1960
Entro a la primaria, al Instituto Patria, de padres jesuítas. Soy el más pequeño en edad del salón. Los curas dividen a los grupos según su desempeño académico y a mí me toca en el de los “mataditos”. Percibo un ambiente de soterrada violencia y me siento, en lo general, vulnerable.
La escuela promueve la competencia en todos los niveles. Quo Melius Illac, “buscar lo mejor”, es su lema. Intentar ser el mejor estudiante, el mejor deportista, el mejor cristiano. Aunque dejen el estudio, el deporte o la religión, el afán competitivo será el sello que marque a sus egresados.
Nunca soy el primer lugar del grupo, pero compito. También estoy en el equipo de futbol –un deporte que acabo de aprender, le voy al Necaxa y colecciono estampitas de jugadores- pero apenas logro ser titular.
Mi mediocridad futbolera no me impide soñar. Paso las tardes jugando solo al futbol en la casa. Campeonatos enteros en los que soy los dos equipos de cada juego, el árbitro, el narrador, el público y el compilador de estadísticas. Hago intentos serios, pero no científicos, para armar un rol de juegos en el que ningún partido se repita.
Empiezo a devorar comics. Desde Superman hasta Clásicos Ilustrados. Desde Vidas Ilustres hasta Titanes Interplanetarios.
Pero la imaginación tiene también otros caminos. Un año antes nos habíamos mudado del departamento de Herodoto a una casa en Enrique Wallon, propiedad del general y pintor Ignacio Beteta. El general Beteta siguió usando el tercer piso como estudio, y a él llegaban dos tipos de personajes: otros pintores, de quienes recuerdo vivamente al Doctor Atl, con su porte imponente, su barba blanca, su cara de pocos amigos y su pata de palo, y guapas modelos.
Al estudio se subía por una escalera de caracol que nacía de un clóset. Una tarde se me ocurre transgredir el silencioso veto que corría sobre esa escalera. Subo, abro la puerta y me encuentro con el estudio ocupado por una serie de desnudos femeninos, que contemplo absorto.
Se desarrolla, en ese momento, una extraña asociación. Yo había leído un cuento en el que un malvado se apoderaba de niños curiosos y los despojaba de sus cuerpos. De un muro salían las cabecitas. El niño del cuento era rescatado por su hermanita.
En el estudio de Beteta yo era ese niño curioso. ¿Cobrarían vida los desnudos femeninos y me meterían a la pintura? ¿Me convertirían en cosa? Entre el terror y el deseo, en esa húmeda y delgada frontera: así recuerdo mi único viaje al templo del pintor.
En ese año nace mi hermano Edgar, con lo que dejo, para mi fortuna, de ser hijo único.
1961
Entro a tercero de primaria. Una anomalía. El grupo de primer año se aburría y la maestra hizo que también estudiáramos segundo en el mismo curso. El resultado: un frikcito de seis años con compañeros de nueve. Nada bueno para la psique, digo yo.
Para colmo, ese frikcito pidió en Navidad, además de un futbolín y unas rodilleras, una enciclopedia. Allí lee cómo se fabrica un disco, la historia de Dafnis y Cloe, la vida de Napoleón, el desarrollo de las guerras púnicas, la maravilla de las mariposas y, muy resumida, La Divina Comedia.
Como el niño ha leído muchas veces el resumen de la Comedia, los acomedidos padres le compran la versión completa, con grabados de Doré.
Allí, en el infierno de Dante y en los grabados, algunas formas se quedan para siempre grabadas en la memoria: los suicidas convertidos en árboles, sus rugosos troncos son mancillados por las garras de las arpías; el conde Ugolino royendo la cabeza de su hijo por toda la eternidad; Paolo y Francesca disfrutando del torbellino que los sacude, en el frío y la oscuridad, pero juntos para siempre; Judas en la boca del diablo; Farinata saliendo de la fosa ardiente para señalar –ora sí que con dedo flamígero- al pobre Dante, que siempre intentaba cubrirse con una capa.
En comparación del infierno, el cielo era una hueva.
Una tierna infancia en la que Virgilio y Dante compartían la gloria con el Chato Ortiz, necaxista genial en la victoria sobre el Santos de Pelé. Con Don Quijote, con Tomás Mañana, de Titanes Interplanetarios. Con Tadeo Haenke, que coleccionaba y clasificaba plantas, con la Sirenita de Andersen, con San Vicente de Paul, a quien el diablo le acariciaba el rostro todas las noches insomnes, susurrándole: “vendrás conmigo, vendrás conmigo”.
Se requiere ser un niño, una extraña esponja inocente, para absorber todo ese caos sin quedar enloquecido para siempre. ¿O es que todavía no termino de absorberlo?
1962
Si en algo resulta extraño 1962, es en mi relativo éxito social. Me hago amigo de varios compañeros de grupo. Estoy en el equipo de futbol, y todos los días echamos cascarita (en esas condiciones, no tengo empacho en dar mi peso del diario a las misiones). Soy el primero de la clase, pero nadie me acusa de matadito. Voy a menudo con mi papá al estadio de Ciudad Universitaria y, más que emocionarme, me deleito estéticamente (el eterno placer de mirar cómo crece el verde en la medida en la que uno atraviesa el túnel; los uniformes brillantes que se mueven tras el balón y despliegan extrañas geometrías). Estudio inglés por las tardes y juego basquet o spiro con los cuates entre el fin de las clases normales y el inicio del inglés.
Mi único problema es el dibujo. Mis manos son torpes; tengo severos problemas para captar la perspectiva y muchos más para reproducirla mínimamente. En contra de mis deseos, mi mamá entra al quite. Resulta que en clase hago unas bolitas con rabo, que son manzanas y, de tarea, con la mano de mi mamá hago frutas perfectas, magníficas composiciones de naturaleza muerta.
¿Cómo le hago para que mi mamá me deje sacarme un seis o un siete allí donde lo merezco? ¿Cómo le hago para no ser perfectito? ¿Cómo le hago para no sentirme un inútil allí donde ella pone su santa mano? Mis súplicas no tienen respuesta. Hay que hacer una bonita tarea, aunque todos sepan que no fui yo. Aunque el maestro, que me quiere mucho por las demás materias, prefiera hacerse de la vista gorda.
La crisis de los misiles
En octubre de 1962, se dio la Crisis de los Misiles entre Estados Unidos y la Unión Soviética, por las armas que tenía la URSS en Cuba, y que tuvo al mundo al borde de la guerra nuclear. Yo todo lo que recuerdo es a mis papás encerrándose en su cuarto para oir el radio (alguien dijo que estaban bombardeando La Habana), y una portada de la revista Siempre en la que aparecían Kennedy y Khrushov sobre un trampolín, dispuestos a lanzarse de clavado al fuego infernal.
Hace tres años, pregunté a algunos de mis familiares cómo vivieron esos días.
Cuenta la tía Haydée:
"Fueron días terribles. Todos teníamos miedo de que los americanos nos hicieran polvo en cualquier momento. Todo mundo hablaba de ello. Recuerdo que había grupos de personas en las esquinas de La Habana, que miraban al cielo con el terror reflejado en sus rostros. Si se ponchaba una llanta, yo me ponía a temblar. Mis nervios estaban hechos pedazos.
“Un día un vecino, un locutor de radio, me dijo que se habían llevado a su hijo y al mío a Dios sabe dónde. Me dijo que lo iba a averiguar. Sentí que me moría.
"Los enviaron a un cuartel militar, en un pueblito cerca de La Habana. Fui a las puertas de ese cuartel lleno de soldados y les dije: 'Quiero saber si ustedes tienen a mi hijo. Se llama Alfredo Alzola. Me voy a sentar en esta piedra, y no me voy a mover hasta que me lo muestren'.
“Lo que ellos vieron fue a una madre desesperada, y me lo trajeron. Estaba en su primer año de ingeniería y se lo habían llevado a que ayudara en la construcción de los sistemas de defensa. Me dieron permiso de llevármelo a comer, pero no pude dormir hasta que terminó la crisis y mi hijo regresó”.
Cuenta el primo Alfredo:
"Yo estaba en la escuela y nos convocaron a un mitin en el estadio. Nos pidieron que fuéramos de voluntarios de la Revolución... y asignaron a todos los estudiantes de ingeniería para que ayudáramos en las unidades militares. En aquella época, muchos graduados habían dejado Cuba."
"Yo tenía miedo, pero en esos tiempos la propaganda era muy fuerte y te daba la sensación de que eras parte de la historia".
"Estábamos construyendo plataformas improvisadas para las armas antiaéreas. Nos sentíamos tan pequeñitos y todo parecía muy absurdo, pero en esa época Fidel todavía era muy popular y había que tirar p'alante”.
lunes, diciembre 20, 2004
lunes, diciembre 13, 2004
Historia de una liguilla: Pumas bicampeón
Soy de los que opinan que el periodismo debe ser imparcial. Con una excepción. Deportes. Yo compraría un periódico que fuera pumista, y de un antiamericanismo feroz.
Tal vez mis reseñas de los partidos de la liguilla (apertura 2004) sean un ejercicio sobre ese periodismo que debería ser, pero no es (pero todos los periodistas de deportes son parciales vergonzantes).
Pumas golea, Cuauhtémoc se arruga
UNAM, 3; Veracruz, 0
Estadio de CU. Frío (de los de aquí). Pumas y jarochos con bonitos uniformes de manga larga.
Inician las acciones y al minuto 5 un descuido del Joaco casi se convierte en autogol, su cabezazo pega en el marco y cae en los pies de Biscayzacú, quien remata a bocajarro pero ¡Bernaaal! está en plan grandísimo y rechaza el disparo.
Un minuto después Gonzalo Pineda se interna por el sector izquierdo (nótese que sí utilizo los artículos) y pone un pase larguísimo y preciso a Botero, quien baja el balón con el pecho, se desplaza hacia su izquierda y, entre dos contrarios, cruza al portero con un tiro potente. GOOOOOL de nuestros Pumas. 1-0.
Pumas ataca por unos minutos más, pero al final del primer tiempo ya ha retrasado sus líneas y juega, clarísimamente, al contragolpe. Cuauhtémoc Blanco reclama todo. Hay marca doble sobre él (normalmente Verón es el encargado) y no lo han dejado ni respirar. Cánticos constantes en el estadio, que está como al 95% de su capacidad. Fin de un muy entretenido primer tiempo.
En la segunda mitad, la estrategia de Hugo es clara: mantener el control del balón para desesperar al rival. Poco a poco, Veracruz va recuperando la iniciativa. Finalmente Cuau puede hacer una jugada: recibe el balón de espaldas al marco, se da la vuelta y da un pase preciso al Lorito Jiménez, quien estrella el balón en el larguero. UFF.
Pumas se maneja al contragolpe (Pineda y Leandro están dando un gran partido, junto con Verón). En un contrataque, Kikín le pone un bombón al Jerry Galindo, quien -solo frente al portero- chuta con su pierna mala y hace el osazo.
Un par de ataques incisivos del Veracruz son resueltos por la defensiva puma. En una ocasión, una barrida oportuna de Verón desarma a Biscayzacú. En otra, un cabezazo del Lorito Jiménez es resuelto con un atrapadón de ¡Berrnaaal!, quien queda detrás de la línea de meta, pero el balón no.
También Pumas ataca. El Archi Flores -quien, junto con el insufrible Terrazas se ha encargado de repartir leña- taponea un disparo de Lozano que iba a gol. En otra ocasión, el portero jarocho, también apellidado Bernal, tapa un tirazo del mismo Jimmy.
Los ánimos están cada vez más caldeados. Cuauhtémoc imita a Fernando Platas y el árbitro cae en el garlito el 80 por ciento de las veces. Amonestan a Galindo y a Pineda. El segundo sale, y entra David Toledo, quien tiene mayor retención de balón. En cambio, el nazareno ni se inmuta ante los patadones de los "duritos" del equipo de Herrerías. Hugo reclama. Se quita el saco. Se lo pone al revés. Lo avienta a la banca.
Contragolpe de los Pumas. Triangulación entre cuatro: Leandro, Lozano, Kikín y Toledo, quien se interna en el área y es zancadillado por Terrazas. Penalty clarísimo. Veracruz ni reclama. Lo ejecuta Lozano. El portero adivina, pero el tiro es fuerte, raso y colocado, como marcan los cánones. GOOOOOL de nuestros Pumas. 2-0. Hugo se vuelve a poner el saco. Es el minuto 73.
Veracruz juega ya desesperado. Las porras cantan algo de Cuauhtémoc Blanco que no alcanzo a descifrar, pero que no debe ser muy amable. También "¡Dale Pumas, dale dale oooo, daleee, daleee oooo!". Otro clavado de Cuauhtémoc y el árbitro marca tiro libre a favor del Veracruz. Hugo reclama y, para variar, lo expulsan. La Braulia envía el balón por encima del arco... unos cinco metros.
Un avance de la Universidad por la banda derecha termina en saque de banda. Se la dan a Castro, éste le pone un centro templado a Botero, quien se desmarca de Quattrocchi exactamente a tiempo y le gana el balón al espigado argentino. Un certero cabezazo al ángulo superior izquierdo de la portería del falso Bernal. GOOOOOL de nuestros Pumas. 3-0. ¡Botero! ¡Botero! ¡Botero! Botero ya se quitó la camiseta y lo amolestan. Es el minuto 83. CU es una fiesta.
Los nuevos ataques del Veracruz son desordenados. Hay varios conatos de bronca. La más fuerte entre Lozano y el falso Bernal (hay que decir que, en una, el Jimmy le dio un buen codazo y le sacó el aire y, en otra, le arrebató el balón de las manos de fea manera). Blanco se ha peleado con Beltrán, con Verón, con Leandro y, antes, con Pineda. "¡Cuauhtémoc quiere llorar! ¡Cuauhtémoc quiere llorar!", se escucha desde las tribunas.
Cambio de último minuto de los Pumas. Sale Botero y entra Parejita. Pero el boliviano se tarda en salir y el árbitro lo amonesta. Llega Terrazas y le dice al pendejo de negro, el inefable Germán Arredondo: "Ya lo amolestastes antes". Arredondo se da cuenta y le enseña la tarjeta roja a Botero. Se arma de nuevo la bronca, pero no llega a mayores. Ni pedo. Diego Alonso meterá los goles en el "Pirata Fuente".
Sale Galindo y entra Del Olmo, a enfriar el balón. Las porras, felices, están inspiradas: "Galilea, Galilea, Galilea te dejó, por pinche feo, jorobado y maricón", "Veracruz, Veraaacruz, tierra de sol y palmeras donde Cuauhtémoc es puto y Galilea, ramera", "Cuauhtémoc quiere a la Braulia, Cuauhtémoc quiere a la Braulia, Cuauhtémoc quiere a la Braulia: jorobado y maricón". El árbitro da tres minutos de reposición, que se resuelven con tranquilidad.
Marcador final: Pumas 3, Veracruz 0. Se oye el Himno de los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuauhtémoc, ya fuera de sí, quiere ir a reclamarle al árbitro. Braulio lo abraza para calmarlo. Cuau le dice, según las crónicas, "Quítate, idiota. No te metas". La Braulia se retira al vestidor a llorar. Los granaderos impiden el paso a Blanco, quien ya va con la mano en posición de saludo. Entre un mar de gente, se dan la mano.
Con medio boleto de la semifinal en la mano, Pumas viaja al puerto jarocho. "Estoy seguro de que seremos campeones...", sentencia Hugo, "...si nos dejan los árbitros".
