Durante un chat en Twitter, a partir de una discusión sobre qué liga de futbol se veía
más en Europa, si la MLS o la LigaMx (la respuesta es obvia: ninguna), recordé
que, durante mi estancia en Italia, sólo había una persona muy interesada en el
futbol mexicano, y más en organización, salarios y tipo de hinchada, que en los
equipos y jugadores propiamente dichos. Cuando lo conocí era un asistente de
profesor y, años más tarde, ya tenía su cátedra en la facultad. Su nombre: Gian Paolo Caselli. Me dije: “capaz que este cuate se dedicó esencialmente a la
economía del futbol”. Busqué en Google y bingo, ahí estaban un par de
artículos, otro que lo citaba profusamente y una entrada en la enciclopedia.
Todo escrito entre 1988 y 2005, lo que quiere decir que mi cuate era de los
pioneros en el tema de la relación economía-deporte fuera de Estados Unidos.
El principal ángulo de Caselli es estudiar las
diferencias entre las ligas profesionales de Estados Unidos y las del futbol
europeo. A primera vista, saltan algunas obvias: en EU no hay ascenso o
descenso y las ligas tienden a ser parejas; en Europa, hay diferentes
divisiones y las ligas grandes tienden a ser dominadas por un puñado de clubes,
o a veces sólo por uno o dos. Pero leyendo los textos, resulta que esas
características son sólo algunas, porque cada tipo de organización refleja una
cultura distinta, en lo económico y en lo social.
La primera cosa es que las ligas de Estados Unidos
nacen como espectáculo y como negocio, más que como deporte. En esa lógica, el
producto que se vende es la liga misma, no cada equipo. La liga, y no los
equipos o la federación, es la que manda. Y se vuelve importante que haya
incertidumbre sobre el resultado, para generar expectación. De ahí que se
busque, mediante el draft universitario,
topes salariales o impuestos de lujo a los equipos con demasiadas estrellas
bien pagadas, que la liga no sea dispareja. Y mediante el esquema de playoffs, añado, se agrega otro componente a la
incertidumbre.
El objetivo de las ligas en Estados Unidos es la
maximización de la ganancia. En primer lugar, la ganancia de la liga, que es la
que se encarga de negociar los contratos nacionales de televisión, dejando a
los equipo la negociación de los contratos locales. En ese sentido, la
competencia económica no es de un equipo contra otro, sino de la liga
específica –que tiene el monopolio de facto en su deporte- contra otras ligas. Caselli
cita el caso de los distintos intentos por hacer ligas alternativas.
Históricamente, sólo ha habido dos casos en los que la liga nueva ha sido lo
suficientemente exitosa como para lograr la fusión con la original. En el
beisbol, a principios del siglo XX y en el americano, 60 años después. En EU,
cualquier liga que esté fuera del monopolio es considerada “pirata”.
La historia de las ligas de futbol en Europa es
diferente. Muchos de los equipos nacen como clubes amateurs, y van
evolucionando a lo largo de décadas, generando identificaciones en la hinchada
que muchas veces están cargadas de elementos políticos, de clase o religiosos.
Según Caselli y otros autores, el objetivo principal de los equipos europeos de
futbol no es la maximización de la ganancia, sino la maximización de la
utilidad, entendida esta última como la combinación de prestigio deportivo,
prestigio político y estados financieros razonables. El peso que cada equipo le
da a cada uno de los factores de la utilidad depende, normalmente, de las
preferencias del dueño, del patronato o de la directiva del club. En otras
palabras, la liga es precisamente eso, un pacto, una coalición, y no siempre es
el protagonista principal. Por ejemplo, acoto, los presidentes de una liga de
futbol europeo no tienen el peso del comisionado en el beis o en el americano
de EU.
Por eso se generó en Europa una suerte de
jerarquización. No hay draft, pero sí
una inversión en las canteras de los respectivos equipos, acompañada –de manera
cada vez más relevante- de un mercado secundario de compra-venta de jugadores. Las
ligas europeas tienen equipos superpoderosos, otros que son históricamente de
media tabla y muchos que se la pasan entre ascenso y descenso, porque se trata
de mercados menores y el premio esperado no es el campeonato, sino la
permanencia. En esas condiciones no importa que el resultado de un
Juventus-Cagliari o un Real Madrid-Espanyol sea predecible.
Ahora bien, junto con el aspecto deportivo está el
aspecto político. Ser directivo de un equipo exitoso de futbol da prestigio
político, sobre todo por la identificación entre los equipos y las ciudades (o
las comunidades). Y ayuda para hacer otros negocios, conseguir contratos,
prebendas, etcétera. Ha sido vehículo para constructores, transportistas,
magnates de medios y demás. Sirve para el lavado de dinero y para conquistar el
poder político. Ahí están los ejemplos de Jesús Gil, con el Atlético de Madrid
y de Silvio Berlusconi, con el Milan (y yéndonos a América Latina, el de
Mauricio Macri con el Boca Juniors).
El modelo europeo presupone una comunidad de
intereses entre la directiva, los jugadores, la hinchada y los accionistas,
cosa que no sucede en la versión gringa. A veces la búsqueda de notoriedad
implica un desbalance entre los propósitos de la maximización de la utilidad, y
las pérdidas financieras son mucho más comunes que en Estados Unidos.
