La que sigue es una reseña mío a un libro de Clemente Ruiz sobre la política monetaria en el breve lapso en el que estuvo Carlos Tello al frente del Banco de Mëxico (septiembre-noviembre 1982). Fue publicada en la revista Nexos, en su número de diciembre de 1984.
Clemente
Ruiz Durán: 90 días de política monetaria crediticia independiente.
Universidad Autónoma de Puebla / División de Estudios de Posgrado de la
Facultad de Economía de la UNAM. México 1984 158 pp.
El
último trimestre de sexenio lopez-portillista fue un periodo
particularmente denso de la historia reciente de México. La
nacionalización de la banca y la adopción del control generalizado de
cambios provocaron una sacudida muy fuerte en inercias políticas y de
conducción de la economía nacional. Desde aquellos momentos, era
evidente, que el manejo de la política monetaria y crediticia durante
los tres meses que siguieron a la nacionalización, jugaría un papel
importante para determinar la profundidad real de los cambios por venir.
Si el cambio de manos era para que hubiera un cambio de usos, entonces
el Banco de México, la autoridad monetaria, era un lugar privilegiado
para iniciar transformaciones y terminar con el supuesto monopolio de
eficiencia que ostentaban los banqueros tradicionales. La política
monetaria y crediticia jugaba un papel estratégico dentro de la disputa
ideológica y política que se desarrolló durante ese período.
Clemente
Ruiz Durán estuvo entonces, como secretario técnico del Banco de
México, en un lugar privilegiado para entender lo estratégico. Ahora en
90 días de política monetaria y crediticia independiente, en el que sin
falsas imparcialidades explica las razones del fracaso de la política
monetaria y crediticia anterior a la nacionalización, señala las
motivaciones de la administración nacionalizadora -defendiéndolas de las
acusaciones de populismo que posteriormente se le imputaron- y esboza
elementos de políticas alternativas para el momento actual.
Ruiz
Durán parte del supuesto de que la principal tarea de la política
monetaria y crediticia es la aportación de recursos financieros para una
expansión sostenida de la producción y el empleo. Así, de inicio define
su posición y toma distancia crítica de las políticas seguidas antes de
la nacionalización, no sólo como formas instrumentales, sino a partir
de las metas mismas que éstas se fijaron. A diferencia del autor, la
visión tradicional enfatiza el papel estabilizador de la política
monetaria y crediticia.
El libro abre con un señalamiento
(muy apretado en cuanto a espacio y, por tanto, con algunas ausencias y
puntos a demostrar) de las principales limitaciones de la política
monetaria y crediticia del período 1970-81. Entre éstas destacan el que
la base monetaria se haya expandido sin programación, la inadecuada
expansión y canalización del crédito, el excesivo costo del
financiamiento y las ganancias enormes de los bancos como producto, más
que de la eficiencia empresarial, del traslado de costos a los clientes.
Ruiz Durán también analiza la captación de ahorro interno y señala,
junto con los conocidos problemas de dolarización y desintermediación
financiera, a la excesiva liquidez del sistema como uno de los
principales causantes de inestabilidad.
El énfasis en la
liquidez es importante, porque implica una crítica a las versiones que
sostienen que solamente premiando a la liquidez, una economía como la
mexicana puede mantener un nivel adecuado de captación. En otras
palabras, mientras los tradicionalistas afirman que hay que mantener el
ahorro a toda costa (y para ello mantienen tasas elevadas) Ruiz Durán
distingue entre ahorro a distintos plazos y concluye que, en el caso
mexicano, la diferencia de rendimientos entre el corto y largo plazo era
muy reducida y que por eso el ahorro se mantuvo inestable. Baste, por
el momento, señalar que para Ruiz Durán esto implica considerar que una
diferencia grande entre tasas de corto y largo plazo puede en verdad
hacer menos líquida la capacitación, y que el problema de la liquidez no
es estructural, sino de política económica.
La segunda
parte del trabajo es una reseña analítica de los meses de enero a agosto
de 1982, en los que las condiciones económicas hicieron crisis. Se
trata de una buena, emocionada reseña de una lucha entre distintos
proyectos de país, que Ruiz Durán acota en tres grandes campos: el
social, donde las distintas clases en pugna -y sectores diversos dentro
de cada clase- expresaron su posición ante fenómenos como la
devaluación, la fuga de capitales, la inflación y los salarios; el de
definiciones de política económica, donde se enfrentaron concepciones
radicalmente distintas: una que buscaba el apoyo al capital productivo y
otra que -bajo la excusa de la inexorabilidad del mercado- llevaba a la
economía hacia infernales circuitos especulativos; finalmente, en el
campo de la soberanía nacional se oponían una política entreguista y una
política de defensa de la nación.
