Washington es
más grande de lo que se piensa. En
muchos sentidos.
La Explanada Nacional (National
Mall) es inmensa. Cuando dicen que
ahí cabe un millón de personas, dicen la verdad: son tres kilómetros en línea
recta de las escaleras del Capitolio a las del Monumento a Lincoln. En
comparación con la explanada, la mayor parte de los edificios, si bien masivos,
se empequeñecen. (Y eso significa que la verdadera grandeza y esplendor de la
zona se pueden percibir major desde Pennsylvania Avenue, no desde el Mall).
Una de las cosas que más impresionan a visitantes como yo, es la cantidad de memoriales de guerra. El omnipresente soldado-héroe. Una suerte de culto a lo heroico, que toma forma arquetípica del soldado. Me doy cuenta de que en México, si bien tenemos un respeto casi sagrado por los símbolos nacionales, no compartimos esa pasión gringa por lo heroico… a menudo confundida en nuestros días por la pasión de una parte del público estadunidense por los famosos.
Una de las cosas que más impresionan a visitantes como yo, es la cantidad de memoriales de guerra. El omnipresente soldado-héroe. Una suerte de culto a lo heroico, que toma forma arquetípica del soldado. Me doy cuenta de que en México, si bien tenemos un respeto casi sagrado por los símbolos nacionales, no compartimos esa pasión gringa por lo heroico… a menudo confundida en nuestros días por la pasión de una parte del público estadunidense por los famosos.
La heroicidad como forma
nacional de perdurar.
El único memorial de
guerra que me impresionó fue el de Vietnam. Una larga pared ondulante con el
nombre de cada uno de los soldados de Estados Unidos muertos en esa guerra.
Cada pequeño nombre pertenecía a un joven, a menudo apenas veinteañero, con su
novia, sus proyectos, sus sueños, sus padres que esperaban su regreso y sólo
recibieron una bandera y un cadáver. Unos señores sesentones caminaban muy
serios a lo largo del muro: ella señala un nombre y dice: “era mi primo”; un
hombre, unos pasos después, señala otras letras: “Estuvo perdido en acción
cerca de 20 años, luego encontraron su cuerpo”. Me acordé de mi cuate Bob Wells
(dyslexia), recientemente fallecido,
que estuvo en los años tempranos de la intervención de EU en Vietnam, y que
nunca pudo recorrer el monumento, porque se le quebraba el corazón.
Una noche, caminando con
mi hija en Arlington, encontramos el monumento en honor de los marines, grandes soldados de bronce que
plantan la bandera en Iwo Jima. Abajo, se pueden leer los nombres de todas las
intervenciones del cuerpo de la Infantería de Marina desde su creación. Las
guerras contra la rebelión india en Florida y las Filipinas, Nicaragua y
Veracruz, Granada y Somalia. La lista le da la vuelta al monumento, y sigue una
segunda fila, que todavía no llenan. El memorial tiene espacio para más
intervenciones de los marines en los
próximos 400 años, por lo menos.
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El centro de Washington
habla al visitante de una ciudad sobre, planeada, sólida, con aspiraciones imperiales.
Nada está dejado a la casualidad. Columnas al estilo de la Roma antigua dan
soporte y adorno a edificios de color claro, elegantes y fuertes. Habla de una capital
consciente de su papel, la de un país grande, rico, sólido. En ella se respira
que es el centro del poder político. Deja la impresión de que todo está bajo
control. En suma, una buena muestra de comunicación política urbana.
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Dicen que México es un país
presidencialista. ¡Ja! Nos quedamos cortos. En Estados Unidos el Presidente es
otro héroe, cada uno de ellos tiene su frase inolvidable y hay para todas las
ideologías, así que cada quien tiene su base de fans. Algo similar sucede con
la Primera Dama –que, la verdad, yo creo que es invento de EU, que algunos
países latinoamericanos han copiado con singular alegría, sobre todo en
Argentina-, heroína y ejemplo en clase y estilo. Hay tumultos alrededor del
vestido que usó Michelle en la Inauguration.
El poder del Presidente brilla… y uno que pensaba que Estados Unidos era la
tierra de los pesos y contrapesos, de la división de poderes, de las
instituciones independientes del Ejecutivo. La verdad esa será la arquitectura
constitucional, pero en el corazón de las mayorías son más fuertes los deseos
de admirar al líder.
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