Competir en unos Juegos Olímpicos es difícil. Lo es
mucho más cuando estás amenazada de muerte. Y ganar el oro en esas condiciones
es una hazaña que requiere de mucho temple, de mucho carácter y de una fuerza
interna que está más allá de los músculos. Es lo que hizo Hassiba Boulmerka.
Nacida en Constantina, una ciudad de Argelia,
Hassiba compitió en carreras atléticas desde niña. Fue mejorando sus tiempos y
llegó a participar, sin éxito, en los Juegos Olímpicos de Seúl. En 1991, en los
Campeonatos Mundiales de Tokio, sorprendió al ganar, en el sprint final, los
1500 metros planos. Fue la primera atleta africana en coronarse en un mundial
de atletismo.
Ese éxito le costaría caro. En su país cobraba
fuerza el integrismo islámico, representado entonces por el Frente Islámico de
Salvación, que recelaba del nacionalismo
laico del gobierno. Uno de sus centros era la ciudad natal de Boulmerka. Al
regreso triunfal de la atleta, que fue acogida popularmente como heroína, vino
una campaña feroz en su contra. El imam de Constantina declaró que ella no era
musulmana porque corría con pantalón corto y se rehusaba a usar el velo. Fue
algo que le dolió, porque el islam es su religión, pero también que le enseñó
que su victoria no era deportiva, sino también para las mujeres de Argelia. Empezaron
las amenazas de muerte, a ella y a su familia, que la obligarían a huir a
Europa para entrenar.
En los Juegos Olímpicos de Barcelona fue la atleta
más custodiada. Todo el tiempo había servicios de seguridad alrededor de ella,
porque se sabía que su vida peligraba. La acompañaban hasta al baño. En esa
tensión física y mental tenía que prepararse mentalmente para las competencias.
En la final, Boulmerka se le escapó a la rusa Rogacheva para llevarse el primer
oro de Argelia en toda la historia. Al llegar, exultante, se sintió liberada. Pensó:
“¡Ya gané! ¡Y si me matan será demasiado tarde!”.
Su regreso a Argelia, que ya estaba sumida en guerra
civil entre el gobierno y los islamistas, fue muy diferente al del año
anterior. Discreto, casi secreto. Su padre había sufrido un infarto y estaba en
coma. Hassiba pensó que todo lo que había sucedido terminó por ser una carga
enorme para el hombre, que sobrevivió más de dos décadas.
Pero siguió corriendo. Estuvo un tiempo viviendo en
Cuba, para evitar a los terroristas. Obtuvo un bronce y un oro en los mundiales
de atletismo de 1993 y 1996, pero al año siguiente, en la olimpiada de Atlanta,
no alcanzó la final.
Tras su retiro, regresó a Argelia, donde se convirtió
en una exitosa mujer de negocios (y la mayoría de los trabajadores de su
empresa son mujeres) y en una defensora de los derechos de las mujeres de su
país y del mundo, y su integración al mundo del deporte. Es miembro del Comité
Olímpico Internacional y recibió el Premio Príncipe de Asturias del Deporte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario