martes, junio 28, 2005

Bíopics: José Agustín y mis cuates marcianos de la prepa

En primero de prepa ya no me sentía como bicho raro entre tanto “grande”. Era un cambio muy bienvenido. Era, además, una generación nueva para mí, con la que podría interactuar sin prejuicios.

Ese año tuve un maestro que dejó huella. Mauricio Brehm daba literatura hispánica y nos hizo ver las letras de otra manera. Ya no se trataba de coleccionar autores y definir estilos, sino de sentir la literatura, y entenderla como un acto de amor (Brehm era un jesuita místico, y es un gran poeta desconocido). Sus clases eran para mí como un gran abrevadero.

Mis lecturas en esa época eran más bien limitadas. La revista Pop, Alvaro Delaiglesia, la trilogía de Lobsang Rampa (los dos primeros libros me encantaron; con el tercero me sentí engañado) y un bookcito que compré en la Librería de Cristal: la Autobiografía de José Agustín, un chavo de 25 años que la escribió cuando tenía 22.

José Agustín fue un descubrimiento enorme para mí. Un chavo que publicó su primera novela a los 20 años, que pensaba como nosotros pensábamos y que escribía como nosotros hablábamos: con neologismos, con groserías, con desenfado. Es difícil describir mi sensación al leer esa autobiografía cotorra. Era, en primer lugar, sentir que el mundo se me abría, que los chavos como yo éramos muchos, que las palabras y las formas podían ser desacralizadas y que eso era divertido.

Mayores fueron la sorpresa y la alegría cuando Brehm pasó a hablar de literatura mexicana contemporánea. De Rulfo (donde nos hizo “terminar” uno de los cuentos de El Llano en Llamas) y Fuentes, pasó a la llamada “literatura de la onda” y a su máximo exponente: José Agustín. ¡Pácatelas!, el chavo que escribía “pendejo”, “chingada”, “mal pedo”, “le agarró las nalgas” y “estaba muy friqueado” era parte de la clase de literatura. Brehm preguntó quién había leído a José Agustín, y tres de nosotros levantamos la mano. Luciano Peralta había leído La Tumba; Raúl Trejo, De Perfil, y yo, la Autobiografía. Nos instó a que nos intercambiaramos los libros. Trejo me prestó De Perfil; es el día que Peralta no me devuelve la autobiografía.

A partir de ahí, me hice cuate de Raúl Trejo, un chavo muy serio, un poco tímido, muy formal, de frases profundas y movimientos torpes, que había llegado al Patria de otra secundaria. Durante los recreos, nos íbamos a una tortería cercana a platicar sobre mil temas. El quería ser periodista y se interesaba por todos los asuntos, aún aquellos –como los deportes- que no le interesaban realmente. Pero de lo que más hablamos fue de literatura. Ambos empezamos a devorar con avidez toda la literatura de la onda. Poco a poco, también, nos empezamos a dar cuenta de que, aunque entretenida, tenía muchas obras malas que buenas.

A los pocos días, se nos juntó otro cuate del grupo, una suerte de loner con ideas mafufas e iconoclastas. El había leído la Autobiografía de Carlos Monsiváis en la misma colección y había sido llevado por Mauricio Brehm a la lectura de Las Tribulaciones del Estudiante Törless. Pero sus verdaderas pasiones eran el erotismo y la cultura de la droga. Se llamaba Raúl González Rodarte.

Un día, caminábamos por Moliere y yo veía cómo el ancho Trejo, poco expresivo, se movía como ajeno al mundo y a su propio cuerpo; veía cómo el escurrido González Rodarte se movía como con nervios de colibrí, enfundado en un pantalón ajustadísimo, y me parecía, él mismo, un colibrí detrás del escape de un camión. Fue cuando me dije: “Mis cuates son extraterrestres”. Así que de plano le pregunté a Trejo: “Oye, Raúl ¿De veras no eres marciano?”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola pancho baez, soy daniela de oaxaca, yo he leido la panza del tepozteco, la tumba y de perfil de jose agustin y si me encanto ( la literatura de la onda) estoy en 4º semestre de prepa y mi profesora de literatura nos dejo un trabajo acerca de un poeta, novelista o lo que se nos antojara y escogi a jose agustin tengo que redactar toda su biografia, e investigar sobre como salio esa literatura crees que me podrias ayudar con algo de informacion??? mi correo es danieladiaz17@hotmail.com

Saludosss!!!
graxª

FBR dijo...

