viernes, enero 12, 2018

Glorias olímpicas invernales: Katarina Witt




Fue “la cara más bella del socialismo”. Años después sería injustamente señalada por colaborar con la Stasi, la omnipresente policía secreta de la República Democrática Alemana. En realidad, ella era la espiada. Siempre quedará en nuestra memoria como una de las patinadoras más exquisitas que jamás haya pisado una pista. Carmen sobre hielo.

Katarina Witt  mostró aptitudes atléticas desde pequeña, por eso fue a una de las escuelas especiales que se desarrollaron en la RDA con el propósito de fabricar campeones. Su vida se convirtió en entrenamiento constante y disciplinado.

Ese entrenamiento dio frutos muy pronto. Katarina era subcampeona mundial en 1982, a los 17 años. En los Juegos Olímpicos de Sarajevo 1984 ganó la medalla de oro. Ese mismo año fue también campeona mundial, título que obtendría tres veces antes de presentarse en los Olímpicos de Calgary 1988. Allí se dio la “Batalla de las Cármenes”, porque tanto Witt como su rival, la estadunidense Debi Thomas, decidieron hacer su programa largo con la música de la ópera Carmen, de Bizet. Witt no sólo fue más elegante que su rival, que dependía más de su atleticismo y falló varios saltos complicados, sino que tuvo una presentación memorable. Con ella, se convirtió en la segunda patinadora de figura, después de Sonja Heine, en repetir como campeona olímpica.

Tras su cuarto título mundial, Witt pasó al profesionalismo, hizo espectáculos sobre hielo y también cine y televisión (incluso, ganó un Emmy). Tras la reunificación alemana, fue convencida de representar a su país en los Juegos Olímpicos de Lillehammer 1994. Ahí presentó “¿Adónde han ido todas las flores?”, que fue la más artística de las presentaciones en ese evento, pero no la más perfecta en lo técnico, por lo que quedó fuera de las medallas.

Con la reunificación, se acusó a Witt de haber colaborado con el gobierno comunista caído. Ella era una figura pública, “la cara más bella del socialismo”, nunca se había quejado, y el ambiente de sospecha de la época la señalaba.

Katarina tuvo que probar que no había sido una espía. Lo que encontró en los archivos de la Stasi es que había sido vigilada desde que tenía 8 años, que alejaron a su primer noviecito, mandándolo lejos a hacer el servicio militar y no dándole permisos de salida, para que Katarina se concentrara en sus entrenamientos y rutinas, que reportaban conversaciones, tiempos de traslado, todo. Que no tenía vida privada.

Lo curioso es que la patinadora estaba tan ensimismada en su deporte, que no tenía cuestionamiento alguno del sistema totalitario en el que le tocó vivir. Aún así, el régimen no confiaba en ella, y la espiaba constantemente.

La bella Katarina, que hizo también época con los atrevidos atuendos con los que competía, se ha dedicado posteriormente a la televisión y el cine. En 1998 posó desnuda para Playboy y, vale la pena decirlo, ese número fue el segundo que se agotó completamente (el primero fue con Marilyn Monroe). 

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