Cuando se habla de una estirpe, siempre es útil
saber quién es el fundador. Y si hablamos de pruebas de fondo y medio fondo no
hay estirpe olímpica más generosa que la de los Finlandeses Voladores, que tuvieron
en Paavo Nurmi su más alto exponente. El primero de esos grandísimos fondistas
fue Hannes Kolehmainen, el hombre que enseñó a correr al mundo.
De una familia de albañiles, imitó a sus
hermanos mayores que competían en carreras locales y de inmediato destacó. Tenía
un estilo al correr diferente a la norma: movía mucho los brazos, pero las
piernas casi parecían deslizarse a los ojos de los espectadores. Johannes fue
el mejor de los tres Kolehmainen que coparon el podio de los 10 mil metros en
el campeonato finlandés de 1908, y representó al Gran Ducado de Finlandia (que
era una región autónoma del Imperio Ruso) en los Juegos Olímpicos de Estocolmo
en 1912. Ahí pasaría a la historia.
En esos juegos, Kolehmainen ganó fácilmente la
carrera de los 10 mil metros. En los 5 mil, tuvo un duelo espectacular con el
francés Jean Bouin: pronto se separaron del resto de los competidores y mantuvieron
una competencia cerrada hasta el final, cuando el francés cerró con fuerza,
pero el finlandés aguantó y terminó imponiéndose por una décima de segundo y
estableciendo récord mundial. Intercambiaron camisetas. Posteriormente, Kolehmainen
ganó el oro en la prueba de 8 mil metros a campo traviesa, y contribuyó a que
Finlandia obtuviera la plata por equipos.
Pero algo dejó un amargo sabor de boca al
campeón en aquellos juegos. A pesar de que Finlandia llevaba equipo propio, la
bandera que ondeó en la premiación fue la de Rusia. “Desearía no haber ganado
para no verla”, llegó a decir en voz alta.
Tras la olimpiada de Estocolmo, Kolehmainen se
fue a vivir a Estados Unidos, donde residía su hermano, convertido ya en
profesional. Hannes tenía decidido entrenarse en la maratón y competir en Berlín
1916. Pero estos juegos se cancelaron debido a la I Guerra Mundial, en la que
su rival y amigo Bouin perdió la vida en una batalla.
En Estados Unidos, Kolehmainen publicó un
artículo en el que explicaba su estilo de correr. Hacía hincapié en la
necesidad de que el braceo ayudara al corredor y, sobre todo, en la importancia
de no levantar mucho las rodillas y la forma en la que tenía que caer el pie al
suelo: en otras palabras, llevar una zancada ligera. Avanzar lo más con el
menor esfuerzo, era la clave. Muchos empezaron a seguir sus consejos.
Para 1920, fecha de la cita olímpica en
Amberes, Finlandia había ya obtenido su independencia, pero se hallaba sujeta a
una cruenta guerra civil entre los “blancos”, conservadores, apoyados por el
Imperio Alemán, y los “rojos”, socialistas, apoyados por la naciente Unión
Soviética. Ante esa situación, Kolehmainen hace un gesto: se inscribe en la
asociación atlética de ambos bandos. Él corre por Finlandia, a la que quiere
ver unida.
En Amberes 1920 midieron mal la distancia de
maratón, y hubo que correr medio kilómetro más. Hacia el final de la carrera se
desató una lluvia torrencial. En medio de ella, con su estilo relajado,
Kolehmainen se adelantó para ganar el oro olímpico. Era el cuarto de su
palmarés: todos en competencias diferentes, además de aquella plata por
equipos. Y la suya es, en esa Olimpiada, una de las muchas medallas que ganan
los finlandeses, con una nueva generación a la que él inspiró.
Tras la guerra civil, Kolehmainen regresó a
Finlandia. Falleció en 1966. Dejó una gran colección de memorabilia atlética. La
pieza central: la camiseta con la que compitió en la final de los 5 mil metros
de 1912 su rival Jean Bouin, muerto en guerra.