era poeta.
Ganó su primera medalla, el bronce del
campeonato ucraniano, a los 19 años. Al año siguiente, ingresó a la universidad
para estudiar pedagogía. Pocos años después, obtendría plata soviética y bronce
mundial. Su carrera de halterista encontraría su primer gran éxito en los
Juegos Olímpicos de Tokio 1964, en donde derrotó al entonces campeón reinante,
su compatriota Yuri Vlasov, quien hasta entonces siempre le había ganado. Para
hacerlo, necesitó romper el récord mundial en envión, pero también hacerle un
par de jugadas sicológicas a su rival.
A esa victoria seguirían tres
campeonatos mundiales seguidos, y el honor de ser el abanderado de la URSS en
la inauguración de los juegos de México 1968. El paso de Zhabotinsky en aquel
desfile fue impresionante. Llevaba la pesada bandera de la hoz y el martillo
con una sola mano, el brazo estirado a 90 grados. Dice Arnold Schwarzenegger
que, a partir de ese momento, Zhabotinsky fue su ídolo de adolescencia.
La impresión que causó el soviético fue
tal que se convirtió en el favorito de la prensa mexicana e internacional. Su
dieta era motivo de asombro (aunque es una leyenda eso de que la sandía
completa que se comía en el desayuno fuera con todo y cáscara). Le ayudaba para
eso su carácter afable y su histrionismo, que también aparecía en sus
levantamientos, a veces con el entrenador como comparsa. Su victoria en México
fue tranquila: superó por 17.5 kilos al ganador de la plata. Tras su segundo
oro olímpico, y una lesión en 1969, optó por el retiro. En su carrera rompió 19
récords mundiales.
Zhabotinsky, quien había dejado la
secundaria para trabajar como obrero, terminó graduándose como doctor en pedagogía,
entrenó al equipo de halterofilia del Ejército Rojo y, tras la desintegración
de la Unión Soviética, fue vicerrector del Instituto de Moscú de Leyes y
Negocios. En 2018, tras la muerte del pesista, Ucrania acuñó monedas conmemorativas con su imagen.
El heredero de Zhabotinsky fue Vasili Alekseyev, un hirsuto ruso con una historia diferente. De entrada, empezó a hacer pesas hasta los 18 años, cuando entró al Politécnico de Moscú. Muy pronto, abandonó a su coach y se elaboró él mismo su plan de entrenamiento, ahora bastante conocido, que diferencia etapa de preparación y etapa de competencia, y pone porcentajes para cada uno de los ejercicios en cada etapa (la importancia que le daba al fortalecimiento de piernas era notable). Hoy se conoce ese método como “periodización soviética”. Otra característica de Vasili es que, como no era muy alto, decidió crecer a los lados y hacia adelante: ganar peso, en otras palabras.
A partir de 1970, Alekseyev dominó
absolutamente la halterofilia mundial. En Munich 1972 se hizo del oro olímpico,
derrotando por 30 kilos al medallista de plata. En Montreal 1976 la diferencia
fue aún mayor: el soviético levantó 440 kilogramos, por 405 y 387.5 de los otros
medallistas, los alemanes Bonk y Losch.
Alekseyev ganó 8 medallas de oro
consecutivas en los Campeonatos Mundiales y, en el ínterin, rompíó nada menos
que 80 récords mundiales. Como obtenía un premio cada vez que superaba un
récord, Alekseyev se cuidaba de hacerlo muy poco a poco, kilo por kilo. Junto
con los récords, coleccionó otro tipo de medallas: Orden de Lenin, Orden de la
Amistad de los Pueblos, Orden de la Insignia de Honor, Orden de la Bandera Roja
del Trabajo… y fue el primer atleta en ser nombrado al Salón de la Fama de la
Halterofilia.
Su primera derrota fue en los Mundiales
de 1978, cuando compitió lesionado. Intentó regresar por sus fueros en casa, en
los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, pero falló en el arranque, tuvo que
entregar el título olímpico a su compatriota Rakhmanov, y se retiró de las
competencias, para entrenar al equipo soviético, y luego al Equipo Unificado
que compitió en Barcelona 1992, y que nada más ganó 10 medallas (la mitad, de
oro).
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