Entre el 6 y el 9 de junio, los ciudadanos de los 27 países de la Unión Europea eligieron a los nuevos miembros del Parlamento Europeo, y los resultados han alarmado a muchos. En parte es porque en los dos países más grandes hubo un avance notable de la extrema derecha; en parte porque, salvo excepciones, los partidos tradicionales han sufrido un varapalo y aparecen nuevos tipos exitosos de política populista.
Hay que decir, de entrada, que el Parlamento Europeo
no tiene tanta capacidad de decisión; el sistema de la alianza está dominado
por los burócratas que administran los grandes acuerdos. Los electores suelen
estar conscientes de ello y, por lo tanto, escasea el llamado “voto útil”. En
ese sentido, los resultados de estas elecciones sirven más para decirnos nos
dicen más acerca de cómo piensan los europeos y menos sobre posibles resultados
en próximas elecciones nacionales, donde cuentan otros factores.
Los datos señalan cuatro cosas a nivel agregado. Un
desplome de liberales y verdes. Un avance del centro-derecha y la ultraderecha.
Un estancamiento de las fuerzas socialdemócratas y de izquierda. La irrupción
de partidos y personajes difícilmente clasificables, que obedecen por lo
general a la lógica del populismo.
Los datos a nivel agregado esconden que hubo
resultados muy diversos, según el país. Demos un vistazo a algunos.
En general, los partidos socialdemócratas aguantaron
la oleada de la derecha, pero hay una excepción importantísima: Alemania. Ahí,
el SPD, partido del todavía canciller, quedó en tercer lugar, con 14% del voto,
dos puntos porcentuales debajo de Alternativa para Alemania (Afd), formación de
ultraderecha nacionalista, anti-inmigrantes y euroescéptica. Las elecciones
fueron ganadas por los democristianos, el partido que lideró Angela Merkel.
Lo más notable es que, si ponemos la votación en un
mapa, los democristianos ganan en lo que fue la Alemania Occidental, y AfD lo
hace en la antigua Alemania Oriental. Los pocos puntos rojos (del SPD) están en
las grandes ciudades, Berlín incluida. Hay quien dice que esto se debe a que en
la RDA nunca hubo desnazificación.
Quien tal vez ayude a explicar esta duda es un extraño
partido nuevo: Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, por sus siglas en alemán). Sahra
Wagenknecht es la líder carismática de la agrupación, que obtuvo 6% del voto.
BSW fue el tercer partido más votado en Alemania oriental, por encima de los
socialdemócratas. Es una escisión de La Izquierda, harta de dos cosas: la parte
progresiva de la agenda (ecologismo, derechos de la comunidad LGBTIQ+, apertura
a los inmigrantes), pero insistente en la parte social (igualdad económica,
mejores salarios). Durante años La Izquierda dominó en el este alemán, dando la
impresión de que había un ala progresista en esa zona: lo que en realidad había
era una nostalgia del viejo régimen autoritario, satélite de la Unión Soviética.
En Francia, hubo una victoria amplia de la coalición
de ultraderecha liderada por el partido de Marine Le Pen y un desplome
catastrófico de la alianza macronista, que apenas superó a la coalición
socialdemócrata, que tuvo resultados respetables respecto al pasado inmediato.
Tampoco le fue mal a la izquierda radical y populista de Melenchon, que obtuvo
el cuarto lugar con 10%, mientras que el centro-derecha tradicional se vio
reducido a la mínima expresión.
Ante los resultados, Macron decidió llamar a
elecciones anticipadas. Parece ilógico después del batacazo. No lo es. Es
posible que Le Pen y aliados de derecha, aún con la previsible defección de
gaullistas hacia ellos, no alcancen la mayoría absoluta. En la miriada de
partidos franceses, alcanzaron entre todos 44% de la votación en las elecciones
europeas. Macron supone que, con distintas proporciones de los dos bloques, la
próxima Asamblea Nacional no será tan diferente de la actual.
En Italia, lo que hubo esencialmente fue un reacomodo
de los votos dentro de la coalición de derecha gobernante: Fratelli d’Italia,
el partido de la canciller Meloni, crece a costas, sobre todo, de la Liga, que
es rebasada también por Forza Italia. Gana los nacionalistas, pierden los
regionalistas. En tanto, el socialdemócrata PD, escorándose a su izquierda,
gana dos diputados y también le va bien a la Alianza Verde-Izquierda. Los
perdedores son el viejo populismo del Movimiento 5 Estrellas y los partidos centristas
y liberales.
Los patrones de la votación en España fueron claros: avance
de la derecha, pero más del PP que de Vox; el PSOE que aguanta y la izquierda
radical que sufre una devastadora derrota (en particular, Podemos). La novedad,
que un nuevo partido populista de derecha, Se Acabó la Fiesta, guiado por
Alvise Pérez, un activista de redes sociales, logró tres diputaciones. Ese
partido se dice antisistema y anticorrupción, y se maneja sobre todo en la red,
a través de la desinformación y las posverdades en su lucha contra “el Estado
profundo”.
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