Una de mis aportaciones para la campaña presidencial de
Arnoldo Martínez Verdugo fue un documento electoral por estados que elaboré, a
iniciativa propia, luego de que Jorge Alcocer me pasó una carpeta con los datos
por distrito de las elecciones federales de 1979.
Por muchos años, cada que me encontraba con una estadística
electoral, me daba una buena zambullida en ella, por gusto de la estadística y
para tratar de entender la lógica político-geográfica de esos procesos. Pero
eran todas de elecciones extranjeras. Las que pasó Alcocer fueron las primeras
estadísticas electorales mexicanas que pude ver. Era una época en la que muy
pocas personas tenían acceso a ellas.
Me puse a desmenuzar los datos, luego de notar la notable
dispersión de la votación por el PCM, y a hacer una clasificación de los grados
de competencia electoral por estados (y también por distritos). De ahí salió,
naturalito, un trabajo de análisis de la fuerza del partido entidad por
entidad, que se distribuyó a la prensa que siguió la campaña.
La dispersión electoral de entonces, de acuerdo con los
datos oficiales, era similar a la que ahora tiene el PRD, pero con diferentes
estados. Por ejemplo, el PCM tuvo el doble de su promedio nacional en Chihuahua
y Baja California, pero aparecía muy débil en Chiapas y Tabasco, y tenía
presencia sólo regional en Guerrero (Acapulco y la Montaña).
Durante la gira se vio que la respuesta de la gente a la
campaña correspondía sólo parcialmente a los resultados de la elección
anterior. El caso más evidente fue Chiapas, en donde el PCM apenas rebasó el 1%
en sus mejores distritos, y que resultó
en una sorprendente campaña de masas, con miles de campesinos y jornaleros que
bajaban de la sierra a los lugares de los mítines de Arnoldo. También se vio
que era mucho menos chiquito de lo que parecía en Veracruz. Pero sí había
lugares en los que la presencia era meramente simbólica, como Campeche o
Yucatán.
Ese documento sería de gran utilidad posteriormente, cuando
hicimos el centro de cómputo electoral.
También se me encargó organizar los cuatro grandes foros
temáticos en los que se discutirían temas de interés nacional y que clausuraría
Arnoldo con un discurso ad hoc. El primero sería en el DF, el 18 de marzo,
sobre el tema del petróleo. Seguirían otros tres: sobre universidad y educación
superior, en Culiacán, sobre frontera norte en Ciudad Juárez y sobre
sindicalismo en Monterrey. Volveré sobre ellos, porque fueron una grillota no
exenta de alguna anécdota chusca.
Mientras eso ocurría en el partido, fui nombrado director
del CEDEM, pero más por descarte que por ota cosa, ya que la mayoría de quienes
no estaban en año sabático, estaban metidos hasta la cabeza en la campaña
presidencial. Más todavía que yo.
También en esa coyuntura hubo cambio en la dirección de la Facultad.
Los compañeros que venían del Partido Comunista participaron, junto con los
hegemónicos mapaches, en una elección
de nuestro candidato. Yo voté por la reelección de Elena Sandoval, que había
sido muy buena directora, pero hubo división en nuestras filas, mientras que
los peces votaron masivamente por
José Blanco Mejía, quien también había sido miembro del Comité Nacional del MAP.
La campaña por la dirección de la Facultad de Economía
corría por dos ejes. Uno era el interno, porque se hacían votaciones entre los
profesores y entre los estudiantes. El otro bloque de la escuela, los
extremistas, presentaron como candidato a Fausto Burgueño, un sinaloense que
trabajaba en el Instituto de Investigaciones Económicas. La ventaja de Pepe
Blanco entre los profesores era evidente y contundente. Los estudiantes ultras
armaron una campaña “antipartidos” (como si ellos no obedecieran a la lógica de
sus grupúsculos) y, en unas elecciones que controlaron ellos, Burgueño salió
ganador. Aquellos decían que el voto de un estudiante valía como el de un
académico; nosotros, que la suma de cada gremio valía igual, y Pepe había
arrasado entre los profes.
Además, sabíamos que quien decidía en realidad era el
Consejo Universitario, que es por donde corría el otro eje de la campaña. El
Consejo nombró una terna con Blanco, Burgueño y el maestro Ney, que era el
decano y estaba de adorno. Nosotros nos dividimos en equipos para visitar a los
miembros del Consejo y hablarles maravillas de Pepe y su proyecto. En realidad,
dado el extremismo de la oposición, Pepe corría solo en la pista del Consejo, y
ganó con tranquilidad.
1 comentario:
Buen trabajo, espero que reciba apoyo de los internautas muy pronto
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