jueves, mayo 30, 2019

Yo tengo otros datos

Un par de textos de coyuntura, publicados en mayo.

Yo tengo otros datos 




“Yo tengo otros datos” ha sido una de las frases recurrentes en la carrera de Andrés Manuel López Obrador. Los tenía cuando era Jefe de Gobierno capitalino, los tuvo muchas veces como candidato a un puesto de elección popular. Ahora los tiene como Presidente de la República.

Ha sucedido con temas varios: el costo de obras de infraestructura, los índices delictivos y, más recientemente, con la medición de la dinámica económica y con las expectativas de crecimiento para el futuro.

Todos, aunque muchas veces no nos demos cuenta plenamente, nos movemos a partir de los datos que almacenamos a través de nuestra experiencia. Y también, a partir de las contradicciones entre lo que percibimos y los datos que nos quieren hacer pasar como buenos.

Hay quienes quieren hacer pasar todo registro numérico y estadístico como “lo verdadero” y suelen utilizar para ello los datos que mejor sirven para fundamentar su punto de vista. Y hay dos maneras para hacer frente a ese tipo de trucos. Una es escudriñando los datos a fondo, en busca de los que son realmente significativos; la otra, es generar una suerte de alergia a los datos o, cuando menos, de suspicacia ante ellos.

Es muy cierto que el manejo estadístico de distintas variables –pienso, sobre todo, en economía- está permeado por el punto de vista ideológico de quien las maneja. Así, a menudo se ha perdido el objetivo de la política económica, que debería ser la búsqueda del bienestar del mayor número posible de personas y que luego se pierde en pos de equilibrios que sólo existen en los modelos teóricos.

El problema es que, a la hora de hacer políticas públicas, los datos son necesarios porque, sin ellos, no sabemos dónde estamos parados, de qué tamaño son los instrumentos con los que contamos y cuál es su alcance real. Si no medimos adecuadamente las necesidades y carencias, tampoco podremos idear las formas para cubrirlas. Si no medimos bien la capacidad productiva de la nación o la desigualdad, tampoco podremos encontrar los mejores caminos para impulsar la primera y disminuir la segunda.

Esto viene a cuento porque, ante la evidencia de una notable desaceleración económica, la respuesta del Presidente ha sido la de acusar al mensajero. Si el INEGI, Hacienda y la OCDE advierten que la economía está estancada, la respuesta de López Obrador se dirige sólo a la última institución, porque está encabezada por un representante de la tecnocracia que ha sido desplazada del poder político en México. Y es una respuesta de incredulidad, no de rebatir con otros datos y tampoco de sugerir que los datos, las variables económicas que importan a su administración son otros.

López Obrador cree que la economía no se ha desacelerado, que podrá crecer a un promedio anual de 4 por ciento y alcanzar cotas de 6 por ciento al final de su sexenio. Ojalá tenga razón, pero por ahora es sólo su creencia y los datos apuntan a un crecimiento tan mediocre como los que hemos tenido en años anteriores, sin que haya factores, como la inversión, que apunten a una mejoría.

Lo curioso es que AMLO rechaza el fetichismo de los tecnócratas en unos aspectos y lo abraza en otros. Su aversión a la deuda, por ejemplo. O su insistencia en los recortes al gasto público (la T no significa “transformación”, sino “trasquilar”, Frik dixit). O la opinión de que el gasto en áreas no directamente vinculadas con la industria, como las ciencias y las artes, es al final de cuentas sólo un agregado renunciable.

Si la inversión pública es escasa y está detenida, si el gasto no genera demanda efectiva, si los recortes de personal disminuyen esa demanda y si la incertidumbre empresarial detiene decisiones de inversión, las condiciones están dadas para que la economía no crezca.

Se podría alegar que se trata de un periodo en el que se están sentando las bases para un nuevo tipo de desarrollo, con mejor distribución del ingreso familiar y regional. Pero no. Se alega que hay otros datos. (Tal vez porque en el fondo no se trata de un periodo de ajuste para un nuevo modelo, sino de un impasse, de que estamos en punto muerto).

