miércoles, mayo 25, 2016

Biopics: Apuestas por el tapado (y otras grillas)



He comentado que cuando me decidí dejar México, al menos por un tiempo, era porque consideraba que, después del Mundial de Futbol, no íbamos a tener nuevas esperanzas, hasta que llegara el tapado, el candidato presidencial del PRI ungido por el Presidente de la República, a renovarlas, así fuera solamente en el discurso. Pasó eso y más.

Supe quién iba a ser el tapado al escuchar el V Informe de Miguel De la Madrid. El Presidente decía cosas inauditas respecto a la economía: Cuando dijo que “La inflación subió a 105% como resultado de la presión de los costos; el deslizamiento cambiarlo con respecto al dólar controlado con que se enfrentó la escasez de divisas llegó a 148%; las tasas de interés subieron 23 puntos en el año, como consecuencia de la menor disponibilidad de recursos; a su vez, el alza en el costo del dinero encareció el servicio de la deuda pública interna y elevó el déficit financiero, lo que contribuyó al aumento de las presiones inflacionarias”, me quedó claro que se estaba alejando de la ortodoxia plena con la que se había conducido durante todo su mandato, y que el escogido no iba a ser el Secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog.

De la Madrid fue más allá. Afirmó que la naturaleza de la inflación “ha ido cambiando conforme se han modificado las  características de la crisis y se ha  avanzado en la aplicación de la política económica. A finales de 1982, vivimos una inflación derivada de un exceso de demanda… más tarde la inflación repuntó debido a la presión de los costos, producto, a su vez, del tipo de cambio y las tasas de interés. Hoy, no existe exceso de demanda ni choque de oferta. Sin embargo, la inflación permanece alta, aunque estable, en gran medida por factores de inercia”.

De hecho, a la mitad del cuidado discurso, el presidente De la Madrid había cambiado de diagnóstico. Este se parecía mucho más a lo que nosotros habíamos manejado desde hacía tiempo. La inflación inercial proviene de un desarreglo-desacuerdo sobre la distribución del ingreso entre los diferentes sectores productivos. La solución no es estrictamente económica: es política. Sólo una reconstrucción del pacto social permitiría bajarla, y no de manera gradual, sino casi súbita.

Era obvio, desde mi punto de vista, que eso significaba que De la Madrid empezaba a ceder la estafeta a alguien que tenía una visión menos cuadrada de la política económica. Al mismo tiempo, que la economía seguía siendo la tarea prioritaria del país. En otras palabras, el tapado era Carlos Salinas de Gortari, Secretario de Programación y Presupuesto.

Quedé tan convencido de mi análisis que empecé a apostar con quien se dejara y a entrar a todas las quinielas posibles sobre quién era el tapado.  Gané casi un millón de pesos de la época (poco más de 600 dólares).

Lo que De la Madrid no tenía previsto –o sí, pero prefirió atenerse a las consecuencias- es que la designación de Salinas, hecha al estilo tradicional y unipersonal de entonces, iba a generar la formación de la disidente Corriente Democrática del PRI, que terminaría por dejar ese partido y por lanzar a la Presidencia de la República a Cuauhtémoc Cárdenas.

Siempre he tenido la impresión de que a los de la Corriente Democrática les molestó más el fondo que la forma, que su lucha era más por recuperar el nacionalismo revolucionario que por la democracia: en otras palabras, que si el ungido por el dedo presidencial hubiera sido alguien como el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, el pleito hubiera sido en sordina y tal vez no hubiera habido fractura.

Otras grillas
Por lo que se refiere a la izquierda, algunos compañeros del ex MAP habíamos discutido acerca de la candidatura presidencial del Partido Mexicano Socialista. Algunos, particularmente Pablo Pascual, se hacían a la idea de que iba a ser Heberto Castillo, por ser la figura más prominente del momento. A mí me parecía un contrasentido por diferentes razones. La primera, es que Heberto había estado toda la vida en contra de nuestro grupo político, y lo había demostrado con creces cuando la formación del PSUM. La segunda, es que obviamente iba a querer radicalizar el partido en la campaña. Cuando fue la votación entre los simpatizantes, algo así como elecciones primarias, me incliné por el escritor chiapaneco Eraclio Zepeda, a sabiendas de que perdería. Es un voto que recuerdo con gusto.

Una tarde, recibo en mi casa una llamada de Pablo Gómez, con quien llevaba de años atrás buenas relaciones. Me ofrecía “una candidatura segura” a diputado, entre los cuatro primeros de la lista plurinominal. De inmediato presentí que su propósito era utilizar esa candidatura –quién sabe si en verdad de las primeras cuatro- como “cuota de grupo” de los exmapaches, con lo que desplazaría a otros compañeros de más jerarquía. Sabía que Pablo me consideraba, erróneamente, a la izquierda de mis compañeros y supuse que pensó que sería más dócil que ellos. Le contesté agradeciéndole, pero aclarándole que yo no me había afiliado al PMS. “Con Heberto, ni a bañarse”, le dije. Quedó sorprendido de que no fuera miembro del Partido, me agradeció la sinceridad y colgó.


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