Grecia, la nación que dio vida a los juegos
olímpicos de la antigüedad y cuya capital fue sede de los primeros de la era
moderna, no ha podido presumir muchos triunfos olímpicos. En particular, el
siglo XX fue avaro con los atletas griegos, que ganaron sólo 4 medallas de oro
en los primeros 90 años. Pero en la última década apareció un hombre capaz de
darles la gloria y los laureles anhelados. Ese hombre es Pyrros Dimas, El León de Himara.
Himara es un pueblo situado en Albania, pero
históricamente habitado por miembros de la minoría griega. Allí nació Pyrros
Dimas, durante el gobierno del dictador stalinista Enver Hoxha. Desde muy joven
destacó en el levantamiento de pesas; ya a los 18 años, en 1989, era campeón de
Albania y ayudó a esa pequeña nación a lograr un tercer lugar en el Campeonato
Europeo de Halterofilia.
Pero los tiempos políticos estaban cambiando. En
1991, el sucesor de Hoxha, Ramiz Alia, llevó a cabo una serie de reformas
políticas y económicas que transformarían el sistema. Entre esas reformas,
permitió la salida del país de los miembros de la comunidad griega: entre ellos
estaba el joven Pyrros Dimas, quien adquirió el año siguiente la nacionalidad
helena, y compitió en los Juegos de Barcelona, en la categoría de menos de 82.5
kilogramos.
Dymas se llevó la medalla de oro, levantando 370
kilos en total. En su tercer intento de envión, con el que aseguraría el lugar
más alto del podio, gritó: “¡Por Grecia!”. Se convirtió en héroe nacional
instantáneo: a su regreso fue ovacionado por 100 mil de sus compatriotas en el
mítico estadio Panathinaikon.
El halterista griego mostró que su triunfo no era
resultado de la casualidad. Fue campeón mundial en 1993 y 1995. Llegó a los
juegos de Atlanta como favorito. No defraudó. Rompió el récord mundial al
levantar 392.5 kilogramos.
Volvió a ganar campeonatos mundiales y asistió a Sydney,
en el año 2000, y conquistó su tercera medalla de oro consecutiva, algo que sólo
había hecho antes Naim Suleymanoglu, El
Hércules de Bolsillo. Solía ganar con tanta facilidad que mantenía la
haltera alzada aún después de la chicharra que daba por bueno el levantamiento,
para que los fotógrafos no tuvieran problemas.
Más tarde vinieron las lesiones, y una baja notable
de su capacidad. Aún así, el ya veterano pesista se presentó en su patria, en
los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Allí, levantado por el cariño y las porras
de su gente, logró llevarse la medalla de bronce, y convertirse en el único
pesista en subir al podio en cuatro olimpiadas consecutivas.
De las pesas pasó a la política, como diputado del
Partido Socialista, desde donde pugna por la incorporación a Grecia del Epiro
Septentrional, la región de Albania que lo vio nacer.
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