De acuerdo con los medios alemanes, el puesto número
2 entre los deportistas de esa nacionalidad en el siglo XX –sólo detrás de
Michael Schumacher- corresponde a una mujer, una gloria del canotaje
especializada en kayak: Birgit Fischer. Y eso que todavía le faltaba competir
en otros Juegos Olímpicos.
Adelantémonos con unos datos: Fischer participó en
seis Juegos Olímpicos, durante un periodo de siete olimpiadas. Fue, a los 18
años la más joven atleta en ganar el oro en canotaje; también, a los 42, fue la
más vieja en hacerlo. Es la única en haberlo hecho con 24 años de diferencia
entre una y otra victoria. Su palmarés es de 8 medallas de oro y 4 de plata,
pero pudo haber sido mayor, de no ser por el boicot de Alemania Democrática a
los juegos de Los Ángeles 1984. En Campeonatos Mundiales, ganó la friolera de
28 medallas de oro, 6 de plata y 4 de bronce, en un periodo que va de 1978 a
2005.
Desde los seis años empezó a remar, y luego se
desarrolló en un club del ejército de Alemania Democrática, en Postdam. A los
16 años ya fue parte del combinado que ganó oro mundial en los 500 metros del
K-4. A los 18, en Moscú 80, obtuvo su primer oro olímpico, en los 500 metros
individuales, la carrera más corta del programa. Tendrían que pasar otros ochos
años, por el boicot del bloque socialista a las olimpiadas angelinas, para que
Birgit volviera a unos Juegos, en Seúl 88. Lo hizo en plan grande. Aunque se
conformó con la plata en la prueba individual, se llevó dos oros en el K-2 y K-4.
Anunció su retiro, porque esperaba su segundo hijo… pero siguió remando.
Al año siguiente, caería el Muro de Berlín y la RDA desaparecería.
Algunos atletas de élite de la Alemania comunista terminarían retirándose
prematuramente, toda vez que se puso fin a la política de dopaje de Estado. No
fue el caso de Birgit Fischer, quien nunca tuvo problemas con los controles.
Regresó a las competencias.
En Barcelona 92, representando a Alemania unificada,
Fischer obtuvo de nuevo un oro y una plata. Esta vez, el oro fue en individual
y la plata en el K-4. A partir de
entonces, tomó otra decisión, que a muchos puede parecer extraña: decidió ya no
tener más entrenador que sí misma. Entrenaba sin grupo y sin coach, decidida a dos
cosas: cuidar su estilo de vida, y adaptar su entrenamiento, una y otra vez, a
su edad, su momento vital –para dividir bien su tiempo- y el ambiente que la
rodeaba. “Fue crucial que nunca practicara el deporte como profesional”, dice.
Así, en Atlanta 96 consiguió otro oro y otra plata,
en el K-2 y K-4 respectivamente y en Sydney 2000 se hizo de sendos oros en esas
pruebas. En el camino, intentó ser eurodiputada por el Partido Liberal, pero
esa fue una de las pocas carreras que perdió.
Tras sus oros en Sydney, Fischer anunció de nuevo
que se retiraba. Y se fue a su casa. Un día, el equipo hacía un documental sobre
las glorias deportivas alemanas, le pidió que se subiera a un kayak para filmar
unas tomas. Birgit lo hizo, y en ese momento decidió que volvería a competir.
Quería probarlo todo de nuevo y, sobre todo, quería probarse a sí misma.
A los 42 años, regresaba a los que serían sus
últimos Juegos Olímpicos: Atenas 2004. Obtuvo la plata en el K-2 y, en su
última carrera, el K-4, las alemanas iban perdiendo ante las húngaras a pocos
metros de la meta, pero lograron sobreponerse y ganar por menos de dos décimas
de segundo. El octavo oro olímpico de una mujer que, más que escuchar
cualquiera instrucción, se escuchaba a sí misma y respetaba a sus compañeras,
“porque sin equipo, no ganas”.
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