Tan estamos en punto muerto, y tan lo sabe AMLO, que ya lanzó la sugerencia de que el Banco de México debería tener un doble mandato: no sólo combatir la inflación, sino también apoyar el crecimiento. De hecho lo hizo como parte de su crítica a las previsiones económicas realizadas por Banxico, que no le gustaron.

Más allá de la duda razonable sobre la capacidad del Banco para apoyar el crecimiento económico (no maneja los mismos instrumentos de hace 40 o 50 años), hay que subrayar que tendría que haber muchas más fortalezas institucionales en el país para que el mandato dual funcionara bien.

En ese sentido va el corolario: es fundamental mantener la autonomía de instituciones que nos dan los datos a partir de los que toman decisiones de política pública. El INE, el INEGI, el Coneval y el Banco de México encabezan esa lista, que es muy larga.


La política pública se tiene que hacer utilizando datos fidedignos y escogiendo las variables relevantes en lo social. Hay instituciones que los proporcionan. Lo otro es mero voluntarismo y negación.


Ecología 4T: un tren de regreso a los setenta


Los signos se multiplican. El sargazo acumulado en las costas de Quintana Roo y los efectos de los incendios forestales sobre el Valle de México, cuyo aire se ha vuelto irrespirable, son sólo las más recientes evidencias de que nos movemos, con rapidez indeseada, a una cadena de crisis ligadas al manejo irresponsable de los recursos naturales.

La depredación del medio ambiente tiene costos cada vez más grandes. A cómo vamos, en el corto plazo estaremos gastando una cantidad creciente de dinero en resolver problemas creados por el propio modelo de desarrollo. Una parte de los recursos irá a mitigar los efectos dañinos en los ecosistemas; otra se destinará a paliar los efectos nocivos en la salud de las personas.

Hay cosas de las que nos debimos de haber dado cuenta hace mucho: el desarrollo de las sociedades implica conservar el capital natural y pensar en la sustentabilidad como mecanismo capaz de innovar y mejorar las economías.

En los años 70 esa discusión estaba en pañales. Las preocupaciones ecológicas eran vistas como visiones ajenas y hasta contrarias al desarrollo económico. La frase típica de respuesta a quien abogara por el desarrollo sustentable era (y cito a un querido condiscípulo, en una discusión de aquellos años): “Sí, está a toda madre el paisaje, con sus arbolitos y su agua limpia, pero detrás de ese paisaje está la miseria de muchos campesinos que, si no entran a la modernidad, seguirán muriendo de hambre”.

Con el tiempo se vio que la relación entre economía y sustentabilidad era otra, mucho más compleja, y que, usando las ciencias a nuestro favor, es posible pasar hacia economías menos ineficientes, más innovadoras y con justicia social.

Es evidente, sin embargo, que estas ideas no han permeado en realidad entre la población. Entre los que estamos más o menos informados existe una suerte de doblepensamiento orwelliano al respecto: declaramos estar muy preocupados por el calentamiento global y el deterioro ecológico, y seguimos con los mismos patrones de producción y consumo, con algunos cambios simbólicos, como para aquietar a nuestras conciencias. Entre los demás, todavía existe la idea de que una nación crece, progresa y se embellece con cemento, fábricas y hartos automóviles y vías rápidas.

El anterior gobierno no se distinguió para nada en la promoción de un desarrollo sustentable. Su lógica, enraizada en las teorías económicas tradicionales, fue la de asignar precios incluso a la naturaleza y sus derivados. “El que contamina, paga”… y que siga contaminando.

Uno pensaría que, en lo que ha sido presentado como un nuevo modelo, las cosas podrían cambiar. Pero no.

Si atendemos algunos de los puntos centrales del proyecto de gobierno de López Obrador, veremos en pleno que hay una lógica extractivista. Está en sus megaproyectos: la construcción de la refinería de Dos Bocas, la termoeléctrica de Huexca, el Tren Maya y el que atravesará el Istmo de Tehuantepec. Está en el retorno al carbón, en la apuesta nacional por el petróleo y en el recorte total al impulso de las energías eólica y solar.