Hola Daniela (pero no sólo tú).


La clave para lo que buscas sería leer la Autobiografía que publicó en 1966 (y que, sabes, Luciano Peralta nunca me devolvió).

Esto es lo poco lo que puedo aportar.

Primero, que -según las portadas de sus primeros libros- José Agustín Ramírez nació en Guadalajara. Luego decidió que era acapulqueño (así como Agustín Lara decidió que era jarocho y Ernesto Zedillo, que era cachanilla). Su papá era piloto aviador, estudió en escuelas maristas -que lo alucinaban-, anduvo con Angélica María (lo suficientemente ciego como para considerarla una rockera de verdad) y con Margarita Dalton (ligada a Oaxaca, autora de una novela de la onda titulada "Larga Sinfonía en D" -wow, LSD) y desde chiquito se hizo famoso, lo que -a mi juicio- evitó que desplegara todas sus capacidades.

Escribió, entre otras publicaciones, para "Piedra Rodante". Por esa época -1970- lo agarran con mota en una cabaña en Morelos y pasa un tiempo en el bote. De ahí surge su obra de teatro "Circulo vicioso", que alguna vez ví representada en el Teatro de Arquitectura de CU (el güey más loco de la cárcel se llamaba Jorge Ayala Blanco, como el crítico de cine). Luego José Agustín pasa a ser "gente seria".

Creo que la "literatura de la onda" surge de dos factores. Uno es el proceso de urbanización en el país; otro, el papel creciente de los jóvenes en la sociedad, que se hará más notable en el 68. Agustín Yáñez y Juan Rulfo son escritores magníficos porque sabían escuchar, y reproducir las formas y los ritmos del lenguaje de la gente de campo. El éxito inicial de José Agustín consistió en que sabía reproducir, con frescura, el rico lenguaje de los chavos de su época.

Esa búsqueda de la reproducción del lenguaje vivo es una característica central de los exponentes de la onda. Era, por ejemplo, una obsesión de Gustavo Sáinz (un día fui de oyente a un par de clases suyas en Políticas de la UNAM y la tarea era hacer un monólogo que se escuchara como real), que reproduce, con regular éxito, en "La Princesa del Palacio de Hierro". También estaba, en algunos de ellos, la obsesión -que hoy llamaríamos comercial- porque sus obras se leyeran "de corridito": era el caso explícito de un autor menor, Manuel Farill.

Para mí, la Onda en sentido más estricto se resume en dos solos autores: José Agustín y Parménides García Saldaña: muy metidos en el rock y la contracultura. Parménides piró de este mundo antes de tiempo (acabo de recordar el título de un artículo suyo cuando murió Jimi Hendrix: "¡Cámara Jimi¡ ¿Cómo que piraste?" .

José Agustín siempre ha tenido talento literario. Pero se ha confiado demasiado en él, por lo que a veces carece de rigor. Una vez escribió en la primera edición de "La Nueva Música Clásica" que los miembros de Canned Heat eran negros. De ese vuelo. Ese defecto se repite mucho en sus ensayos "políticos" (como quien dice "peor para la realidad").

Por otra parte, su estilo se fue alejando, con el tiempo, del lenguaje vivo. En estos tiempos puede escribir una novela muy legible, con un punto de vista y elementos novedosos (estoy hablando de "Armablanca"), pero en ella todos los personajes, hasta los tiras, hablan como José Agustín.

En general, prefiero su primera época, especialmente su Autobiografía e "Inventando que Sueño", aunque igual haya gozado de "Ciudades Desiertas", "Cerca del Fuego" (¡ese juego perfecto de beis!) y "Armablanca", por hablar de cosas menos viejas (no conozco "La Panza del Tepozteco"). Otros cuates míos -señaladamente Luis Miguel Aguilar y Hermann Bellinghausen, ponderan mucho "Se está haciendo tarde (final en laguna)", que a mí se me cayó de las manos.

Su teatro: "Círculo Vicioso" es divertidísima, "Abolición de la Propiedad", pretenciosona y siempre quise ver, o de perdida leer, "Los Atardeceres Privilegiados de la Prepa Seis".

De sus "ensayos", el único que a mí me gusta -y además es un libro-objeto muy chido- es "Los Grandes Discos del Rock 1951-1975", tal vez porque no son ensayos, sino José Agustín cotorreando, muy subjetiva y libérrimamente, acerca del rock, sus pasiones y sus pasones.


Un saludo.