A lo
mejor yo había dejado de ser marxista, pero la verdad es que en sus primeros
años mi hijo Rayo fue formado en una suerte de “socialismo científico”. Además
de sus cuentos de Yok-Yok y el infantable Disney, tenía los chinos del Rey Mono
y otros soviéticos que entraban en el cánon del realismo socialista, como el
del niño Antón que pregunta quién es más fuerte, si el elefante o la ballena y
resulta que es el humano, que hace grúas capaces de levantar elefantes y buques
que cargan muchas toneladas a través del mar. Encima de eso, escuchaba
canciones infantiles cubanas e iba a los festivales de “Puño” (es decir, del
Partido).
Por eso
no es de extrañar que una vez, estando con sus abuelos maternos, dijera –con toda
naturalidad científica-: “Yo soy nuevo en el mundo; mis papás, pues ya llegaron
y ustedes ya van de salida”.
Iban en
el auto, allá en Sonora, estaba nublado, y el Rayo les dice a sus abuelos
maternos:
-Mi
prima Tristinita es muy tonta.
-¿Por
qué?
-Porque
cree que llueve porque Dios está llorando.
-¿Entonces
por qué llueve?
-Pues
porque las nubes tienen agua y no aguantan más.
Un poco
más tarde:
-Tristinita es muy tonta, cree que las
montañas las hizo Dios.
-¿Entonces
quién las hizo?
-Pues
los trabajadores –dijo con acento de que era una respuesta obvia.
Unos meses
después, a fines del 85, llevó a mi cuarto cuatro cajas de cartón. Las dos más
chicas estaban sobre las más grandes y tenían pintados unos ojos y una boca.
-¿Qué
son, Rayo? –le pregunto.
-Unos
robots que acabo de construyir.
Noté
que en el costado tenían unas letras. Leí “PiP” y “PaP”.
-¿Y se
llaman Pip y Pap?
-No,
papá, no son niños, son robots. Se llaman Pe-1-Pe y Pe-4-Pe.
Esos
robots serían inspiración para un par de columnas mías en La Jornada, que
tuvieron mucho éxito: “Los sueños del tecnócrata”.
Que el
Rayo fuera un pequeño científico socialista no impidió que tuviera su amigo
imaginario. Se llamaba Raka Bok, era soldado, era futbolista y era
chingonométrico.
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