1984 fue un año biliar, como se comprobará más tarde. La Facultad de Economía contribuyó en ello.
Durante
años hubo en la Facultad un pleito casado entre los “reformistas” (nosotros) y
los “vándalos” (pertenecientes a diversos grupos extremistas). Tras el
nombramiento de Pepe Blanco como director, los vándalos intentaron hacerle la
vida de cuadritos. Luego vinieron las elecciones para el Consejo Técnico y el Universitario.
Los profesores, muy democráticos, decidimos que nuestros consejeros fueran
electos por representación proporcional. Los estudiantes ultras, en cambio,
impusieron el sistema de que el ganador (la planilla ganadora) se lleva todo. Hicieron
una campaña muy sucia, y sin embargo, gracias sobre todo a los votos de
posgrado, perdieron. La planilla estudiantil que encabezaba nuestro compañero
Rubén Álvarez, el Negro, resultó
ganadora… sin embargo, Pepe Blanco no
quiso aprovechar esa inesperada mayoría para impulsar cambios importantes, como
nuestra idea de limar algo de marxismo atávico al plan de estudios y sustituir
materias por otras de política económica. Tenía miedo de las movilizaciones y
desmanes que podrían causar los vándalos y, hay que decirlo a su favor, el
rector de entonces, el doctor Serrano, quería navegar en una calmada grisura y
no deseaba olas, aunque fueran a su favor.
Este es
sólo el prolegómeno para lo que importa, que es una grillita dentro de una
grillita igual de chiquita. La Facultad tenía varios seminarios y nosotros,
durante años habíamos sido hegemónicos en el que algún tiempo había sido el más
importante: el Seminario de Desarrollo y Planificación. En aquellos años, el Seminario
estaba perdiendo alumnos frente a otros, que se pusieron de moda, en especial,
el de Economía Matemática. Algunos colegas migraron también para allá y, de
repente, se vio que había un equilibrio entre “reformistas” y “vándalos” en Desarrollo
y Planificación, lo que se reflejó en el Consejo que decidía sobre planes y
programas de estudio, y sobre la contratación de profesores de asignatura y
auxiliares.
Infelizmente,
fui elegido para ese Consejo, que se reunía más de lo debido, y que se enfrascaba
en discusiones bizantinas, larguísimas e improductivas… porque el equilibrio de
fuerzas impedía cualquier decisión. El pedo era que había que estar, para que
no nos mayoritearan. De lado nuestro, recuerdo que, además de mí, estaba una
profesora joven, Santiaga Ánima, que se la pasaba haciendo deshilados –unos trabajos
preciosistas- y no intervenía. Del lado de los adversarios estaban Teté Ceceña,
la hermana de Consuelo y Magdalena Galindo. Era un martirio debatir con esas
mujeres, y en particular con Magdalena, de voz monótona, experta en sofismas y portadora
de mala leche en cantidades industriales.
Se
imaginarán, si tienen una pizca de malicia, que los debates más largos eran
sobre las plazas. Típico, un profesor “nuestro” se iba de sabático y ellos
querían colocar a uno “suyo” como sustituto; yo alegaba que la demanda al
seminario iba a la baja y que no sería necesario abrir el grupo, y ellas que
no, con un choro larguísimo envuelto en ideología. También querían que a grupos
minúsculos (con un profesor de ellos) se les asignara un ayudante (de ellos)
porque la materia es compleja y hay muchos controles de lectura y bla bla bla y
ya es bien noche y Santiaga sigue haciendo su deshilado y la hermana de
Magdalena –igualmente desagradable- lee en un rincón mientras la espera (alguna
vez César Chávez, quien después sería diputado del PRD, me dijo que la peor
pesadilla del mundo sería despertar con ella y ver en la esquina a la hermana
diciendo: “Bravo, Magda, lo hiciste muy bien”). Nada más de acordarme percibo
que se me agranda el hígado, porque me mantenía, disciplinado, en esa estúpida
trinchera (y el único que me echaba porras era el buen Fallo Cordera) y era una
pérdida horrorosa de tiempo.
Al
término del semestre caí enfermo de hepatitis. Tenía la bilirrubina cerca de
mil. Siempre he pensado que las discusiones del Colegio del Seminario
influyeron más que la vez que le chupé el dedito sangrante a Raymundo… a quien
le dio hepatitis antes que a mí.
1 comentario:
Publicar un comentario