En la novela de ciencia ficción Ubik, de Philip K. Dick, hay un grupo de personas conocido como los semivivos. Son gente que no está viva ni está muerta, que es mantenida en una situación de criogenización, que tiene contacto esporádico con los vivos, pero que normalmente lleva una especie de vida virtual, en un universo creado por su mente semicongelada.
El símil vino a la mente tras el escueto anuncio de la SEP
acerca de la suspensión indefinida de la evaluación a los maestros, que es
parte nodal de la reforma educativa. Esta queda ahora en una situación como la
de aquella novela: está semiviva, criogenizada, en una congeladora
verdaderamente fría.
Tratándose de una reforma constitucional, matarla de un
plumazo hubiera sido ilegal. Ya sabemos que el gobierno se compromete
formalmente a cumplir y hacer cumplir la
Constitución. Se decidió, entonces, pararle el corazón, enviarla a la cámara
criogénica y hacer como que todavía existe. Por lo pronto, no resucitará hasta
nuevo aviso.
En febrero de 2013, cuando se promulgó la reforma educativa,
el presidente Peña Nieto señaló: “avanzamos en la construcción de un marco
legal moderno y eficaz, y fortalecemos la rectoría del Estado mexicano en la
educación, esencial para superar los retos de este sector estratégico para el
desarrollo nacional. Sin duda, éste es un cambio de fondo, que marcará para
bien el rumbo de México en las siguientes décadas…”.
Efectivamente, uno de los objetivos centrales de esa reforma
era fortalecer el papel del Estado en el ámbito educativo, y arrancar el
control a los grupos de poder sindicales, fortalecidos durante lustros por la
inacción gubernamental. Suspender la evaluación significa, en palabras llanas,
que el Estado mexicano se reconoce como incapaz para llevar a cabo esa tarea.
Ha sido una victoria para la CNTE, y –por su parte- la
dirigencia del SNTE, que luego de la detención de su dirigente histórica, Elba
Esther Gordillo, había apoyado de dientes para afuera la reforma, ha guardado
un piadoso y conveniente silencio, porque la abdicación del Estado también le
es útil.
A primera vista, de lo que se trata es de ceder en el
principal de los argumentos de la CNTE en la expectativa de que esta
organización desista de intentar boicotear violentamente las elecciones del
próximo domingo.
Si es así, las autoridades han actuado con una ingenuidad
asombrosa: es evidente que la agenda de la Coordinadora va mucho más allá de la
evaluación magisterial; de lo que se trata es, en su estrategia delirante, de
crear condiciones prerrevolucionarias, y el boicot a los comicios federales, y
a todo lo que huela a democracia institucional, es una parte medular. Y la
previsible respuesta de la CNTE no se ha hecho esperar.
En otras palabras, el gobierno ha dado todo a cambio de
nada.
Hay varias cosas que preocupan particularmente. Una es la
decepción que la medida genera en los casi 200 mil maestros –los buenos
maestros, los que son mayoría- que se inscribieron al concurso de oposición
para lograr una plaza en el magisterio, y en los cerca de 60 mil profesores que
buscaban una promoción en el servicio docente. Para ellos, la posposición
indefinida de sus esperanzas. Hay que conciliar con los otros, los que
secuestran camiones, queman papeletas y congresos locales; los que desquician
las ciudades, bloquean negocios, toman casetas de peaje y exigen tener el
control político-corporativo de las plazas.
Otra es el mensaje que esto conlleva. De nada sirve
estudiar, intentar hacer carrera, manejarse dentro de las instituciones, si con
marchas, palos y bombas molotov se puede lograr más. Se puede, incluso, darle
la vuelta a la Constitución y llevarla de paseo. Es un mensaje que diversos
actores de la vida social –llámense taxistas, solicitantes de tierra o vivienda,
caudillos que mandan al diablo las instituciones y un largo etcétera- pueden
entender como una invitación a estrangular lo estrangulable, al cabo que así es
como en realidad se arreglan las cosas.
Se supone que el objetivo de la renuncia era generar
condiciones de tranquilidad para las elecciones. Estas existirán de todos modos
en la mayor parte del país. Y de todos modos no las habrá donde la CNTE tiene asentados
sus reales. El proceso se llevará a cabo con relativa normalidad. En cualquier
caso, lo que hace esta medida es quitar trascendencia al momento electoral.
Me explico. El domingo los mexicanos elegiremos a nuestros
representantes en la Cámara de Diputados, cuya principal labor es la aprobación
de leyes. Nos importan las elecciones porque nos importa la legislación que
emane del Congreso. ¿Pero qué pasa cuando esas normas, aprobadas por diputados
y senadores federales y los congresos locales se convierten en papel de estraza
con un simple comunicado? ¿Para qué tantos brincos, tanto gasto, tanta
parafernalia democrática?
Esto nos lleva a una conclusión dramática. No sólo es la
reforma educativa (ya con minúsculas, ni modo) la que ahora está en el reino de
los semivivos. Es el propio gobierno federal, que verá disminuida su capacidad
para hacer cumplir las otras reformas ya aprobadas, y muy acotada la
posibilidad de que la legislatura que se votará el domingo apruebe nuevas
reformas de gran aliento.
Decíamos que los semivivos de la novela tienen contacto
esporádico con los vivos. Si el gobierno quiere enviar una señal positiva a la
sociedad, debe reprogramar a la brevedad las evaluaciones al personal docente;
tal vez así puede evitar el proceso de criogenización al que él mismo se está
sometiendo.
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