Bye Bye, "Superlíder"
Veracruz, 1; UNAM, 1
Veracruz recibe a los Pumas en el estadio Luis Pirata Fuente, que está a reventar de jarochos vestidos de rojo, pero con 2 mil valientes aficionados de nuestro equipo.
Comienza el partido y Veracruz se va con todo al ataque, apoyado por su público. La defensiva felina se revuelve y, al grito de "¡Arriba Imperio!" manda todo balón de peligro hasta media cancha. La marea roja es asfixiante, pero Pumas no cede. Otra vez la clave es mantener bien cuidado a su creativo: Blanco tiene marca especial y no pesa en el terreno de juego.
La primer gran jugada es un centro que remata Biscayzacú de cabeza y !Berrnaaal! rechaza, el balón llega a los pies de Cuauhtémoc, que dispara y se encuentra con... ¡Bernaaal!.
En la medida en que avanza el juego, los Tiburones son cada vez menos incisivos. Siguen atacando casi todo el tiempo, pero sus avances ya no terminan en despejes desesperados de Verón, Beltrán o Castro. Ya son prácticamente inoperantes en la banda izquierda, donde la Braulia ha sido secado por ¡Kikín!, quien está jugando el mejor partido defensivo de su vida.
Avanza Veracruz por el sector derecho. El Archi Flores da un pase filtrado a Jiménez, dentro del área. El Lorito enfila a gol, pero ¡Berrnaaal! lo deja sin ángulo y manda a corner su disparo.
Termina por fin el primer tiempo, donde lo más que hizo Pumas al ataque fue un tiro sin potencia de Leandro Augusto.
La segunda mitad tiene un inicio parecido. Al primer minuto Bizcayzacú estrella un cabezazo en el larguero. Los minutos corren con una lentitud exasperante para nosotros. Hasta da la impresión de que están manipulando los relojes. Pero a los de Veracruz seguro les pasa lo contrario porque Graneolati hace un cambio; saca a su medio de contención y mete a Kleber. Necesita 3 goles y hay que echar la carne al asador.
El cambio le sale pésimo. Pumas toma el control de la media cancha y, por ende, del partido. Había pasado casi 60 minutos sin llegadas de peligro y ahora se suceden una tras otra. En la más peligrosa de ellas, el árbitro perdona a los tiburones un penal cometido en contra de Pineda (imagina, empezamos con !Arriba Imperio! y ahora Pineda está en el área). El estadio se apaga. Pasa el tiempo, no meten gol y Pumas tiene el balón. Graneolati se da cuenta de que la cagó y saca a la muy inútil Braulia (gracias a Kikín) para meter a otro medio de contención. Luna hace berrinche al salir.
Otro que hace berrinche es Cuauhtémoc, quien ya imitó a Girón, a Sautin, a Louganis, a Tan-Liang De y hasta a Marijose Alcalá. En su berrinche más grande, le mienta la madre al árbitro porque no marcó penal cuando Beltrán lo despojó limpiamente del balón (y hasta los locutores de Azteca, más antipumas ahora que los de Televisa, admiten que no hubo falta).
En la enésima provocación, Cuau se enfrenta con Fonseca. El árbitro Alcalá amolesta a los dos. Blanco le hace un corte de manga y el silbante ni se inmuta. El tiempo sigue corriendo despacio. Antes Veracruz tenía que meter un gol cada diez minutos para llevarse la eliminatoria. Luego cada 9 minutos. Luego cada 8... Hugo, fiel a su estilo, saca al Kikín y mete a Parejita.
El Pirata Fuente vuelve a ser ruidoso. Pero ya no son los aficionados jarochos, sino los chilangos. Pumas controla el partido y se oyen los "ole". En una ocasión, son 18 toques de nuestros Pumas, para terminar cerca del banderín de corner del Veracruz. Desde el palco de honor, Herrerías y el gobernador Alemán (quien por cierto tiene una cara de pedo que no puede con ella) no ocultan su tristeza.
Oro avance del Veracruz, la bola cae en los pies de Kleber, cerca del área grande. Kleber centra y Biscayzacú le gana el movimiento a Beltrán. Gol del Veracruz. El estadio se vuelve a prender. Con el de la honrilla, los jarochos sienten que están vivos. ¿Lo están? Tendrían que meter un gol cada dos minutos, si el árbitro compensa.
La defensa jarocha está todavía festejando cuando Parejita se interna por su banda derecha. Pone un centro perfecto a la cabeza de Diego Alonso, quien cabecea sin marca al ángulo del falso Bernal. GOOOOOL de nuestros Pumas. 1-1. Veracruz se tardó 177 minutos en marcarle a los Pumas. Nosotros, algo así como 57 segundos en devolverles el gesto.
Así que Diego Alonso cumplió con la predicción de que anotaría en el Pirata Fuente. Y le dio una alegría a los bravos seguidores de Pumas que asistieron. También le dio a Hugo la oportunidad de darse el lujo de meter a su tronquísimo hijo al terreno de juego, en sustitución de Verón. Sánchez Portugal entra sonriente, en medio de las mentadas de la afición jarocha, que se siente burlada. No llega a tocar el balón. Dos minutos después, Alcalá decreta el fin del partido y el pase de nuestros Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México a la semifinal :).
Un partidazo ganado con los güevos
UNAM, 4; Atlas, 3
Partido de ida de la semifinal del Torneo de Apertura Comex 2004. Los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México contra el Atlas. CU está a reventar, salvo unos pequeños espacios para la porra visitante (tuvieron miedo).
Inician las acciones con dominio alterno. El juego es de mucha dinámica: son los dos equipos más jóvenes y más veloces de la liga. La primera jugada de peligro, al minuto 5, es sobre la portería puma. Un tiro de esquina es rechazado por los centrales y el balón cae a los pies del Loco García, quien medraba desde afuera del área. García dispara un cañonazo, que se estrella contra el larguero.
El siguiente susto es también para Pumas. Corre el minuto 9 y Leandro rebana un centro en el área chica. Bernal se tiene que recostar para evitar el gol. El portero puma la toma, se la da al brasileño, éste la mueve hacia Lozano, quien avanza por el sector izquierdo. De ahí da un centro preciso al Kikín Fonseca, quien está casi en línea con la defensa. Kikín la baja con la derecha (en jugada de gran técnica, mira) se la pone en el botín izquierdo y cruza con un potente tiro a la salida dell Poeta Pérez. GOOOOOL de nuestros Pumas. ¡Goooya! ¡Goooya! Cachún Cachún ra-ra. ¡Goooya! ¡Universidad! Pumas 1, Atlas 0.
Los jóvenes atlistas parecen espantados con el rugir del Estadio Olímpico México 68. Los Pumas van al abordaje. Han pasado apenas tres minutos cuando otra jugada cae en los pies del Jimmy. Lozano da un perfecto pase filtrado a Botero, entre tres defensores atlistas. Botero tiene poquísimo ángulo, pero Pérez sale de manera precipitada. El boliviano la bombea por encima de la cabeza del Poeta. GOOOOOL de nuestros Pumas. ¡Botero! Se desgranan más goyas. Huele a goleada. Pumas 2, Atlas 0.
El equipo universitario, con dos goles de ventaja, retrasa líneas. Jugará al contragolpe, obligando a los rojinegros -que suelen tener un estilo similar al de los Pumas- a irse al ataque. El primer contragolpe de la UNAM casi termina en el tercer gol, cuando Kikín lanza un disparo que pasa rozando el poste de la portería que defiende Pérez. Hubiera sido la puntilla, pero los hubieran no existen en el futbol (ni en otras áreas de la vida).
Poco a poco, el Atlas se ordena, y sus ataques son más incisivos. Verón y Beltrán se multiplican. Nuevo tiro de esquina. Verón cabecea hacia afuera del área y, como calca de la jugada del minuto 5, ahí se encuentra el Loco García. Botero llega como quince minutos tarde a la marca. García lanza un cañonazo imparable. Gol rojinegro. Pumas 2, Atlas 1. Corre el minuto 33.
El partido se sigue jugando con una intensidad poco común. Cada balón se pelea a muerte y todo trámite en el medio campo es rapidísimo: se juega más en los linderos de las áreas que en la eufemísticamente llamada "zona de recuperación". Fin de un primer tiempo vibrante, que termina con tres amonestados. Uno del Atlas; Verón y Galindo, de los Pumas. La última jugada de la primera mitad concluye con un pisotón de Pineda al Loco García, quien no regresa a la cancha tras el descanso.
Apenas reinicia el partido y hay una gran jugada de pared entre Lozano y Kikín. De hecho, Kikín es el que le da los tiempos perfectos. El Jimmy entra al área y centra, el central atlista, Durán, abanica el balón, que cae en los pies de un Botero siempre atento a la jugada. Pérez se ve obligado a salir de nuevo. De nuevo Botero la bombea por encima de su cabezota. GOOOOOL de nuestros Pumas. Pumas 3, Atlas 1. Recuperamos la ventaja de dos goles, muy útil para el juego de vuelta.
Los Zorros no avientan la toalla y continúa el partido de vaivenes. Corre el minuto 9 del segundo tiempo y hay un tiro de esquina en contra nuestra. Se arma una meleé y el balón queda en los pies de un atlista que dispara desde fuera del área, la pelota rebota en el Kikín y cae en los botines del extremo izquierdo de los rojinegros, Daniel Osorno. Osorno la toma como va y dispara un auténtico misil cruzado, que se incrusta en la esquina izquierda de la cabaña defendida por Bernal. Gol del Atlas. Pumas 3, Atlas 2.
El juego sigue a un ritmo endemoniado. Un par de faltas atlistas y Hugo ya se puso el saco al revés, como si fuera una camisa de fuerza, en protesta por la ausencia de cartones amarillos. Los tapatíos adelantan líneas y tienen más posesión del balón. Hay una pared en el área de los Pumas, Bernal sale a achicar y Carlos María Morales cae al suelo. Penalty. Aunque la primera vez parecía faul, la repetición deja ver que el uruguayo engañó al silbante Gilberto Alcalá. Bernal no lo tocó y él cayó de manera muy creíble. Cobra Robert de Pinho (parece la primera vez que el brasileño toca el balón, de lo bien marcado que estaba). De Pinho dispara con mucha fuerza. Es el gol del empate, al minuto 62 de tiempo corrido. Pumas 3, Atlas 3.
Las porras cambian en el estadio. Ahora es, típicamente, la de "¡Pongan güeeevos, pongan güeeevos!". Los Pumas le ponen güevos, y muchos, pero no logran horadar la portería de Pérez. En el Atlas, por su parte, ya despertó De Pinho, quien lanza un cabezazo apenas arriba del larguero. La media cancha parece haber desaparecido: los ataques van de un área a otra.
Hugo -quien, contra su costumbre, no había cambiado a los amonestados- en el minuto 78 saca a Galindo y mete a Diego Alonso. Sergio Bueno responde al instante, sacando a Nicolás Ramírez, también amonestado, a cambio del Pollo Salazar. Quiere reforzar su defensa. A los quince segundos, Salazar comete su primera falta, sobre Iñiguez. Tres minutos después comete otra y se lleva un cartón preventivo. Pasan otros dos minutos, e Israel Castro recibe un pase por la banda derecha. Lanza un centro templado, Diego Alonso salta por encima del Pollo Salazar y le gana facilito el balón, sacándole tranquilamente 20 centímetros de ventaja. El testarazo del uruguayo es impresionante por su fuerza y su colocación. GOOOOOOL de nuestros Pumas. El estadio es un manicomio. Pumas 4, Atlas 3.
Ahí no terminan las emociones. Atlas se lanza con todo en busca del empate. En una de esas, Osorno avanza peligrosamente por el costado izquierdo y tira un trallazo alucinante, pero ¡Berrrnaaal!, en una maravillosa atajada a contramano (una de las mejores de su carrera) lanza el balón a tiro de esquina.
Será la diferencia, pues aunque nuestros Pumas recuperaron la posesión y tuvieron las últimas jugadas de peligro, el marcador ya no se movió.
Ahora, a viajar al Jalisco para mantener la ventaja y llegar a la final (probablemente contra el Monterrey, que derrotó 4-2 al Aclante en el Azteca). El partido se prevé extraordinario.
L@s Zorr@s tiran la toalla
Atlas, 1; UNAM, 2
El Estadio Jalisco luce un lleno completo para el partido de vuelta de la semifinal. Los rojinegros reciben a los Pumas, a quienes basta un empate para llegar al duelo final contra Monterrey.
Inicia el juego y los Zorros parecen decididos a la victoria. Se lanzan de inmediato al ataque. Es apenas el minuto 1 y Osorno ya sacó tremendo zurdazo de volea, pero ¡Berrnaaal! le responde con una gran atajada. Los rojinegros hilvanan ataques variados sobre el área puma. Otra vez la consigna es "!Arriba Imperio!". Beltrán, Verón, Galindo, Leandro y hasta el Kikín despejan las amenazas con balones a tierra de nadie.
Osorno es el más peligroso, apenas van poco más de diez minutos e Israel Castro ya lo ha fauleado dos veces. El segundo faul deviene en un tiro libre en nuestra contra, por la izquierda. El centro de Osorno es bueno, le queda perfecto a Nicolás Ramírez, quien remata muy fuerte de cabeza en el área chica, pero -para nuestra fortuna- a las manos de un bien colocado Bernal.
Pumas poco a poco adelanta líneas y va emparejando el juego. No ha llegado la media hora de la contienda cuando un centro de Medina, desde el sector derecho, rebasa a todos, da un mal bote en la horrible cancha del Jalisco y se dirige a las redes pumas, pero ¡Berrnaaal!, con reflejos felinos, da un manotazo y manda el balón a tiro de esquina.
En la medida en que pasa el tiempo, Atlas ya no recupera a media cancha. Empieza la leña rojinegra. Amonestan a Carlos María Morales y a Nico Ramírez. Poco tiempo después, Morales quiere repetir la trampa del primer juego y se echa un clavado en el área. Su tocayo de apellido, el árbitro Mauricio Morales, no cae en el engaño, pero tampoco concede la segunda amarilla, que reclamaba Bernal.
Hugo decide no esperar al medio tiempo para hacer su primer cambio. Saca al amolestado Castro y lo sustituye por Parejita. Esto implicó un cambio táctico. Tras resistir el oleaje rojinegro de los primeros minutos, Pumas se dispone a atacar.
El cambio significa el fin del vértigo atlista y el inicio del dominio auriazul, con tiempos más pausados. También se traduce en un precioso centro de Parejita y una muy vistosa palomita del Jimmy Lozano, al ángulo inferior derecho de la puerta del Atlás, que Pérez, elástico, apenas puede detener. Es un paradón, como decían los clásicos.
El ataque del Atlas sigue siendo variado, pero la anticipación de la defensiva puma es cada vez más clara. Ahora Universidad sale siempre jugando, armando ofensivas, controlando el balón.
El primer tiempo está por terminar y el Loco García le da un horrible planchazo a Pineda (tal vez en venganza por el pisotón recibido en CU). El árbitro lo amonesta, perdonándole la roja directa. Pumas mueve el balón, lo recibe Lozano por la entreala izquierda. Solo, sin marcador en tres metros a la redonda, envía un centro que peina Botero para que Kikín Fonseca le gane el salto a Durán y remate con un cabezazo mortal al ángulo derecho de la portería del Poeta. ¡GOOOOOL! de nuestros Pumas. Pumas 1, Atlas 0. Y en el mejor momento. Nos vamos al descanso con ventaja en goles, y también psicológica.
