En el Foro sobre Política Energética, con Arnoldo |
Mi tarea principal en la campaña presidencial de 1982 fue
organizar cuatro foros temáticos en los que participaría nuestro candidato,
Arnoldo Martínez Verdugo. Tuvieron suerte diferenciada y me dejaron
experiencias también diferentes.
Del primero sí recuerdo la fecha. Fue el 18 de marzo, el
tema era el petróleo y se desarrolló en el Distrito Federal, en la sede del Colegio
Nacional de Economistas. Asistió una docena de expertos en materia energética y
en asuntos ecológicos, el auditorio se llenó a tope, leí la relatoría final –como lo hice en todos los demás, para que se concatenara muy bien con el discurso de Arnoldo- y la prensa lo reseñó
con amplitud. Ese fue el facilito.
El segundo foro fue sobre la universidad y lo realizamos en
Culiacán, con los costos de enviar por avión a la mayor parte de los
participantes (como anécdota, recuerdo que Luis González de Alba tenía
contestadora telefónica, algo que yo no conocía, y me eché el rollo de la
invitación en tres capítulos-llamadas). El foro, por supuesto, se realizó en la
UAS, con la presencia de mis viejos compañeros del ex Comité Estatal del PMT y
los viejos aliados del PCM, y también resultó bueno y divertido, pero no tuvo
tanta difusión en la prensa “nacional”.
El mitin de Arnoldo en Culiacán fue verdaderamente masivo –calculo
que de más de 10 mil personas- y muy activo. El que fuera sinaloense jugaba a
favor de nuestro candidato. “Nació en Pericos/ el verdugo de los ricos”, se
coreaba aquella cálida noche.
Tras el mitin me tocó pasar, camino a una cena en la casa de
Guevara, frente a la sede del PMT, que había sido nuestra, y me entró un
extraño coraje. Contra Heberto, contra el divisionismo, pero –sobre todo,
aunque por un solo instante- contra los compañeros que no nos habían acompañado
al PSUM.
El tercer foro fue sobre la frontera norte y en el partido
hubo una gran discusión sobre dónde realizarlo, si en Tijuana o en Ciudad
Juárez. Ganó esta última, debido principalmente a la insistencia de Gerardo
Unzueta, que tenía cuates por ahí. A diferencia de otros, en los que abundaban
los chilangos, en éste la mayoría de los ponentes eran fronterizos, de uno y
otro lado de la línea. Las discusiones fueron interesantes pero el evento, en
términos políticos, resultó un fracaso.
Los compañeros de Ciudad Juárez habían apartado un auditorio
muy grande, con capacidad para cerca de mil personas. Cuando llegué a esa
ciudad y me percaté del precario nivel de organización del PSUM en esa urbe, lo
más que logré fue conseguir que hicieran unas mantas para tapar la parte
superior del recinto. Aún así, y con algunos acarreados, no había ni cien
personas en al menos 300 asientos. Debí de haber hecho que contrataran el salón
de un hotel con mesitas, algo más íntimo. “Auditorio semivacío”, se refociló la
prensa. Pues sí, si en el mitin en la plaza principal, apenas medio millar de
juarenses fueron a escuchar el discurso de Arnoldo.
Para colmo, en Juárez me dio una diarrea feroz (el principal
sospechoso es un sándwich de aguacate) que días después fue diagnosticada como
amibiasis. Pasé la noche anterior al día final del Foro transitando
constantemente entre mi cama, el baño y el expendedor de Coca-Cola, porque me
estaba deshidratando. El pobre de mi compañero de cuarto, Pablo Ruiz Nápoles,
se mostró bastante comprensivo aquella vez. He de atribuirlo a que estaba
enamorado de quien con el tiempo sería su segunda esposa.
El cuarto y último foro fue sobre sindicalismo, en
Monterrey, otra tierra baldía para el partido. Buena parte de los participantes
(universitarios, nucleares, electricistas, gente del FAT…) viajamos desde la
capital en tren, porque la lana ya escaseaba (y los trámites para los boletos
fueron una tortura para mí, mal repuesto de la amibiasis del foro anterior).
En este foro, además de los cuates cuya posición yo conocía
bien por mi estancia en el MAP, estuvieron tres grandes leyendas del sindicalismo
mexicano de izquierda. Uno era mi antiguo conocido Demetrio Vallejo, quien
había recalado al PSUM por el camino más ignominioso: Heberto Castillo corrió
del PMT al otro fundador del partido por enamorar a una compañera mucho más
joven qué él (y ahí sí no sé si fue por moralina de Heberto o por hostigamiento
de Vallejo). Fuera del PMT, Vallejo seguía siendo el mismo viejito limitado que
dentro. También participó Valentín Campa, el otro ferrocarrilero de aquella
huelga histórica. Campa parecía tener siempre una mueca de amargura. Esa mueca
no era falsa, porque aquel hombre destilaba amargor del alma. Viejo
estalinista, le había sentado mal la pérdida de pureza de los comunistas al
juntarse con otras corrientes socialistas. De hecho, sólo en el ramal
universitario los sindicalistas del PC tenían posiciones modernas. En los
demás, eran de un atraso obrerista realmente lastimoso.
En cambio, el tercer viejo luchador social me pareció un
personaje maravilloso. Miguel Ángel Velasco, conocido con el mote de “El Ratón”. Un hombre físicamente
pequeño, pero muy recio y alegre, a pesar de las largas temporadas pasadas en
el penal de las Islas Marías. Velasco –proveniente del MAUS- era famoso por
haber perdido la Secretaría General de la CTM en 1936 a partir de una bronca
fenomenal en la Asamblea, armada por el grupo de “los Lobitos” que allí impuso a un joven
llamado Fidel Velázquez. Velasco había
sido líder de panaderos, organizador de jornaleros, activista de toda la vida,
y el Partido Comunista lo expulsó en una de sus purgas estalinistas. Era la
antítesis de Campa. Un viejo propositivo, con ganas de aprender, pero también
con deseos de enseñar, un anciano que miraba al futuro, porque seguía pensando
en los trabajadores.
En Monterrey tuve cuidado de organizar el Foro como debí de
haberlo hecho en Juárez. Un espacio relativamente pequeño, que lució retacado
de obreros. La reverberación del evento en los medios fue buena… porque no
escucharon a Campa y a algunos sindicalistas comunistas más.