Lo que tenemos es continuidad, y eso se ve en el presupuesto. Dicen los expertos Julia Carabias y Enrique Provencio: “los datos hablan solos: en el periodo 2015-2019 la reducción acumulada del presupuesto asignado a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) fue de 61%, para la Comisión Nacional Forestal la caída fue de casi 70%, y en el caso de la Comisión Nacional del Agua el ajuste alcanzó 60%.”

Varios de los megaproyectos se saltarán los estudios de impacto ambiental. Ya se ha talado selva para hacer lugar a la refinería tabasqueña. Se contempla que los operadores turísticos tengan un papel fundamental en el Tren Maya, con resorts cercanos a las estaciones. Y la idea es que estos grandes esfuerzos de modernización a la antigüita rescaten a miles de mexicanos de esa parte del país de la situación de pobreza severa en la que se encuentran. Es el alegato de mi amigo hace más de 40 años.

Cuando, en 1967, nació la idea de desarrollo sustentable, la comisión encargada de Naciones Unidas lo definió como aquel "que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de futuras generaciones para satisfacer las propias". 

Ha pasado una generación, y las generaciones de hoy ya están viendo que la capacidad para satisfacer sus propias necesidades ha sido comprometida por la necedad de las generaciones que las antecedieron. Los muchos problemas relacionados con el cambio climático y con malas prácticas, como el uso masivo de agroquímicos, así lo atestiguan.

Lo peor del caso es que, con la vista siempre en el corto plazo, se está apostando por un camino que generará más problemas de los que podrá resolver.

Y no, que me perdonen, pero la práctica agrícola de "roza, tumba y quema", que tanto contribuye a la deforestación y que tantos incendios causa, no es parte de "la sabiduría indígena ancestral".

miércoles, mayo 22, 2019

Filias y fobias deportivas (V. Atletismo y otros deportes)

Terminamos este tour de force de filias y fobias deportivas con el atletismo y otros deportes.

Atletismo

El atletismo es, junto con el beisbol, un deporte favorito para mí. Son los dos que he practicado con un cierto grado de calidad. Como espectáculo, me encanta el circo de las múltiples pistas, y le sé un poquito a todo. Tengo particular debilidad por las especialidades que nunca pude dominar: el salto de altura y las vallas. También, por los héroes de México 68 –Beamon, Biwott, el podio de los 200 planos, Fosbury, Figuerola, Keino, Mahmoudi, Wolde-.

Filias

Masculino

1. Usain Bolt. Me encanta el divertido espíritu raggae de este gran velocista. En sus carreras no sólo quería que ganara, sino que dejara muy atrás a todos sus competidores.
2. Raúl González. Siempre fui fan, y destaco su perseverancia aún en tiempos en los que las grillas en el equipo de caminata estaban por desbarrancar su carrera.
3, David Rudisha. Un corredor de gran estilo y en verdad poderoso. El bicampeón olímpico de los 800 metros, además, tuvo la buena onda de colocar por un instante su medalla de oro en el pecho de mi nieta.
4. Félix Sánchez. Gran estilo como vallista. Me emocioné mucho con su enorme regreso como veterano.
5. Ato Boldon. El enemigo público número uno de Carl Lewis. Un velocista serio y sin pelos en la lengua.

Femenino

1. Ana Guevara. La seguí desde antes de los Centroamericanos de 1998, una atleta extraordinaria. Me enojan los comentarios machistas que recibe. Como dirigente del deporte, eso sí, un desastre. 
2. Marlene Ottey. Fan de ella por guapa, por su estilo de correr y porque sus rivales eran gringas. Más fan por su mala suerte olímpica.
3. Valerie Adams. La sonrisa de la gran lanzadora neozelandesa de bala me ganó.
4. Florence Griffith. Quién sabe si el doping la mató, pero ver correr a esta gacela sonriente era una delicia.
5. Blanka Vlasic. En general soy gran admirador de las saltadoras de altura. De la Vlasic, además, admiro su calidad y me maravillo con sus ojos.

Fobias.

