martes, noviembre 10, 2015

Biopics: Acreedores y deudores, un ensayo



No se crea, no, que aquella estancia en Italia fue de vacaciones disfrazadas de otra cosa. En realidad trabajé, y mucho. El resultado sería el ensayo económico más serio que he escrito en mi vida.

Trabajar en la Facoltà me resultó de lo más agradable. En un cubículo que compartía con Andrea Ginzburg, trabajaba un promedio de ocho horas al día. Podía hacerlo, entre otras cosas, porque no dedicaba ni un minuto a la grilla.

Una gran ventaja que tuve fue la famosa y nutrida biblioteca, que tenía una innovación genial: podía buscar un libro en específico, o varios libros y artículos sobre un tema, con una computadora. Imagínense ustedes: en vez de utilizar las citas y pies de página de un texto como hilo de madeja para encontrar otros, en vez de clavarse por horas en los tarjeteros, uno podía poner una palabra clave, “inflazione”, y encontrar a los pocos segundos, la lista de todos los títulos disponibles, con su ubicación exacta. Casi casi Google avant la lettre. La biblioteca, además, era amigable para el usuario: estaba físicamente tan bien organizada que, en vez de pedir el texto a un encargado, podías dirigirte, sin tacha, a donde debía estar el libro. Y lo mejor: ahí estaba.

Con esas armas, más la lectura diaria del Financial Times, más los comentarios de la plática que tuve con el maestro Parboni, más los que tuve con Anna Maria Simonazzi, una joven profesora que estudiaba temas parecidos, no resultó tan difícil pergeñar el ensayo entre el fin del otoño y el principio de la primavera.

“Acreedores y deudores: los juegos internacionales del poder”, fue el título que le puse. Se publicó en la revista Investigación Económica, número 182, correspondiente a octubre-diciembre 1987. El ensayo trataba, esencialmente, de abordar el problema de la deuda externa mexicana como resultado de relaciones económicas internacionales que también son políticas. Hice algo extraordinario: pasé mis apuntes manuscritos al novísimo programa xwrite en una de las computadoras reservadas a los profesores.

Iniciaba con un análisis histórico del sistema de Bretton Woods –con su significación en términos de hegemonía de EU-, y señalaba que los países menos desarrollados jugaban en el esquema financiero un papel importante: debía funcionar en la medida en que el saldo de cuenta corriente del mundo no industrializado fuera negativo, la evolución natural de la estructura de las balanzas de pagos del sistema de Bretton Woods llevaba al crecimiento de los déficit autónomos en cuenta corriente de los países subdesarrollados. Por el lado de Esstados Unidos, llegaba el momento de cobrar por las viejas inversiones; por el lado de los subdesarrollados, la demanda de financiamiento empieza a cobrar independencia de los ritmos de crecimiento de las economías nacionales.

Esto implicaba una transformación peligrosa para la estabilidad financiera internacional: los países del Tercer Mundo pasaron a ser unidades financieras “especulativas”: la demanda de financiamiento es cada vez más para cubrir el déficit de servicios en la cuenta corriente de sus balanzas de pagos.

El bajo crecimiento internacional de principios de los años setenta significó la existencia de capitales que no encuentran ocupación productiva rentable, y sirve para explicar el auge de los créditos privados al Tercer Mundo en el periodo. ¿Pero por qué siguió creciendo a finales de esa década, cuando había recuperación? Mi hipótesis, es que hubo una decisión política de consentir el contínuo crecimiento del mercado internacional de créditos, con la intención de incidir en la formación de una nueva división internacional del trabajo.

La necesidad bancaria de colocar rentablemente la liquidez internacional excesiva –escribí- no obedece solamente a las reglas contables, sino que está asociada a un proceso generalizado de transición del capitalismo.

Paso después a un análisis del comportamiento de las tasas de interés y de los programas de estabilización, en el que concluyo que los programas del fondo han distado de ser estabilizadores: no sólo en lo que toca a su combate aparente a la inflación (que no es un elemento indispensbale para conseguir una cuenta corriente favorable, según los intereses de los acreedores y del FMI), sino sobre todo en el terreno político. Sucede que la instrumentación de los programas requiere de acciones estatales, pero el Estado no es un actor neutro, exógeno a la sociedad, y la aplicación de las recetas altera el comportamiento de los sujetos económicos, generando tensiones.

De ahí analizo las balanzas de pagos y la deuda externa de un grupo de naciones, doy una vuelta por el Plan Baker y señalo la existencia de una “Trampa 22”. A saber: por una parte, los bancos y a la Fed buscan financiar poco y monitoriear mucho a los países endeudados; por la otra, a un país no le conviene repudiar una deuda cuando está en una posición de escasez aguda de liquidez y sólo puede hacerlo cuando espera un flujo líquido de capital positivo neto. Concluyo: “El financiamiento es necesario para mantener en funciones todo el sistema; la condicionalidad es, en última instancia, un velo”. Esto significaba que era necesario un consenso activo de parte de los sectores más importantes de la población para no plegarse a las condiciones leoninas: había espacio real para la negociación.

Eso se demostraría tres años después, con las quitas que logró México, en tiempos de Salinas, al servicio de la deuda externa.


Cuando terminé el ensayo, me puse a trabajar sobre otro tema, la inflación. Ese ensayo no lo acabé. Los maestros me invitaron amablemente a dar una conferencia sobre la economía mexicana, que me pagaron. Debí de haberla dado sobre el tema del ensayo, porque lo otro resultó en una discusión sobre el papel del petróleo en la economía mexicana –que ellos creían todavía superior al que en realidad es. 

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