miércoles, junio 22, 2011

Viñetas de Washington


Washington es más grande de lo que se piensa. En muchos sentidos.

La Explanada Nacional (National Mall) es inmensa. Cuando dicen que ahí cabe un millón de personas, dicen la verdad: son tres kilómetros en línea recta de las escaleras del Capitolio a las del Monumento a Lincoln. En comparación con la explanada, la mayor parte de los edificios, si bien masivos, se empequeñecen. (Y eso significa que la verdadera grandeza y esplendor de la zona se pueden percibir major desde Pennsylvania Avenue, no desde el Mall).
Una de las cosas que más impresionan a visitantes como yo, es la cantidad de memoriales de guerra.  El omnipresente soldado-héroe. Una suerte de culto a lo heroico, que toma   forma arquetípica del soldado. Me doy cuenta de que en México, si bien tenemos un respeto casi sagrado por los símbolos nacionales, no compartimos esa pasión gringa por lo heroico… a menudo confundida en nuestros días por la pasión de una parte del público estadunidense por los famosos.
La heroicidad como forma nacional de perdurar.
El único memorial de guerra que me impresionó fue el de Vietnam. Una larga pared ondulante con el nombre de cada uno de los soldados de Estados Unidos muertos en esa guerra. Cada pequeño nombre pertenecía a un joven, a menudo apenas veinteañero, con su novia, sus proyectos, sus sueños, sus padres que esperaban su regreso y sólo recibieron una bandera y un cadáver. Unos señores sesentones caminaban muy serios a lo largo del muro: ella señala un nombre y dice: “era mi primo”; un hombre, unos pasos después, señala otras letras: “Estuvo perdido en acción cerca de 20 años, luego encontraron su cuerpo”. Me acordé de mi cuate Bob Wells (dyslexia), recientemente fallecido, que estuvo en los años tempranos de la intervención de EU en Vietnam, y que nunca pudo recorrer el monumento, porque se le quebraba el corazón.
Una noche, caminando con mi hija en Arlington, encontramos el monumento en honor de los marines, grandes soldados de bronce que plantan la bandera en Iwo Jima. Abajo, se pueden leer los nombres de todas las intervenciones del cuerpo de la Infantería de Marina desde su creación. Las guerras contra la rebelión india en Florida y las Filipinas, Nicaragua y Veracruz, Granada y Somalia. La lista le da la vuelta al monumento, y sigue una segunda fila, que todavía no llenan. El memorial tiene espacio para más intervenciones de los marines en los próximos 400 años, por lo menos.

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El centro de Washington habla al visitante de una ciudad sobre, planeada, sólida, con aspiraciones imperiales. Nada está dejado a la casualidad. Columnas al estilo de la Roma antigua dan soporte y adorno a edificios de color claro, elegantes y fuertes. Habla de una capital consciente de su papel, la de un país grande, rico, sólido. En ella se respira que es el centro del poder político. Deja la impresión de que todo está bajo control. En suma, una buena muestra de comunicación política urbana.

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Dicen que México es un país presidencialista. ¡Ja! Nos quedamos cortos. En Estados Unidos el Presidente es otro héroe, cada uno de ellos tiene su frase inolvidable y hay para todas las ideologías, así que cada quien tiene su base de fans. Algo similar sucede con la Primera Dama –que, la verdad, yo creo que es invento de EU, que algunos países latinoamericanos han copiado con singular alegría, sobre todo en Argentina-, heroína y ejemplo en clase y estilo. Hay tumultos alrededor del vestido que usó Michelle en la Inauguration. El poder del Presidente brilla… y uno que pensaba que Estados Unidos era la tierra de los pesos y contrapesos, de la división de poderes, de las instituciones independientes del Ejecutivo. La verdad esa será la arquitectura constitucional, pero en el corazón de las mayorías son más fuertes los deseos de admirar al líder.

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