Antes
de iniciar las campañas electorales, en las cúpulas del PRI era lugar común
decir que para ganar la Presidencia de la República era necesario recuperar el
Distrito Federal. Luego acotaban que “recuperar el DF” no significaba
necesariamente ganarlo, sino volver competitivo al tricolor en la capital,
luego de cinco elecciones consecutivas en las que sufrió derrotas clamorosas.
Pues
bien, si las diferentes encuestas públicas han medido correctamente el sentir
del electorado, y si no pasa nada espectacular en los próximos días, el PRI
ganará con relativa facilidad la Presidencia y seguirá siendo tan irrelevante
en el DF como en los comicios anteriores. Es una paradoja que vale la pena
analizar.
Las
encuestas nacionales presentan una ventaja de entre 12 y 18 puntos porcentuales
para Enrique Peña Nieto, y prevén que el PRI salga con ganancias en las
elecciones para gobernadores que se realizarán de manera simultánea a las
federales. Mientras tanto, en el Distrito Federal, el candidato del Movimiento
Progresista, Miguel Mancera, lleva una delantera formidable, de 50 puntos
porcentuales, sobre la abanderada del PRI, Beatriz Paredes.
No
sólo eso. En las mediciones de intención de voto presidencial en el DF, Andrés
Manuel López Obrador tiene una ventaja de cuando menos 30 puntos sobre Enrique
Peña Nieto, que disminuye, pero es todavía de dos dígitos, si contamos el área
metropolitana de la ciudad de México.
Aún
hay más. Casi toda la caída de intenciones de voto por Peña Nieto durante la
campaña y casi todo el aumento por López Obrador se concentran en el centro del
país y, particularmente, en el Distrito Federal. No se han estudiado todavía
las causas: si, contrario a lo que sucede normalmente, el candidato local
–Mancera- jaló votos para el federal –AMLO- , o si se trata del efecto, no
comprobado todavía, del movimiento #YoSoy132, que quedó circunscrito a la
capital y alrededores.
El
caso es que, de confirmarse las tendencias, habría un desfase muy notable entre
la ciudad de México y el resto del país. Una isla perredista en medio de un mar
tricolor con pequeños puntos azules y amarillos. Con el agregado de que la isla-Tenochtitlan
se hizo todavía más perredista que en años anteriores.
Me
parece que desde ahora habría que empezar a buscar explicaciones de este
fenómeno. Creo que las hay de tres tipos: política, sociológica e histórica y
que lo que están viendo en estos momentos las encuestas es una combinación de
las tres.
La
política tiene que ver, por un lado, con el alto grado de aceptación con que
cuenta el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard. Por el otro, por la
correcta elección de candidato de parte del Movimiento Progresista, así como el
error cometido por Acción Nacional, al nombrar a una persona a la que se
reconocía por su valentía, pero que resultó muy mala candidata. Por un tercero,
a la incapacidad del PRI capitalino para renovarse: mantiene la imagen de un
partido lumpenizado, cuyos despojos son botín de grupos clientelares de la peor
ralea. De nada le sirvió al tricolor agenciarse el apoyo de grupos provenientes
de la izquierda, que terminaron como pegote, hicieron mucho ruido y cosecharán
pocas nueces.
La
explicación sociológica tiene muchas aristas. Una de ellas es que la ciudad de
México, y el DF en particular, es una isla liberal y modernizante en el mar
tradicionalista, cuando no conservador, de la mayor parte del resto del país.
Desde la encuesta nacional sobre sexo, en el ya lejano 1990, los ciudadanos de
la capital manejaban mucho más los valores denominados “postmodernos” frente a
los tradicionales de otras urbes. Esto se ha acrecentado durante las
administraciones perredistas.
Otro
factor a tomar en cuenta es la escolaridad. El Distrito Federal es la entidad
más escolarizada del país, y hay una correlación inversa entre índice de
escolaridad e intención de voto por el PRI. Se puede argumentar que hay una
correlación directa entre nivel de estudios y votación por el PAN, pero esta
choca con el talante liberal de los chilangos. Adicionalmente, las políticas
clientelares tejidas por las redes del PRD han hecho que los capitalinos menos
escolarizados simplemente hayan cambiado el color político de su “benefactor”,
y pasado a ser parte del voto duro perredista.
Se
podría argumentar que, siendo el Distrito Federal la entidad más rica del país,
su tendencia natural –en términos de defensa de los intereses de clase- sería
el voto conservador. Efectivamente, hay una relación directa entre voto panista
y clase social. En el caso del DF, salvo en las colonias más exclusivas –que
fueron bastión del PRI hasta 1997 y probablemente lo vuelvan a ser en 2012-,
uno puede encontrar que el porcentaje de votos por el PAN desciende en la
medida en que uno va bajando en la escala sociodemográfica. Lo curioso es que lo mismo sucede en muchas
otras ciudades. Y si, llevadas las cosas al extremo, uno sobrepone gráficas por
colonia en el DF y en León, verá que se mueven igual, pero encontrará que la
clase media-alta capitalina es tan panista como la clase trabajadora leonesa.
Finalizo
con la explicación histórica. Decía don Jesús Silva Herzog (el original, el
padre del ex secretario de Hacienda y abuelo del analista político) que la
ciudad de México era muy poco revolucionaria. Por supuesto, decía esto antes de
la apertura democrática del país y en el contexto de sus investigaciones
históricas.
La
capital fue el centro del poder porfirista, nunca fue abiertamente
antihuertista y nunca llevó buenas relaciones con el carrancismo y el
obregonismo, que luego desembocarían en la revolución institucionalizada. Si
acaso, sus ligas populares fueron con los zapatistas, idealizados por sus
raíces indígenas. Jamás con los norteños.
En
los años de partido “prácticamente único”, la ciudad de México siempre fue la
menos priista de las entidades, aunque aquí estuviera la sede del poder central
y centralista. El PRI no gozó de mayoría electoral absoluta en el DF ni en
1979, al inicio de la apertura, ni en 1991, durante el efímero romance nacional
con Salinas de Gortari.
Parte
de la cultura de los capitalinos, enraizada en la historia de la ciudad, ha
sido la desconfianza hacia la creación de Calles y a todo lo que huela a
PRI-gobierno. Es casi como el ADN local.
Resulta
paradójico que el fondo del discurso de su candidato favorito esté basado en la
nostalgia por la política económica del viejo PRI, al cabo que lo que importa
son las siglas y “pegarle al PRI donde le duele”.
Más
paradójico todavía será –si las previsiones son correctas y el PRD se desfonda
a nivel nacional mientras crece en la ciudad capital- que el segundo gran
ganador de la contienda del 2012 haya sido un señor que no está en ninguna
boleta y despacha frente al Zócalo.