miércoles, octubre 17, 2012

Biopics: De la Madrid y la crisis



Cuando tomó posesión Miguel de la Madrid, lo primero que hizo fue echarle un balde de agua helada a la población. Para evitar que “la Patria se nos deshaga entre las manos” y para contrarrestar “un clima propicio para los enemigos del sistema”, el nuevo Presidente se propuso hacer una gestión de la crisis basada en políticas ortodoxas de estabilización que, al no tomar en cuenta los orígenes de la situación, se tradujeron en años de estancamiento y altísima inflación. 

Varias de las medidas que, de manera desesperada, había tomado José López Portillo en sus últimos meses en el Ejecutivo, fueron rápidamente revertidas por De la Madrid. El control de cambios pasó a mejor vida en el primer mes (y el dólar se fue a 150 pesos); la principal prioridad en términos de las relaciones económicas con el exterior fue el servicio de la deuda externa, que era asfixiante. A  los banqueros se les reintegró el 34 por ciento de la banca, como adelanto a las (re) privatizaciones que vendrían años después. Pero sobre todo, se aplicó una política de contención salarial, supuestamente para defender el empleo.

Había un aspecto inevitable en la política de ajustes de De la Madrid. En los gobiernos anteriores, las paraestatales y los burócratas habían crecido de manera desmesurada, y era necesario hacer un ejercicio de racionalización. Sin embargo, éste no se hizo de manera quirúrgica, privatizando o eliminando empresas que nada tenían que hacer en el sector público y trabajos cuya existencia sólo obedecía al más trasnochado de los keynesianismos. Se hizo a lo grande –o, por decirlo de otra forma, a lo bruto-. Alguna vez escribí el símil del matasanos que, para bajar de peso a su paciente obeso, le corta un brazo o una pierna. (Y la verdad, más que obeso, estaba pasadito de peso: generaba 15 por ciento del PIB y 5 por ciento de los empleos directos).

Se consideró que el mercado corregiría muchas de las distorsiones creadas en el lopezportillismo pero, de nuevo, se pasaron de medicina. Con la teoría de que cambios en los precios provocarían cambios en la demanda (típicamente, el caso de la gasolina), pero sin tener en cuenta la anterior ruptura del pacto social implícito, se generó varias veces lo que clasifiqué como “el ciclo G-T-D”: incrementos en la gasolina, que preanunciaban aumentos en la tortilla (y otros productos básicos), que a su vez alimentaban –por el diferencial de precios- corridas contra el peso y devaluación del mismo. La demanda no se ajustaba, y tampoco los precios relativos de los bienes: lo que había era un cambio en los precios absolutos de los bienes y en los precios relativos de los servicios, en particular, caían los ingresos reales de los asalariados, mientras los demás se defendían como podían.

Pero tal vez lo más grave de la conducción económica en ese sexenio fue el sector externo: por un lado, se trató a los desequilibrios estructurales como si fueran de corto plazo y, con base en las recetas del FMI –que en esa época estaba bastante a la derecha del actual- se obtenían resultados macroeconómicos muy limitados a un costo social muy elevado; por el otro, el énfasis dado al servicio de la deuda externa –que, en esa época se renegoció en términos de plazos, más que de quitas efectivas de interés- mantuvo al sector público en una constante anemia financiera, y lo incapacitó para contribuir a detonar el crecimiento.

Sólo hacia el final de ese sexenio algunas de las concepciones cambiarían (o, mejor dicho, tomarían fuerza quienes sostenía una visión menos ortodoxa) y se trabajó en soluciones con sentido político-social, más allá de los libritos de texto. Pero en general, esos seis años fueron de estancamiento severo e inflación más que galopante. Cuando se habla de “la década perdida”, hay que recordar que su núcleo duro está en los terribles años de Miguel de la Madrid.

¿Y por qué pongo este breve análisis de política económica en mi biografía? Porque esa crisis económica fue importante en mi vida. La sufrí, la combatí y la analicé, pero sobre todo lo primero. Y se sabe que las condiciones materiales influyen mucho en las decisiones vitales.


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