Hubo
una época en la que los japoneses eran los reyes de la gimnasia olímpica
masculina. Fue una pléyade de grandes deportistas, que dieron su nombre a
muchos de los principales elementos de esta disciplina: Endo, Tsukahara,
Kasamatsu. El más grande de ellos, Sawao Kato, es también el máximo medallista
olímpico de Japón, con 8 medallas de oro, 3 de plata y una de bronce.
Era
la época en la que la gimnasia era, sobre todo, expresión de gracia, elegancia
y originalidad; en la que una presentación estética, emocionante y bien llevada
abría la puerta al triunfo. Después llegarían los soviéticos, y sus
exhibiciones de estabilidad y fuerza. Ahora es tiempo de los chinos, donde lo
que más importa es la dificultad de la ejecución.
Sawao
Kato era un niño estudioso y disciplinado, al que le interesaban poco los
deportes. Pero en el gimnasio se enamoró de la barra fija, y se dedicó a ella
con la misma ética de trabajo que aplicaba a sus estudios. De inmediato los
profesores notaron que estaban frente a alguien que combinaba el talento
natural con la dedicación extrema.
El
máximo exponente de la escuela del virtuosismo, hizo su debut olímpico en México
1968, y peleó el oro all-around con otro grande de la gimnasia, Mijail Voronin,
hasta llevárselo al final, con un extraordinario 9.9 en el ejercicio a manos
libres. Kato encabezó al equipo japonés que obtuvo el oro colectivo (donde
también estaba su hermano Takashi) y asimismo subió a lo más alto del podio en
la prueba de manos libres, se llevó el bronce en anillos y hubiera logrado más,
de no ser por una lesión en el tendón de Aquiles, que llegó a poner en peligro
su carrera deportiva.
En
Munich 72, Kato repitió como líder del equipo campeón, obtuvo el oro
individual, y también en las barras paralelas; se quedó con la plata en caballo
con arzones y barra fija.
Finalmente,
en Montreal 76, volvió a ser el gimnasta japonés mejor calificado en el equipo
que obtuvo el oro y también ganó en las paralelas, pero fue derrotado, en
cerrada lid (apenas un punto), por Nikolai Andrianov y tuvo que conformarse con
la plata all-around. Iniciaba la era del dominio soviético de la gimnasia
masculina.
Como
se puede ver, Kato no era un especialista, sino un gimnasta completo. Prueba de
su versatilidad es que sólo en salto de caballo se le escapó una medalla
olímpica. Se caracterizaba por tener ejecuciones limpísimas, con gran expansión
y por algunas innovaciones sorprendentes, más que por trabajar con grados
altísimos de dificultad. Es el último de los grandes gimnastas clásicos.
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