viernes, julio 13, 2012

Glorias olímpicas: Mark Spitz



Durante más de tres décadas Mark Spitz fue el tritón por excelencia, el epítome del nadador, el atleta que más oros ganó en unos Juegos Olímpicos en el Siglo XX, un ícono. También fue un deportista que se pudo sobreponer a lo que él llamaba fracasos –porque se ponía la vara muy alta- y a su propia soberbia.

Decían sus padres que desde los dos años, el pequeño Mark nadaba como pez en el agua. Un Natural con mayúsculas. Sus primeros triunfos los obtuvo a los 15 años, barriendo en las Macabiadas, y a los 17 ya poseía diez récords mundiales.

Rebosante de confianza, Spitz llegó a los juegos de México 68 y predijo que ganaría 6 medallas de oro. Habrá sido la altura o –más probablemente- la inmadurez, pero en la capital mexicana Spitz tuvo lo que calificó como “la peor competencia de mi vida”. En sus estándares, eso se traducía en sólo 2 medallas de oro, ambas en los relevos, plata en los 100 metros mariposa y bronce en los 100 metros libres. Por la boca había muerto el pez, pero volvería a flote.

Spitz se preparó concienzudamente para los juegos de Munich 72, y volvió a afirmar que ganaría 6 oros. De nuevo se equivocó: obtuvo 7 preseas doradas. No sólo eso: estableció récord mundial en cada una de las 7 finales que disputó. Sus medallas fueron en 100 y 200 metros libres, 100 y 200 mariposa y los relevos 4 x 100 libres, 4 x 200 libres y 4 x 100 combinado.

Al final, su éxito fue tan formidable que para el siguiente ciclo olímpico, todos los nadadores soviéticos usaban mostacho, en la creencia de que el bigote de Spitz le había sido de utilidad para las competencias (y no: era un capricho).

El primero de los oros de Munich, el de los 200 libres, fue resultado de una feroz competencia entre Mark Spitz y su compañero de equipo, Steve Genter. A éste se le había colapsado un pulmón poco antes de los juegos, se le drenó el fluido y regresó a la competencia. En la última vuelta, Genter iba delante de Spitz, pero se rompieron los puntos de sutura y empezó a sacar sangre. Fue entonces que Spitz lo rebasó. Genter no tomó la plata con gusto: comentó que antes de la carrera Spitz le había sugerido que se retirara, que se podía lastimar si competía. “No le creo nada a este tipo. Nada me hubiera gustado más que derrotarlo, pero simplemente no pude”. La relación de Spitz con Jerry Heidenrich, su compañero-rival en los 100 libres era igual de mala, si no es que peor.

Cuando todo parecía ser luz para Spitz, pocas horas después de haber recibido su séptima medalla de oro, un comando terrorista penetró la villa olímpica de Munich, con las conocidas y trágicas consecuencias. Al día siguiente de la matanza, Spitz –judío- hizo una breve declaración y, de inmediato, tomó un avión rumbo a Londres. No volvería a competir. Varios grandes nadadores de EU intentaron, con bombo y platillo pero sin éxito, repetir su hazaña. Tuvieron que pasar 36 años para que uno de ellos, Michael Phelps, la superara.

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