Masculino

1. Carl Lewis. Tipo más mamón no ha corrido ni saltado. Disfruté cuando le ganó Ben Johnson, lástima que el canadiense se haya pasado de tramposo (le creo a Boldon: el dopaje de Carl Lewis era de más calidad).
2. Justin Gatlin. La versión moderna de Lewis, afortunadamente opacada por Bolt.
3. Joachim Cruz. Otro ejemplo de mi disgusto con la mezcla entre religión y deporte. Más si se trata de evangélicos.
4. Jefferson Pérez. En realidad el ecuatoriano era simplemente un gran marchista. Su pecado, ganarle a los mexicanos y demostrar que la marcha mexicana había entrado en crisis. En cualquier caso, no quería que Jefferson ganara.
5. Renaud Lavilleine. Garrochista, pero tan mamón que parece velocista gringo.

Femenino

1. Mary Decker. Le iba a Zola Budd y a Maricica Puica sobre la Decker, corredora inflada. Le jodió a Budd la prueba y encima le echó la culpa. Me dio gusto cuando la suspendieron por dopaje.
2. Allyson Felix. Gran corredora, pero siempre tiene cara de estar oliendo caca.
3. Yelena Isinbayeva. Tremenda atleta, demasiado consciente de su belleza, y ha sido, gustosa, un peón político de Putin.
4. Ana Fidelia Quirot. Admirable como atleta, superando una tragedia (causada por ella misma). Odiosa como competidora, de lo más engreído que hay.
5. Tonique Williams. Le ganó el oro olímpico a Ana Guevara. Nomás por eso.




Pasemos ahora a deportes de apreciación.

Clavados

Siempre me han gustado, aunque lo que he aprendido ha sido en la tele, donde pasamos de las pedestres reseñas de Sonny Alarcón (“no salpicó mucha agua”) a las explicaciones con más clase de Luis Niño de Rivera y a los especialistas actuales, con los que sentimos que aprendimos tanto que podemos ser jueces. Hay alguien que está en filias y fobias al mismo tiempo.

Filias

Masculino
1. El Pollo y El Duva. No puedo dejar de ponerlos juntos, porque Iván García y Germán Sánchez revolucionaron los clavados sincronizados. Su audacia les dio frutos. Menos de los que merecían, pienso yo.
2. Rommel Pacheco. Personalmente, me parece el clavadista más simpático y alivianado que he visto.
3. Dimitri Sautin. Casi tan simpático como Rommel, pero en ruso.
4. José Guerra. El cubano era un clavadista enormísimo… que luego fallaba clamorosamente unos clavados fáciles.

Femenino
1. Paola Espinosa (hasta 2016). Me encantaron su gracia y su tenacidad. Después su tenacidad se convirtió en necedad. 
2. Laura Sánchez. La suya es una gran historia personal. Siempre sentí que no la trataban como la gran deportista que era.
3. Pandelela Rinong Pamg. Me gusta el nombre, me gusta la tenacidad. Y que Malasia haya logrado tener una gran clavadista.
4. Jennifer Abel. De ella me encanta su fuerza. Es la demostración de que los clavadistas son atletas.

Fobias.

Masculino
1. David Boudia. Me cae mal por múltiples razones. Una, que sólo brilla en las competencias fuertes. Dos, porque trae todo ese rollo cristiano empalagoso. Tres, porque el rollo cristiano le ha impedido salir del clóset.
2. Qiu Bo. Otro rival de los mexicanos. Percibo que los jueces lo ayudan.
3. Tom Daley. Nunca me ha gustado el boato que hacen los ingleses con él. Aunque es buenísimo, es el único clavadista superstar. 
4. Patrick Hausding. Entra en la lista por consistente. Porque sé que nunca hace grandes clavados. Por eso quiero que dé el ranazo y rara vez lo da.

