viernes, mayo 21, 2021

Partidos olímpicos de leyenda: Los tres segundos más largos (la final de basquet EU-URSS 1972)


Desde que James Naismith inventó el basquetbol a finales del siglo XIX, la supremacía de Estados Unidos en ese deporte ha sido enorme. Y era total, arrasadora, en los Juegos Olímpicos, desde que la disciplina entró al programa en 1936. Durante siete olimpiadas seguidas los estadunidenses ganaron el oro, y de manera invicta. Tenían una marca histórica de 63-0 cuando llegaron a la final en Munich 72, donde por quinta vez se enfrentarían por el oro con la Unión Soviética. Sería el partido más intenso y dramático en la historia del basquetbol olímpico.

Partiendo de la certidumbre de su superioridad, y de las reglas olímpicas vigentes, Estados Unidos no solía enviar a los Juegos Olímpicos a sus jugadores profesionales, sino a una selección que incluía a los mejores jugadores universitarios. Algunos de ellos, pero no todos, llegarían a la NBA. Los soviéticos, en cambio, enviaban la crema de la crema, con una combinación compuesta sobre todo por rusos y lituanos. Y, particularmente en tiempos de guerra fría, estaban decididos a derrotar a los representantes del bando contrario.

El partido inició con una ventaja soviética que a los americanos les costaba remontar. En su segunda mitad se hizo muy defensivo, pero sobre todo ríspido, lo que acabó con la expulsión de tres jugadores (dos de la URSS; uno de EU) y con la lesión de un norteamericano, que le impidió continuar en el juego. En la medida en que faltaba menos tiempo, el equipo de las barras y las estrellas acortaba las distancias. A 30 segundos del final, la diferencia era sólo de un punto. URSS 49 – EU 48. Faltando apenas siete segundos, el estadunidense Collins recupera la pelota, avanza hacia la canasta contraria y es fauleado. Quedan tres segundos y tiene derecho a dos tiros libres, que le pueden dar la vuelta al partido.

Serían tres segundos larguísimos, porque entonces vinieron el drama, el escándalo, la hazaña, la locura y la leyenda.

Collins lanza el primer tiro libre, anota. El partido está empatado. Cuando la bola está saliendo de la mano de Collins en el segundo tiro, suena una chicharra. La bola atraviesa limpiamente la red. EU está ganando por un punto. Los soviéticos intentan una reacción desesperada, pero para entonces hay un enorme lío alrededor de la mesa de jueces. El árbitro suspende el partido faltando un segundo.

Sucede que el coach de la URSS había pedido un tiempo fuera entre el primero y el segundo tiro libre, pero la chicharra se accionó muy tarde. Grandes reclamaciones. Los jueces, salomónicos, deciden que el tiro libre cuenta, pero el juego continúa con los tres segundos faltantes.

Los soviéticos mueven la bola, pero están bien marcados. Un pase corto, luego uno largo y el tiempo termina. Los americanos reaccionan con júbilo -y con alivio, no serán los primeros en perder un juego en una olimpiada-, parte del público salta a la duela. Pero los jueces notaron que el reloj de juego estaba mal puesto: 50 segundos en vez de los tres que faltaban. Deciden -se alega que gracias a la intervención del secretario general de la FIBA, el británico Renato William Jones- que la jugada se repita, de nuevo con tres segundos restantes en el reloj.

Pasan varios minutos de discusión y confusión. Los estadunidenses, al principio, se rehúsan a continuar el juego, que consideran ya ganado. Pero puede más la posibilidad de ser descalificados si no regresan. Al cabo son sólo tres segundos.

Al reanudar, el bielorruso Edeshko lanza un pase profundo y preciso al ruso Alexander Belov, que se ha desmarcado debajo del tablero. Belov anota al límite del tiempo. En la vieja URSS, el pase de Edeshko pasará a la historia como “el Pase de Oro”. La tercera es la vencida y la URSS se alza con la victoria 51-50, mientras los estadunidenses echan gran bronca a los oficiales.

La delegación de Estados Unidos presentó una protesta oficial al jurado de apelación de la FIBA. Perdió 3-2, en una votación de guerra fría: Hungría, Polonia y Cuba, del lado de los soviéticos; Puerto Rico e Italia, del lado de los norteamericanos. Los basquetbolistas estadunidenses se rehusaron a recibir la medalla de plata en la ceremonia de premiación. 40 años después se reunieron para decidir si la aceptaban, y decidieron que no. Nunca admitieron esa derrota, legendaria por muchas razones.

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