El papel de la televisión también es diferente, al
menos históricamente. Mientras que en Estados Unidos la TV siempre ha sido
privada y relativamente atomizada, en Europa tanto el deporte como la
televisión tuvieron inicialmente una organización nacional, con canales
públicos y un federación por deporte en cada país, después convertidos –en el
futbol- en organizaciones continentales: la UEFA o la EBU (European Broadcasting Union). Y la intervención estatal en regular
la difusión de los eventos es muy superior en Europa. El deporte en Europa es
resultado de actividades públicas y privadas, con diferentes grados de
intervención estatal, según el país. Muchas federaciones deportivas reciben
subvenciones del Estado y hay casos, como el italiano, en el que la de futbol
financia al Comité Olímpico a través de las apuestas de pronósticos deportivos.
Todo esto, por supuesto, tiende a cambiar. Y Europa
poco a poco se está acercando al modelo americano, pero con las características
propias de su historia económica y cultural reciente. Las ingentes cantidades
de dinero que se mueven en la Champions League son el principal elemento
impulsor, al grado que se ha buscado hacer un campeonato europeo, una liga
supranacional de clubes en la que participen sólo los “grandes”. Esa iniciativa
no sólo se ha topado con el rechazo de los clubes menores –particularmente los
de media tabla-, sino también con el de la Comunidad Europea. En su libro La Economía y el Futbol, de 2013, Ciro
Murayama aborda este tema, y da cuenta de los cambios en el futbol europeo en las
últimas décadas, encabezados por la Premier League (no casualmente, Gran
Bretaña tiene una cultura más liberal en lo económico que Europa continental).
Luego de ver las diferencias entre los modelos
estadunidense y europeo, y ver también que son una suerte de espejo de sus
sociedades, uno se pregunta, “¿Y qué pasa en México?”. Se podría responder que
México es un híbrido en constante transformación. También, de manera más contundente,
que México trae un desmadre.
La organización nació como en Europa, e incluso con
las típicas formas de identificación de clase, origen e ideología (los
“prietitos” del Atlante, los “millonetas” del América, el Necaxa, de clase
media y aristocracia obrera, el nacionalismo de las Chivas… o, antes, los
equipos de comunidades de emigrantes como el España o el Asturias), pero con
una intervención del Estado diferente. Algo de regulación nacionalista (algunos
recordarán los límites para jugadores extranjeros), hartas prebendas y la
intervención milagrosa del gobierno, ya sea federal (¿alguien se acuerda del
Atlante-IMSS o del Oaxtepec?) o, más comúnmente, estatal: el equipo en primera
división como bandera de la importancia de la entidad. Estas intervenciones, a
cargo, por supuesto, del erario público.
Al mismo tiempo, la relación de la liga con la
televisión ha sido enfermiza, con la hegemonía detentada sobre ella por
Televisa, durante muchos años, y los problemas, a veces lindando en el caos,
con los derechos de transmisión. La liga es una coalición, sí, pero desigual,
con una intervención decisiva de las empresas de televisión. Y a veces los
poderosos cometen locuras (¿se acuerdan de Chivas TV?). Existe la lógica de la cantera, pero a menudo
es rebasada por los intereses de los intermediarios, que –salvo honrosas
excepciones- suelen vender petardos sudamericanos como si fueran
futbolistas. Murayama da cuenta de que,
mientras en otros países hay competencia entre agentes y representantes, en
México hay prácticamente un oligopolio. Aquí existe el descenso, pero también
la posibilidad de compra del no- descenso. Existe el ascenso, pero te puede
suceder como a Unión de Curtidores: su victoria fue su desaparición del mapa. En
otras palabras, existen leyes y reglamentos, pero no hay estado de derecho. Las
leyes son de chicle. Y por supuesto, existe la parte europea del uso del
prestigio deportivo para hacer negocios, sobre todo ligados a la política.
La Liga Mexicana de Beisbol se parece mucho más al
modelo estadunidense. Y actuó precisamente como monopolio cuando apareció la
Liga Nacional, organizada por los peloteros disidentes. Con dos o tres
salvedades. Una es que, en vez del draft,
tienen las academias que distribuyen peloteros en los equipos. Otra, que la
presencia de los gobiernos es mucho más notable (recordemos la solicitud de
López Obrador para que el gobierno de Tabasco rescatara a los Olmecas, por dar
sólo uno de muchos ejemplos). La tercera, que las finanzas en general son mucho
más endebles, dando como resultado una rotación de equipos que no se da del
otro lado de la frontera.
Pues sí, la manera en la que se organiza el deporte
suele ser espejo de las sociedades. Y a veces uno se ve al espejo y se
encuentra hartos defectos.
Bibliografía.
Caselli, Gian Paolo, "L'economia dello sport nella società moderna", in Enciclopedia Treccani dello Sport, Treccani, 2003,
Caselli, G. P. y A. Roversi "Il calcio e la sua crisi." Il Mulino n. 1 (1988)
Murayama, Ciro, La Economía del Futbol, Cal y Arena, 2013
No hay comentarios.:
Publicar un comentario