Jean Claude Killy fue el último de los dominadores absolutos
en el esquí alpino. El último miembro de una especie ya extinguida, la que era
igualmente dominante cuando bordeaba las estrechas puertas en el slalom que cuando
se lanzaba como kamikaze en el descenso libre.
Nacido en París, pero mudado a Val-d'Isere desde pequeño,
Killy despuntó desde el inicio de la década de los sesenta. Tenía la característica
de ser tan audaz que competía siempre al límite. Era tan rápido que a menudo no
completaba sus recorridos. Llegó a ganar competencias aún reponiéndose de una
caída y con una pierna rota.
Con los años, el esquiador francés fue mejorando su técnica;
en particular, era un genio de la arrancada, donde lograba un impulsor superior
al de sus competidores. Fue inscrito a los Juegos Olímpicos de Innsbruck, 1964,
pero no pudo participar, al resentirse de la disentería y la hepatitis que
había contraído en Argelia, donde había prestado su servicio militar para el
ejército francés.
Ya en los mundiales de Portillo, en 1966, Killy se llevó sus
primeros dos oros. Fueron en el descenso libre y en la prueba combinada. También
se llevó la Copa Mundial de 1967. Era el preámbulo para la gloria que le
llegaría en su patria, durante los juegos de Grenoble, 1968.
En esa ocasión, el francés obtuvo el oro olímpico en el
descenso libre, en el slalom gigante y en el slalom. La última prueba fue
controvertida, ya se realizó bajo una fuerte neblida y el esquiador austriaco
Karl Schranz afirmó que se le cruzó un hombre vestido de negro durante la
competencia. Se le permitió volver a lanzarse. En la segunda ocasión, el
austriaco superó a Killy, pero tras de que los jueces revisaran la filmación,
dictaminaron que no había cruzado una puerta, y lo eliminaron. Tercer oro para
Killy.
.Aquellos fueron también los años en los que la “pureza
amateur” que preconizaba Avery Brundage estaba dando sus últimas patadas de
ahogada. Killy era uno de los atletas señalados por el entonces presidente del
COI como profesionales disfrazados. Para evitar controversias, el francés pasó
al año siguiente al profesionalismo abierto, a los grandes contratos
publicitarios… y a pequeños papeles en el cine.
Enamorado de la velocidad, el tricampeón olímpico también se
dedicó al automovilismo deportivo. Su mejor resultado fue un séptimo lugar en
la Targa Florio de 1967. También hizo descensos superveloces en esquí; alcanzó a
bajar una colina empinada a más de 100 millas
por horas, en Nueva Zelanda. Para completar el panorama, casó con la actriz
Danièle Gaubert, que había sido nuera del dictador dominicano Leónidas
Trujillo.
Posteriormente, se dedicó a la organización deportiva, ya
sea en la Federación Internacional de Esquí, ya como presidente, durante diez
años, del comité organizador del Tour de France. Actualmente es miembro del
Comité Olímpico Internacional. Desde esa altura puede ver que ya ningún
esquiador es capaz de ganar la triple corona alpina.
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