Inician las acciones en la segunda mitad. Apenas se está acomodándo el Atlas e Iñiguez, en una jugada vertiginosa, dribla a tres contrarios en área y se interna por la izquierda hasta perder el ángulo de tiro; lanza entonces un centro que remata Botero. El arquero Pérez rechaza el tiro del boliviano, pero el balón llega a los pies del Parejita, quien cierra por el lado derecho, dispara y anota. ¡GOOOOOOOL! de nuestros Pumas. Hugo ondea su saco en son de victoria. Pumas 2, Atlas 0. El segundo gol es también muy oportuno. Un balde de agua helada para jugadores y aficionados del Atlas.
Los Zorros pierden toda compostura. Están desordenadísimos. Más que rojinegros, se ve que están verdes como uvas ácidas. Los cantos de sus porras callan, y en cambio se escucha: "¡¿Coómo no te voy a quereeeer? ¿Cómo no te voy a quereeeer? Si mi corazón azul es, y mi piel doraaada!". Son la Rebel (sobre todo), la Plus y la Ultra, que han hecho el viaje a Guadalajara.
El dominio de Pumas se vuelve abrumador. Las porras auriazules corean los "¡olés!" del baile. De la llamada Porra Roja surge un cartel "No es por las copas, es por la pasión que provocas". En otras palabras, también los seguidores atlistas han tirado la toalla.
Paulatinamente, el Atlas se recompone. En uno de sus ataques, De Pinho se cuela por el área, y cuando está a punto de fusilar a Bernal, aparece el Loquito García, prácticamente le quita el balón al brasileño y lo mete en las redes. García está en evidente fuera de lugar y el gol es anulado.
Para seguir haciendo honor a su mote, dos minutos después el Loco le da un patadón de tae-kwon-do a Beltrán, a la altura del círculo central (en términos de cancha; a la altura de la nuca, en términos anatómicos). Era su segunda roja directa, pero Morales es benigno y le saca la segunda amarilla. De todos modos García se va del campo y deja que Atlas agonice con diez hombres.
El partido está por terminar -y miles de seguidores rojinegros han abandonado el estadio, no sin antes haber provocado, los de la Porra 51, a los aficionados Pumas- cuando un avance atlista, termina en un centro a De Pinho, quien anota ante la marca displicente de nuestra defensiva. Es el gol de la honrilla. Pumas 2, Atlas 1, al minuto 88.
Todavía Hugo se da tiempo para su lujito -mete al Tin Delgado en vez del Jimmy- y el Atlas se da tiempo de tener otra oportunidad de gol. Pero García Zavala la vuela. La historia está escrita. Pumas otra vez a la final (la vuelta se jugará en el estadio del Tec, esa institución que tanto daño le ha hecho a México). La fanaticada puma que hizo el viaje festeja en la Minerva. Los atlistas, que llevan 53 años sin el trofeo de liga, se quedan como el chinito, nomás milando, y tendrán que esperar más. Mucho más, porque el Pentapichichi dice que seremos pentacampeones.
La noche que los monterreyenos desaparecieron
Monterrey, 1; UNAM, 2
(Dicen que cuando hay carne, es viernes de vigilia. Obtuve un boleto para la final, pero no puedo ir. Camilo fue el ganón)
Gran Final del torneo de apertura Comex 2004. Partido de ida. El Olímpico Universitario está a tope, salvo pequeños huecos en la zona destinada a la porra visitante (la directiva, responsable, deja de ganar dinero, pero mantiene la seguridad ya característica de nuestro estadio).
Los Rayados salen al campo de juego con una manta absurda. Piden la liberación de Sergio Montealegre, un policía auxiliar que trabaja para la empresa del dueño del equipo, preso por ser uno de los instigadores del linchamiento de tres miembros de la Policía Federal Preventiva en Tláhuac, que culminó en el asesinato de dos de ellos. Son abucheados.
Inician las acciones, y ninguno de los dos equipos parece traer las armas afiladas. Dominio alterno, mucha recuperación en media cancha (Leandro es una auténtica barredora), pero pocas llegadas de peligro. Normalmente, los Rayados terminan enviando centros que rechazan nuestros centrales. Los ataques pumas se ahogan ante la doble marcación de los monterreyenos (porque de regios, nada). Lo único a nuestro favor es el nerviosismo del portero novato del Monterrey, Ibarra, quien regala tiros de esquina, despeja de puños al centro balones que puede tomar y se nota apanicado.
Las primeras jugadas de peligro son un centro de Guille Franco que el Cabrito Arellano remata afuera y otro centro a Lozano, en el que al Jimmy lo trompican -o se trompica, según el árbitro Mauricio Morales-. En la medida en que avanza el tiempo, el Monterrey parece más compacto que Pumas. Los balones que recupera Leandro, los pierde Pineda. El Cabrito y Franco le imponen dinámica a la ofensiva rayada.
Falta fuera del área de Verón sobre Franco (quien se ha pasado el partido provocando al paraguayo). Cobra Cabrito. Guille Franco se quita la marca de Verón y le gana la salida a Bernal. Certero cabezazo del máximo anotador del torneo. Gol del Monterrey. Corre el minuto 21. Pumas 0, Monterrey 1.
Continúa el juego y los ataques de nuestros Pumas se topan constantemente con la doble marca del Monterrey. Los que no son de Regiomonte (y por tanto no son regiomontanos) ceden cualquier cantidad de tiros de esquina. Invariablemente, los corners terminan en rechaces defensivos. Por un rato se escucha la porra de "Poongan Güeevos", pero hacia el final del primer tiempo -en el que no ha pasado nada más- ya ni eso. Un extraño silencio se apodera de Ciudad Universitaria. Los optimistas recordamos que Pumas suele brindar magníficos segundos tiempos.
(empieza mi reunión y lo demás proviene de crónicas familiares y periodísticas)
Hugo se decide por un cambio táctico. Saca a Pineda, que ha tenido una mala noche, y lo sustituye por David Toledo. De seguro hace un llamado a jugar "con un par de narices", a ponerle "amígdalas", a jugar "macho", a echarle velocidad y coco.
Sale Pumas atacando y al poco tiempo consigue el enésimo tiro de esquina a favor. Cobra Leandro al estilo clásico de la temporada anterior: a primer palo. Ahí está el capitán Beltrán, la peina perfecto con la cabeza y anida el balón en la red recia (digo "regia"). GOOOOOOL de nuestros Pumas. El Monstruo de 65 mil cabezas despierta y ruge al minuto 4 del segundo tiempo. ¡Goooya! Pumas 1, Monterrey 1.
El partido toma otro cariz. Luis Pérez ya no tiene libertad por las bandas; el Cabrito, que en el primer tiempo hacía su juego típico, que sólo falla al final, ahora falla desde el principio; Guille Franco ya no recibe balones "a modo", ni a "no modo": no recibe balones. Punto.
De nuestra parte, Toledo desborda a la mediacancha rayada, Leandro sigue recuperando todo y ahora también lo hace Galindo, Verón -que no anda de vena- hace el faul en el momento justo, Fonseca roba cada balón dividido, sirve y ataca, Iñiguez hace sus coladas. La defensa del Monterrey, que casi había tenido un día de campo en el primer tiempo, ahora tiene una jornada de pesadilla. Entre sus muchas preocupaciones, el portero recio tiene problemas para desviar a corner un trallazo de Leandro.
Hugo hace un nuevo cambio. Saca a Botero y mete a Diego Alonso. Suena lógico, porque Monterrey ya está replegado y hay que buscar el cabezazo del gane. Rotchen y compañía cuidan al grandote uruguayo.
Viene un centro de Israel Castro desde la banda derecha. Los defensores monterreyenos se agolpan sobre Beltrán -que ha subido-, Lozano, Fonseca y, sobre todo, Diego Alonso. Quien brinca, sin marca y con un gran resorte, es el jugador más bajito en el terreno de juego, David Toledo. Su testarazo se incrusta en la cabaña de Ibarra. GOOOOOOL de nuestros Pumas. Justo premio al gran desempeño de Toledo. Pumas 2, Monterrey 1, a 10 minutos del final.
Los Rayados terminan por desaparecer de la cancha. El dominio de la UNAM es total. Dicen las crónicas que "Sergio Bernal se hubiera podido ir a comprar una torta y un refresco y nadie se hubiera dado cuenta".
Avanza Israel Castro, dribla a varios rivales, Kikín y Diego Alonso se llevan pocamadre a sus marcas y dejan a Isreal sólo frente al portero. Tiene en sus pies la posibilidad de matar a los norteños. La falla con un tirititito a las manos. Le sale barata la visita a los monterreyeno. La afición desaloja el estadio con el cántico "¿¡Cómo no te voy a quereeer...?!". Los rayados se van cabizbajos, con una multa de la Federación por su manta defiende-linchadores y con la balandronada de que fueron el mejor local en el torneo regular (sí, güey, ganaron todos menos uno, porque a Pumas apenas le empataron a uno, con gol agónico).
La final-final, el sábado a las 19:00 hrs, en el estadio del Tec (esa institución que tanto daño le ha hecho a México). Llevamos un zarpazo de ventaja.
"¿Y dónde están y dónde están esos rayados que nos iban a ganar?"
Monterrey, 0; UNAM 1
PUMAS BICAMPEON
La final-final es en Monterrey, en el estadio del Tecnológico de Monterrey (esa institución que tanto daño le ha hecho a México). Los Pumas llegan con ventaja, pero los norteños están seguros de remontarla.
Inician las hostilidades y los Pumas empiezan siendo más peligrosos. La defensiva rayada se apendeja e Iñiguez le roba el balón a Serafín y al portero Cristian Martínez, tira casi sin ángulo y el balón se estrella en el marco, mientras Botero cerraba.
Es el minuto 4 y ya los dizque regios demuestran lo recios. Planchazo del chamaco Serrato a Botero. El árbitro Armando Archundia ni se inmuta.
El equipo de Herrera esperaba unos pumas echaditos para atrás ("metiendo el camión"), pero se topa con un equipo que propone y que dispone. Una escuadra que se defiende bien, que suele salir tocando y que impide que los rayados se lancen al abordaje.
En la medida en que pasa el tiempo, se define la tónica del encuentro. Monterrey ataca, con mucha voluntad y desorden extremo, Pumas presiona desde tres cuartos de cancha, gana balones y lanza ataques prudentes. Verón tiene seco al Guille Franco. Beltrán saca todo lo que se acerque a su zona (a veces, con extraordinarias y oportunas barridas, como una en la que entre él y Bernal, que cierra el ángulo, ahogan a Franco). Galindo, Pineda y Leandro han hecho que la media monterreyena sea inoperante (Luis Pérez y Cabrito, típicos jugadores "chicos", "gambeteros" y "talentosos" a quienes se les arruga el asterisco a la hora buena). Lo más que logra el Monterrey en todo el primer tiempo es un cabezazo de Franco que se va afuera y un tiro del Cabrito, en buena posición, que sale ligeramente desviado. Por los Pumas, Verón tiene la oportunidad del gol, pero se tarda en acomodar el balón, lo presiona la defensa y lanza su disparo apenas afuera del marco local.
Pasan los primeros 45 minutos, con más pena que gloria futbolística. Monterrey se va al descanso desesperado, con un amonestado (Serrato, quien se ganó una amarilla -que debió de haber sido la segunda- en un planchazo horrendo sobre el Jimmy Lozano). Pumas, con la ventaja obtenida el CU y también la anímica.
Hugo hace un cambio táctico para la segunda mitad. Intercambia los papeles de Iñiguez y de Kikín Fonseca, ya amolestado por Archundia. Hay una mano del Monterrey a unos cinco metros del borde derecho del área rayada (izquierdo del ataque puma). Leandro cobra, le pasa la bola a Lozano, Jimmy dispara, la pelota rebota en la defensa, la agarra Kikín de aire y lanza un disparo potente, que toma al arquero mal colocado. GOOOOOOOL de nuestros Pumas. ¡Kikín! ¡Kikín! ¡Kikín! Kikín sale disparado hacia la banca, haciendo su bailecito y agradeciendo a Dios. Ya es costumbre: otra vez anotamos al inicio del segundo tiempo. Monterrey está enterrado hasta el cuello. Pumas 1, Monterrey 0.
Los monterreyenos salen con todo en pos del empate. Pero con más desorden que nunca. También la afición norteña se ve desesperada. "¿Y dónde estaaaaán y dónde estaaaaán esos rayados que nos iban a ganar?" corea la hinchada auriazul. Bombazos del Cabrito cinco metros por encima de la cabaña de Bernal. Tiros de Luis Pérez cinco metros a la izquierda de los palos. Soledad extrema de Franco. Los contrataques pumas se ven más peligrosos (en uno Botero la tiene, pero está cansado del sprint y no logra hacerle el sombrerito a Martínez).
Enésimo centro del Monterrey al área puma, el rechace le queda al Cabrito, Arellano se la pone al Alvin. Pérez está solito frente al arco desguarnecido. Pero el huerco baboso le pega al poste, el balón se pasea frente a la portería puma, hasta que llega Beltrán, dice "!Arriba Imperio!" y la despeja a la banda. Es evidente. Monterrey no va a anotar.
Van apenas 30 minutos del tiempo complementario y los aficionados locales empiezan a abandonar el estadio. Tan convencidos están de su contundente derrota. La cámara enfoca a otros, que siguen gritando, pero entre llantos. Salieron chillonsísimos, además de feos (no que la base Rebel esté muy guapa, pero hay niveles). Herrera saca todo lo que huela a defensa y llena la cancha de delanteros, que se estorban los unos a los otros.
Cuando el partido está por finalizar, Hugo hace sus cambios de rigor. Entre ellos, saca a Fonseca y mete al Jaibo Del Olmo, en el que tal vez sea su último partido. Sólo fue campeón con Pumas. Archundia pita el final. PUMAS BICAMPEON. Felicidad cronopia de jugadores y seguidores. Los que más contentos se ven son los Piculines, que ni jugaron. Imágenes del Guille Franco como María Magdalena, envuelto en lágrimas. Herrera, ya convertido en liendre minúscula, está encabronadísimo. Entre los goyas, la afición puma canta: "¿En donde estaaaán? ¿En dónde estaaaaán esos piojos que nos iban a ganar?" La liendre minúscula declara que perdió el futbol, que el Monterrey fue el que propuso, como si atacar a lo pendejo fuera "proponer". Con la copa en manos de Beltrán, nuestros Pumas van a festejar con la porra. Se desgranan más goyas. Avisan que nada más se bañan y van a México, a festejar al Angel de la Independencia.
En las calles de la Colonia Cuauhtémoc hay un frío de la chingada (para nuestro standard), pero están llenas de seguidores de los Pumas universitarios, que le hacen la competencia a la Guadalupana en la madrugada del 12 de diciembre. Claxonazos de medianoche. Ambiente festivo. Los Pumas llegan al Angel a las dos de la mañana, los reciben cerca de 12 mil aficionados (habría llegado a haber entre 30 y 40 mil a media noche). La masa felicita a todos, le muestra cariño especial al Kikín y le pide al Pentapichichi que sea Presidente de la República. Hugo se deja querar y no la hace de Presidente, sino de director del coro multitudinario que canta "¿Cómo no te voy a querer?" hasta desgañitarse. Fin de fiesta.
[He de decir que este campeonato no tuvo la emoción de la espera que había tenido el anterior. Aquel fue como besar de nuevo, después de meses sin hacerlo. Sin embargo, éste tuvo el gusto de lo inesperado -¿cuándo vendría la reseña negra?- y ha sido acompañado de un extraño fenómeno, la pumanía, que consiste, esencialmente, en que una bola de oportunistas y de villamelones ahora se ponen playeras y se dicen Pumas de corazón].
Tal vez mis reseñas de los partidos de la liguilla (apertura 2004) sean un ejercicio sobre ese periodismo que debería ser, pero no es (pero todos los periodistas de deportes son parciales vergonzantes).
