Para el
segundo año en que dí clases como profesor de tiempo completo en Economía de la
UNAM logré que se definieran, un poco más a mi gusto, las materias que
impartía.
En los
semestres nones daba Introducción a la Economía (me enfocaba, muy
neoricardiano, en explicar que lo fundamental a estudiar en la carrera son los
problemas de producción y distribución), Economía Política V (nominalmente el
temario era el Tomo III de El Capital,
yo le dedicaba muchísimo a los capítulos que explican la teoría de la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia y, sobre todo, a la parte que, en el fondo,
da al traste con la propia teoría: siempre se inventan cosas nuevas para que
esa tendencia no sea estructural dentro del sistema) y Seminario de Desarrollo
y Planificación Área Básica I (estudiábamos el desarrollo de las principales
naciones desarrolladas desde finales del Siglo XIX hasta la crisis fiscal del
Estado de bienestar). En los semestres pares, daba Teoría y Política Monetaria
(el programa “marxista” le daba un espacio mínimo a esta materia fundamental, y
me tenía que chutar a los monetaristas, Keynes y sistema financiero mexicano e
internacional en un apretado semestre), Economía Política VI (“el imperialismo”,
y estudiábamos la coyuntura económica reciente en EU y Europa) y el Àrea Básica
II del Seminario (en donde cambiábamos el enfoque del semestre anterior hacia
América Latina en general, y México en particular).
Entusiasmé
a varios de mis amigos de generación a que dieran clases en la Facultad.
Eduardo Mapes dio una materia y duró sólo un semestre. Jonathan Davis estuvo
varios años impartiendo Teoria y Política Monetaria, y en ese 1981 me acompañó por
varios sábados a que diéramos un curso de esa materia en la
Universidad Autónoma del Estado de México, en Toluca. Jorge Carreto llegó para
quedarse: lleva 30 años de catedrático de tiempo completo.
Otra
actividad relevante en la Facultad fue mi participación en la revista Economía Informa, nuestro órgano de
difusión de cultura económica (los ensayos de más fondo se publicaban en Investigación Económica), que cobró
renovado vigor a partir de la llegada de Raúl Trejo como director del
Departamento de Difusión de la Facultad.
De
hecho, este proyecto no sólo difundía cuestiones económícas, sino que tenía una
clara intencionalidad política y cultural. A este último aspecto contribuyó
nuestro amigo Hermann Bellinghausen. Organizamos hasta una serie de lecturas de
jóvenes escritores mexicanos en la biblioteca y un concurso de poesía.
Detrás
de la eficaz dirección de Raúl, estaba el trabajo discreto pero efectivo de su
segundo, José Luis Gutiérrez Espíndola y el de un Comité Editorial que
formábamos Antonio Àvila, Salvador de Lara, Francisco Hernández y Puente,
Alfredo Popoca y yo. En la revista teníamos amplia participación los profesores
mapaches y varios de nuestros mejores
alumnos, pero también colaboraban mucho los cuates del Taller de Coyuntura, que
eran del PC y profesores cercanos a la dirigencia del Colegio Nacional de
Economistas, que se situaban –en su mayoría- en el ala izquierda del priísmo. En
Economía Informa debutaron como ensayistas los miembros de la trinca de los
entonces estudiantes de la Maestría en Docencia Económica: Fernando Calzada
Falcón, Aníbal Gutiérrez y Enrique González Tiburcio, el Tigre.
Además
de algunos artículos sin firma y de contribuir en la definición de los números,
publiqué, a lo largo de nueve años, 16 breves ensayos en Economía Informa. La gran
mayoría de ellos fueron entre 1980 y 1984. De todos, me quedaría hoy con unos
cuatro o cinco. En particular me quedo con “Beisbol, estadística y economía”,
publicado por primera vez en julio de 1984 (y que no debe confundirse con otro,
de título parecido pero distinto contenido, publicado en Nexos en 2005). Los primeros
que escribí fueron sobre el sistema financiero mexicano y el “proyecto de país”
de los banqueros (desde 1980 se notaban diversos desequilibrios en las cuentas externas
y se advertía que la banca jalaría para proteger sus propios intereses y
beneficios). Uno que me gustó mucho, de
abril de 1981, era una explicación de las teorías de Robin Marris. “Robin
Marris y el capitalismo gerencial”, era el título. Tenía una dedicatoria: “A mi
padre, que fue gerente y nunca hizo un capital”. Creí que le parecería
simpatiquísima, pero no.
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