Jackie Joyner nació en el lado equivocado del río Mississippi. El lado este de Saint Louis, donde están las casas pobres, no existe la calefacción, faltan los servicios públicos, y abunda la delincuencia. El deporte, practicado desde pequeños, ayudó a la familia Joyner a vivir más allá de su circunstancia económica. Jackie ha contado que ella y sus hermanos rellenaban bolsas de chuchulucos con la arena del patio de juegos, y luego la ponían frente a su casa para practicar el salto de longitud.
Desde niña, Jackie Joyner destacó en volibol, basquetbol y atletismo, pero hubo un momento en el que, por falta de presupuesto, la escuela donde estudiaba decidió cerrar los programas deportivos para niñas. El coach dijo que renunciaba si hacían eso, y no pasó.
Fue becada por la UCLA, con la idea central de que jugara baloncesto, y fue titular en el equipo de su universidad por cuatro años, pero ella terminó por decidirse por el atletismo. Gran elección, porque terminaría por convertirse en una de las atletas más reconocidas del Siglo XX, al obtener seis medallas olímpicas (tres de oro, una de plata, dos de brinces) y cuatro títulos de campeona mundial en el periodo que va desde 1984 a 1996.
En su primera cita olímpica, Los Ángeles 1984, Joyner -a pesar de ser la favorita- se tuvo que conformar con la medalla de plata en el heptatlón y el quinto lugar en el salto de longitud. Estaba lesionada y, según sus palabras, "no era fuerte mentalmente". En esos mismos juegos, su hermano Al se coronó campeón en salto triple.
Vendría un cambio de actitud, ligado a su matrimonio con el coach Bob Keerse. Dejó de dudar en sí misma. En los Juegos de la Amistad de 1986 se llevó el oro y se convirtió en la primera mujer de la historia en romper los 7 mil puntos del heptatlón. Repetiría ese doble oro en los Mundiales de Roma 1987.
Para los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 ya estaba lista para darlo todo. Rompió su propio récord mundial en heptatlón, y se coronó con 7,291 puntos. Ese récord mundial sigue vigente siete lustros más tarde. También ganó oro en salto largo, con 7.40 metros, que es todavía el récord olímpico.
En los Mundiales de 1991 ganó con facilidad el salto de longitud, pero una lesión sucedida durante ese evento le impidió participar en el heptatlón. Pero se repuso en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Allí ganó el oro en heptatlón, alcanzando esa gloria en olimpiadas consecutivas y se llevó el bronce en salto de longitud. Repetiría el oro en la prueba de las siete pruebas en el Mundial de Stuttgart 1993 (y lo ganaría, como de costumbre en los Juegos de la Amistad).
Los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 le tenían reservada otro desafío. Llegó con un tirón en la corva, que se le complicó en los 200 metros planos, la primera prueba del heptatlón, así que tuvo que retirarse. Decidió descansar la lesión un par de días y enfocarse al salto de longitud. Compitió con tremendos dolores, los que no le impidieron subir al podio, con la medalla de bronce. En su momento, Joyner-Kersee dijo que esa era la presea que le sabía más dulce.
Todavía obtendría una oro más en los Juegos de la Amistad, para luego intentar hacer una carrera en el basquetbol profesional, que no fue tan exitosa. Jackie había decidido ser atleta por sobre todas las cosas y fue una atleta por encima de la excelencia.
Joyner-Kersee lleva años dedicada a la filantropía, sobre todo para mejorar las condiciones de los niños y jóvenes de su natal East St. Louis. Lo relevante es que esta gloria olímpica ha sido voluntaria para esas acciones de buena voluntad desde que era atleta universitaria.
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