Pumas golea, Cuauhtémoc se arruga
UNAM, 3; Veracruz, 0
Estadio de CU. Frío (de los de aquí). Pumas y jarochos con bonitos uniformes de manga larga.
Inician las acciones y al minuto 5 un descuido del Joaco casi se convierte en autogol, su cabezazo pega en el marco y cae en los pies de Biscayzacú, quien remata a bocajarro pero ¡Bernaaal! está en plan grandísimo y rechaza el disparo.
Un minuto después Gonzalo Pineda se interna por el sector izquierdo (nótese que sí utilizo los artículos) y pone un pase larguísimo y preciso a Botero, quien baja el balón con el pecho, se desplaza hacia su izquierda y, entre dos contrarios, cruza al portero con un tiro potente. GOOOOOL de nuestros Pumas. 1-0.
Pumas ataca por unos minutos más, pero al final del primer tiempo ya ha retrasado sus líneas y juega, clarísimamente, al contragolpe. Cuauhtémoc Blanco reclama todo. Hay marca doble sobre él (normalmente Verón es el encargado) y no lo han dejado ni respirar. Cánticos constantes en el estadio, que está como al 95% de su capacidad. Fin de un muy entretenido primer tiempo.
En la segunda mitad, la estrategia de Hugo es clara: mantener el control del balón para desesperar al rival. Poco a poco, Veracruz va recuperando la iniciativa. Finalmente Cuau puede hacer una jugada: recibe el balón de espaldas al marco, se da la vuelta y da un pase preciso al Lorito Jiménez, quien estrella el balón en el larguero. UFF.
Pumas se maneja al contragolpe (Pineda y Leandro están dando un gran partido, junto con Verón). En un contrataque, Kikín le pone un bombón al Jerry Galindo, quien -solo frente al portero- chuta con su pierna mala y hace el osazo.
Un par de ataques incisivos del Veracruz son resueltos por la defensiva puma. En una ocasión, una barrida oportuna de Verón desarma a Biscayzacú. En otra, un cabezazo del Lorito Jiménez es resuelto con un atrapadón de ¡Berrnaaal!, quien queda detrás de la línea de meta, pero el balón no.
También Pumas ataca. El Archi Flores -quien, junto con el insufrible Terrazas se ha encargado de repartir leña- taponea un disparo de Lozano que iba a gol. En otra ocasión, el portero jarocho, también apellidado Bernal, tapa un tirazo del mismo Jimmy.
Los ánimos están cada vez más caldeados. Cuauhtémoc imita a Fernando Platas y el árbitro cae en el garlito el 80 por ciento de las veces. Amonestan a Galindo y a Pineda. El segundo sale, y entra David Toledo, quien tiene mayor retención de balón. En cambio, el nazareno ni se inmuta ante los patadones de los "duritos" del equipo de Herrerías. Hugo reclama. Se quita el saco. Se lo pone al revés. Lo avienta a la banca.
Contragolpe de los Pumas. Triangulación entre cuatro: Leandro, Lozano, Kikín y Toledo, quien se interna en el área y es zancadillado por Terrazas. Penalty clarísimo. Veracruz ni reclama. Lo ejecuta Lozano. El portero adivina, pero el tiro es fuerte, raso y colocado, como marcan los cánones. GOOOOOL de nuestros Pumas. 2-0. Hugo se vuelve a poner el saco. Es el minuto 73.
Veracruz juega ya desesperado. Las porras cantan algo de Cuauhtémoc Blanco que no alcanzo a descifrar, pero que no debe ser muy amable. También "¡Dale Pumas, dale dale oooo, daleee, daleee oooo!". Otro clavado de Cuauhtémoc y el árbitro marca tiro libre a favor del Veracruz. Hugo reclama y, para variar, lo expulsan. La Braulia envía el balón por encima del arco... unos cinco metros.
Un avance de la Universidad por la banda derecha termina en saque de banda. Se la dan a Castro, éste le pone un centro templado a Botero, quien se desmarca de Quattrocchi exactamente a tiempo y le gana el balón al espigado argentino. Un certero cabezazo al ángulo superior izquierdo de la portería del falso Bernal. GOOOOOL de nuestros Pumas. 3-0. ¡Botero! ¡Botero! ¡Botero! Botero ya se quitó la camiseta y lo amolestan. Es el minuto 83. CU es una fiesta.
Los nuevos ataques del Veracruz son desordenados. Hay varios conatos de bronca. La más fuerte entre Lozano y el falso Bernal (hay que decir que, en una, el Jimmy le dio un buen codazo y le sacó el aire y, en otra, le arrebató el balón de las manos de fea manera). Blanco se ha peleado con Beltrán, con Verón, con Leandro y, antes, con Pineda. "¡Cuauhtémoc quiere llorar! ¡Cuauhtémoc quiere llorar!", se escucha desde las tribunas.
Cambio de último minuto de los Pumas. Sale Botero y entra Parejita. Pero el boliviano se tarda en salir y el árbitro lo amonesta. Llega Terrazas y le dice al pendejo de negro, el inefable Germán Arredondo: "Ya lo amolestastes antes". Arredondo se da cuenta y le enseña la tarjeta roja a Botero. Se arma de nuevo la bronca, pero no llega a mayores. Ni pedo. Diego Alonso meterá los goles en el "Pirata Fuente".
Sale Galindo y entra Del Olmo, a enfriar el balón. Las porras, felices, están inspiradas: "Galilea, Galilea, Galilea te dejó, por pinche feo, jorobado y maricón", "Veracruz, Veraaacruz, tierra de sol y palmeras donde Cuauhtémoc es puto y Galilea, ramera", "Cuauhtémoc quiere a la Braulia, Cuauhtémoc quiere a la Braulia, Cuauhtémoc quiere a la Braulia: jorobado y maricón". El árbitro da tres minutos de reposición, que se resuelven con tranquilidad.
Marcador final: Pumas 3, Veracruz 0. Se oye el Himno de los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuauhtémoc, ya fuera de sí, quiere ir a reclamarle al árbitro. Braulio lo abraza para calmarlo. Cuau le dice, según las crónicas, "Quítate, idiota. No te metas". La Braulia se retira al vestidor a llorar. Los granaderos impiden el paso a Blanco, quien ya va con la mano en posición de saludo. Entre un mar de gente, se dan la mano.
Con medio boleto de la semifinal en la mano, Pumas viaja al puerto jarocho. "Estoy seguro de que seremos campeones...", sentencia Hugo, "...si nos dejan los árbitros".
Bye Bye, "Superlíder"
Veracruz, 1; UNAM, 1
Veracruz recibe a los Pumas en el estadio Luis Pirata Fuente, que está a reventar de jarochos vestidos de rojo, pero con 2 mil valientes aficionados de nuestro equipo.
Comienza el partido y Veracruz se va con todo al ataque, apoyado por su público. La defensiva felina se revuelve y, al grito de "¡Arriba Imperio!" manda todo balón de peligro hasta media cancha. La marea roja es asfixiante, pero Pumas no cede. Otra vez la clave es mantener bien cuidado a su creativo: Blanco tiene marca especial y no pesa en el terreno de juego.
La primer gran jugada es un centro que remata Biscayzacú de cabeza y !Berrnaaal! rechaza, el balón llega a los pies de Cuauhtémoc, que dispara y se encuentra con... ¡Bernaaal!.
En la medida en que avanza el juego, los Tiburones son cada vez menos incisivos. Siguen atacando casi todo el tiempo, pero sus avances ya no terminan en despejes desesperados de Verón, Beltrán o Castro. Ya son prácticamente inoperantes en la banda izquierda, donde la Braulia ha sido secado por ¡Kikín!, quien está jugando el mejor partido defensivo de su vida.
Avanza Veracruz por el sector derecho. El Archi Flores da un pase filtrado a Jiménez, dentro del área. El Lorito enfila a gol, pero ¡Berrnaaal! lo deja sin ángulo y manda a corner su disparo.
Termina por fin el primer tiempo, donde lo más que hizo Pumas al ataque fue un tiro sin potencia de Leandro Augusto.
La segunda mitad tiene un inicio parecido. Al primer minuto Bizcayzacú estrella un cabezazo en el larguero. Los minutos corren con una lentitud exasperante para nosotros. Hasta da la impresión de que están manipulando los relojes. Pero a los de Veracruz seguro les pasa lo contrario porque Graneolati hace un cambio; saca a su medio de contención y mete a Kleber. Necesita 3 goles y hay que echar la carne al asador.
El cambio le sale pésimo. Pumas toma el control de la media cancha y, por ende, del partido. Había pasado casi 60 minutos sin llegadas de peligro y ahora se suceden una tras otra. En la más peligrosa de ellas, el árbitro perdona a los tiburones un penal cometido en contra de Pineda (imagina, empezamos con !Arriba Imperio! y ahora Pineda está en el área). El estadio se apaga. Pasa el tiempo, no meten gol y Pumas tiene el balón. Graneolati se da cuenta de que la cagó y saca a la muy inútil Braulia (gracias a Kikín) para meter a otro medio de contención. Luna hace berrinche al salir.
Otro que hace berrinche es Cuauhtémoc, quien ya imitó a Girón, a Sautin, a Louganis, a Tan-Liang De y hasta a Marijose Alcalá. En su berrinche más grande, le mienta la madre al árbitro porque no marcó penal cuando Beltrán lo despojó limpiamente del balón (y hasta los locutores de Azteca, más antipumas ahora que los de Televisa, admiten que no hubo falta).
En la enésima provocación, Cuau se enfrenta con Fonseca. El árbitro Alcalá amolesta a los dos. Blanco le hace un corte de manga y el silbante ni se inmuta. El tiempo sigue corriendo despacio. Antes Veracruz tenía que meter un gol cada diez minutos para llevarse la eliminatoria. Luego cada 9 minutos. Luego cada 8... Hugo, fiel a su estilo, saca al Kikín y mete a Parejita.
El Pirata Fuente vuelve a ser ruidoso. Pero ya no son los aficionados jarochos, sino los chilangos. Pumas controla el partido y se oyen los "ole". En una ocasión, son 18 toques de nuestros Pumas, para terminar cerca del banderín de corner del Veracruz. Desde el palco de honor, Herrerías y el gobernador Alemán (quien por cierto tiene una cara de pedo que no puede con ella) no ocultan su tristeza.
Oro avance del Veracruz, la bola cae en los pies de Kleber, cerca del área grande. Kleber centra y Biscayzacú le gana el movimiento a Beltrán. Gol del Veracruz. El estadio se vuelve a prender. Con el de la honrilla, los jarochos sienten que están vivos. ¿Lo están? Tendrían que meter un gol cada dos minutos, si el árbitro compensa.
La defensa jarocha está todavía festejando cuando Parejita se interna por su banda derecha. Pone un centro perfecto a la cabeza de Diego Alonso, quien cabecea sin marca al ángulo del falso Bernal. GOOOOOL de nuestros Pumas. 1-1. Veracruz se tardó 177 minutos en marcarle a los Pumas. Nosotros, algo así como 57 segundos en devolverles el gesto.
Así que Diego Alonso cumplió con la predicción de que anotaría en el Pirata Fuente. Y le dio una alegría a los bravos seguidores de Pumas que asistieron. También le dio a Hugo la oportunidad de darse el lujo de meter a su tronquísimo hijo al terreno de juego, en sustitución de Verón. Sánchez Portugal entra sonriente, en medio de las mentadas de la afición jarocha, que se siente burlada. No llega a tocar el balón. Dos minutos después, Alcalá decreta el fin del partido y el pase de nuestros Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México a la semifinal :).
Un partidazo ganado con los güevos
UNAM, 4; Atlas, 3
Partido de ida de la semifinal del Torneo de Apertura Comex 2004. Los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México contra el Atlas. CU está a reventar, salvo unos pequeños espacios para la porra visitante (tuvieron miedo).
Inician las acciones con dominio alterno. El juego es de mucha dinámica: son los dos equipos más jóvenes y más veloces de la liga. La primera jugada de peligro, al minuto 5, es sobre la portería puma. Un tiro de esquina es rechazado por los centrales y el balón cae a los pies del Loco García, quien medraba desde afuera del área. García dispara un cañonazo, que se estrella contra el larguero.
El siguiente susto es también para Pumas. Corre el minuto 9 y Leandro rebana un centro en el área chica. Bernal se tiene que recostar para evitar el gol. El portero puma la toma, se la da al brasileño, éste la mueve hacia Lozano, quien avanza por el sector izquierdo. De ahí da un centro preciso al Kikín Fonseca, quien está casi en línea con la defensa. Kikín la baja con la derecha (en jugada de gran técnica, mira) se la pone en el botín izquierdo y cruza con un potente tiro a la salida dell Poeta Pérez. GOOOOOL de nuestros Pumas. ¡Goooya! ¡Goooya! Cachún Cachún ra-ra. ¡Goooya! ¡Universidad! Pumas 1, Atlas 0.
Los jóvenes atlistas parecen espantados con el rugir del Estadio Olímpico México 68. Los Pumas van al abordaje. Han pasado apenas tres minutos cuando otra jugada cae en los pies del Jimmy. Lozano da un perfecto pase filtrado a Botero, entre tres defensores atlistas. Botero tiene poquísimo ángulo, pero Pérez sale de manera precipitada. El boliviano la bombea por encima de la cabeza del Poeta. GOOOOOL de nuestros Pumas. ¡Botero! Se desgranan más goyas. Huele a goleada. Pumas 2, Atlas 0.
El equipo universitario, con dos goles de ventaja, retrasa líneas. Jugará al contragolpe, obligando a los rojinegros -que suelen tener un estilo similar al de los Pumas- a irse al ataque. El primer contragolpe de la UNAM casi termina en el tercer gol, cuando Kikín lanza un disparo que pasa rozando el poste de la portería que defiende Pérez. Hubiera sido la puntilla, pero los hubieran no existen en el futbol (ni en otras áreas de la vida).
Poco a poco, el Atlas se ordena, y sus ataques son más incisivos. Verón y Beltrán se multiplican. Nuevo tiro de esquina. Verón cabecea hacia afuera del área y, como calca de la jugada del minuto 5, ahí se encuentra el Loco García. Botero llega como quince minutos tarde a la marca. García lanza un cañonazo imparable. Gol rojinegro. Pumas 2, Atlas 1. Corre el minuto 33.
El partido se sigue jugando con una intensidad poco común. Cada balón se pelea a muerte y todo trámite en el medio campo es rapidísimo: se juega más en los linderos de las áreas que en la eufemísticamente llamada "zona de recuperación". Fin de un primer tiempo vibrante, que termina con tres amonestados. Uno del Atlas; Verón y Galindo, de los Pumas. La última jugada de la primera mitad concluye con un pisotón de Pineda al Loco García, quien no regresa a la cancha tras el descanso.
Apenas reinicia el partido y hay una gran jugada de pared entre Lozano y Kikín. De hecho, Kikín es el que le da los tiempos perfectos. El Jimmy entra al área y centra, el central atlista, Durán, abanica el balón, que cae en los pies de un Botero siempre atento a la jugada. Pérez se ve obligado a salir de nuevo. De nuevo Botero la bombea por encima de su cabezota. GOOOOOL de nuestros Pumas. Pumas 3, Atlas 1. Recuperamos la ventaja de dos goles, muy útil para el juego de vuelta.
Los Zorros no avientan la toalla y continúa el partido de vaivenes. Corre el minuto 9 del segundo tiempo y hay un tiro de esquina en contra nuestra. Se arma una meleé y el balón queda en los pies de un atlista que dispara desde fuera del área, la pelota rebota en el Kikín y cae en los botines del extremo izquierdo de los rojinegros, Daniel Osorno. Osorno la toma como va y dispara un auténtico misil cruzado, que se incrusta en la esquina izquierda de la cabaña defendida por Bernal. Gol del Atlas. Pumas 3, Atlas 2.
