Un día, a la hora de las
complacencias en una estación del radio del Bajío, llama una señorita para
pedir una canción.
-¿Cuál quieres escuchar? -dice
el locutor.
-La de los senos de hombre.
-¿Cómo?
-La que dice: “qué bellos son
tus senos de hombre”.
Se refería, por supuesto, a “Qué
bello”, de la Sonora Dinamita, que en realidad dice: “qué bellos son tus celos
de hombre”.
El problema es que, desde entonces,
ya no puedo escuchar esa canción sin pensar en un hombre con senos.
Ese, el de cambiar la letra a
algunas canciones, ya sea por haberlas escuchado mal, por mala dicción de los
cantantes o por razones de juego, tiene su nombre, de acuerdo con la RAE. Pomporruta,
que se refiere a una canción falangista española que dice “voy por rutas” (esos
señores de la RAE, tan adictos a lo facho y con un ejemplo malito). En Argentina
hablan del General Susvín, porque “Susvín culos rompió”. En México, creo,
podíamos hablar de Masiosare, un extraño enemigo que aparece en el Himno
Nacional (y no faltará quien piense que Masiosare vino a profanar nuestro suelo
con unas plantas venenosas que trajo de quién sabe dónde).
Es común que, por diversas
razones, cambiemos la letra a algunas canciones. Se trata de un fenómeno
estudiado, pero sobre todo divertido, que nos dice que en ocasiones
el cerebro del escucha llena los vacíos en oraciones que no entiende. La pomporruta se
establece cuando el escucha se queda con la versión equivocada de la canción,
poema o frase. A base de repeticiones, el texto se vuelve otro.
Yo tengo claras dos
pomporrutas o masiosares personales. Uno es de una canción de Fito Páez, Circo
Beat. Yo la primera vez que la escuché, oi “Cinco Mil”… y creo que, a
diferencia de lo que sucede con otras pomporrutas, en esta decir “cinco mil” no
cambia mucho el significado de la canción.
La segunda pomporruta es de la
canción “Burundanga”, que interpreta Celia Cruz, y es heredada de mi madre, a
quien le encantaba jugar con las palabras. Para mí, “Bernabé le pegó a Fuchilanga
porque a Burundanga le jincha lo pie”. Digo, está clarito: Fuchilanga le hizo una
brujería a Burundanga, que le hinchó los pies. Bernabé, amigo de Burundanga, lo
defiende. Borondongo es amigo de Fuchilanga y Songo es del bando de Bernabé y
Burundanga.
Resulta que es Muchilanga,
pero mi mamá usaba Fuchilanga para la canción y para regañarnos a mi hermano y
a mí por cochinos. Y en la original, Muchilanga “le echó” a Burundanga. Entonces
la cosa se complica, porque ¿qué le echó Muchilanga a Burundanga? ¿Algo que le
hinchara los pies o una curación? Si es lo segundo, entonces los bandos son
bien distintos: Muchilanga, Burundanga y Borondongo, de un lado; Bernabé y
Songo, del contrario.
Otra pomporruta (ni modo,
seguimos a la dictadora RAE) que he escuchado: “En lo alto de una gruta serranía”,
en donde ya hay una especificación de que el campamento de la Adelita estaba
sobre una gruta en la abrupta serranía.
Hay unas deliberadas, como la de las Ardillitas de Lalo Guerrero, que cantaban villancicos con humor blanco:
- “¿Quién
le da posada a este par de gringos?
-¡Pánfilo!, ¡No es par de
gringos, es peregrinos!"
Finalmente, están las
versiones comerciales de distintas canciones populares que, a fuer de
repetición, se nos quedan en la mente y sustituyen a la letra original.
Pomporrutas forzadas.
Dos ejemplos personales: no
puedo escuchar “Jingle Bells” sin pensar que dice “Ginger Ale, Ginger Ale, para
tu jaibol”. Y me costó trabajo regresar a la versión original de “La donna è mobile”,
porque en mi mente seguía “…in automobile”, de no sé qué anuncio de mi
infancia.
Ojo, no hay que confundir las pomporrutas, masiosares o susvines con los soramini (que son búsquedas, y suelen estar en el mismo idioma) o con las traducciones homofónicas (de las cuales yo tengo un par en este blog).
"Qué bellos son tus senos de hombre" |
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