miércoles, enero 13, 2010

Glorias olímpicas invernales: Bjørn Dæhlie

En el verano, puede haber discusión sobre quién ha sido el más grande fondista de todos los tiempos. En el invierno, sobre esquís –y particularmente en subida- no cabe la menor duda: es el noruego Bjorn Daehlie, el máximo medallista olímpico invernal.

A lo largo de los años noventa, Daehlie dominó el esquí nórdico de una manera casi absoluta, con el agregado de hacerlo en prácticamente todas las distancias –lo que significa que el tiempo para reponerse entre una carrera y otra es mínimo.

En sus primeros juegos, en Albertville 1992, durante 13 días compitió en cinco eventos. El primero fueron los 30 kilómetros, en los que obtuvo plata. A continuación, los 10 kilómetros (en los que quedó cuarto) y la persecución combinada 10/15 (10 kilómetros estilo clásico, 15 kilómetros estilo libre), con el que obtuvo su primer oro olímpico. Siguió el relevo de 4 x 10 km, que ganó el equipo noruego y cerró con la prueba que menos le gustaba, los 50 kilómetros, pero en la que derrotó por menos de un segundo al italiano Maurizio De Zolt.

La siguiente cita sería en su patria, y Dahlie fue profeta en Lillehammer 94. Participó en las mismas cinco pruebas. Esa vez ganó el oro en los 10 kilómetros y en la persecución combinada; se tuvo que conformar de nuevo con la plata en los 30 km. y en el relevo. Cerró con el maratón de 50 kilómetros, y no alcanzó podio, sino cuarto lugar.

Volvería a Juegos Olímpicos en Nagano 1998. Allí inició mal, clasificándose en el lugar 20º en los 30 kilómetros, pero de inmediato se repuso en los 10 km., y se llevó el oro con facilidad. Se quedó con la plata en la persecución combinada y obtuvo otro oro en el relevo. Su última carrera, los 50 kilómetros sería particularmente dramática: un duelo cerrado con el sueco Niklas Jonsson, que culminó cuando el noruego se lanzó en la línea… y se quedó tirado, sin poder levantarse, por más de cinco minutos. Extenuado al extremo, pero con la medalla de oro. La octava de su carrera, que se suma a las cuatro de plata que obtuvo y a nueve campeonatos mundiales.

Hubiera roto más marcas, pero una lesión ocurrida mientras patinaba en ruedas lo retiró definitivamente de las competencias.

Daehlie fue definido como “una maravilla de la fisiología”: Su VO2 max –que mide la capacidad máxima de un individuo para transportar y utilizar oxígeno durante el ejercicio incremental- llegó a 96 ml/min/kg, superior en 25 por ciento al promedio de los atletas, ciclistas y esquiadores de alto rendimiento. Sin embargo, eso no basta para separarlo tan ampliamente del resto de la competencia de élite. Su técnica era excelente y siempre prestó gran atención a la calidad de los esquís. Pero, aún más allá, entrenaba a muerte. Corría con la caminadora, levantando cada vez más la pendiente, forzando el cuerpo hasta el final. Entrenar, para Daehlie era a menudo terminar exhausto, luego de haber extendido –aunque fuera un poquito- los límites de la naturaleza. Otra característica del noruego era que planificaba sus entrenamientos para llegar a su máximo en las pruebas grandes: juegos olímpicos o campeonatos mundiales. En el deporte de alto rendimiento hay que saber llegar a la cima en el momento exacto. Daehlie lo hizo, e hizo suya la gloria olímpica.

1 comentario:

Jesús dijo...

Para mi, no solo el más laureado sino también el más grande.