Femenino
1. Chen Ruolin. No es posible que esta china jamás de los jamases falle mínimamente un clavado. Y que ni siquiera esboce una sonrisa en sus competencias.
2. Tania Cagnotto. Otro caso de la obsesión del padre. Siento que la pobre Tania se pasó la vida tratando de quedar bien con su papá. De emularlo, cuando en la época de Cagnotto padre no competían los chinos. Siento que no gozaba su deporte. Por eso también, sádicamente de mi parte, me gusta cuando pierde.
3. Marijose Alcalá. De ella me cayó mal su conformismo. Después del bronce mundial se dedicó a justificar resultados: “estoy feliz porque soy la novena mejor clavadista del mundo… porque estoy entre las primeras 20… porque estoy entre las primeras 36”... No lo ha hecho mal en el COM.
4. Paola Espinosa (desde 2017). Sus deseos de trascendencia llegaron al exceso de que pasó por encima de otras clavadistas, mediante grillas. Y no quiso aceptar que había bajado de nivel.


Patinaje artistico

Prueba reina de los olímpicos de invierno. La seguía más en los años 80 y 90 que en la actualidad. 

Filias.

¡Los saltos mortales de la Bonaly! 
1. Surya Bonaly. La francesa era simplemente espectacular. Hacía lo que nadie se atrevía (y ahora varias de sus acrobacias están prohibidas, por peligrosas). Los jueces se ensañaban con ella.
2. Katarina Witt. Tenía una clase y una elegancia naturales que enamoraban. Entiendo la fascinación de Alberto Tomba con ella.
3. Viktor Petrenko. El ucraniano es el mejor ejemplo de las bondades de la escuela soviética de patinaje artístico. Como, además, no exageraba en la estética, me caía muy bien.
4. Phillipe Candeloro. El primer gran rebelde del patinaje artístico.
5. José Fernández. La versión moderna de Candeloro, atrevido. Y con más técnica que el suizo.

Fobias

1. Nancy Kerrigan. Un invento total de la mercadotecnia gringa. Le regalaron la medalla de plata para que la telenovela-vodevil con Tonya Harding, con la madre ciega y toda la parafernalia les funcionara.
2. Brian Boitano. El patinador canadiense Brian Orser era un hígado. Pues bien, Brian Boitano  era tan insoportable que, en la “Batalla de los Brian”, yo le iba a Orser.
3. Tara Lipinsky. Otra gringuita inflada.
4. Scott Hamilton. La versión antigua de Boitano.
5. Michelle Kwan. Patinaba con el mismo estilo soso de Kerrigan, pero sin el melodrama añadido.



Gimnasia

Me gustaba mucho de joven, al grado de ir a ver los entrenamientos de la selección mexicana; ahora siento que le entiendo menos. Mis filias y fobias están todas en la gimnasia femenina.

Karin Janz, 1968
Filias

1. Karin Janz. Dirán que Vera Caslavskà fue la Novia de México en las olimpiadas del 68, pero yo, entonces puberto, me enamoré de Karin Janz, que era como de mi edad. En mis sueños, yo calificaba a las olimpiadas de Munich y me la ligaba en la Villa Olímpica (¡Qué iba yo a saber en aquel entonces de la existencia de la Stasi!)
2. Nelly Kim. Me gustaba la alegría en las ejecuciones de la rival de la seria Nadia Comaneci.  
3. Ali Reisman. Es, creo, la gimnasta más elegante que he visto en la nueva generación.



Fobias

1. Mary Lou Retton. La ñiña mimada de aquella borrachera de nacionalismo gringo que fueron los Juegos Olímpicos de 1984.
2. McKayla Maroney. Es el ejemplo más visible de los excesos competitivos en EU. La niña que le hizo el feo a una plata olímpica. Me encantaron los memes que se burlaban de ella.
3. Svetlana Khorkina. Es la versión rusa de McKayla, avant la lettre.


Otro deporte colectivo muy popular: 

Basquetbol

Sólo he seguido la NBA en los tiempos de Jordan. A nivel selecciones, en cambio, lo he hecho bastante, con excepción de los años negros del baloncesto mexicano (los 80s, la segunda mitad de los 90 y primeros años del siglo XXI). Admito que soy villamelón y apenas entiendo un poco de táctica.