El juego sigue a un ritmo endemoniado. Un par de faltas atlistas y Hugo ya se puso el saco al revés, como si fuera una camisa de fuerza, en protesta por la ausencia de cartones amarillos. Los tapatíos adelantan líneas y tienen más posesión del balón. Hay una pared en el área de los Pumas, Bernal sale a achicar y Carlos María Morales cae al suelo. Penalty. Aunque la primera vez parecía faul, la repetición deja ver que el uruguayo engañó al silbante Gilberto Alcalá. Bernal no lo tocó y él cayó de manera muy creíble. Cobra Robert de Pinho (parece la primera vez que el brasileño toca el balón, de lo bien marcado que estaba). De Pinho dispara con mucha fuerza. Es el gol del empate, al minuto 62 de tiempo corrido. Pumas 3, Atlas 3.
Las porras cambian en el estadio. Ahora es, típicamente, la de "¡Pongan güeeevos, pongan güeeevos!". Los Pumas le ponen güevos, y muchos, pero no logran horadar la portería de Pérez. En el Atlas, por su parte, ya despertó De Pinho, quien lanza un cabezazo apenas arriba del larguero. La media cancha parece haber desaparecido: los ataques van de un área a otra.
Hugo -quien, contra su costumbre, no había cambiado a los amonestados- en el minuto 78 saca a Galindo y mete a Diego Alonso. Sergio Bueno responde al instante, sacando a Nicolás Ramírez, también amonestado, a cambio del Pollo Salazar. Quiere reforzar su defensa. A los quince segundos, Salazar comete su primera falta, sobre Iñiguez. Tres minutos después comete otra y se lleva un cartón preventivo. Pasan otros dos minutos, e Israel Castro recibe un pase por la banda derecha. Lanza un centro templado, Diego Alonso salta por encima del Pollo Salazar y le gana facilito el balón, sacándole tranquilamente 20 centímetros de ventaja. El testarazo del uruguayo es impresionante por su fuerza y su colocación. GOOOOOOL de nuestros Pumas. El estadio es un manicomio. Pumas 4, Atlas 3.
Ahí no terminan las emociones. Atlas se lanza con todo en busca del empate. En una de esas, Osorno avanza peligrosamente por el costado izquierdo y tira un trallazo alucinante, pero ¡Berrrnaaal!, en una maravillosa atajada a contramano (una de las mejores de su carrera) lanza el balón a tiro de esquina.
Será la diferencia, pues aunque nuestros Pumas recuperaron la posesión y tuvieron las últimas jugadas de peligro, el marcador ya no se movió.
Ahora, a viajar al Jalisco para mantener la ventaja y llegar a la final (probablemente contra el Monterrey, que derrotó 4-2 al Aclante en el Azteca). El partido se prevé extraordinario.
L@s Zorr@s tiran la toalla
Atlas, 1; UNAM, 2
El Estadio Jalisco luce un lleno completo para el partido de vuelta de la semifinal. Los rojinegros reciben a los Pumas, a quienes basta un empate para llegar al duelo final contra Monterrey.
Inicia el juego y los Zorros parecen decididos a la victoria. Se lanzan de inmediato al ataque. Es apenas el minuto 1 y Osorno ya sacó tremendo zurdazo de volea, pero ¡Berrnaaal! le responde con una gran atajada. Los rojinegros hilvanan ataques variados sobre el área puma. Otra vez la consigna es "!Arriba Imperio!". Beltrán, Verón, Galindo, Leandro y hasta el Kikín despejan las amenazas con balones a tierra de nadie.
Osorno es el más peligroso, apenas van poco más de diez minutos e Israel Castro ya lo ha fauleado dos veces. El segundo faul deviene en un tiro libre en nuestra contra, por la izquierda. El centro de Osorno es bueno, le queda perfecto a Nicolás Ramírez, quien remata muy fuerte de cabeza en el área chica, pero -para nuestra fortuna- a las manos de un bien colocado Bernal.
Pumas poco a poco adelanta líneas y va emparejando el juego. No ha llegado la media hora de la contienda cuando un centro de Medina, desde el sector derecho, rebasa a todos, da un mal bote en la horrible cancha del Jalisco y se dirige a las redes pumas, pero ¡Berrnaaal!, con reflejos felinos, da un manotazo y manda el balón a tiro de esquina.
En la medida en que pasa el tiempo, Atlas ya no recupera a media cancha. Empieza la leña rojinegra. Amonestan a Carlos María Morales y a Nico Ramírez. Poco tiempo después, Morales quiere repetir la trampa del primer juego y se echa un clavado en el área. Su tocayo de apellido, el árbitro Mauricio Morales, no cae en el engaño, pero tampoco concede la segunda amarilla, que reclamaba Bernal.
Hugo decide no esperar al medio tiempo para hacer su primer cambio. Saca al amolestado Castro y lo sustituye por Parejita. Esto implicó un cambio táctico. Tras resistir el oleaje rojinegro de los primeros minutos, Pumas se dispone a atacar.
El cambio significa el fin del vértigo atlista y el inicio del dominio auriazul, con tiempos más pausados. También se traduce en un precioso centro de Parejita y una muy vistosa palomita del Jimmy Lozano, al ángulo inferior derecho de la puerta del Atlás, que Pérez, elástico, apenas puede detener. Es un paradón, como decían los clásicos.
El ataque del Atlas sigue siendo variado, pero la anticipación de la defensiva puma es cada vez más clara. Ahora Universidad sale siempre jugando, armando ofensivas, controlando el balón.
El primer tiempo está por terminar y el Loco García le da un horrible planchazo a Pineda (tal vez en venganza por el pisotón recibido en CU). El árbitro lo amonesta, perdonándole la roja directa. Pumas mueve el balón, lo recibe Lozano por la entreala izquierda. Solo, sin marcador en tres metros a la redonda, envía un centro que peina Botero para que Kikín Fonseca le gane el salto a Durán y remate con un cabezazo mortal al ángulo derecho de la portería del Poeta. ¡GOOOOOL! de nuestros Pumas. Pumas 1, Atlas 0. Y en el mejor momento. Nos vamos al descanso con ventaja en goles, y también psicológica.
Inician las acciones en la segunda mitad. Apenas se está acomodándo el Atlas e Iñiguez, en una jugada vertiginosa, dribla a tres contrarios en área y se interna por la izquierda hasta perder el ángulo de tiro; lanza entonces un centro que remata Botero. El arquero Pérez rechaza el tiro del boliviano, pero el balón llega a los pies del Parejita, quien cierra por el lado derecho, dispara y anota. ¡GOOOOOOOL! de nuestros Pumas. Hugo ondea su saco en son de victoria. Pumas 2, Atlas 0. El segundo gol es también muy oportuno. Un balde de agua helada para jugadores y aficionados del Atlas.
Los Zorros pierden toda compostura. Están desordenadísimos. Más que rojinegros, se ve que están verdes como uvas ácidas. Los cantos de sus porras callan, y en cambio se escucha: "¡¿Coómo no te voy a quereeeer? ¿Cómo no te voy a quereeeer? Si mi corazón azul es, y mi piel doraaada!". Son la Rebel (sobre todo), la Plus y la Ultra, que han hecho el viaje a Guadalajara.
El dominio de Pumas se vuelve abrumador. Las porras auriazules corean los "¡olés!" del baile. De la llamada Porra Roja surge un cartel "No es por las copas, es por la pasión que provocas". En otras palabras, también los seguidores atlistas han tirado la toalla.
Paulatinamente, el Atlas se recompone. En uno de sus ataques, De Pinho se cuela por el área, y cuando está a punto de fusilar a Bernal, aparece el Loquito García, prácticamente le quita el balón al brasileño y lo mete en las redes. García está en evidente fuera de lugar y el gol es anulado.
Para seguir haciendo honor a su mote, dos minutos después el Loco le da un patadón de tae-kwon-do a Beltrán, a la altura del círculo central (en términos de cancha; a la altura de la nuca, en términos anatómicos). Era su segunda roja directa, pero Morales es benigno y le saca la segunda amarilla. De todos modos García se va del campo y deja que Atlas agonice con diez hombres.
El partido está por terminar -y miles de seguidores rojinegros han abandonado el estadio, no sin antes haber provocado, los de la Porra 51, a los aficionados Pumas- cuando un avance atlista, termina en un centro a De Pinho, quien anota ante la marca displicente de nuestra defensiva. Es el gol de la honrilla. Pumas 2, Atlas 1, al minuto 88.
Todavía Hugo se da tiempo para su lujito -mete al Tin Delgado en vez del Jimmy- y el Atlas se da tiempo de tener otra oportunidad de gol. Pero García Zavala la vuela. La historia está escrita. Pumas otra vez a la final (la vuelta se jugará en el estadio del Tec, esa institución que tanto daño le ha hecho a México). La fanaticada puma que hizo el viaje festeja en la Minerva. Los atlistas, que llevan 53 años sin el trofeo de liga, se quedan como el chinito, nomás milando, y tendrán que esperar más. Mucho más, porque el Pentapichichi dice que seremos pentacampeones.
La noche que los monterreyenos desaparecieron
Monterrey, 1; UNAM, 2
(Dicen que cuando hay carne, es viernes de vigilia. Obtuve un boleto para la final, pero no puedo ir. Camilo fue el ganón)
Gran Final del torneo de apertura Comex 2004. Partido de ida. El Olímpico Universitario está a tope, salvo pequeños huecos en la zona destinada a la porra visitante (la directiva, responsable, deja de ganar dinero, pero mantiene la seguridad ya característica de nuestro estadio).
Los Rayados salen al campo de juego con una manta absurda. Piden la liberación de Sergio Montealegre, un policía auxiliar que trabaja para la empresa del dueño del equipo, preso por ser uno de los instigadores del linchamiento de tres miembros de la Policía Federal Preventiva en Tláhuac, que culminó en el asesinato de dos de ellos. Son abucheados.
Inician las acciones, y ninguno de los dos equipos parece traer las armas afiladas. Dominio alterno, mucha recuperación en media cancha (Leandro es una auténtica barredora), pero pocas llegadas de peligro. Normalmente, los Rayados terminan enviando centros que rechazan nuestros centrales. Los ataques pumas se ahogan ante la doble marcación de los monterreyenos (porque de regios, nada). Lo único a nuestro favor es el nerviosismo del portero novato del Monterrey, Ibarra, quien regala tiros de esquina, despeja de puños al centro balones que puede tomar y se nota apanicado.
Las primeras jugadas de peligro son un centro de Guille Franco que el Cabrito Arellano remata afuera y otro centro a Lozano, en el que al Jimmy lo trompican -o se trompica, según el árbitro Mauricio Morales-. En la medida en que avanza el tiempo, el Monterrey parece más compacto que Pumas. Los balones que recupera Leandro, los pierde Pineda. El Cabrito y Franco le imponen dinámica a la ofensiva rayada.
Falta fuera del área de Verón sobre Franco (quien se ha pasado el partido provocando al paraguayo). Cobra Cabrito. Guille Franco se quita la marca de Verón y le gana la salida a Bernal. Certero cabezazo del máximo anotador del torneo. Gol del Monterrey. Corre el minuto 21. Pumas 0, Monterrey 1.
Continúa el juego y los ataques de nuestros Pumas se topan constantemente con la doble marca del Monterrey. Los que no son de Regiomonte (y por tanto no son regiomontanos) ceden cualquier cantidad de tiros de esquina. Invariablemente, los corners terminan en rechaces defensivos. Por un rato se escucha la porra de "Poongan Güeevos", pero hacia el final del primer tiempo -en el que no ha pasado nada más- ya ni eso. Un extraño silencio se apodera de Ciudad Universitaria. Los optimistas recordamos que Pumas suele brindar magníficos segundos tiempos.
(empieza mi reunión y lo demás proviene de crónicas familiares y periodísticas)
Hugo se decide por un cambio táctico. Saca a Pineda, que ha tenido una mala noche, y lo sustituye por David Toledo. De seguro hace un llamado a jugar "con un par de narices", a ponerle "amígdalas", a jugar "macho", a echarle velocidad y coco.
Sale Pumas atacando y al poco tiempo consigue el enésimo tiro de esquina a favor. Cobra Leandro al estilo clásico de la temporada anterior: a primer palo. Ahí está el capitán Beltrán, la peina perfecto con la cabeza y anida el balón en la red recia (digo "regia"). GOOOOOOL de nuestros Pumas. El Monstruo de 65 mil cabezas despierta y ruge al minuto 4 del segundo tiempo. ¡Goooya! Pumas 1, Monterrey 1.
El partido toma otro cariz. Luis Pérez ya no tiene libertad por las bandas; el Cabrito, que en el primer tiempo hacía su juego típico, que sólo falla al final, ahora falla desde el principio; Guille Franco ya no recibe balones "a modo", ni a "no modo": no recibe balones. Punto.
De nuestra parte, Toledo desborda a la mediacancha rayada, Leandro sigue recuperando todo y ahora también lo hace Galindo, Verón -que no anda de vena- hace el faul en el momento justo, Fonseca roba cada balón dividido, sirve y ataca, Iñiguez hace sus coladas. La defensa del Monterrey, que casi había tenido un día de campo en el primer tiempo, ahora tiene una jornada de pesadilla. Entre sus muchas preocupaciones, el portero recio tiene problemas para desviar a corner un trallazo de Leandro.
Hugo hace un nuevo cambio. Saca a Botero y mete a Diego Alonso. Suena lógico, porque Monterrey ya está replegado y hay que buscar el cabezazo del gane. Rotchen y compañía cuidan al grandote uruguayo.
Viene un centro de Israel Castro desde la banda derecha. Los defensores monterreyenos se agolpan sobre Beltrán -que ha subido-, Lozano, Fonseca y, sobre todo, Diego Alonso. Quien brinca, sin marca y con un gran resorte, es el jugador más bajito en el terreno de juego, David Toledo. Su testarazo se incrusta en la cabaña de Ibarra. GOOOOOOL de nuestros Pumas. Justo premio al gran desempeño de Toledo. Pumas 2, Monterrey 1, a 10 minutos del final.
Los Rayados terminan por desaparecer de la cancha. El dominio de la UNAM es total. Dicen las crónicas que "Sergio Bernal se hubiera podido ir a comprar una torta y un refresco y nadie se hubiera dado cuenta".
Avanza Israel Castro, dribla a varios rivales, Kikín y Diego Alonso se llevan pocamadre a sus marcas y dejan a Isreal sólo frente al portero. Tiene en sus pies la posibilidad de matar a los norteños. La falla con un tirititito a las manos. Le sale barata la visita a los monterreyeno. La afición desaloja el estadio con el cántico "¿¡Cómo no te voy a quereeer...?!". Los rayados se van cabizbajos, con una multa de la Federación por su manta defiende-linchadores y con la balandronada de que fueron el mejor local en el torneo regular (sí, güey, ganaron todos menos uno, porque a Pumas apenas le empataron a uno, con gol agónico).
La final-final, el sábado a las 19:00 hrs, en el estadio del Tec (esa institución que tanto daño le ha hecho a México). Llevamos un zarpazo de ventaja.
"¿Y dónde están y dónde están esos rayados que nos iban a ganar?"
Monterrey, 0; UNAM 1
PUMAS BICAMPEON
La final-final es en Monterrey, en el estadio del Tecnológico de Monterrey (esa institución que tanto daño le ha hecho a México). Los Pumas llegan con ventaja, pero los norteños están seguros de remontarla.
