Algunas carreras ciclistas de ruta son la
combinación perfecta entre tortura y paraíso. Tienen fuertes pendientes,
momentos de relajación y otros de desfallecimiento, ratos de sonrisa y ratos de
rictus de dolor. Entre los columpios debe haber un instante en el que el
ciclista piensa que ya no da más, que es momento de abandonar, pero algo pasa
que encuentra nuevas fuerzas, escala con sacrificio y llega a la meta anhelada.
Así la vida de Leontien Van Moorsel.
Esta ciclista holandesa destacó desde joven. En
1990, tenía sólo 20 años y ya era campeona mundial en los 3 kilómetros de persecución
individual y en los 50 kilómetros contrarreloj por equipos. A los 21, se coronó
en la ruta. A los 22, ganó el Tour
Feminin, la versión del Tour de France
para mujeres. A los 23 hizo ambas cosas: ser campeona mundial de ruta y de la
vuelta francesa. Encima de eso, posó exitosamente para la revista Penthouse. Tenía todo para una larga
carrera llena de gloria, y entonces…
Entonces el entrenador le dice que tiene que perder
peso, para subir más ligera las etapas de montaña y dejar para siempre en la
oscuridad a su rival Jeannie Longo. Leontien pierde peso, pero se siente gorda.
Ha perdido fuerza pero cree que la razón es que no ha bajado los suficientes
kilos. Sigue forzando su cuerpo. En realidad está bajando la espiral de la
anorexia. Se retira en 1994. Su carrera parece haber llegado a un fin prematuro
y su vida está en riesgo.
Aparece en su vida Michael Zijlaard, otro ciclista,
quien la ayuda a salir de la enfermedad, a comer correctamente y a no
obsesionarse con su cuerpo. Se enamoran y se casan, ella vuelve a entrenar,
pero ya no piensa en convertirse en una escaladora: ha asumido que su cuerpo no
es de esos.
Poco a poco, Leontien Zijlaard Van Moorsel recupera
su nivel competitivo. Tienen que pasar años, porque viene de una flacura
extrema. En 1998 vuelve a competir en unos Mundiales, gana el oro en la
contrarreloj y es segunda en la carrera de ruta (la competencia es en su natal
Holanda, no hay montañas allí).
Van Moorsel tiene 30 años cuando compite en sus
primeros Juegos Olímpicos. Sydney 2000. La inscriben en cuatro pruebas. Primero
compite en pista: los 3 kilómetros de persecución individual. Gana el oro. Dos
días después, en la carrera de puntos, en la que ninguna competidora pudo
lapear a las rivales. Se queda con la plata. Tres días más tarde, la ruta de
131 kilómetros, cuyo trazado le favorece: llegan 25 corredoras al sprint final,
sus compatriotas la ayudan y ella es la más rápida. Otra medalla dorada.
Finaliza con la contrarreloj, que gana con más de medio minuto de ventaja. Ha
conseguido tres oros y una plata en una sola cita olímpica. Algo nunca antes
visto en el ciclismo.
Entre Sydney 2000 y Atenas 2004, Leontien gana otro
campeonato mundial en los 3 kilómetros persecución y viaja a México para romper
el récord de la hora. Lo logra, superando los 46 kilómetros.
Ya es una veterana cuando llega a Atenas, ha pasado
por una montaña rusa. Es tercera, y bronce, en la persecución individual. En la
ruta va en el grupo puntero cuando se engancha con otra ciclista, se da una
espectacular carambola y queda fuera de toda posibilidad. Todavía con los
raspones, compite en la contrarreloj y demuestra que es de las grandes: se
lleva la medalla de oro. Anuncia, ahora sí, su retiro.
El palmarés olímpico de Leontien Zijlaard Van Moorsel es notable: 4 oros, 1 plata y 1 bronce. Pero más notable es su espíritu: fue capaz de aplicar la misma fuerza mental con la que -en negativo- dejó de comer, para –en positivo- reponerse en lo físico, en lo emocional y en lo deportivo.