Mi amigo, geógrafo y colega periodístico, Arturo
Ramos, El Trosko, hizo unos mapas muy
interesantes a partir de los datos de la elección del Constituyente de la
Ciudad de México. De ellos, sacó una nota en Crónica, y prepara más, ahora yendo delegación por delegación.
Aquí haré un análisis somero, pero que no pretende
ser epidérmico, del caso.
En el primer mapa, en el que cada sección electoral
tiene el color del partido que la ganó, podemos ver lo siguiente:
El PAN gana en sus zonas tradicionales, de clase
media, media-alta y alta. Los dos primeros grupos socioeconómicos han sido
tradicionales bastiones del blanquiazul; la clase alta un tiempo fue del PRI.
Ya no.
La implantación de Morena es mayor en el sur y
centro que en el norte y oriente de la ciudad. Hay elementos históricos que nos
podrían ayudar a entenderlo. El sur de la capital (entendido como tal lo que
está abajo del Viaducto Piedad en el mapa) nunca votó más a la izquierda que el
norte, pero siempre fue menos priista. Esto se puede traducir como “menos
gobiernista”; ahora que Morena está en la oposición, eso se hace más evidente.
El PRD mantiene algunos bastiones en el norte y
oriente, pero se desdibuja en casi todo el resto de la metrópoli. A un primer
vistazo, pareciera que se trata más de grupos clientelares –o simplemente
agradecidos con los programas sociales del gobierno de la CDMX- que de
seguidores ideológicos.
El PRI se vuelve partido periférico. Es el partido
de las barrancas, las cumbres y el campo. El centro de la capital se ha convertido,
de varios lustros atrás, en territorio vedado para el tricolor.
Si analizamos los mapas por partido (el tono varía
de acuerdo al porcentaje obtenido; el gris corresponde a menos del 3%),
encontraremos que nuestra visión a ojo de pájaro se confirma en algunos puntos.
Y otras aristas interesantes.
La comparación más interesante es la que se puede
dar entre el PAN y el PRD, porque parecen espejos contrastantes.
Desde que el PRI perdió la mayoría en la clase alta
(lo que llaman los publicistas el grupo socioeconómico A), el porcentaje de
votación del PAN ha podido servir como índice del nivel social de la sección
electoral, en la Ciudad de México. Hay una fuerte correlación positiva. Esta
vez no es la excepción.
Lo novedoso es que, desde finales del siglo pasado,
cuando el PRD se hizo del gobierno de la ciudad, que ha detentado desde
entonces, el partido del sol azteca aparecía como relativamente transversal:
aunque tenía porcentajes relativamente más bajo en las zonas ricas y
relativamente más altos en las colonias populares, las derivadas (es decir, las
pendientes de las curvas) no eran pronunciadas –debido, primero, a la presencia
del PRI en las zonas pobres y, más tarde, al crecimiento perredista entre las
clases medias-. Ahora hay una fuerte correlación negativa entre nivel de
ingreso de las secciones y votación por el PRD. De ahí el efecto espejo.
¿Qué significa esto para el PRD? Que hay una fuga
del voto clasemediero y de colonias de clase trabajadora, pero no marginadas. Este
voto, de acuerdo con la clase social, ha regresado al PAN o se ha ido a Morena.
De aquí se deriva el mapa de Morena. Sus zonas más débiles son las correspondientes a la clase media y alta y las colonias más pobres (salvo una parte del suroriente de la ciudad, que abarca una parte de Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco, y que es morenista); sus zonas más fuertes, son las zonas de clase media-baja y las colonias populares no marginales.
El PRI, la imagen lo dice, se ve deslavado. La única
sección un poco verde en el centro es la que corresponde a Los Pinos, y hay una
multiplicación de islas grises en los bastiones perredistas. En otras palabras,
su implantación en la elección de 2015 fue frágil y fragmentada.
¿Conclusiones políticas? Varias.
El gobierno de Miguel Ángel Mancera ha dilapidado
buena parte del enorme capital político con el que inició (vaya, Mancera
triunfó en 2012 hasta en las colonias más panistas), particularmente entre las
clases medias, con las que no ha sabido conectar. Los datos de 2016 confirman
esencialmente los del año pasado. De paso, no estaría mal que analizaran una
copia de este mapa con uno que vea las obras de la PAOT y de constructoras
privadas de hoyancos callejeros. Se complica votar por el partido de gobierno
cuando la ciudad parece campo de batalla.
El PAN no pudo capitalizar el desgaste de Mancera. Los
electores, a la hora de votar la Constituyente, tienen en cuenta asuntos más
ideológicos que cuando votan por delegado, por ejemplo, donde importa más la
eficiencia prevista en la prestación de servicios. El choque entre la ideología
conservadora de Acción Nacional y el talante liberal de los chilangos pudo
haber tenido que ver. Así, la recuperación del blanquiazul fue desigual y
combinada. Y su pérdida entre los pobres capitalinos, duradera.
Morena se afianza, pero –a diferencia del leitmotiv de
“primero los pobres”, que maneja su líder- lo hace más entre las clases medias
depauperadas que entre el proletariado propiamente dicho. Esto puede deberse a
dos razones: la primera, es que Morena se maneja más como partido nacionalista
que como organización de izquierda; la segunda está en la relación clientelar
con el gobierno que, paradójicamente, fue una de las claves del éxito inicial
de AMLO, pero ahora el gobierno es del PRD.
El PRD se ha convertido en el partido de los pobres capitalinos. Puede mantenerlos si, además de los programas sociales, lanza propuestas económicas fuertes contra la desigualdad (como el salario mínimo). Pero su problema –paradoja, luego de dos décadas de gobierno- es que la ciudad es menos pobre que cuando la tomó en sus riendas: debe hacer un esfuerzo por recuperar a los sectores medios y medio-populares, si de verdad quiere mantenerse otro sexenio más.
El PRI volvió a la intrascendencia política
capitalina. Y esa es una complicación, porque aquí está el asiento de los
poderes federales, en manos de un priista.
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