Inician las hostilidades y los Pumas empiezan siendo más peligrosos. La defensiva rayada se apendeja e Iñiguez le roba el balón a Serafín y al portero Cristian Martínez, tira casi sin ángulo y el balón se estrella en el marco, mientras Botero cerraba.
Es el minuto 4 y ya los dizque regios demuestran lo recios. Planchazo del chamaco Serrato a Botero. El árbitro Armando Archundia ni se inmuta.
El equipo de Herrera esperaba unos pumas echaditos para atrás ("metiendo el camión"), pero se topa con un equipo que propone y que dispone. Una escuadra que se defiende bien, que suele salir tocando y que impide que los rayados se lancen al abordaje.
En la medida en que pasa el tiempo, se define la tónica del encuentro. Monterrey ataca, con mucha voluntad y desorden extremo, Pumas presiona desde tres cuartos de cancha, gana balones y lanza ataques prudentes. Verón tiene seco al Guille Franco. Beltrán saca todo lo que se acerque a su zona (a veces, con extraordinarias y oportunas barridas, como una en la que entre él y Bernal, que cierra el ángulo, ahogan a Franco). Galindo, Pineda y Leandro han hecho que la media monterreyena sea inoperante (Luis Pérez y Cabrito, típicos jugadores "chicos", "gambeteros" y "talentosos" a quienes se les arruga el asterisco a la hora buena). Lo más que logra el Monterrey en todo el primer tiempo es un cabezazo de Franco que se va afuera y un tiro del Cabrito, en buena posición, que sale ligeramente desviado. Por los Pumas, Verón tiene la oportunidad del gol, pero se tarda en acomodar el balón, lo presiona la defensa y lanza su disparo apenas afuera del marco local.
Pasan los primeros 45 minutos, con más pena que gloria futbolística. Monterrey se va al descanso desesperado, con un amonestado (Serrato, quien se ganó una amarilla -que debió de haber sido la segunda- en un planchazo horrendo sobre el Jimmy Lozano). Pumas, con la ventaja obtenida el CU y también la anímica.
Hugo hace un cambio táctico para la segunda mitad. Intercambia los papeles de Iñiguez y de Kikín Fonseca, ya amolestado por Archundia. Hay una mano del Monterrey a unos cinco metros del borde derecho del área rayada (izquierdo del ataque puma). Leandro cobra, le pasa la bola a Lozano, Jimmy dispara, la pelota rebota en la defensa, la agarra Kikín de aire y lanza un disparo potente, que toma al arquero mal colocado. GOOOOOOOL de nuestros Pumas. ¡Kikín! ¡Kikín! ¡Kikín! Kikín sale disparado hacia la banca, haciendo su bailecito y agradeciendo a Dios. Ya es costumbre: otra vez anotamos al inicio del segundo tiempo. Monterrey está enterrado hasta el cuello. Pumas 1, Monterrey 0.
Los monterreyenos salen con todo en pos del empate. Pero con más desorden que nunca. También la afición norteña se ve desesperada. "¿Y dónde estaaaaán y dónde estaaaaán esos rayados que nos iban a ganar?" corea la hinchada auriazul. Bombazos del Cabrito cinco metros por encima de la cabaña de Bernal. Tiros de Luis Pérez cinco metros a la izquierda de los palos. Soledad extrema de Franco. Los contrataques pumas se ven más peligrosos (en uno Botero la tiene, pero está cansado del sprint y no logra hacerle el sombrerito a Martínez).
Enésimo centro del Monterrey al área puma, el rechace le queda al Cabrito, Arellano se la pone al Alvin. Pérez está solito frente al arco desguarnecido. Pero el huerco baboso le pega al poste, el balón se pasea frente a la portería puma, hasta que llega Beltrán, dice "!Arriba Imperio!" y la despeja a la banda. Es evidente. Monterrey no va a anotar.
Van apenas 30 minutos del tiempo complementario y los aficionados locales empiezan a abandonar el estadio. Tan convencidos están de su contundente derrota. La cámara enfoca a otros, que siguen gritando, pero entre llantos. Salieron chillonsísimos, además de feos (no que la base Rebel esté muy guapa, pero hay niveles). Herrera saca todo lo que huela a defensa y llena la cancha de delanteros, que se estorban los unos a los otros.
Cuando el partido está por finalizar, Hugo hace sus cambios de rigor. Entre ellos, saca a Fonseca y mete al Jaibo Del Olmo, en el que tal vez sea su último partido. Sólo fue campeón con Pumas. Archundia pita el final. PUMAS BICAMPEON. Felicidad cronopia de jugadores y seguidores. Los que más contentos se ven son los Piculines, que ni jugaron. Imágenes del Guille Franco como María Magdalena, envuelto en lágrimas. Herrera, ya convertido en liendre minúscula, está encabronadísimo. Entre los goyas, la afición puma canta: "¿En donde estaaaán? ¿En dónde estaaaaán esos piojos que nos iban a ganar?" La liendre minúscula declara que perdió el futbol, que el Monterrey fue el que propuso, como si atacar a lo pendejo fuera "proponer". Con la copa en manos de Beltrán, nuestros Pumas van a festejar con la porra. Se desgranan más goyas. Avisan que nada más se bañan y van a México, a festejar al Angel de la Independencia.
En las calles de la Colonia Cuauhtémoc hay un frío de la chingada (para nuestro standard), pero están llenas de seguidores de los Pumas universitarios, que le hacen la competencia a la Guadalupana en la madrugada del 12 de diciembre. Claxonazos de medianoche. Ambiente festivo. Los Pumas llegan al Angel a las dos de la mañana, los reciben cerca de 12 mil aficionados (habría llegado a haber entre 30 y 40 mil a media noche). La masa felicita a todos, le muestra cariño especial al Kikín y le pide al Pentapichichi que sea Presidente de la República. Hugo se deja querar y no la hace de Presidente, sino de director del coro multitudinario que canta "¿Cómo no te voy a querer?" hasta desgañitarse. Fin de fiesta.
[He de decir que este campeonato no tuvo la emoción de la espera que había tenido el anterior. Aquel fue como besar de nuevo, después de meses sin hacerlo. Sin embargo, éste tuvo el gusto de lo inesperado -¿cuándo vendría la reseña negra?- y ha sido acompañado de un extraño fenómeno, la pumanía, que consiste, esencialmente, en que una bola de oportunistas y de villamelones ahora se ponen playeras y se dicen Pumas de corazón].
miércoles, diciembre 08, 2004
Nessun Dorma!
Amada mía:
Estaba yo el otro día oyendo “Nessun Dorma!” cuando me puse, por primera vez, a escuchar el texto del aria. Me pareció extraordinario.
¡Que nadie duerma! !Qué nadie duerma!
¡También tú, oh Princesa
en tu fría habitación
miras a las estrellas que tiemblan
de amor y de esperanza!
Pero mi misterio está encerrado en mí
¡Nadie sabrá mi nombre!
¡No, no, sobre tu boca lo diré,
cuando la luz ilumine!
Y mi beso disolverá
El silencio que te hace mía
¡Apúrate, oh noche! ¡Poneos, estrellas!
¡Poneos, estrellas! ¡Al alba venceré!
¡Venceré! ¡Venceré!
Yo tenía entendido que el Príncipe había resuelto los acertijos y enigmas de la Princesa Turandot y que, a cambio, le había pedido a ella que averiguara su nombre. En el aria, él se muestra dispuesto, al amanecer, a revelarle su nombre. Sabe que sólo si ella conoce su nombre, podrá ser suya.
Me pareció entonces todo claro. ¿Cómo podrían juntarse felizmente si no es resolviendo sus respectivos enigmas? ¿Cómo podría hacerse el amor si no es conociéndose? (Ya ves que los nombres suelen ser mágicos).
Ayer, después de la cena, volví a recordar el aria. Y acabo de checar la historia de Turandot. Es diferente, pero parecida.
Quien no responda correctamente a los acertijos de la Princesa Turandot es condenado a muerte. El hijo del depuesto rey tártaro se apunta.
Una antecesora de Turandot fue asesinada brutalmente por un príncipe conquistador, así que Turandot se venga de todos los hombres, determinando que ninguno la debe poseer.
Los enigmas son:
¿Qué es lo que nace cada noche y muere a cada amanecer?
-La esperanza
¿Qué brilla y es rojo y cálido como una llama, pero no es fuego?
-La sangre
¿Qué es como el hielo, pero quema?
-Eres tú, Turandot.
La princesa, enojada, le ruega a su padre el emperador, que no la entregue a hombre alguno. Entonces el príncipe, generosamente ofrece que, si ella adivina su nombre al amanecer, él entrega su vida.
Turandot proclama un edicto: bajo pena de muerte, nadie debe dormir hasta que Turandot conozca el nombre del extraño. La gente amenaza al príncipe, pero él no cede. Soldados traen a su padre y a Liú, una chica que adora al principe. Para que no torturen al padre, Liú afirma que sabe el nombre del príncipe. Soporta las torturas y Turandot impresionada, le pregunta por qué:
-Por amor.
Entonces el príncipe le quita el velo a Turandot y la besa. La princesa rompe en lágrimas y con ellas cae la barrera con la que ha intentado impedir sus emociones. El coro aplaude el poder del amor.
Conocer los enigmas. Conocer el nombre (el significado profundo del ser) de la persona amada. Ahí está el gran detalle.
Estaba yo el otro día oyendo “Nessun Dorma!” cuando me puse, por primera vez, a escuchar el texto del aria. Me pareció extraordinario.
¡Que nadie duerma! !Qué nadie duerma!
¡También tú, oh Princesa
en tu fría habitación
miras a las estrellas que tiemblan
de amor y de esperanza!
Pero mi misterio está encerrado en mí
¡Nadie sabrá mi nombre!
¡No, no, sobre tu boca lo diré,
cuando la luz ilumine!
Y mi beso disolverá
El silencio que te hace mía
¡Apúrate, oh noche! ¡Poneos, estrellas!
¡Poneos, estrellas! ¡Al alba venceré!
¡Venceré! ¡Venceré!
Yo tenía entendido que el Príncipe había resuelto los acertijos y enigmas de la Princesa Turandot y que, a cambio, le había pedido a ella que averiguara su nombre. En el aria, él se muestra dispuesto, al amanecer, a revelarle su nombre. Sabe que sólo si ella conoce su nombre, podrá ser suya.
Me pareció entonces todo claro. ¿Cómo podrían juntarse felizmente si no es resolviendo sus respectivos enigmas? ¿Cómo podría hacerse el amor si no es conociéndose? (Ya ves que los nombres suelen ser mágicos).
Ayer, después de la cena, volví a recordar el aria. Y acabo de checar la historia de Turandot. Es diferente, pero parecida.
Quien no responda correctamente a los acertijos de la Princesa Turandot es condenado a muerte. El hijo del depuesto rey tártaro se apunta.
Una antecesora de Turandot fue asesinada brutalmente por un príncipe conquistador, así que Turandot se venga de todos los hombres, determinando que ninguno la debe poseer.
Los enigmas son:
¿Qué es lo que nace cada noche y muere a cada amanecer?
-La esperanza
¿Qué brilla y es rojo y cálido como una llama, pero no es fuego?
-La sangre
¿Qué es como el hielo, pero quema?
-Eres tú, Turandot.
La princesa, enojada, le ruega a su padre el emperador, que no la entregue a hombre alguno. Entonces el príncipe, generosamente ofrece que, si ella adivina su nombre al amanecer, él entrega su vida.
Turandot proclama un edicto: bajo pena de muerte, nadie debe dormir hasta que Turandot conozca el nombre del extraño. La gente amenaza al príncipe, pero él no cede. Soldados traen a su padre y a Liú, una chica que adora al principe. Para que no torturen al padre, Liú afirma que sabe el nombre del príncipe. Soporta las torturas y Turandot impresionada, le pregunta por qué:
-Por amor.
Entonces el príncipe le quita el velo a Turandot y la besa. La princesa rompe en lágrimas y con ellas cae la barrera con la que ha intentado impedir sus emociones. El coro aplaude el poder del amor.
Conocer los enigmas. Conocer el nombre (el significado profundo del ser) de la persona amada. Ahí está el gran detalle.
Anuncios Improbables I
Imagen de un taller mecánico del estilo de la película “El Inocente”, con Pedro Infante. Los trabajadores cantan “Amorcito Corazón”. Otro mecánico –un flaco de bigotitos- se acerca al grupo y les muestra el “Esto”, mientras exclama, mostrando enorme sonrisa de diente roto: “¡Ganaron las Chivas!”.
De por debajo de un carro sale otro mecánico. Es un gordo muy moreno, con el overol lleno de grasa, quien le responde muy serio: “¡Chivas Regal siempre gana!”, y toma un enorme trago a pico de botella del Chivas etiqueta negra que siempre tiene junto a sí.
De por debajo de un carro sale otro mecánico. Es un gordo muy moreno, con el overol lleno de grasa, quien le responde muy serio: “¡Chivas Regal siempre gana!”, y toma un enorme trago a pico de botella del Chivas etiqueta negra que siempre tiene junto a sí.
jueves, diciembre 02, 2004
Biopics. Mis primeros cinco años
1954
No recuerdo nada de 1954, año en el que nací.
Mientras yo nacía, Roger Bannister rompía una barrera artificial, al correr la milla por debajo de los 4 minutos.
Ese mismo día, al otro lado del mundo, se desarrollaba la batalla de Dien Bien Phu, y algún vietnamita se tiraba debajo de un cañón para impedir que el arma –más valiosa que su vida- cayera por un despeñadero.
Mi mamá tampoco recuerda el momento de mi nacimiento. Estaba anestesiada. Nací por cesárea, con una semana de retraso, en el Sanatorio Español de la ciudad de México.
Dicen que traje mi torta bajo el brazo. Pocos días antes de mi nacimiento, mi papá fue promovido a gerente de ventas de Shulton de México.
El había subido la escala corporativa basado en su trato educado, su sentido común y su buen vestir. Como muchos hombres de su generación, Abelardo dejó de pequeño la casa familiar. Salió a los 16 años hacia Centroamérica a buscar oro. Parece que lo primero que encontró fue paludismo. Terminó en Costa Rica, dedicado a la compra-venta del metal. Luego tuvo varios oficios: entre otros, tipógrafo y vendedor de perfumes, en su natal Cuba.
En una casa de huéspedes de Camagüey conoció a una joven abogada, que le hizo un par de desplantes provocadores. El cayó redondito y a las tres semanas se casaron. En la iglesia, eso intentaron también una tarde de 1947, con la sorpresa de que la ceremonia se tuvo que suspender luego del escándalo que armó la ex-esposa de mi papá, quien llegó a la boda con una bebita en brazos.
En parte para zafarse del atosigamiento al que los sometía la ex de Abelardo –a pesar de que se hubiera aclarado que él no se casó con ella por la iglesia-, en parte porque el ambiente político no era propicio para un sindicalista como él, al poco tiempo del matrimonio decidieron venirse a México, donde buena parte de los Báez se había establecido desde los años veinte.
Entre la venta de perfumes y salidas a bailar, los años fueron pasando. Abelardo quería un hijo y a Nana el asunto no parecía interesarle demasiado. Según la versión de ella, una noche en Durango, a mi mamá “se le olvidó ducharse”. Ahí habría sido yo concebido.
Pues bien, para 1954 ya estaba yo en el mundo, mi papá se preparaba para cambiar por una oficina sus viajes medio aventurosos para ponerle desodorante a un México parecido, en sus relatos, al viejo oeste, y mi mamá se disponía, con mucho miedo, a ser madre.