Filias 
1. Michael Jordan. Su carisma y su calidad me hicieron ver algo de NBA por unos años.
2. Gustavo Ayón, el resucitador en la duela del basquetbol mexicano.
3. Manuel Raga, el embajador del deporte mexicano en Europa en los años 70. “¿Mexicano? ¡Ah, como Manuel Raga!”.

Fobias.
1. Dennis Rodman. Un payaso metido al básquet. Los Pistons eran maloooosos, lo cual está bien, pero este tipo era otro nivel, y en Chicago desentonaba, a mi gusto. Su affaire con Norcorea lo hace más vomitivo.
2. Charles Barkley. Tipo sucio, capaz de dar foules arteros a jugadores amateurs. Lo hizo en Barcelona ’92.
3. Arturo Guerrero. El Mano Santa era buen jugador, pero también el típico mal compañero, poco solidario con el equipo. De comentarista se la pasa diciendo que era mejor que Raga, lo que nunca será cierto.


Otros deportes 

Taekwondo

Filia
María del Rosario Espinoza. Fan de toda la vida. Una gloria del deporte mexicano.

Fobia
Steven Lopez. No se puede presumir de ser el mejor taekwondoin del mundo cuando conmocionas a propósito a un rival sin experiencia. El personaje parece sacado del equipo de los Cobra Kai en Karate Kid.

Natación

Filia
Michael Gross. Dos cosas me encantan del Albatros. Que haya sido la única lucecita extranjera en la natación de Los Ángeles 1984 y que haya contribuido para taparle la boca a Matt Biondi.

Fobia
Matt Biondi. Me cayó mal por bocón, cuando dijo que iba a romper el récord de Spitz. Por fortuna no pudo.


Pesas

Woolfolk, queriendo sonreir
Puras filias.
Leonid Zhavotinsky. El pesista soviético conquistó corazones en México 68 con su sonrisa y su apetito por las sandías.
Naim Suleymanouglu. Impresionante, la diferencia entre el pequeño halterista y el peso que levantaba.
Natalie Woolfolk. Esta pesista estadunidense me encantó porque parte de su técnica era sonreir mientras hacía el levantamiento. Fui a una sesión de los Panamericanos de 2011 esencialmente para verla a ella… y no compitió.


Patinaje pista corta

Fobia.
Apolo Ohno. Su mamonería era asombrosa. Años después me enteré que lo hacía a propósito, para atraer gente a su deporte. Le salió bien.


Volibol


Filia
Julio Velasco, de joven
Julio Velasco. El extraño caso de un deporte en el que mi única filia real es con un entrenador. Conocí a este argentino de origen peruano cuando entrenaba al Panini Modena (y su hija era compañera de mi hijo en preescolar). Un buen tipo, solidario. A partir de ahí seguí toda su carrera, con distintos equipos y selecciones, que fue exitosísima (dos veces campeón mundial, plata olímpica, tres veces campeón europeo, cinco veces ganador de la Liga Mundial).

Para que vean qué clase de personaje, en este vínculo hay una entrevista de 2017.

jueves, mayo 09, 2019

Filias y fobias deportivas (IV. Boxeo y Tenis)

Toca el turno de las filias y las fobias a dos deportes individuales muy populares.

Boxeo

Cuando yo era pequeño, la televisión pasaba todos los miércoles y los sábados la función de box capitalina. Yo consumía la de los sábados religiosamente, con las narraciones de Toño Andere. Luego vinieron los tiempos del pago por evento (que seguí poco) y, más tarde, el regreso del boxeo a la pantalla general.
He visto bastante box por TV, pero nunca he asistido a una pelea profesional, sólo a sesiones olímpicas. La experta de la casa es Taide, mi esposa, siempre atenta a las guardias y al movimiento de piernas. Con ella he aprendido y me he divertido.

