En el verano del 89 me cayó otro trabajo de
encuestas. Fue una propuesta de Josyanne, una francesa quien había sido roomie
de Mi René y la Pastusa cuando vivían en la Condesa y les puse el sobrenombre
de los Osos de Amsterdam.
La idea de Josyanne era realizar una
investigación acerca de las condiciones de vida de los franceses que vivían
ilegalmente en México y había convencido a la embajada de que le financiara una
encuesta en la que se vieran también las diferencias con respecto a los
residentes legales.
Era evidente, por el tema, que quienes hicieran
el trabajo de campo tuvieran que ser ciudadanos franceses. Lo que me tocaba era
hacer la muestra, cosa que no es sencilla si no tienes una base de datos de la
cual sacarla, y ni siquiera tienes idea del tamaño del universo muestral. Una
característica de quienes residen ilegalmente en un país es que no se dejan ver
fácilmente (aunque, claro, no es lo mismo un francés en México que un salvadoreño
en Estados Unidos, un magrebí en España o un camerunés en Francia), así que
había que tener creatividad para intentar tener una buena muestra.
Mi premisa, pensando un poco en cómo se mueven
los mexicanos en EU, fue que había dos círculos separados: el de los franceses
registrados y el de los que no lo estaban, pero que necesariamente tendría que haber
algunos vasos comunicantes. Había que trabajar en la lógica de que esa comunidad
era un conjunto de clusters diferenciados, pero con puntos de contacto.
Lo que hice fue, primero, hacer una muestra
aleatoria de los franceses que residían legalmente en el país, que proporcionó
el consulado; luego de esa muestra los entrevistadores -cuatro chavos franceses
amigos de Josyanne- preguntarían al entrevistado si conocía algún francés de
cuyo estatus migratorio no estuviera seguro. De esa lista, cotejada contra la
oficial, saldría otra muestra, que se peinaba de manera más apretada. A éstos,
a su vez, les preguntábamos si conocían a otros, y se generaba una tercera muestra,
peinada casi a ras, y así sucesivamente (digamos que de los registrados
entrevistábamos a uno de cada 25, de los no registrados, a uno de cada 10 y de
la siguiente vuelta, 1 de cada 5). Era un método de bola de nieve.
Los franceses son muy serios y vino una señora
de París, con quien tuvimos una charla amena en un café, para cerciorarse de
que Datavox era una empresa registrada y escuchar la explicación del método,
como parte del protocolo para dar el visto bueno. Por su parte, Chuy Pérez Cota
le hizo a Josyanne un programa para bajar los resultados y hacer los cálculos
con base en su cuestionario, y luego los contactos fueron escasos, porque
nosotros nos comprometimos a no tener acceso a los resultados.
De las pláticas con Josyanne, resultó que el
método resultó bastante efectivo. A la muestra original le salieron varios pequeños
chipotes de franceses que habían venido de turistas, se habían quedado a vivir
en México y no habían regularizado su situación. Cada uno de esos chipotes
tenía a su vez otro chipotito menor, o varios. Como ella y sus amigos hicieron
casi todo el trabajo, se quedaron con casi todo el dinero. A mí me quedó el gusto
de saber que el método de la bola de nieve funcionaba.
El asunto, por cierto, viene a cuento en
tiempos de pandemia por coronavirus, porque el método se parece a los que varios
países han usado para la detección de contagios, a través de la cadena de
contactos de quienes dan positivo en las pruebas. El de los clusters es
un tema que da para mucho en estadística, y también en comprensión del
comportamiento humano.
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