La
novena mexicana de beisbol quedó eliminada en la primera ronda del Clásico
Mundial de Beisbol. Por primera vez no pasó a la segunda ronda. Y, para más
inri, tendrá que eliminarse para acceder al evento de 2017. A pesar de ello,
dio un gustazo a la afición con su victoria sobre Estados Unidos y –opino- fue
un equipo más digno que el que nos representó hace cuatro años.
La sorpresa italiana. Italia 6, México 5
El
primer juego, contra Italia, estaba presupuestado como victoria. El equipo
italiano resultó mucho mejor a lo esperado, pero no por ello era superior al
mexicano. La derrota se escribió a partir de errores evidentes en el manejo de
la escuadra. Un mal uso del hit-and-run
(una estrategia sobrevalorada, que casi nunca funciona) frustró un posible
rally, que hayan mandado a tocar a Ramiro Peña sin out, cuando el regiomontano
estaba encendido (la llamada “pelota pequeña” no funciona más que en circunstancias
especiales), el uso obligatorio (del librito no escrito) de lanzador de la 7ª,
preparador y cerrador, independiente de cómo estén los lanzadores y tonterías del tipo de
lo sucedido en la última entrada: vamos perdiendo. Iniciamos la entrada con hit,
y lo que se le ocurre al manager es otro toquecito para que haya un out. Dejo
para el final la más obvia: poner a un infielder en los jardines, aún en los
momentos en los que se requiere es fildeo, exclusivamente. Édgar González, que
no es jardinero, fildeó mal dos batazos y se convirtió en el chivo expiatorio.
El culpable de fondo de la derrota fue el manager Rick Rentería.
El Coco de los gringos. México 5, Estados Unidos 2
A diferencia de lo ocurrido en el primer juego, en el
enfrentamiento contra el equipo de Estados Unidos, todo funcionó a la
perfección. Una apertura estelar de Yovani Gallardo. Carreras anotadas mediante
batacazos (un precioso cuadrangular de Adrián González entre ellos), disciplina
en el plato y cambios de lanzador a la hora precisa se combinaron para que
México venciera a una novena estadunidense que jugó muy bien, particularmente a
la defensiva, robándole varios hits a los mexicanos. Por supuesto que lo fundamental fue que los
mexicanos le encontraron la bola temprano al nudillero R.A.Dickey, que traía el
prestigio de su reciente premio Cy Young, pero nada en el brazo.
La
debacle. Canadá 10, México 3
Este
fue un juego que empezó mal, pero terminó peor. México tuvo suerte de recibir
nada más cuatro carreras en la primera entrada, porque Marco Estrada lanzó de
manera desastrosa. Luego el partido se compuso y una serie de severos errores
mentales evitó que le diéramos la vuelta al partido. El primer relevista
canadiense no traía absolutamente nada, recibe dos hits sin sacar out. De nuevo
le conectan, e inexplicablemente el coach manda a home al lento Karim García,
quien corría desde segunda. Karin choca con el cátcher canadiense, pero éste no
lo toca; el sonorense, en vez de pisar jom para anotar, se regresa a la caseta,
sin que nadie desde allí le diga que pise y anote. En vez de tener una carrera,
hay un out. En esa entrada nos acercamos 4-3, pero perdimos a Karim y quizá ahí
también se escapó la idea de ganar, porque todo fue cuesta abajo (por segunda
vez consecutiva, Dennys Reyes tiene un pésimo Clásico Mundial). La gran bronca
del final estuvo divertida (y se demostró que Eduardo El Mosco Arredondo es pimentoso hasta para los trancazos), pero
tenemos que admitir que derivó de la frustración de un equipo por no ganar el
partido que lo hubiera puesto en el primer lugar del grupo (y que, al perderlo,
lo mandó al último).
Un
primer balance
El
juego contra las estrellas de Estados Unidos nos muestra de las posibilidades y
capacidades del equipo que se armó. Las dos derrotas, evidenciaron las
carencias. A mi gusto, fue una escuadra superior a la de 2009, que sólo pudo
ganarle a rivales muy inferiores (y no siempre) y cayó con facilidad y amplitud
ante los buenos, pero inferior a la de 2006, que hizo un gran papel. La inicial
falta de cooperación de la Liga Mexicana de Beisbol, que no quería prestar
jugadores, influyó negativamente. Más todavía, la designación de Rick Rentería
como manager, la carencia de jardineros, la necedad de que jugaran todos y,
aparentemente, la existencia de favoritismos.
El futuro del Clásico Mundial
El
Clásico Mundial de Beisbol es apasionante, pero tiene limitaciones obvias. La
principal, que se juega antes de la temporada de verano, lo que deriva en
negativas de jugadores a participar, en las reglas absurdas sobre cantidad de
lanzamientos y, sobre todo, en que los peloteros suelen estar lejos de su nivel
máximo. Así como está, interesa, pero no puede ni soñar en ser un equivalente
en el beisbol del Mundial de Futbol –que, quiero pensar, es la meta de MLB-. La
única solución que se me ocurre, por ahora, para mejorarlo es que se juegue en
noviembre, sin límites mamones, y que las eliminatorias sean en primavera.
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