El ciclismo tiene varias especialidades, y lo normal
es que quien destaca en unas, no puede hacerlo en las otras. Por eso se llaman
especialidades. Sin embargo, Bradley Wiggins brilló en la pista, que suele
exigir mucha velocidad y a veces velocidad pura, y también en la ruta, que es
de mucha resistencia y capacidad de escalada. Como en el atletismo, suelen
requerirse cuerpos distintos. Las bicicletas también son diferentes, y a menudo
también lo es la táctica. Wiggins triunfó en las grandes carreras de ruta, en
los campeonatos mundiales y en los Juegos Olímpicos, en ambas ramas.
Nacido en Bélgica, hijo de un ciclista profesional
que abandonó a su familia, se crió con su madre inglesa y de niño, como buen
inglés, se dedicó al futbol. A los 12 años, inspirado por las competencias
olímpicas que vio en la tele, y conocedor de la historia de su padre, cambió al
ciclismo. Lo primero que tuvo fue un accidente con un automóvil y se rompió la
clavícula. Con una parte del dinero de la indemnización compró su primera
bicicleta de carreras. Cuenta que le dijo, convencido, a uno de sus profesores:
“voy a ser campeón olímpico y también voy a usar el maillot amarillo en el Tour
de France”. Pero se dedicó fundamentalmente al ciclismo de pista.
Desde pequeño, Wiggins destacó, y se hizo campeón
juvenil británico. A los 19 años ya era parte del equipo nacional y a los 20,
en los juegos de Sydney 2000, obtuvo su primera medalla olímpica: un bronce en
la persecución de 4 mil metros por equipos.
Luego los británicos se llevarían la plata mundial.
A partir de 2001, Wiggins se hizo profesional y
empezó a competir en ruta, con resultados mixtos, porque extrañaba la pista,
pero desde ese año –aunque tuvo un accidente en el que se fracturó la muñeca- ganó
un par de carreras de segundo nivel. En 2003 ganó su primer oro en campeonato mundial,
en persecución individual y se llevó una plata por equipos.
En Atenas 2004 Wiggins compitió por el Reino Unido
en el ciclismo de pista. Se llevó el oro en la persecución individual, la plata
en la persecución por equipos y el bronce en el Madison (que es una prueba de
relevos), a pesar de haber sufrido un aparatoso accidente a media carrera.
Tras esos juegos, se dedicó casi exclusivamente al
ciclismo de ruta, pero también cosechó grandes éxitos en la pista. En 2007 se
llevó dos oros en el mundial, en las especialidades de persecución; volvió a
repetir la hazaña, en persecución y en Madison, al año siguiente, previo a la
cita olímpica de Pekín.
En los Juegos Olímpicos de Pekín repitió como
campeón en la persecución individual, rompiendo el récord olímpico. Por
equipos, los británicos también se llevaron el oro, pero esta vez destrozando
el récord mundial.
En 2009, por fin logra brillar en el Tour de France,
con el equipo Garmin, y termina tercero en la clasificación general, luego de
la descalificación por dopaje de Lance Armstrong. En 2010 pasa a la gran máquina de las grandes
vueltas que es el equipo Sky, pero se vuelve a romper la clavícula. En 2011
queda segundo en la Vuelta de España.
Vendrá 2012, y con él, la consagración. Al séptimo
día del Tour de France logra el segundo de sus anhelos de niño: viste la casaca
amarilla, que identifica al líder de la competencia. Lo hace tras una etapa de
montaña. También gana la contrarreloj. Con dificultades, pero también con
señorío –que incluye esperar a ciclistas rivales que habían ponchado porque un
fanático arrojó tachuelas a la ruta- Wiggins se corona campeón del Tour. Es la
cuarta vuelta que gana en la temporada. De ahí se va a los Olímpicos de
Londres. Ahí no tiene suerte en la competencia de ruta, pero gana la
contrarreloj. Es su séptima medalla. Y es el único ciclista en ganar un oro
olímpico y el Tour de France el mismo año, una hazaña de difícil repetición.
Recibe, en su país, la orden de Caballero de la Reina, “por sus servicios al
ciclismo”.
Wiggins vuelve a la ruta, pero tiene problemas con
la nueva estrella del Sky, Chris Froome, y decide hacer su propio equipo. Gana
medalla de oro en el mundial de ruta. Pero en el desencanto decide regresar al
ciclismo de pista. Lo primero que hace es romper el récord de la hora, con
54.526 kilómetros. Se prepara para lo que será su despedida: los Juegos
Olímpicos de Río. Ahí logra su quinto oro, en la persecución por equipos. Es
entonces cuando anuncia el retiro.
Sus totales son impresionantes. 5 participaciones olímpicas, 5 oros, 1 plata y 2 bronces. Y en campeonatos mundiales, un oro y una plata en ruta; 6 oros, 3 platas y 2 bronces en pista. Un grande.
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