Una de las imágenes que más circuló en los días anteriores y durante los Juegos Olímpicos de Barcelona fue la de una pequeña clavadista china que volaba desde la plataforma de la piscina de Montjuic, con la ciudad condal en el fondo. Era Fu Migxia, una niña que aún no cumplía los 14 años y que había podido colarse a los juegos, a pesar de su edad, por un detalle técnico-legal. Esa niña haría historia en la disciplina de los clavados.
Y la historia personal de Fu Mingxia es también
espejo de la transición entre la China todavía fuertemente maoísta de su
infancia y la de hoy.
Fue de las primeras competidoras en especializarse en clavados de alta dificultad y eso ayudó mucho a su carrera. A los 12 años ya era campeona mundial. Su primera competencia olímpica fue precisamente en Barcelona 92, donde obtuvo el oro en la plataforma. Entre juegos olímpicos obtuvo un oro y una plata mundiales. En Atlanta 96 logró el doblete y se subió a lo más alto del podio tanto en plataforma, como en trampolín.
Pero Mingxia estaba cansada de tanto entrenar y se rebeló. No sería más la máquina deportiva del sistema. La niña prodigio de los clavados quería estudiar, dejó el deporte y se enroló en la universidad para estudiar economía. Dos años después, decidió volver a tirarse, pero sólo del trampolín y con un ritmo de entrenamiento menos pesado. Fue suficiente para volver a coronarse campeona olímpica en Sydney 2000 y para obtener plata en el trampolín sincronizado (disciplina que hacía su debut). Con esa victoria, consiguió el doble-doble, como Louganis.
Años después, casó con un empresario, ex secretario de finanzas de Hong Kong. Allí vive, en la parte más moderna y capitalista de China.
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