lunes, junio 11, 2012

Biopics: Zócalo Rojo


Se acercaba el final de la campaña electoral de 1982 y el partido quería hacer una demostración de fuerza, que diera ánimos a la militancia y que también ayudara a cuidar los votos que seguramente nos escamotearía el gobierno, que en esos años controlaba directamente el proceso electoral. En una reunión del Comité Central del PSUM surgió la idea de hacer el cierre de campaña en el Zócalo capitalino.
Era un gran reto porque, se decía, en él cabían un millón de personas. Eso lo leíamos en los periódicos y lo escuchábamos en radio y televisión siempre que se llenaba de seguidores corporativos del PRI y del gobierno. Jorge Alcocer dijo que un millón era un exceso, producto de la propaganda oficial y organizó un grupo que fuera a medir la plancha de la Plaza de la Constitución. Los resultados fueron más que alentadores: los compañeros llegaron con la conclusión de que la pura plancha, tomando en cuenta la existencia de un templete para oradores, se podía llenar con 40 mil personas, a una por metro cuadrado.
Así, en la segunda mitad de junio, se organizó la gran manifestación, que partía del Monumento a la Revolución y recalaba en el Zócalo.Se trajeron camiones de provincia, repletos de militantes. Era enorme nuestra alegría cuando todavía estábamos miles en la explanada del monumento y nos llegó la noticia de que la avanzada había llegado a la plaza más importante de la nación.
Llenamos la plancha y allí Alejandro Gascón Mercado bautizó el evento como “el Zócalo Rojo” mientras ondeaban cientos de banderas con la hoz y el martillo. Regresamos entusiasmados, más que con los discursos, con la ola de color de nuestros pendones. La dirigencia decidió ser menos exagerada que el PRI-gobierno y habló de 300 mil asistentes, un dato que la prensa se tragó enterito. Sentíamos buenos augurios para el día de la elección.

Ante la inminencia de los comicios, un grupo de “expertos” hicimos una muestra de casillas para un conteo rápido y organizamos un centro de cómputo (con máquinas de 512 mb de memoria, prestadas) para el día de la elección. El principal problema de la confección de la muestra fue enfrentarnos a un compañero proveniente de la Unión de Izquierda Comunista, médico epidemiólogo, que insistía en una muestra gigantesca, imposible de cubrir, mientras que Alcocer y yo abogábamos por una más manejable, e igualmente representativa, de 400 casillas. Acabamos negociando una muestra de 1,100 casillas, estrictamente aleatoria. Tan era absurdo ese tamaño que 12 años más tarde, pude obtener resultados muy cercanos al final con una muestra de solamente 40 casillas (eso sí, elegidas con un buen método y mucho olfato).  Pronto se vería que la magnitud y confirmación de esa muestra causaría más problemas que beneficios.

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