viernes, enero 26, 2018

Biopics: 1988, campañas con proyectos

En la campaña presidencial de 1988 ocurrió algo que se ha perdido. Hubo un real debate de ideas y proyectos de los candidatos, y eran claras las diferencias.

Manuel Clouthier fue el primer candidato panista de abierta ideología pro-empresarial y en contra del “estatismo”, a partir de que la gente debería hacer “lo que se le pegue la gana”. Abandonaba parcialmente el discurso educativo y moralizante del PAN histórico, y se concentraba en asuntos como el desmantelamiento del Estado y de la burocracia. Con el tiempo, y por su muerte prematura, Maquío suele ser presentado como un adalid de la democracia. Era un adalid de las libertades individuales y del libre mercado, y lo expresó perfectamente en la campaña.

Cuauhtémoc Cárdenas estaba claramente en el otro polo, y su discurso, más que de recuperación del papel histórico del Estado mexicano, se centraba en tres temas: la soberanía nacional en todos los ámbitos, empezando por no seguir los dictados del FMI y de los acreedores internacionales (recordemos que la deuda externa colgaba como espada de Damocles en toda decisión pública), la recuperación de los salarios reales de los trabajadores y la implantación de una democracia verdadera en México. Sin ir muy a fondo, apoyado –como dijera Muñoz Ledo- en el hecho de que su nombre y su apellido encarnaban su proyecto, Cuauhtémoc hizo una campaña con largos recorridos a lo largo y ancho del país.

Carlos Salinas de Gortari hizo una campaña cerebral. Iba desglosando tema por tema de una agenda muy ambiciosa. Un día hablaba del problema del agua; otro, de la infraestructura y así. Un espectador atento podía ver cómo iba tejiendo el hilo de un programa de gobierno que, simultáneamente, continuaba y corregía lo hecho por Miguel de la Madrid.

Aunque yo simpatizaba claramente con Cárdenas, me sorprendió lo estructurado del proyecto de Salinas. Algunas cosas, como su intención de profundizar las privatizaciones, me preocuparon, pero muchas otras me infundieron cierta tranquilidad: en su gobierno no habría una repetición de los grandes fallos sociales que tuvo De la Madrid.

Escribí en La Jornada dos artículos sobre el proyecto económico que presentaba Salinas de Gortari en su campaña. Se titularon “Salinas: La prioridad inflacionaria (y algo más)”, del 24 de mayo de 1988, y “Salinas: Estado y mercado (y algo más)", del 31 de mayo.

Transcribo el primer texto desde su segundo párrafo:
 “La primera prioridad explícita (el “primer compromiso”) es la erradicación de la inflación, a sabiendas de que ésta distorsiona expectativa, concentra el ingreso y favorece la especulación de todo tipo. Sólo con una inflación considerablemente menor a la actual, México puede pensar en crecer sobre bases sólidas, revertir la caída de los salarios reales y recuperar la dinámica en la creación de empleos.
“Una inflación baja es requisito previo para el crecimiento y para la distribución del ingreso cuando un país no aprende a indizarse, Y ese ha sido el caso de México en los últimos años. La indización funciona cuando las empresas, el gobierno y los trabajadores organizados consideran como satisfactoria la proporcio que les toca del ingreso nacional: funciona creando consenso alrededor de la idea de crecimiento económico como sucedáneo de la distribución del ingreso. Cuando, como en el caso de México, el Estado se encuentra en una crisis fiscal-presupuestal, hay un fuerte drenaje de recursos hacia el exterior por la vía del servicio de la deuda y los empresarios quieren aumentar sus márgenes de ganancia, una indización neutra tiene enormes dificultades para enraizarse. El soñado equilibrio de los precios relativos no se logra, al menos en este país, por la vía de aumentos generalizados en los precios absolutos, ya que una inflación tan alta no juega el papel de aceite del crecimiento, sino el de corrosivo social.
“Todo parece indicar que la apuesta antinflacionaria de Salinas de Gortari pasa por una reedición (corregida, tal vez) de los métodos utilizados en el Pacto de Solidaridad Económica. Esto implica, en términos de crecimiento del producto y de inversión, un inicio lento, un ritmo “modrado para que pueda sustentarse”. Esta moderación también tocaría a la recuperación gradual del salario real: sería lenta, al principio, a pesar de que su caída llegó a ser vertiginosa en el actual sexenio.
“La meta explícita del abatimiento inflacionario es la de llegar a un nivel semejante al de países desarrollados: 5 por ciento anual. No es imposible llegar ahí; es incluso altmente deseable. Pero también hay que tomar en cuenta que, más allá de las inercias, existen muchísimos cuellos de botella y no pocos roces sociales (todavía no se decreta una tregua duradera en la disputa por la distribución funcional del ingreso) que pueden retrasar la obtención del objetivo. Surge, entonces, el peligro de una estrategia antinflacionario “hasta el final”, al estilo de la que se ha practicado en Chile en los años ochenta.
“De ahí que cobre singular importancia que Salinas e Gortari haya subrayado la necesidad de no confundir los instrumentos de política económica con los fines de la nación, que son los que establece la Constitución de 1917, y el que también haya señalado que una base sólida es un medio, no el fin para el desarrollo nacional.
“En la medida en que la fortaleza de la nación y el bienestar de los mexicanos de carne y hueso se ponga en primer lugar, podremos pensar en un Estado capaz de concitar acuerdos sociales en la acción económica sin debilidar su papel constitucional e histórico.
“Si en muchos puntos del discurso de Salinas de Gortari pueden observarse líneas de continuidad con la política que siguió la actual administración a lo largo de su mandato, esta distinción entre medios y finalidades constituye, al menos en el proyecto, una alentadora diferencia (al tiempo que hace más complejo el reto para el futuro próximo).

En el segundo texto, concluía: “Todo proyecto tiene algo de utopía. Y la realidad de México es tan complicada que incluso la utopía de centro que propone Salinas de Gortari requiere de una política de reformas radicales para salir adelante”.


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