Durante más de tres décadas Mark Spitz fue el tritón por
excelencia, el epítome del nadador, el atleta que más oros ganó en unos Juegos
Olímpicos en el Siglo XX, un ícono. También fue un deportista que se pudo
sobreponer a lo que él llamaba fracasos –porque se ponía la vara muy alta- y a
su propia soberbia.
Decían sus padres que desde los dos años, el pequeño Mark
nadaba como pez en el agua. Un Natural con mayúsculas. Sus primeros triunfos
los obtuvo a los 15 años, barriendo en las Macabiadas, y a los 17 ya poseía
diez récords mundiales.
Rebosante de confianza, Spitz llegó a los juegos de México
68 y predijo que ganaría 6 medallas de oro. Habrá sido la altura o –más
probablemente- la inmadurez, pero en la capital mexicana Spitz tuvo lo que
calificó como “la peor competencia de mi vida”. En sus estándares, eso se
traducía en sólo 2 medallas de oro, ambas en los relevos, plata en los 100
metros mariposa y bronce en los 100 metros libres. Por la boca había muerto el
pez, pero volvería a flote.
Spitz se preparó concienzudamente para los juegos de Munich
72, y volvió a afirmar que ganaría 6 oros. De nuevo se equivocó: obtuvo 7
preseas doradas. No sólo eso: estableció récord mundial en cada una de las 7
finales que disputó. Sus medallas fueron en 100 y 200 metros libres, 100 y 200
mariposa y los relevos 4 x 100 libres, 4 x 200 libres y 4 x 100 combinado.
Al final, su éxito fue tan formidable que para el siguiente
ciclo olímpico, todos los nadadores soviéticos usaban mostacho, en la creencia
de que el bigote de Spitz le había sido de utilidad para las competencias (y
no: era un capricho).
El primero de los oros de Munich, el de los 200 libres, fue
resultado de una feroz competencia entre Mark Spitz y su compañero de equipo,
Steve Genter. A éste se le había colapsado un pulmón poco antes de los juegos, se
le drenó el fluido y regresó a la competencia. En la última vuelta, Genter iba delante
de Spitz, pero se rompieron los puntos de sutura y empezó a sacar sangre. Fue
entonces que Spitz lo rebasó. Genter no tomó la plata con gusto: comentó que
antes de la carrera Spitz le había sugerido que se retirara, que se podía
lastimar si competía. “No le creo nada a este tipo. Nada me hubiera gustado más
que derrotarlo, pero simplemente no pude”. La relación de Spitz con Jerry
Heidenrich, su compañero-rival en los 100 libres era igual de mala, si no es
que peor.
Cuando todo parecía ser luz para Spitz, pocas horas después
de haber recibido su séptima medalla de oro, un comando terrorista penetró la
villa olímpica de Munich, con las conocidas y trágicas consecuencias. Al día
siguiente de la matanza, Spitz –judío- hizo una breve declaración y, de
inmediato, tomó un avión rumbo a Londres. No volvería a competir. Varios
grandes nadadores de EU intentaron, con bombo y platillo pero sin éxito,
repetir su hazaña. Tuvieron que pasar 36 años para que uno de ellos, Michael
Phelps, la superara.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario