jueves, octubre 06, 2011

10 musicales atípicos


Hay muchos fans de las películas musicales. De los musicals. Yo, sin serlo, he de haber visto cerca de un centenar. Revisando mis gustos cinematogràficos descubrí que los musicales que me gustan más no son los clásicos, realizados a partir de las obras populares estadunidenses, sino los atípicos: obras en las que la música es elemento fundamental, en las que puede haber una historia -o no-, pero que se apartan, sin excepción, del género tradicional. Aquí van diez que considero particularmente interesantes.


La Flauta Mágica (Trollflöjten, 1975)

Ingmar Bergman

¿Ópera en el cine? Se puede, y magníficamente. Ingmar Bergman logró traer las sensaciones de una presentación operística sin utilizar locaciones ni estudio. Y logró hacerlo sin traicionar la esencia ni de la ópera ni del cinema: el teatro se convierte en el estudio y cambia las dimensiones del teatro a las del cine, sin que apenas lo notemos (más todavía si tenemos la fortuna, como a mí me sucedió, de ver la película en una sala de ópera del Siglo XVIII). Por lo demás La Flauta Mágica es una ópera divertida, en la que seguimos las aventuras de Pamino por el amor de Tamina, los héroes se trastocan en villanos y viceversa, hay grandes pruebas que resolver... y también está el fiel sirviente Papageno, quien termina encontrando a su media naranja, su Papagena.





Submarino Amarillo (Yellow Submarine, 1968)

George Dunning

Con esta peli te hundes en un mundo pop, que parece sacado de la más profunda imaginación gráfica de Peter Max (él no es el dibujante). Cuenta la graciosa historia en la que los Beatles ayudan al capitán Fred a liberar Pepperland de los Blue Meanies, que son tan malos que prefieren la estática del radio a la música. Tiene un humor maravilloso y un uso extraordinario de los colores. Una film de su época, pero -tal vez por eso mismo- siempre joven




 

Pink Floyd The Wall, 1982

Alan Parker

Pink Floyd The Wall no es una serie de videoclips. Tampoco es, en sentido estricto, una ópera-rock. Es un rompecabezas en la mente del personaje, y nosotros tenemos la oportunidad de armarlo. Es un filme sin concesiones. Es la historia de una estrella de rock que se siente fraudulenta y tal vez tenga razón. Es un ensayo sobre la locura. Es una denuncia de la represión en muchas áreas de la vida cotidiana. Es una analogía sobre el fascista que todos llevamos dentro. Es una historia compleja, contada de una manera difícil, pero que toca cada nervio. Es un peliculón. La parte que más me gusta es "Confortably Numb".






Bailando en la oscuridad (Dancer in the Dark, 2000) 

Lars von Trier

Tal vez ésta sea, en la lista, la película más parecida a un musical clásico. Pero las apariencias engañan. En primer lugar porque la historia es una tragedia impresionante (difícil no llorar al final). También porque todos los números musicales están en la mente escapista del personaje principal, que es la estrella de sus producciones imaginarias. El frágil pero voluntarioso personaje -interpretado por Bjork, que le da su carácter un poco infantil, algo extraño y muy ajeno a la realidad- no escapa jamás, sin embargo, a un destino crudelísimo.


Hellzappopin', 1941

H.C. Potter 

Hellzappopin' no es un musical, sino una comedia basada en una improbable película acerca de la puesta en escena de un musical. Es una matrioshka del absurdo. Un triángulo amoroso envuelto en una retahila de chistes dentro un mundo en el que hay gente invisible, los animales hablan y los actos de vodevil se mezclan con los de nado sincronizado, varias canciones y la mejor escena de baile jamás filmada, que es esta:






Help!, 1965 

Richard Lester

 "Me gusta Ringo, el más feliz/ por sus anillos, por su nariz", cantaban Las Chics. Y es un anillo de Ringo el que pone en peligro a los Beatles en esta película delirante, porque una secta satánica lo necesita y Scotland Yard se da a la tarea de proteger a los músicos. Los miembros del cuarteto de Liverpool se caricaturizan a sí mismos en una peli entretenida, que da vuelo a los primeros grandes éxitos del grupo. Muy sixties. Le siguió, del mismo director, A Hard Day's Night, que es casi tan buena.





La Muerte de María Malibrán (Der Tod Der Maria Malibran, 1972) 

Werner Schroeter

María Malibrán fue una gran cantante española de òpera, que murió a los 28 años, en la flor de su belleza y de su carrera, tras caer desvanecida durante los ensayos de Andrónico. Esta extraña película alemana no trata estrictamente de la cantante, sino del carácter efímero y hasta cierto punto artificioso de la belleza. Lo hace casi sin diálogo y sin trama. Las actrices son travestis, encabezados por la mítica Candy Darling. El efecto de verla está entre lo onírico y lo hipnótico. Al final, uno queda transfigurado, pero no sabe bien cómo.




Tommy, 1975

Ken Russell
La clásica ópera rock de The Who -la historia del niño ciego y sordomudo que se convierte en campeón de pinball- convertida, gracias a los delirios de Ken Russell, en una serie de muy recordables videoclips, porque el grupo original es sustituído en varias canciones por artistas invitados. Aún así, la historia se sostiene. Las escenas son la imaginería a todo vapor. Particularmente recomendables, las canciones con Tina Turner, Eric Clapton (que aquí presento) y Elton John.






El exilio de Gardel: Tangos, 1986

Fernando Solanas

Una reflexión de Pino Solanas sobre el exilio, a través de una obra musical que ponen unos refugiados argentinos en París. El tango como canto a la vida, como tragedia coral y como evocación. Al mismo tiempo, la película tiene partes en las que parece un documental político retratado sobre un París estilizado, sobre una ciudad imaginaria (porque la real está del otro lado del océano).




Zachariah, 1971

George Englund

Se promocionaba como "el primer western eléctrico", combinación de musical roquero y película del oeste, con el increíble agregado de que se trata de una versión de Siddharta, el libro de Hermann Hesse. Es decir: un western roquero budista. Contó con la importante participación de Country Joe and the Fish, de woostockiana fama, pero quien se roba la película (que a final de cuentas resulta más divertida que buena, porque se acerca al churro, en los dos sentidos de la palabra) es Doug Kershaw, como el extraño violinista, que toca "La Balada de Job Cain". 



















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