El lenguaje utilizado
en buena parte de este capitulo suena a trinchera: es el de quién está
adentro de la lucha. Por ejemplo, para comentar la medida del 12 de
agosto (establecimiento de la paridad dual), Ruiz Durán dice: "El Estado
reaccionaba, hacia uso de su poder y mostraba que se podía avanzar...
En esos momentos críticos se requería de firmeza. Cualquier titubeo era
aprovechado por los desnacionalizados" (p. 75). Es una lástima que en
esta parte -en la que el político que hay en todo economista goza sus
mejores momentos- deje ver cierta falta de rigor en el manejo de las
categorías políticas. A veces parece que Ruiz Durán maneja como sinónimo
a régimen, gobierno, Estado y Sector Público Federal. Así, se afirma
que es el "régimen" el que no concede espacios de discusión por razones
coyunturales y el que no se atreve a defender un determinado decreto
presidencial, y que el Banco de México, S. A., al defender la libertad
cambiaria se colocaba "como un elemento ajeno al Estado mexicano." Por
eso mismo, no quedan claras implicaciones interesantes, como la que
afirma que, en junio de 1982, el FMI "requería someter al Estado a una
depuración para resolver el momento de inestabilidad."
El
capítulo que da título al libro intenta aclarar cuál fue verdaderamente
el tipo de política monetaria y crediticia que se siguió en los famosos
noventa días. Los ejes de ésta -señala Ruiz Durán- fueron la
consolidación del ahorro interno en el sistema nacionalizado y la
estabilización de la economía. Para el primero, la medida fundamental
fue el cambio en la estructura de tasas de interés, para volverlas
claramente escalonadas por plazos. Se deja ver que esta política
funcionó en lo que se refiere a captación de ahorro en términos
absolutos. Sin embargo, no se resolvió el problema de la liquidez de los
depósitos, debido a que el tiempo fue insuficiente para "moldear la
actitud del ahorrador medio".
Este es el primero de una
serie de temas sobre la política monetaria y crediticia del período que
el libro, más allá de la voluntad de su autor, deja a debate: ¿Cuáles,
de entre las medidas innovadoras de la administración que encabezó
Carlos Tello, tendrían resultados efectivos de mediano plazo? ¿Cuáles
estaban destinadas a toparse con limites estructurales que harían
necesarios cambios de otro orden? Con el regreso de la ortodoxia, el
proyecto nacionalizador en política monetaria y crediticia quedó trunco,
e imposibilitó una comprobación de las bondades y límites de la nueva
política.
Al referirse a las políticas de estabilización
que desarrolló el Banco de México de la nacionalización, Ruiz Durán las
justifica argumentando la situación particular que vivía la economía en
esos momentos, y por otra parte señala su diferente lógica respecto a
las políticas tradicionales de estabilización. Así, explica a grandes
rasgos la política de control de circulante, la de diferenciales entre
tasas activas y pasivas de interés, la racionalización en el uso de las
divisas (el control de cambios) y las negaciones que, con un equipo
mexicano dividido, se llevaron a cabo con el FMI.
Hubiera
sido interesante que se abordara con mayor profundidad el tema de la
frontera norte, ya que fue por ahí por donde el control generalizado de
cambios empezó a hacer agua a partir de los mercados de dinero manejados
allende la frontera. También debe señalarse que la interpretación de
los términos del convenio de México con el Fondo Monetario Internacional
es mucho más optimista que lo que su ambigua presentación, y sobre todo
su instrumentación por parte de los ortodoxos, nos hacen ver hoy día.
Tal
vez el punto elaborado con mayor detalle en 90 días sea el análisis de
las utilidades bancarias en el periodo. Evidentemente esto se debe a la
acusación de "populismo financiero" que cayó sobre la administración
nacionalizadora de la banca central a partir de un supuesto subsidio a
las empresas endeudadas en dólares, que repercutiría en la eficiencia de
los bancos. Ruiz Durán hace un resumen contable de los efectos de las
medidas cambiarias y de tasa de interés sobre la rentabilidad bancaria.
El resultado es una reducción del margen de rentabilidad, pero no
aparecen pérdidas.
Se trata de un libro serio, emocionado
y entretenido (el autor tiene un estilo de constante climax que según
algunos es excesivo), que responde muchas preguntas y abre otras más
(Ruiz Durán dice que 90 días debe entenderse como un primer
acercamiento). Es por tanto un libro que la sociedad debe discutir,
recordando que más allá de su aparente aridez, la política económica
tiene efectos enormes en nuestra vida cotidiana.
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