A continuación, algunas reflexiones, más o menos
sueltas, respecto a los efectos que tiene y tendrá la pandemia del coronavirus.
1.Todos queremos que se acabe, pero tenemos un
problema: una cosa es que lo haga en términos sanitarios -es decir, que se
desplomen contagios y muertes- y otra, distinta, que lo haga en términos
sociales -es decir, que podamos hacer con normalidad las cosas que antes
hacíamos. Tengo la impresión de que el segundo deseo es todavía más fuerte que
el primero. El asunto es que, en realidad, no se podrá cumplir hasta que la
pandemia se apague en términos sanitarios.
En otras palabras, la nueva normalidad será más nueva
que normalidad. Y esa no es una perspectiva agradable.
2. Hay quienes creen que, salvo por las nuevas
precauciones y el retraso en los actos masivos, de verdad vamos a poder
regresar al pasado. Esta crisis lo movió todo. Sus efectos económicos serán tan
devastadores que obligarán a repensar el funcionamiento de las sociedades en
más de un sentido, generarán desplazamientos políticos a nivel mundial y
terminarán resolviéndose en un nuevo orden que todavía no alcanzamos bien a
vislumbrar.
Es el derrumbe de un montón de pequeñas certezas en un
mundo que tenía cada vez más incertidumbre.
3. De las pocas cosas ciertas que traerá esta crisis
es un aumento de la pobreza a nivel mundial. Sólo en México se calcula que el
incremento será de entre 6 y 10 millones de personas. En muchas partes esa
mayor pobreza se reflejará en hambre.
También es previsible una mayor diferencia de ingresos
entre las naciones. Y será mayor en la medida en que algunas de las que no son
ricas cometan el error de no intentar una recuperación inmediata, como México
comprenderá.
En resumen, la tendencia al aumento de la pobreza y a
la mayor desigualdad entre las naciones tendrá efectos nocivos en las
relaciones internacionales.
4. El comportamiento de las diversas naciones ante el
fenómeno del COVID, deja en claro que hay una región que está haciendo bien las
cosas y otras que no. Los resultados en el Extremo Oriente y en Oceanía son
incomparablemente superiores a los obtenidos en Europa y América,
independientemente de si se trata de regímenes democráticos o no. La
diferencia, me parece, estriba en dos factores: el estado de la salud pública
en cada región y el nivel de disciplina de la población.
Tengo la impresión de que el individualismo, llevado
al extremo en Estados Unidos, y que se puede expresar en la frase “Tu salud
vale menos que mis libertades”, escrita en el medallón de un auto trumpista,
está pagando una factura muy cara y no sólo en la Unión Americana. La falta de
solidaridad también mata.
5. Ya había evidencias de ello antes de la pandemia,
pero ésta desnudó la falta de liderazgo mundial de Estados Unidos. Son cosas
que pasan por poner a un narcisista al poder.
Uno se podía imaginar que en Estados Unidos había el
suficiente rigor y la suficiente capacidad técnica para mitigar con cierta
seriedad el problema. Pero la política pudo más y, sobre todo, la situación
desastrosa, en términos sociales, de su sistema de salud.
Trump parece tener la intención de querer efectuar una
fuga hacia adelante, apostando a una nueva Guerra Fría, esta vez con China. Eso
no puede sino llevar a prolongar la disrupción de las cadenas de valor en el
mundo e incluso puede desembocar en una nueva crisis financiera. Lo malo para
México es que está muy ligado a EU y no tiene manera de zafarse en el mediano plazo.
La única esperanza es que Trump no se reelija.
6. Que la política pueda más que el rigor y la
capacidad técnica no es un asunto exclusivo de Estados Unidos. Si hacemos un
recorrido por los países que han sufrido la pandemia, encontraremos que, como regla
general, las sociedades que están unidas han tenido mejores resultados que las
que están polarizadas. El conflicto, a veces propiciado por los propios
gobernantes y a veces por los intereses partidistas, ha contribuido a generar
respuestas débiles, indisciplina de la población y movimientos contradictorios
en la forma como enfrentar las crisis combinadas de la economía y la sanidad.
7. México claramente está dentro de las naciones en
donde han predominado la política y la polarización, con los respectivos y
esperables efectos negativos. La única cosa verdaderamente buena, sea por
visión, por idealismo o por casualidad, ha sido su propuesta en Naciones Unidas
para evitar la especulación con material sanitario. Y más allá de la poca
capacidad ejecutiva de la ONU, es un oportuno llamado de atención sobre la
necesidad de cooperación internacional ante un problema global. Esta
cooperación tiene que ser superior a los intereses económicos de laboratorios y
fabricantes, y resultará crucial a la hora de que haya vacunas o antivirales
probados.
Resulta paradójico que un gobierno encabezado por un
nacionalista que sueña a veces con la autarquía haya hecho esta propuesta de
globalización positiva.
8. En los próximos meses se desatará en serio algo que
empieza a darse: la discusión sobre las bondades del crecimiento económico per
se. La humanidad estará, entre contradicciones, a la búsqueda de un nuevo
modelo de sociedad, abrumada por los efectos de un pequeño y letal virus. En
ese camino, serán arrolladas otras viejas certidumbres, como las de los
economistas muertos a los que el mundo obedeció durante las últimas décadas. Lo
que no tenemos claro es qué otras certidumbres, igualmente perecederas, las
sustituirán.
De entrada, puede suponerse que crecerá la disputa
entre quienes abogan por el desarrollo sustentable y los que lo hacen por el
crecimiento acelerado; la habrá también sobre el regreso al Estado de
Bienestar, sus alcances y sus formas de financiarse; finalmente, también la
discusión acerca de las libertades individuales y la solidaridad social pasará
a cobrar mayor importancia.,
9. Será necesario, igualmente, replantearse la
organización de las ciudades, que hoy en día suele ser bastante irracional. No
es una cuestión de densidad (Seúl, que es más densa, libró mucho mejor la
pandemia que Nueva York), sino de cómo se construye en la ciudad, cómo y cuánto
se viaja en ella, cómo se distribuyen los espacios públicos y de qué tipo son.
Lo que no habrá, lo siento por los filósofos bucólicos
o neohippies, es un retorno al campo.
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