1955
Tampoco de 1955 tengo recuerdo alguno. No sé si hizo frío ni calor. Supongo que calor, porque mi mamá, siempre friolenta y con su tendencia sobreprotectora, me ha de haber arropado muchísimo, aún en plena primavera.
Puedo decir poco de aquel año, sin duda poco memorable para la mayoría de quienes no nacieron en él. Tal vez que, además de bien cobijado, estaba yo muy bien alimentado, porque mi mamá hacía una papilla tremenda con ingredientes que el doctor había dicho que me diera de manera paulatina.
-Si el niño no se ha muerto, sígale dando lo mismo –habría dicho el pediatra.
También fue cuando empecé a caminar. Dicen que lo hice apenas me pusieron zapatos (pero me los pusieron sólo cuando estaba por cumplir el año). Tal vez pensé que eran el aditamento necesario para marchar. El caso es que caminé directito a la tina del baño, me asomé a ella y caí de bruces.
1956
En 1956 fui a Cuba con mi mamá, a que la familia de por allá me conociera.
Mi abuelo, por quien me llamo Francisco, lamentablemente ya no estaba ahí. Había muerto a las pocas semanas de mi nacimiento. En cambio estaban mi abuela, mis tíos y mis primos.
El abuelo Francisco era una leyenda familiar. Ferrocarrilero, chacotero, siempre alegre y nunca enojado. Un pan chaparrito y calvo. Había estado varias veces en la cárcel: unas por accidentes –atropellamientos varios-; otras, por razones político-sindicales.
La leyenda decía que el abuelo se había salvado por un pelito de una masacre que hubo en los años de alguna dictadura. Llegó apenas tarde a la reunión clandestina, pero alcanzó a ver, desde la esquina, a los matones bajándose de sus carros, tumbando una puerta de una patada y rociando con balas de ametralladora a los inermes conspiradores.
También afirmaba la leyenda que la policía llegó un día a apresar al abuelo, pero él salió del departamento vestido de mujer, saludando muy amablemente a sus presuntos captores.
El caso es que la política se respiraba muy fuertemente en esa casa de la calle de Infanta (aunque dudo que en 1956 yo me hubiera podido dar cuenta).
De un balcón de esa casa se asomó mi mamá, a los nueve años, a mirar una manifestación contra la dictadura de Machado. Desde ahí vio a la policía montada cargar sobre los manifestantes, disparándoles. La niña veía unas figuritas que corrían encorvadas, como queriendo desaparecer. También veía como algunas de esas figuras se desplomaban y otros les pasaban por encima.
A esa casa llegaron también mi mamá y los compañeros de la Federación de Estudiantes Universitarios a tener reuniones. La abuela –una mujer hecha en la universidad de la vida, que había tenido tres hijos a los 19 años- antes de que entraran les quitaba a todos los hombres sus pistolas, incluido su lidercillo, un tal Fidel Castro.
De la visita de 1956 dicen que yo rehuía a la tía y a las primas besuconas y me iba a refugiar en los brazos del tío Frank, del tranquilo hemipléjico en su mecedora.
1957
Año de entrada al kinder. Año de primeros, muy vagos, recuerdos.
Dicen que el primer día que fui a la escuela no me quería salir, “porque todavía no me enseñan a leer y a escribir”. Con los cubitos, muy pronto mi papá me enseñó. Y mi mamá se encargó de hacérselo saber a todo el mundo. Yo era un genio. Tuve que cargar con esa cruz durante muchos años.
El primer libro que leí se llamaba “Rugoso Rasposín, un Elefantito en Apuros”. Recuerdo la portada, pero no el texto.
De ese año son otros dos recuerdos. En uno, estoy en brazos de mi papá y desde esa altura veo el rostro hermoso y somnoliento de mi mamá, que nos mira. Mi papá me zangolotea mientras canta y baila: “Quitense de la acera/ que mira que te tumbo/ que ahí viene Francisquito/ arrollando a todo el mundo”.
Quién sabe por qué ese recuerdo primerizo. Tal vez porque, a través de los años, nunca pude ver a ese Francisquito tan cabrón que hacía que todo mundo saltara de la acera, temeroso de ser arrollado.
Otro recuerdo, aún más borroso, es el de una noche en que me despertaron mis papás, con mucho miedo (tal vez lo único claro del recuerdo sea haberles percibido el miedo), corrieron cargándome y después de unos minutos me regresaron a la camita. Fue el terremoto “del Angel”. Años más tarde, cuando algún domingo íbamos de día de campo a Xochimilco, me fascinaba en ver al enorme y ennegrecido Angel de la Independencia asomarse desde un edificio oscuro, donde era reparado.
1958
Socializaciones de kinder, jugando a los besitos con las niñas de siete crinolinas, jugando a los quemados con los niños de pantalón de peto, encontrando la mágica bolsa de las estrellitas (dorada, primer lugar; plateada, segundo lugar; roja, tercer lugar) y llevándomela a mi casa. Algo así como conseguir una indulgencia plenaria.
Momentos extraños. A medio recreo del kinder, saco de mi lonchera una hermosa manzana roja. La muerdo y está toda seca, los pedazos se me quedan atorados en la garganta. Veo la contradicción. La sufro. Me entra una tristeza y llega muy adentro. Es mi primera gran desilusión.
Una tarde, estoy en la calle con mi mamá y el viento sopla muy fuerte, levanta polvaredas, mueve a las personas. Yo me meto bajo la falda en A de mi madre.
Mi papá me lleva al cine. Vamos a ver “La Dama y el Vagabundo”. Con el pretexto de que se me durmió el pie, hago que nos salgamos a la mitad.
Me le pierdo a mi mamá en La Merced, y aquí podría haber otra historia. Pero afortunadamente me encuentran, y no la hay.
1959
En junio de 1959, mi mamá me llevó a Cuba, a festejar el triunfo de la Revolución. Desde el avión, ví el oceano y exclamé:
-¡Cuánta agua tiene el mar!
Mi madre respondió, filósofa:
-Y eso que todavía no has visto la de abajo.
En La Habana me compraron un traje de miliciano (o mejor dicho, un disfraz) y coleccioné con mis primos mi primer álbum de estampitas, que contaba los hechos heroicos de la revolución. Por el álbum supe que había un general batistiano llamado Pilar: “nombre de mujer, corazón de hiena”, decía.
Se percibía una extraña euforia, una sensación de fiesta larga desde que la paloma se posó en el hombro de Fidel a su llegada a La Habana. A lo mejor lo digo porque eso era lo que yo percibía en el viejo departamento de la abuela, siempre permeado por la política.
Mis padres habían sido miembros del Partido Revolucionario Ortodoxo y habían colaborado, desde México, con el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio. Mi mamá me confesó que alguna vez, a escondidas de mi padre, guardó en un clóset dinamita de la que se llevaría Fidel en el Granma.
Años más tarde supe también que, durante esa visita a Cuba, a mi mamá le ofrecieron “un puesto alto” en la Revolución. Mi papá dijo que no, que en Cuba “hacía mucho calor”. El machismo y el termostato de mi papá nos salvaron de muchos dolores de cabeza. Tal vez de un enorme sufrimiento.
Durante ese viaje también fuimos a Varadero. De ahí guardo una foto, en la que estoy con mi mamá y tengo en la mano un salvavidas. La llantita tenía cuatro imágenes: Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, el Ché Guevara y la Sierra Maestra, de la que alboraba un sol con el número 26. El salvavidas tenía los colores blanco y verde olivo.
En Varadero me metí al mar. Al salir del primer chapuzón, dictaminé:
-¡Qué agua tan húmeda y tan salada!
No recuerdo nada de 1954, año en el que nací.
Mientras yo nacía, Roger Bannister rompía una barrera artificial, al correr la milla por debajo de los 4 minutos.
Ese mismo día, al otro lado del mundo, se desarrollaba la batalla de Dien Bien Phu, y algún vietnamita se tiraba debajo de un cañón para impedir que el arma –más valiosa que su vida- cayera por un despeñadero.
Mi mamá tampoco recuerda el momento de mi nacimiento. Estaba anestesiada. Nací por cesárea, con una semana de retraso, en el Sanatorio Español de la ciudad de México.
Dicen que traje mi torta bajo el brazo. Pocos días antes de mi nacimiento, mi papá fue promovido a gerente de ventas de Shulton de México.
El había subido la escala corporativa basado en su trato educado, su sentido común y su buen vestir. Como muchos hombres de su generación, Abelardo dejó de pequeño la casa familiar. Salió a los 16 años hacia Centroamérica a buscar oro. Parece que lo primero que encontró fue paludismo. Terminó en Costa Rica, dedicado a la compra-venta del metal. Luego tuvo varios oficios: entre otros, tipógrafo y vendedor de perfumes, en su natal Cuba.
En una casa de huéspedes de Camagüey conoció a una joven abogada, que le hizo un par de desplantes provocadores. El cayó redondito y a las tres semanas se casaron. En la iglesia, eso intentaron también una tarde de 1947, con la sorpresa de que la ceremonia se tuvo que suspender luego del escándalo que armó la ex-esposa de mi papá, quien llegó a la boda con una bebita en brazos.
En parte para zafarse del atosigamiento al que los sometía la ex de Abelardo –a pesar de que se hubiera aclarado que él no se casó con ella por la iglesia-, en parte porque el ambiente político no era propicio para un sindicalista como él, al poco tiempo del matrimonio decidieron venirse a México, donde buena parte de los Báez se había establecido desde los años veinte.
Entre la venta de perfumes y salidas a bailar, los años fueron pasando. Abelardo quería un hijo y a Nana el asunto no parecía interesarle demasiado. Según la versión de ella, una noche en Durango, a mi mamá “se le olvidó ducharse”. Ahí habría sido yo concebido.
Pues bien, para 1954 ya estaba yo en el mundo, mi papá se preparaba para cambiar por una oficina sus viajes medio aventurosos para ponerle desodorante a un México parecido, en sus relatos, al viejo oeste, y mi mamá se disponía, con mucho miedo, a ser madre.
1955
Tampoco de 1955 tengo recuerdo alguno. No sé si hizo frío ni calor. Supongo que calor, porque mi mamá, siempre friolenta y con su tendencia sobreprotectora, me ha de haber arropado muchísimo, aún en plena primavera.
Puedo decir poco de aquel año, sin duda poco memorable para la mayoría de quienes no nacieron en él. Tal vez que, además de bien cobijado, estaba yo muy bien alimentado, porque mi mamá hacía una papilla tremenda con ingredientes que el doctor había dicho que me diera de manera paulatina.
-Si el niño no se ha muerto, sígale dando lo mismo –habría dicho el pediatra.
También fue cuando empecé a caminar. Dicen que lo hice apenas me pusieron zapatos (pero me los pusieron sólo cuando estaba por cumplir el año). Tal vez pensé que eran el aditamento necesario para marchar. El caso es que caminé directito a la tina del baño, me asomé a ella y caí de bruces.
1956
En 1956 fui a Cuba con mi mamá, a que la familia de por allá me conociera.
Mi abuelo, por quien me llamo Francisco, lamentablemente ya no estaba ahí. Había muerto a las pocas semanas de mi nacimiento. En cambio estaban mi abuela, mis tíos y mis primos.
El abuelo Francisco era una leyenda familiar. Ferrocarrilero, chacotero, siempre alegre y nunca enojado. Un pan chaparrito y calvo. Había estado varias veces en la cárcel: unas por accidentes –atropellamientos varios-; otras, por razones político-sindicales.
La leyenda decía que el abuelo se había salvado por un pelito de una masacre que hubo en los años de alguna dictadura. Llegó apenas tarde a la reunión clandestina, pero alcanzó a ver, desde la esquina, a los matones bajándose de sus carros, tumbando una puerta de una patada y rociando con balas de ametralladora a los inermes conspiradores.
También afirmaba la leyenda que la policía llegó un día a apresar al abuelo, pero él salió del departamento vestido de mujer, saludando muy amablemente a sus presuntos captores.
El caso es que la política se respiraba muy fuertemente en esa casa de la calle de Infanta (aunque dudo que en 1956 yo me hubiera podido dar cuenta).
De un balcón de esa casa se asomó mi mamá, a los nueve años, a mirar una manifestación contra la dictadura de Machado. Desde ahí vio a la policía montada cargar sobre los manifestantes, disparándoles. La niña veía unas figuritas que corrían encorvadas, como queriendo desaparecer. También veía como algunas de esas figuras se desplomaban y otros les pasaban por encima.
A esa casa llegaron también mi mamá y los compañeros de la Federación de Estudiantes Universitarios a tener reuniones. La abuela –una mujer hecha en la universidad de la vida, que había tenido tres hijos a los 19 años- antes de que entraran les quitaba a todos los hombres sus pistolas, incluido su lidercillo, un tal Fidel Castro.
De la visita de 1956 dicen que yo rehuía a la tía y a las primas besuconas y me iba a refugiar en los brazos del tío Frank, del tranquilo hemipléjico en su mecedora.
1957
Año de entrada al kinder. Año de primeros, muy vagos, recuerdos.
Dicen que el primer día que fui a la escuela no me quería salir, “porque todavía no me enseñan a leer y a escribir”. Con los cubitos, muy pronto mi papá me enseñó. Y mi mamá se encargó de hacérselo saber a todo el mundo. Yo era un genio. Tuve que cargar con esa cruz durante muchos años.
El primer libro que leí se llamaba “Rugoso Rasposín, un Elefantito en Apuros”. Recuerdo la portada, pero no el texto.
De ese año son otros dos recuerdos. En uno, estoy en brazos de mi papá y desde esa altura veo el rostro hermoso y somnoliento de mi mamá, que nos mira. Mi papá me zangolotea mientras canta y baila: “Quitense de la acera/ que mira que te tumbo/ que ahí viene Francisquito/ arrollando a todo el mundo”.
Quién sabe por qué ese recuerdo primerizo. Tal vez porque, a través de los años, nunca pude ver a ese Francisquito tan cabrón que hacía que todo mundo saltara de la acera, temeroso de ser arrollado.
Otro recuerdo, aún más borroso, es el de una noche en que me despertaron mis papás, con mucho miedo (tal vez lo único claro del recuerdo sea haberles percibido el miedo), corrieron cargándome y después de unos minutos me regresaron a la camita. Fue el terremoto “del Angel”. Años más tarde, cuando algún domingo íbamos de día de campo a Xochimilco, me fascinaba en ver al enorme y ennegrecido Angel de la Independencia asomarse desde un edificio oscuro, donde era reparado.
1958
Socializaciones de kinder, jugando a los besitos con las niñas de siete crinolinas, jugando a los quemados con los niños de pantalón de peto, encontrando la mágica bolsa de las estrellitas (dorada, primer lugar; plateada, segundo lugar; roja, tercer lugar) y llevándomela a mi casa. Algo así como conseguir una indulgencia plenaria.
Momentos extraños. A medio recreo del kinder, saco de mi lonchera una hermosa manzana roja. La muerdo y está toda seca, los pedazos se me quedan atorados en la garganta. Veo la contradicción. La sufro. Me entra una tristeza y llega muy adentro. Es mi primera gran desilusión.
Una tarde, estoy en la calle con mi mamá y el viento sopla muy fuerte, levanta polvaredas, mueve a las personas. Yo me meto bajo la falda en A de mi madre.
Mi papá me lleva al cine. Vamos a ver “La Dama y el Vagabundo”. Con el pretexto de que se me durmió el pie, hago que nos salgamos a la mitad.
Me le pierdo a mi mamá en La Merced, y aquí podría haber otra historia. Pero afortunadamente me encuentran, y no la hay.