Filias

1. Mantequilla Nápoles. Uno de los más grandes ídolos deportivos de mi infancia. Lo seguí desde su debut en México, me desesperé porque, a sabiendas de que era el mejor del mundo, no le daban la oportunidad de disputar el título y gocé a pleno sus victorias. Mantequilla tenía una técnica depurada y también el punch del noqueador.
2. Mohammed Alí. De niño admiraba a Cassius Clay por bocón y porque terminaba rápido sus peleas. Luego me di cuenta de su rapidez excepcional y su fiereza. De adolescente, me gustó su posición contra la guerra de Vietnam. Siempre fue un grande.
3. Julio César Chávez. Junto con Hugo Sánchez y Fernando Valenzuela, a través del deporte, JC le dio alegrías a México en tiempos difíciles. Era un gusto verlo pelear y ganar.
4. Sugar Ray Leonard. Un boxeador fino, veloz, disciplinado. Sus peleas contra Roberto Manos de Piedra Durán fueron épicas… y al final se demostró quién era quién.
5. Juan Manuel Márquez. Similares características que Leonard, con un extraordinario juego de piernas. Además Márquez ha sido siempre un hombre discreto, ajeno a los excesos y las faramallas. El nocaut a Pacquiao está en la retina de millones.
6. Finito López. Hay a quienes no les gusta el Finito, y es sabido que peleaba en una división muy menor. La cantidad de defensas, el uso extraordinario de la mano izquierda y que siempre saliera limpio de los combates me hicieron admirarlo.
7. Marvin Hagler. Para mí, el más grande fajador que he visto. Disfruté cómo le dio la vuelta a una pelea que tenía perdida con Manos de Piedra y también la felpa que se puso con Tommy Hearns. Su pelea con Leonard es de las mejores que he visto. También cuenta en mi filia, que sea casi exactamente de mi edad.
8. Lupe Pintor. En sus tiempos, la prensa decía abiertamente que El Grillo de Cuajimalpa no tenía carisma. Tal vez por eso me caía bien. Recuerdo mi impresión cuando noqueó (y mató) a Owen. Era un tremendo boxeador.
9. Ultiminio Ramos. El lado B de Mantequilla. Noqueador puro. Confieso que no me gustó que lo destronara Saldívar.  
10. Mundo Esparza. Este oscuro peleador chihuahuense de mi infancia tenía la característica de no hacer rounds de estudio, sino llegar directo a los golpes. Eso me encantaba. Cuando lo imité, para sorprender al rival en un torneo de box de la prepa, nos pusimos una tranquiza estúpida, los dos sin guardia. Ahora entiendo por qué no llegó lejos.


Fobias.
  
1, Macho Camacho. Era bueno en el ring, pero es para mí el ejemplo máximo de lo que no debe ser un boxeador: exageradamente fantoche, sucio, ajeno a cualquier cosa que parezca fair-play, metido siempre en escándalos y drogas. Me encantó ver la madriza que le puso Julio César Chávez y sentí mucho que le hubiera ganado a un Leonard ya cuarentón.
2. Carlos Monzón. Me cayó mal porque le ganó a Mantequilla Nápoles, en una pelea sospechosa pero tremebunda, en la que ambos quedaron desfigurados. Fantoche del pobrismo, abusaba del alcohol. No me sorprendió cuando me enteré que mató a su esposa, tirándola del balcón tras darle una golpiza. Mal bicho.  
3. Manos de Piedra Durán. Tercer fantoche en la lista. Su verdadera calaña quedó en evidencia cuando le dio la espalda a Leonard en la pelea de revancha.
4. Floyd Mayweather. Su sobrenombre lo dice todo: “Money”. Tiene gran técnica, pero abusa de ella, de enconcharse y de correlón.
5. Mike Tyson. Tipo desagradable. Salía a matar. Pienso que la gente que muerde orejas está muy mal de la cabeza.
6. Julio César Chávez Jr. O la obsesión del padre. Tal vez tenía algo de talento, pero nunca tuvo ganas de triunfar. Un golfo. Un matalote inflado.
7. Octavio Famoso Gómez. Era la versión vulgar del Púas Olivares. En otras palabras, está bien ser puerquitos, pero no tan trompudos.
8. Chartchai Chionoi, boxeador tailandés. Siempre sentí que le regalaban las peleas contra mexicanos.
9. Toluco López. Tal vez porque cuando empecé a ver box, el Toluco ya estaba en decadencia. Era popular, pero nunca le encontré el chiste a un tipo al que el alcohol lo deshizo.
10. Sal Sánchez. Sé que era muy buen boxeador, pero nunca me apasionó. Está en la lista por sus fans póstumos. Después de su prematura muerte, resultó para ellos que era extraordinario.


