miércoles, marzo 17, 2021

Leyendas olímpicas: Olga Korbut



En la gimnasia artística femenina hubo en los años setenta una revolución, un cambio de paradigma. Las mujeres hechas y derechas dieron paso a las adolescentes pequeñitas. Movimientos elegantes y relativamente lentos cedieron el lugar a movimientos gráciles, veloces y atléticos. Pero, sobre todo, a acrobacias temerarias. Eran más rápidas, volaban más alto, tenían más fuerza. Citius, altius, fortius.  Una nueva generación de mujeres se abría paso en el mundo.

Quien mejor representó ese cambio fue Olga Korbut, gimnasta soviética nacida en Bielorrusia, quien fue la reina de los juegos de la XX Olimpiada: la Golondrina de Munich.

Korbut afirma que nació para la gimnasia, que cuando en su clase de primaria preguntaron si alguien quería entrenar, ella brincó como resorte. Muy pronto destacó, ayudada por la combinación de una musculatura fuerte con poco peso y estatura. La chica hacía mucho entrenamiento de fuerza, “para que mis músculos protejan a los huesos”. Nunca tuvo una lesión grave, a pesar de que los entrenamientos implicaban varias caídas.

Llegó a la olimpiada muniquense a los 17 años. Medía 1.49 y pesaba 38 kilos de músculo y fibra. Maravilló a todos con sus actuaciones olvidadas del peligro, su sonrisa natural y sus ejecuciones precisas. Contribuyó a que la Unión Soviética se llevara el oro por equipos, pero falló lamentablemente en la competencia all-around, por una serie de fallas en las barras asimétricas.

Pero el día siguiente sería el de su consagración. Se llevó el oro en los ejercicios a manos libres, con una rutina menos balletística y mucho más arriesgada que las de sus predecesoras, pero que tenía igualmente elementos estéticos suaves. También lo obtuvo en la barra de equilibrio, donde realizó tres saltos inéditos. El salto mortal hacia atrás lleva su nombre. Sin embargo, la rutina más inolvidable fue la que realizó en las barras asimétricas, a una velocidad impresionante y con saltos y giros de grado extremo de dificultad. El más notable fue el Flip Korbut, en el que la gimnasta se para sobre la barra más alta, se lanza en un mortal inverso, como clavadista, retoma la barra, pasa a la inferior y luego de espaldas, se impulsa y toma de nuevo la de arriba.

Los jueces la calificaron con 9.80, lo que daría el oro a la alemana Karin Janz. El público de Munich abucheó el resultado porque lo consideró injustamente bajo. Tras varios minutos de silbatina, los jueces no cedieron y Korbut se tuvo que conformar con la plata. Hay quien opina que se le castigó el atrevimiento excesivo. Hoy muchos consideran que esa rutina, que no ganó el oro, es la mejor que ha habido en la historia de los Juegos Olímpicos. Mejor que la de Nadia Comaneci. Mejor que las de las gimnastas de más de medio siglo después.

El Flip Korbut en las barras asimétricas está prohibido por la Federación de Gimnasia, por considerarlo demasiado peligroso. “Yo simplemente era creativa”, declaró años después la gimnasta.

A partir de esa actuación en Munich, surgió una pasión mundial por la gimnasia femenina, que ahora era más atlética. Miles de niñas querían seguir los pasos y las cabriolas de Olga. Esa pasión alcanzaría la cúspide cuatro años después, en Montreal 76. Korbut llegó lesionada y terminó por ser opacada por una jovencita de 14 años que declaró haber sido inspirada por la soviética. Aún eclipsada por Nadia Comaneci, Olga Korbut consiguió en Montreal otras dos medallas: el oro por equipos y la plata en las barras asimétricas. Al año siguiente se retiró.

Su legado ha sido duradero, porque Olga Korbut tal vez no haya sido la máxima medallista de su tiempo, pero sí fue el máximo estandarte de una revolución triunfante.

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Y aquí, aquella actuación en las asimétricas:






 

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