1959
En junio de 1959, mi mamá me llevó a Cuba, a festejar el triunfo de la Revolución. Desde el avión, ví el oceano y exclamé:
-¡Cuánta agua tiene el mar!
Mi madre respondió, filósofa:
-Y eso que todavía no has visto la de abajo.
En La Habana me compraron un traje de miliciano (o mejor dicho, un disfraz) y coleccioné con mis primos mi primer álbum de estampitas, que contaba los hechos heroicos de la revolución. Por el álbum supe que había un general batistiano llamado Pilar: “nombre de mujer, corazón de hiena”, decía.
Se percibía una extraña euforia, una sensación de fiesta larga desde que la paloma se posó en el hombro de Fidel a su llegada a La Habana. A lo mejor lo digo porque eso era lo que yo percibía en el viejo departamento de la abuela, siempre permeado por la política.
Mis padres habían sido miembros del Partido Revolucionario Ortodoxo y habían colaborado, desde México, con el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio. Mi mamá me confesó que alguna vez, a escondidas de mi padre, guardó en un clóset dinamita de la que se llevaría Fidel en el Granma.
Años más tarde supe también que, durante esa visita a Cuba, a mi mamá le ofrecieron “un puesto alto” en la Revolución. Mi papá dijo que no, que en Cuba “hacía mucho calor”. El machismo y el termostato de mi papá nos salvaron de muchos dolores de cabeza. Tal vez de un enorme sufrimiento.
Durante ese viaje también fuimos a Varadero. De ahí guardo una foto, en la que estoy con mi mamá y tengo en la mano un salvavidas. La llantita tenía cuatro imágenes: Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, el Ché Guevara y la Sierra Maestra, de la que alboraba un sol con el número 26. El salvavidas tenía los colores blanco y verde olivo.
En Varadero me metí al mar. Al salir del primer chapuzón, dictaminé:
-¡Qué agua tan húmeda y tan salada!
miércoles, diciembre 01, 2004
Livin' in L.A. 2019
Este es el único poema que he podido recuperar de la serie "¿Sueñan en el Amor Eléctrico los Androides?", inspirada en el film Blade Runner
Livin' in L.A. 2019
Dulce paralluvias eléctrico, abrázame
en la húmeda noche eterna.
Avanzo por las calles atestadas, bajo una nube de cascajo,
camino entre los que se quedaron
y mis pies se hunden en un fango de plástico.
El ruido de mis pasos queda envuelto por la luz de los faros de niebla.
Noche ámbar que gotea también en mi alma,
como dentro del edificio donde habitan mis íncubos,
los reflejos astillados que me acompañan.
Publicado en "Dominical", supl. del diario El Nacional, nº 81, 8 de diciembre de 1991, pág. 17.
Livin' in L.A. 2019
Dulce paralluvias eléctrico, abrázame
en la húmeda noche eterna.
Avanzo por las calles atestadas, bajo una nube de cascajo,
camino entre los que se quedaron
y mis pies se hunden en un fango de plástico.
El ruido de mis pasos queda envuelto por la luz de los faros de niebla.
Noche ámbar que gotea también en mi alma,
como dentro del edificio donde habitan mis íncubos,
los reflejos astillados que me acompañan.
Publicado en "Dominical", supl. del diario El Nacional, nº 81, 8 de diciembre de 1991, pág. 17.
TABACARIA
TABACARIA
Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Estou hoje perplexo, como quem pensou e achou e esqueceu.
Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró y olvidó.
O mundo é para quem nasce para o conquistar
E não para quem sonha que pode conquistá-lo, ainda que tenha razão.
Tenho sonhado mais que o que Napoleão fez.
Tenho apertado ao peito hipotético mais humanidades do que Cristo,
Tenho feito filosofias em segredo que nenhum Kant escreveu.
Mas sou, e talvez serei sempre, o da mansarda,
Ainda que não more nela;
Serei sempre o que não nasceu para isso;
Serei sempre só o que tinha qualidades;
Serei sempre o que esperou que lhe abrissem a porta ao pé de uma parede sem porta,
E cantou a cantiga do Infinito numa capoeira,
E ouviu a voz de Deus num poço tapado.
Crer em mim? Não, nem em nada.
Derrame-me a Natureza sobre a cabeça ardente
O seu sol, a sua chava, o vento que me acha o cabelo,
E o resto que venha se vier, ou tiver que vir, ou não venha.
El mundo es para quien nace para conquistarlo y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que Napoleón hizo.
He apretado al pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he hecho filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla, aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta junto a una pared sin puerta,
y cantó la canción del Infinito en un gallinero, y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la Naturaleza sobre la cabeza ardiente su sol, su lluvia, el viento que me encuentra el cabello,
el resto que venga si viniere, o tuviere que venir, o que no venga.
(Come chocolates, pequena;
Come chocolates!
Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.
Olha que as religiões todas não ensinam mais que a confeitaria.
Come, pequena suja, come!
Pudesse eu comer chocolates com a mesma verdade com que comes!
Mas eu penso e, ao tirar o papel de prata, que é de folha de estanho,
Deito tudo para o chão, como tenho deitado a vida.)
(Come chocolates, pequeña;
¡come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que los comes!
Pero yo pienso y, al sacar el papel de plata, que es de hojas de estaño lo tiro todo al suelo, como he tirado la vida).
Fiz de mim o que não soube
E o que podia fazer de mim não o fiz.
O dominó que vesti era errado.
Conheceram-me logo por quem não era e não desmenti, e perdi-me.
Quando quis tirar a máscara,
Estava pegada à cara.
Quando a tirei e me vi ao espelho,
Já tinha envelhecido.
Me conocieron en seguida por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara, estaba pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo, ya había envejecido.
Sempre uma coisa defronte da outra,
Sempre uma coisa tão inútil como a outra,
Sempre o impossível tão estúpido como o real,
Sempre o mistério do fundo tão certo como o sono de mistério da superfície,
Sempre isto ou sempre outra coisa ou nem uma coisa nem outra.
Siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.
E continuo fumando.
Álvaro de Campos, 15-1-1928
Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Estou hoje perplexo, como quem pensou e achou e esqueceu.
Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró y olvidó.
O mundo é para quem nasce para o conquistar
E não para quem sonha que pode conquistá-lo, ainda que tenha razão.
Tenho sonhado mais que o que Napoleão fez.
Tenho apertado ao peito hipotético mais humanidades do que Cristo,
Tenho feito filosofias em segredo que nenhum Kant escreveu.
Mas sou, e talvez serei sempre, o da mansarda,
Ainda que não more nela;
Serei sempre o que não nasceu para isso;
Serei sempre só o que tinha qualidades;
Serei sempre o que esperou que lhe abrissem a porta ao pé de uma parede sem porta,
E cantou a cantiga do Infinito numa capoeira,
E ouviu a voz de Deus num poço tapado.
Crer em mim? Não, nem em nada.
Derrame-me a Natureza sobre a cabeça ardente
O seu sol, a sua chava, o vento que me acha o cabelo,
E o resto que venha se vier, ou tiver que vir, ou não venha.
El mundo es para quien nace para conquistarlo y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que Napoleón hizo.
He apretado al pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he hecho filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla, aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta junto a una pared sin puerta,
y cantó la canción del Infinito en un gallinero, y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la Naturaleza sobre la cabeza ardiente su sol, su lluvia, el viento que me encuentra el cabello,
el resto que venga si viniere, o tuviere que venir, o que no venga.
(Come chocolates, pequena;
Come chocolates!
Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.
Olha que as religiões todas não ensinam mais que a confeitaria.
Come, pequena suja, come!
Pudesse eu comer chocolates com a mesma verdade com que comes!
Mas eu penso e, ao tirar o papel de prata, que é de folha de estanho,
Deito tudo para o chão, como tenho deitado a vida.)
(Come chocolates, pequeña;
¡come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que los comes!
Pero yo pienso y, al sacar el papel de plata, que es de hojas de estaño lo tiro todo al suelo, como he tirado la vida).
Fiz de mim o que não soube
E o que podia fazer de mim não o fiz.
O dominó que vesti era errado.
Conheceram-me logo por quem não era e não desmenti, e perdi-me.
Quando quis tirar a máscara,
Estava pegada à cara.
Quando a tirei e me vi ao espelho,
Já tinha envelhecido.
Me conocieron en seguida por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara, estaba pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo, ya había envejecido.
Sempre uma coisa defronte da outra,
Sempre uma coisa tão inútil como a outra,
Sempre o impossível tão estúpido como o real,
Sempre o mistério do fundo tão certo como o sono de mistério da superfície,
Sempre isto ou sempre outra coisa ou nem uma coisa nem outra.
Siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.
E continuo fumando.
Álvaro de Campos, 15-1-1928
Las razones de un nombre
Esto se llama Blog de Piedras, porque de piedras se hace un empedrado y de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Son piedras con buenas intenciones, pues.
Son piedras con buenas intenciones, pues.
Cómo emborracharse viendo la guerra por televisión
Este es un escrito algo viejito. Vale la pena para empezar.
Para los que dicen que la cobertura televisiva de la guerra entre Estados Unidos y sus aliados e Irak se está volviendo aburrida, he aquí una recomendación para que no sea así. Garantizamos que en menos de media hora, el lector que siga las instrucciones estará viendo a Saddam Hussein y a sus cuatro dobles disparar cuatro rifles al aire y sacar cuatro cimitarras del estuche al mismo tiempo.
1. Provéase de unas cuantas cubetas de cerveza, un vaso (o tarro), una botella de tequila y un caballito.
2. Encienda la televisión. Sintonícela en un canal en el que se transmita la invasión de Estados Unidos y Gran Bretaña a Irak.
3. A menos que se especifique de otra forma, lo que beberá será un trago de cerveza.
4. Beba exclusivamente cuando en la pantalla suceda alguna de estas cosas:
Ø Alguien hace alusión al valor de Eduardo Salazar.
Tequila, si es en TV Azteca.
Ø Javier Alatorre comete una equivocación evidente al leer el teleprompter.
Ø Se presentan imágenes de tropas iraquíes en el acto de rendición.
Ø Algún vocero del gobierno de Estados Unidos intenta ligar la guerra con el combate al terrorismo.
Ø Joaquín López Dóriga hace referencia a la Guerra de Vietnam.
Ø Saddam Hussein utiliza la palabra “sionista” en un discurso.
Ø Saddam Hussein utiliza la palabra “tierra santa” en un discurso.
Ø Bush afirma que “los días del régimen de Hussein están contados”, o algo similar, en un discurso.
Ø Bush afirma que “la victoria es segura” en un discurso.
Ø Cualquier general de Estados Unidos utiliza la palabra “daño colateral” en un discurso
Ø Cualquier general afirma que “se aseguraron pozos petroleros”
Tequila, si agrega “para el beneficio del pueblo iraquí”.
Ø Cualquier reportero hace referencia al filme “La Caída del Halcón Negro” (Blackhawk Down)
Tequila, si efectivamente cayó un helicóptero Blackhawk.
Ø En el noticiero se señala que el Papa “ora por la paz”.
Ø Rafael Fernández de Castro dice una perogrullada en su papel de “experto”.
Ø Si un general retirado es entrevistado en CNN
Tequila, si afirma que la estrategia militar de los aliados es erronea.
Ø Si voceros de EU-GB afirman que civiles iraquíes recibieron a sus soldados con júbilo.
Tequila, si resulta que el júbilo eran balas.
Ø Si aparecen violentas manifestaciones antiyanquis en algún país musulmán
Te acabas el tequila, si es en Europa del Este.
Ø Si alguien hace referencia a lo mucho que sufren los niños en la guerra.
Ø Si alguien afirma: “esto es sólo el principio”.
Ø Si alguien afirma que lo que viene “es la madre de todas...”
Ø Si algún experto se pone a examinar las quince diferencias en el rostro de las dos apariciones más recientes de Hussein.
Ø Si aparece un soldado con máscara de gas.
Tequila, si la necesita en ese momento.
Ø Si alguien comenta que Irak “es del tamaño de California”.
Ø Si algún enviado afirma que estuvo a punto de morir de un bombazo.
Tequila (y todos brindan), si ese enviado es Joaquín Peláez.
Ø Si Bush pronuncia erróneamente la palabra “bomba nuclear” en un discurso.
Te tomas todo lo que queda de un jalón, si dijo que ya la lanzó.
Para los que dicen que la cobertura televisiva de la guerra entre Estados Unidos y sus aliados e Irak se está volviendo aburrida, he aquí una recomendación para que no sea así. Garantizamos que en menos de media hora, el lector que siga las instrucciones estará viendo a Saddam Hussein y a sus cuatro dobles disparar cuatro rifles al aire y sacar cuatro cimitarras del estuche al mismo tiempo.
1. Provéase de unas cuantas cubetas de cerveza, un vaso (o tarro), una botella de tequila y un caballito.
2. Encienda la televisión. Sintonícela en un canal en el que se transmita la invasión de Estados Unidos y Gran Bretaña a Irak.
3. A menos que se especifique de otra forma, lo que beberá será un trago de cerveza.
4. Beba exclusivamente cuando en la pantalla suceda alguna de estas cosas:
Ø Alguien hace alusión al valor de Eduardo Salazar.
Tequila, si es en TV Azteca.
Ø Javier Alatorre comete una equivocación evidente al leer el teleprompter.
Ø Se presentan imágenes de tropas iraquíes en el acto de rendición.
Ø Algún vocero del gobierno de Estados Unidos intenta ligar la guerra con el combate al terrorismo.
Ø Joaquín López Dóriga hace referencia a la Guerra de Vietnam.
Ø Saddam Hussein utiliza la palabra “sionista” en un discurso.
Ø Saddam Hussein utiliza la palabra “tierra santa” en un discurso.
Ø Bush afirma que “los días del régimen de Hussein están contados”, o algo similar, en un discurso.
Ø Bush afirma que “la victoria es segura” en un discurso.
Ø Cualquier general de Estados Unidos utiliza la palabra “daño colateral” en un discurso
Ø Cualquier general afirma que “se aseguraron pozos petroleros”
Tequila, si agrega “para el beneficio del pueblo iraquí”.
Ø Cualquier reportero hace referencia al filme “La Caída del Halcón Negro” (Blackhawk Down)
Tequila, si efectivamente cayó un helicóptero Blackhawk.
Ø En el noticiero se señala que el Papa “ora por la paz”.
Ø Rafael Fernández de Castro dice una perogrullada en su papel de “experto”.
Ø Si un general retirado es entrevistado en CNN
Tequila, si afirma que la estrategia militar de los aliados es erronea.
Ø Si voceros de EU-GB afirman que civiles iraquíes recibieron a sus soldados con júbilo.
Tequila, si resulta que el júbilo eran balas.
Ø Si aparecen violentas manifestaciones antiyanquis en algún país musulmán
Te acabas el tequila, si es en Europa del Este.
Ø Si alguien hace referencia a lo mucho que sufren los niños en la guerra.
Ø Si alguien afirma: “esto es sólo el principio”.
Ø Si alguien afirma que lo que viene “es la madre de todas...”
Ø Si algún experto se pone a examinar las quince diferencias en el rostro de las dos apariciones más recientes de Hussein.
Ø Si aparece un soldado con máscara de gas.
Tequila, si la necesita en ese momento.
Ø Si alguien comenta que Irak “es del tamaño de California”.
Ø Si algún enviado afirma que estuvo a punto de morir de un bombazo.
Tequila (y todos brindan), si ese enviado es Joaquín Peláez.
Ø Si Bush pronuncia erróneamente la palabra “bomba nuclear” en un discurso.
Te tomas todo lo que queda de un jalón, si dijo que ya la lanzó.
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