Tenis

Mi afición al tenis ha sido por fases. De niño estaba atento a la Copa Davis (tanto que llegaba a escuchar narraciones por radio de partidos lejanos y a deshoras). Lo seguí un poco más de lejos en los setenta y principios de los ochenta, para luego volver, con cierta pasión, en la última década del Siglo XX. En los últimos años lo he seguido poco. Creo que eso se nota en mis filias y fobias.


Masculino - Filias 

1. Rafael Osuna. Estrella fulgurante durante mi infancia. En particular, aquella Copa Davis en la que México, de su mano, llegó a la final con Australia, está en mi recuerdo. Lo seguía con pasión y me dolió su trágica muerte.
2. André Agassi. Me gustaban su estilo desenfadado, sus cambios de look y su buen humor.
3. Bjorn Borg. Era una máquina desde el fondo de la cancha. Con él aprendimos muchos lo que es un passing shot. Derrotaba a némesis como Rod Laver, Jimmy Connors e Ilie Nastase, y a los jugadores basados en el puro saque potente, que no me gustan.
4. Juan Martín Del Potro. Del Gigante de Tandil me gustan su garra y su tenacidad. Ha tenido mala suerte por partida doble: le tocó jugar en una época de enormes estrellas del tenis y lo han azotado las lesiones. Ese kilométrico juego olímpico contra Federer lo debió ganar, digo yo.
5. Arthur Ashe. Creo que es el último gran caballero de las canchas de tenis.

Masculino. Fobias

1, Jimmy Connors. Ganaba demasiado, era todo all-American y era rival de Bjorn Borg. Sus fans eran odiosos, con amenazas a quien lo derrotara (como Borg).
2. Pete Sampras. Además de que me parecía muy aburrido su estilo de juego, era el coco de Agassi.
3. John McEnroe. Un tipo desagradable para mí, no sólo por su rivalidad con Borg, sobre todo por su famoso mal humor, su maltrato a los jueces y por ser muy mal perdedor.
4. Ivan Lendl. Daba una güeva enorme verlo jugar.
5. Ilie Nastase. Otro berrinchudo y grosero.


Femenino. Filias.

1. Mary Joe Fernández. Me gustaban sus trenzas y su estilo de juego. Era la que me caía mejor en la época de oro del tenis femenino.
2. Gabi Sabatini. Además de guapa, era muy buena, sobre todo cuando su estilo se hizo más agresivo.
3. Pam Shriver. Altota, de estilo clásico, a pesar de ser muy buena tenía una suerte de humildad que no se les da a las tenistas estadunidenses. Por eso la filia.
4. Arantxa Sánchez. Me encantaba lo aguerrida que era.
5. Amelie Mauresmo. Me cayó bien desde el principio. Por machorra y porque no lo escondía.


Femenino. Fobias.

1, Serena Williams. Además de que ha sido demasiado dominante, es alegosa y muy mala perdedora.
2. Mary Pierce. Me pareció siempre una niña mimada.
3. Lindsay Davenport. Era “la mala” en los tiempos de Mary Joe, Sabatini y Arantxa. De mala onda, mi mujer y yo  le decíamos “la gorda Davenport”.
4. Angélica Gavaldón. Jugaba con cien gramos de maquillaje a pasar la bolita por encima de la red. La “representante de México” era malísima.
5. Steffi Graf. Es la mejor jugadora de tenis que he visto. Por lo mismo, deseaba que perdiera porque sabía que era improbable. Sus fans eran odiosos… y eso sin contar al que acuchilló a Monica Seles. Pero en lo personal, me cae bien desde que dijo que le encantaba correr su auto a 250 kilómetros por hora en plena autobahn.