jueves, enero 19, 2012

Biopics: El partido pensante


La Comisión de Análisis
Lo fundamental de mi militancia en el PSUM fue mi participación en la Comisión de Análisis, que fungía como think thank del partido y que se desarrolló tomando como espina dorsal al grupo de asesores parlamentarios de la Coalición de Izquierda. Encabezaba la comisión Eduardo González Ramírez, y la formaban tres grupos de distinto origen partidario: los que proveníamos del MAP, que éramos mayoría, los del PCM y un grupo que se desgranó del PMT, luego de la profesión de antintelectualismo de Heberto Castillo, con académicos de la UAM, pero principalmente del CIDE. Entre estos últimos estaba un cuate que había seguido una ruta muy similar a la mía: pasò del Patria a Economía en la UNAM, luego pensó en hacer un posgrado en Módena, pero le dijeron que para qué iba a la sucursal si podía ir a la sede, y lo hizo en Cambridge; del extranjero pasó a la docencia y militancia en el PMT y ahora estaba en el PSUM. Se llamaba Carlos Márquez Padilla. Llegó a ser buen amigo mío.
Las diferencias respecto al grupo político de origen se desvanecieron de inmediato en el caso de los ex pemetistas, que se identificaron totalmente con los puntos de vista de quienes proveníamos del MAP y, en términos de nuestro trabajo, fueron irrelevantes en la relación con quienes venían del Partido Comunista. Acomunaban al grupo una clara conciencia reformista, la certeza de que era necesario que la izquierda realizara un amplio ejercicio de elaboración programática y de que no bastaba con proponer generalidades, sino respuestas viables para la realidad política y social de ese momento en el país. Teníamos que actuar, desde el principio, no como un partido de denuncia, sino como una organización con auténtica vocación de gobierno.  
Trabajamos con entusiasmo. El más animoso era el propio Eduardo González. Se estaba formando algo que le anhelaba desde hacía años, y que definió de manera muy gramsciana: “el partido pensante”.
La Comisión de Análisis redactó los documentos básicos del partido, que incluían un programa bastante estatizador (eran los tiempos en los que la izquierda todavía creía que “nación” venía de “nacionalizar”), pero mucho más racional y moderado que cualquier otra cosa que se hubiera presentado en América Latina. Habíamos varios en el grupo que argumentábamos en contra del dispendio gubernamental y de las transferencias sin ton ni son. Acuñè un término para definir esa posición: “austeridad soberana”, la política de un gobierno fiscalmente responsable, pero que toma sus decisiones con independencia y teniendo como prioridad el interés de la nación: esta idea fue penetrando poco a poco en el partido, pero no aparecía como tal en los documentos que mandamos al Comité Central para su aprobación. 
Me resultó gracioso leer, cuando los textos del partido estaban ya editados, que, como en mi caligrafía la r se parece mucho a la n, habían intercambiado a menudo las palabras “nacional” y “racional”, sin que –en el fondo- hubiera cambiado nada sustancial.
Cuenta Jorge Alcocer que a partir de 1983, en los cursos para extranjeros de la escuela de cuadros del PCUS en Moscú, los documentos básicos del PSUM eran de obligada lectura… pero dentro del módulo “revisionismo actual”.

El inicio de la campaña de Arnoldo
Muy poco después de la fundación del PSUM dio comienzo la campaña de Arnoldo Martínez Verdugo a la Presidencia. Inició en la montaña de Guerrero, una de las zonas más pobres del país, donde unos pocos años atrás el Partido Comunista había ganado su primera presidencia municipal, en Alcozauca. Allí habló uno de esos personajes maravillosos que tenía la vieja izquierda, el profesor Othón Salazar, un maestro normalista, fundador del Movimiento Revolucionario del Magisterio, con gran presencia en la zona de la Montaña, a cuyo desarrollo político y social había dedicado buena parte de su vida. Llamó a la gente a perder el miedo, porque es más aplastante que la miseria y que la ignorancia.
El eje del discurso político de Arnoldo sería desarrollar una revolución pacífica, dentro de la ley y las instituciones, con el apoyo de las mayorías. Una revolución con contenido socialista, pero profundamente democrática.
Este tipo de cosas no gustaban mucho a los estalinistas provenientes del PPM y el PSR (y a uno que otro viejo amargado que venía del PCM). La cosa se puso peor cuando Jaruzelski proclamó el estado de sitio en Polonia y Arnoldo calificó la situación como lo que era: un golpe de Estado. Los prosoviéticos estaban enardecidos. Medio se les pudo calmar con un dulcecito: el Comité Central tomó la decisión de bautizar ¡Así Es1 al periódico del partido, en vez de La Unidad que, en plena fiebre de nuestro eurocomunismo, era el nombre evidente en la mente de la mayoría. Estos cuates eran tan, pero tan autoritarios, que cuando hablaba su líder Gascón Mercado, a cada rato lo interrumpían con gritos de “¡Así es!”. Bueno, en homenaje a esos ecos borreguiles así le pusieron al periódico, que dirigía un veterano militante del PCM, Eduardo El Osito Montes. En varios de los primeros ejemplares de ¡Así Es! aparecieron colaboraciones mías.
Montes encabezaba una especie de comisión de comunicación social del que habían salido las dos consignas (“ideas-fuerza”, dirían los mercadólogos modernos) que definirían la campaña de Martínez Verdugo. Una era “Democracia y Más Salario”, que era, a fin de cuentas lo que pedía la gente. La otra iba más a fondo, a los valores: “Rescatemos lo mejor de nuestra historia”.
Durante años tuve en el estudio de mi casa un poster de aquella campaña. “Rescatemos lo mejor de nuestra historia” decía, y tenía una imagen de Sor Juana Inés de la Cruz, con una cita de la gran escritora novohispana: “Prefiero tener riquezas en mi entendimiento, y no mi entendimiento en las riquezas”. Abajo, el logo de la hoz, el martillo y el filito verde, blanco y rojo, y las siglas del partido: PSUM
Ahora lamento no haberlo guardado. Sería un tremendo recordatorio de lo que pretendía ser la izquierda mexicana entonces, frente a lo que es ahora.


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